Capítulo 21: Un mujer dos trabajos

334 43 2
                                    

Tuve que tomar una pastilla para aliviar mi dolor de espalda, había trabajado tantas horas, que me estaba quedando tiesa. Valía la pena, Eduardo me daba buena retroalimentación pude hablar con él abiertamente sobre mi propia agencia, me apoyaría con sus otros proyectos. Estaba agotada y trabajaba al menos dieciséis horas al día, y cada logro se sentía muy bien por pequeño que fuera.

Y seguía teniendo mi otro trabajo: Adriano. Tenía que visitarlo en su casa, donde estaría su familia, solo esperaba que no estuviera Casio allí. Me miré al espejo y comprobé que me veía horrible, los trasnochos, las pocas horas de sueño y lo mal que me estaba alimentando se notaba en mi esquelética y ojerosa figura.

Me di un baño y revisé entre las cosas lindas que mando Adriano: abrigos, vestidos, zapatos, bolsos, joyas con una nota que decía:

Tan pretenciosa que eres. Sé que amarás esto.

Te lo mereces. Con amor:

Adriano B.

De no ser porque sabía que las mujeres no le gustaban ni un poco, me habría enamorado de él, entendía porque Jonás lo adoraba, tenía unos detalles que derretían a cualquiera, sus episodios de mal humor eran terribles, pero su faceta de romántico eran de película. Pensé, ¿por qué no? Me gustaba el lujo, no tenía nada de malo, él necesitaba que yo luciera bien también y desde que funde la agencia poco gastaba en mí, fue un giro de ciento ochenta grados el que di, porqué recuperaría esos lujos, pagados por mí está vez.

También me llegó una caja de chocolates con leche extra cremoso, una caja de doscientos chocolates. Mientras los comía, seleccioné un vestido de encaje azul sin mangas ajustado, la puta por delante, eso siempre, sonreí como tonta frente al espejo. El vestido era tipo corsé arriba sin mangas y muy ajustada la falda con un cintillo negro en la cintura. Con sandalias altas del mismo color, me veía muy bien. Estaba tan delgada que parecía una modelo de pasarela.

Salí en mi Audi que me regaló mi novio Adriano y me puse en marcha para otro día de fingir y disfrutar también porque después de dos meses de trabajo duro sin descanso, las salidas con Adriano eran los únicos momentos de distracción que tenía. Llegue y vi el auto de Casio estacionado al frente. Suspiré y sacudí mi cabeza, no podía hacer nada, él estaba allí y yo también, no podía evitarlo para siempre y tendríamos que ser adultos.

Al entrar a la casa, Laura y Carlo saltaron sobre mí a saludarme, Adriano me estampo un beso en los labios y me abrazó a él. Saludé a sus padres, y demás familiares y amigos, había mucha gente para mi gusto. Me lancé sobre un sofá y comí de lo que servían.

Cuando se apartó el personal que servía los aperitivos vi a Casio con una rubia con risos en su regazo, parecía que le hacía una examen de faringe, laringe, esófago, se besaban con descaro y de forma grotesca, a él poco le faltaba para sacarse su miembro y cogérsela allí. La imagen me molestó, miré a otro lado, debía tener la cara roja, quería llorar de rabia.

—Te veo muy alterada —me dijo Adriano quien se sentó a mi lado. Tomo mi mano y la besó. Parecía no notar la escena porno que su hermano estaba haciendo frente a nosotros.

Ella hasta gemía «¡La muy maldita!»

—Estoy cansada —susurré.

—Lo sé. Me doy cuenta, trabajas demasiado. No haces otra cosa, estas delgada, demacrada, muy fea...

—Ay gracias, Adriano. Tú sí que sabes subirle la autoestima a una mujer —le grité. Se carcajeó.

—Te quería pedir que fuéramos a un viaje paradisiaco, a alguna isla del caribe, a gozar del sol, la arena, así te relajas y para los dos sería buenísimo.

—Eso me gustaría —admití. Lo mire con cara de boba.

—Va a venir Jonás —me dijo con expresión seria.

Le confirmé con un gesto afirmativo. No esperaba que él se convirtiera en heterosexual de repente. Sabía cuál era mi papel. Me abrazó y miró por fin a Casio que ahora le hacía un examen vaginal a la rubia que tenía ya los ojos en blanco y reía como tonta.

—¡Qué cerdo es Casio! ¿Ves? Y a ti te gustaba ese salvaje —dijo y miró su teléfono.

Suspiré «Si supiera». Pensé.

—Me llegaron los papeles del préstamo —comenté.

—Sí, mi abogado dijo que ya te los había enviado.

—Los intereses son altos.

—Bueno, tú querías. Yo te dije que no era necesario nada de eso, un préstamo es un préstamo y va con intereses.

—Adriano, pero es mucho.

—Es lo estándar. No iba a tener salvedades contigo, fue lo que me pediste. Si quieres lo eliminamos y quedamos como...

—Está bien, yo lo firmo en lo que pueda.

—Bien —dijo y se levantó.

Me quería forzar a que recibiera su dinero sin condiciones. Averigüe y lo estándar no pasaba de un doce por ciento, su préstamo me exigía un dieciocho por ciento. Suspiré y tome consciencia de las consecuencias de mis decisiones. Si iba a al banco no me iban a dar ni los buenos días, desvié la mirada de Adriano y mis ojos se cruzaron con los de Casio que me miraba serio. Regreso la vista a la rubia. «¡Qué incomodo!».

Entró una llamada a mi celular y desde que tuve negocio propio atendía a conocidos y desconocidos.

—Hola, Sofía Draco...

—Soy Carmen Guevara, de Tribuna Nueva. Tengo tu historia, la publico en minutos. Solo quería llamarte para saber si querías comentar algo.

—¿Mi historia? ¿Comentar qué?

—Sobre el historial delictivo de tu padre y tu origen en el orfanato.

Perdí la fuerza de las manos, casi se me cae el celular, aspiré con fuerza y cerré los ojos, me eché hacia atrás en el sofá y comencé a hiperventilar. No podía creer que la prensa llegar a eso, ¿qué les importaba? Colgué. Me levanté hacia el baño apurada. Debía decirle a Adriano, pero primero lo iba a llorar.

Las piernas no las podían levantar, me sentía tan débil y con ganas de vomitar, por mi cabeza pasaron miles de cosas, entre ellas que Adriano me dejaría y tendría que devolver el dinero, que me humillarían, la gente de la agencia, mis clientes. Pensé de todo.

Abrí la puerta del baño, y comencé a llorar apenas entré.

Una chica de lujoWhere stories live. Discover now