Capítulo 19: Tus tatuajes

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A penas le expliqué todo a Adriano ya tenía en mi cuenta el dinero. Respiré aliviada, pagué enseguida a los desarrolladores de la página web y los Freelancer que había contratado para los diseños. Claro que ya había trabajado en eso, no había podido pagarlo, Adriano me llegó como caído del cielo.

No dejaba de sentirme mal porque sentía que era un dinero conseguido con mañas y no por esfuerzo, Adriano trataba de hacerme ver que no, pero estaba segura de que sí era así por eso insistí que lo manejáramos como un préstamo. Él accedió.

No le gustaba porqué yo sabía que él quería tener mayor control de nuestra falsa relación, yo también quería tener mayor control de mi vida y de mi empresa. Varié un poco la forma como nos presentábamos ante las redes sociales: éramos una pareja linda, y también presentaba mucha información sobre mi agencia. Ganaba seguidores cada día, apenas pasaron una par de semanas y ya la prensa estaba loca con nosotros.

No vi más a Casio. Fue daño colateral, como una vez él me dijo a mí. Me exigí no pensar mucho en él, en lo que teníamos qué era nada según me quería engañar a mí misma, claro que había algo. No podía ignorar las veces que en la cama solo nos besábamos y acariciábamos lentamente como si viviéramos un tiempo alternativo, sin decir nada, mirándonos a los ojos, grabando nuestras imágenes en los ojos del otro.

Más de una vez desperté con el aliento de Casio sobre mis cabellos, sentía sus manos acariciar mis cabellos, recorriendo con sus dedos las facciones de mi cara, cuando estaba de espaldas a él recorría mi cuerpo con la yema de sus dedos, así me quedaba dormida, no hablábamos era cierto, pero decíamos mucho con los gesto y las miradas, sobre todo en la miradas que desviamos en el momento que ya se hacía muy incómodo, o los roces desesperados o contendidos, en los gestos tontos que hacíamos.

Y en las cosas que no decíamos, como cuando se me iba a caer algo y él lo recogía sin mirarme, sonreía y se giraba, o me levantaba a servirme agua y él me la servía sin que se la pidiera, como si adivinara que a eso iba, o como cuando se rodaba la sabana y yo lo arropaba antes de que él estirara la mano para hacerlo. En esos gestos nos decíamos todo lo que no confesaban nuestras bocas.

La forma como me miraba al verme salir del baño, recorriendo mi cara, mirando a otro lado, contenía las ganas de decir algo, o como cuando íbamos en el auto y yo moría por rozar su hombro, solo lo miraba e imaginaba que recostaba allí mi cabeza.

Casio Bellucci no era un hombre con el que me sintiera cómoda. Él no era un hombre para amar, entonces esa necesidad de manifestarle afecto que se me acumulaban en las manos, en los ojos y en los besos que no le daba debía permanecer reprimida. Lo rodeaba un misterio de cosas que sabía que no me atrevía a preguntar y agradecía que él no me las dijera.

«Quiero abrir en los muros una puerta. Eso quiero». Una frase del Hondero Entusiasta de Pablo Neruda en su antebrazo izquierdo.

«It's just a moment. This time will pass» o Es solo un momento, esto pasará. La Frase de la canción Stuck in a moment you can't get out of, de U2 en la parte posterior de su cuello.

«I want you to know. That you don't need me anymore» o Quiero que sepas que no me necesitas más, una frase de la canción Kite de U2, en su hombro derecho y «I know that this is not goodbye» o Sé que esto no es un adiós de la misma canción en su antebrazo derecho.

«Que nadie quiere estar solo» de un poema de Mario Benedetti en la parte baja de su estómago.

Los memoricé, los poemas y las canciones completas, sospecha que muchas de las frases tenían que ver con su hermana Claudia, no hablamos nunca más de eso, de nada. Y ya no lo haríamos, estaba tan segura de tener que olvidarlo que fue tan simple como decidirlo y ya. Yo no era de las que esperaban a que vinieran a rescatarlas yo iba en recate de mi misma, y él creía que me tenía que salvar de algo, a diferencia de Adriano, él no me entendía.

—Me impresiona la velocidad con la que trabajas —comentó Augusto, después de revisar los avances —. Es sobrehumano, ¿tenías algo adelantado? ¿Contrataste a alguien?

—Esa información es relevante para...

—Está bien, que misteriosa. —Rio y me dejó sola en la sala de juntas de nuevo.

Suspiré y me di cuenta el tiempo que pase pensando en Casio en la mañana desde que llegué. Terminé de recoger mis cosas y me disponía a salir, Rodrigo me abordó.

—Me han llamado un par de clientes, quieren que tú atiendas su campaña. Sofía, no les dije que ya no eres empleada de la agencia. No fui claro, somos aliados ¿No? —preguntó nervioso.

—Claro, mientras tengamos claro cuál es mi participación.

—Grupo Montero y Laboratorios Haus of Beauty, les encantó lo que hiciste con las clínicas de Bellucci.

Asentí.

—Sí. No hay problema. Conozco el laboratorio, pero ¿A qué se dedica Grupo Montero?

—Tienes granjas agrícolas por todo el país. Están industrializados, gente muy rica, poderosa y emprendedora. Mañana vamos a almorzar con Fernando Montero, el dueño.

—Perfecto. Cuenta conmigo.

Más trabajo, adicional a los clientes de la agencia, estaba iniciando con los míos, pequeños, no muchos, pero eran míos. Estaba feliz. Por eso no entendía porqué a veces me sentía tan vacía. Sí sabía, no lo iba a admitir. No podía aceptarlo. Ya se me pasaría, me dije

Si una mujer sabe lo que quiere, el mundo le queda chico, y si no lo sabe, descubre entonces la inmensidad dentro ella mientras lo explora y transita por la vida. Descubrí que una puede ser tanto y yo tuve tan poco, que no estaba dispuesta a conformarme y eso iba a estar por encima de cualquiera, siempre.

Paula pronto comprendió que el espacio que yo empezaba a ocupar con mi oficina era mucho, Cristian consideró que debería buscar alquilar oficinas porque eso era zona residencial y no podía trabajar allí con mi agencia. Eso hacía, buscaba un sitio pequeño y económico para alquilar. Mientras tanto, la agencia que recién fundé seguía funcionando en mi apartamento: Draco agencia.

Una chica de lujoWhere stories live. Discover now