Capítulo 23: Sofía

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Casio tenía razón. Adriano sabía y junto con su equipo armaría una estrategia comunicacional para los medios. Logré calmarme, igual no dejaba de sentirme mal, vulnerable y atacada en mi intimidad. Insistió en me que quedara en su casa.

—Todos notan que nunca te quedas —dijo.

—Hoy no. Por favor —atine a decir.

«Una zorra gozona». Ah, es que vi al troglodita ese manoseando a la rubia y la envidia me carcomía, fui yo y me abrí de piernas al salvaje ese, «Tan zorra» Me faltó decirle «Sí papi, cógeme». Quizás se lo dije, ni sé. Lo necesitaba, no el sexo que sí, pero a Casio: «parece que no sé estar con él de otra forma». Estaba deshecha de deseo por él ahí y ya estuvo, «soy mayor de edad, adulta».

Ya no me atormentaría más por mis tontas decisiones. Suspiré y recogí mi cartera, le anuncié a Adriano que me iría a mi casa y quedó preocupado.

—Le voy a contar a mis padres. No te preocupes demasiado —dijo, acarició mi cabello.

Lo besé en la frente y lo abracé. Conduje a casa con su chofer escoltándome. Le hice seña con la mano para que se fuera. Subí las escaleras porque el idiota de Cristian nada que mandaba a reparar el ascensor.

Aproveche el recorrido para reflexionar sobre las estupideces que hacía con Casio. Esas eran cosas que no me podía permitir, si alguien hubiese entrado a ese baño y nos hubiese visto, Adriano mínimo me mandaba a Marte y pobre, debiéndole hasta el alma. Y la humillación. Sacudí mi cabeza y abrí la puerta.

Me sobresalté cuando vi a Casio tendido en mi sofá, se levantó enseguida, negué con la cabeza, incrédula.

—Pero ¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste? —pregunté preocupada, a esas alturas quizás había robado mis llaves o tenía copias de las que yo no sabía.

—Le pedí a Cristian que me abriera —dijo muy tranquilo.

—¿Y él te abrió así y ya? Nada más sin preguntar nada.

—No. No le pareció raro.

—Qué peligro ¿Y si venias a matarme? Hablaré con ese irresponsable, no puede hacer eso.

Estaba muy molesta, no me podía creer la imprudencia de Cristian. No le negaba nada a Casio, le agradaba y se llevaban bien.

—No vengo a matarte, al menos no de una forma definitiva. —Sonrió con malicia.

«Qué estúpido»

Cerré completamente la puerta, y caminé hacia él, me abracé a su pecho porque mis neuronas no funcionaban y definitivamente me había vuelto muy estúpida y además la dignidad seguro se me había caído mientras subía por las escaleras. Me atrapó entre sus brazos y puso su barbilla sobre mi cabeza. Sin hablar, así nos quedamos un rato. Oía el latido de su corazón y me parecía que se había sincronizado con los míos.

—¿Estás bien? —preguntó.

—Adriano se ocupará. Yo no quiero lidiar con esa gente —confesé.

—Es desgastante. Lo sé. Él sabrá qué hacer. Qué bueno que te dejes ayudar.

—¿Por qué viniste?

—Quería saber el chisme completo.

—Pues ya lo sabes. Te puedes ir.

—Creo que necesitas que te bañe —dijo muy serio. Yo reí y negué con la cabeza.

Me tomó por la mano, me guio hasta el baño. Cerró la puerta y me puso de espaldas a él, quedé frente a mi espejo, bajó la cremallera de mi vestido y sentí como mi piel se erizaba ante sus toques, sacó mi vestido y mis pechos quedaron expuestos, los miró en el espejo y me sonrió con malicia mientras bajaba mi braga.

Quede desnuda frente al espejo, él apoyó su barbilla sobre mi hombro derecho, cruzamos las miradas en el espejo, apoyó sus manos en mis caderas y besó mi cuello con un único beso, delicado y suave.

Me llevó hacia la ducha tomada de la mano, abrió la regadera sobre mí, solté un grito porque el agua estaba fría. Reímos como idiotas los dos y entró conmigo a regular la temperatura, el agua salía tibia.

Se quitó la chaqueta y la camisa, los zapatos, cuando iba a quitarse el pantalón, yo lo detuve y lo hice por él, me miró incrédulo y yo pensaba «¿Qué estoy haciendo, estoy poseída?» retiré su ropa interior y vi que ya había reaccionado a mi imagen desnuda, me sonrió con picardía cuando lo noté.

Quedamos debajo del agua y el tomo un gel de baño, lo frotó en sus manos y comenzó a masajear mis hombros, mi espalda, la parte baja de mi espalda, cerré los ojos y apoye las manos en la pared de la ducha, deje que las sensaciones deliciosas que recorrían mi cuerpo se extendieran por toda mi zona.

Masajeó mis glúteos y allí se detuvo más, sonreí imaginándolo mirarlos, subió sus manos por mi cuerpo húmedo y enjabonado desde mis glúteos, hasta mis caderas, mi cintura, mi torso, acarició mis costillas, hizo que sonriera, y posó sus manos debajo de mis pechos, subió con delicadeza y los masajeo con suavidad, gemí y me queje sin poder controlar lo que salía de mi boca ya, mi mente no pensaba nada con claridad, no quería juzgarme, solo quería sentir y disfrutar.

Besó mi cuello mientras masajeaba mis pechos, sentí su miembro duro contra mi espalda baja, estaba sobre mí, yo inclinada sobre la pared, recibiendo todas las sensaciones que me provocaban sus caricias, aumento la presión del agua y retiró el jabón de mi cuerpo, masajeo mi cabello con champú y casi me corrí. Lo hice cuando metió sus dedos en mi sexo, masajeo y limpio mi zona y me aferré a sus cabellos mientras lo hacía.

—Te lo voy a hacer aquí —dijo en mi oído entre jadeos.

—Sabes que no me gusta, es incómodo.

—No te ves incomoda, voy a lubricarte bien. —Rio sobre mi oído.

Me puso de frente a él y me pego de la pared alzándome sobre su cuerpo, lo rodeé con mis piernas. Sentí sus embestidas mientras besaba mi cuello, y mordía mi hombro, mis pechos estaban contra su pecho y me aferré a sus brazos.

Busqué su boca y nos besamos, acabó dentro de mí y me maldije por estúpida. Sin condón, sin pastillas, y él acostándose con cualquiera. Me sacó de onda ese pensamiento, pero sus embestidas urgidas me hicieron regresar al momento. Acaricié sus cabellos y lo ayudé a sacarse el jabón. Nos mirábamos a los ojos sin decir nada.

Me alzó y caminó conmigo así fuera de la ducha, me dejó en el suelo frente a la puerta del baño y me alcanzó una toalla, él tomo otra, nos secamos sin quitarnos las miradas de encima. Recorrí su cuerpo leyendo sus tatuajes. Se acercó y secó mi cabello con una toalla, reí ante su gesto y cerré los ojos, por un momento me olvidé de todo y me concentré en la imagen de él secado mi cabello con una toalla.

Nos metimos en la cama sin decir nada, como ejercicio mecánico al que estuviéramos acostumbrados. Sin ropa los dos. Me arrope y me acurré a él, me acomodó y me dejó debajo de sí, besó mis pecho, subió hasta mi cuello y me besó varias veces con besos rápidos, besó mi mentón, mi boca, mi nariz, regresó a mis pechos, pero se metió uno a la boca, me hizo gritar y reímos.

Lo soltó y bajó por mi torso con su boca, beso mi estómago, llegó hasta mi sexo y abrió mis piernas, suspiré y dejé que hiciera lo que quisiera con su lengua allí.

Me cubrí el rostro y lloré mientras sus caricias en mi sexo me hacían sacudirme de placer, limpie mis lágrimas y acaricie sus cabellos, no podía seguir haciendo eso con él, no entendía porque me sentía así. Era una patán y tenía que odiarlo, era el hermano de mi novio falso y no podía poner en riesgo aquello.

Quise convencerme de que por esa noche debía dejar todo fluir y solo disfrutar, «solo por esta noche» me dije.

Grité agitada bajo su boca, regresó a mi boca, tendió su cuerpo sobre él mío y acaricié su espalda mientras besaba su rostro, nos besamos y nuestras lenguas se enredaron en un duelo de dominación, suspiré con profundidad y le di un pequeño mordisco, me soltó, besó mis hombros varias veces. Tome su rostro entre mis manos y nos miramos a los ojos largo rato sin decir ni hacer nada más. Apagué la luz.

Una chica de lujoWhere stories live. Discover now