Capítulo 16: Sin fuegos artificiales

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Se terminó de quitar la ropa apenas me dejó sobre su cama, su habitación seguía el mismo estilo de decoración del resto de la casa, todo era blanco. Me desvestí y quedé desnuda frente a él, me miraba serio. Camino hacia mí y me ayudo a colocarme en la parte más alta de la cama, me acomodo el cabello sobre su cama, colocó almohadas a mi alrededor y se arrodilló frente a mí, tragué grueso, no dejaba de ver su abdomen plano, sus músculos tatuados con letras que no me interesaba leer.

Sus piernas y su sexo eran estructuras exquisitas. Era muy atractivo, sí que estaba bueno el condenado. Abrió mis piernas y se colocó sobre mí, me mordí los labios al sentir su cálida y fuerte anatomía contra la mía, me acomodé y nuestros cuerpos quedaron entrelazados, no sabía que haría él, o que pretendía, me dejaba guiar sin protestar.

Beso mi oreja, mi cuello, mis pechos, su lengua jugueteo con mi pezón y de repente mordió con suavidad, gemí, acaricié sus orejas mientras él se dedicaba a mis pezones, fue sobre el otro y repitió. Estaba muy húmeda de nuevo, y él lo sabía porque mantenía sus dedos dentro de mí estimulándome mientras chupaba mis pechos.

Bajo y besó mi estómago, mi vientre, me provocó un orgasmo con sus dedos dentro de mí, me hizo girarme y me aferré a las sabanas cuando sentí su boca recorrer mis glúteos, los separó e interno su boca en mi sexo desde atrás, grité y me retorcí, la sensación era muy rica y él atacaba con todo, con dientes, lengua, labios. Quede temblando y estremecida debajo de su boca, para luego sentir como lo tenía dentro de mí de nuevo. Fue más rápido y fuerte, me hizo sentir algo de incomodidad, pero la sensación de placer superaba lo demás.

Gemía y temblaba con él dentro de mí, acabó después de sostenerme fuerte por la cadera, detenerse en sus idas y venidas, salir ligeramente y embestirme con fuerza y atraerme hacia él con más fuerza, gritamos los dos. Se tiró sobre mí y se salió poco a poco, sentía su respiración pesada sobre mi cuello. Se colocó junto a mi boca arriba, lo miré y cerró los ojos. Su respiración estaba agitada, su cuerpo todo sudado.

Lo hicimos de nuevo un par de veces más. No fue gentil. Fue crudo y delicioso. Me dormí en algún momento, no hablamos, no reímos más, solo nos fundimos y nos concentramos en eso. No hubo besos ni caricias, solo orgasmo y placer. Desperté y él no estaba en la cama, miré el reloj y eran las tres y media de la mañana.

Me sobresalté cuando vi una figura en la terraza, a esa altura nadie podía subir, o era un fantasma o era Casio. Me baje de la cama y me envolví en sabanas. Caminé hacia allí y en efecto estaba en una toalla, húmedo y recién bañado, recibía la fría brisa de la madrugada.

—Te vas a resfriar. Hay formas más elegantes de morir —le dije, me paré a su lado envuelta en las sabanas. Hacía mucho frío.

—Me desperté y no pude dormir más. Me bañe para que me diera sueño, pero nada —respondió con la mirada perdida en la imagen de la ciudad.

Algunas pocas luces dejaban ver que había locales abiertos. Las autopistas estaban iluminadas, era hermosa la imagen.

—Aquello es una farmacia —señaló un punto de la calle.

—Hace mucho frio, voy a entrar, ¿quieres que me vaya?

—No, ¿porque querría eso?

—Quizás por eso no puedes dormir, tienes una intrusa en tu cama.

Él sonrió y me beso en la boca, su lengua busco con prisa la mía y acarició mi lengua con la suya, fue un beso apasionado. Temblábamos de frio. Lo hale hacia dentro y me siguió sin protestar, cerré la puerta de la terraza y me arrodille frente a él, se recostó de los vidrios que cubrían la terraza, se aferró a mis cabellos cuando retiré su toalla y me llevé a la boca su miembro.

—¿Te lo quieres tragar? —preguntó agitado.

Asentí y se vino dentro de mi boca, no me gustaba hacer aquello, por algún motivo, me parecía tremendamente excitante tragarme la semilla de Casio, que lucía como una escultura de pie frente a mí, controlé a penas las arcadas y él gruño.

Me limpie la boca de espaldas a él. Después de eso se quedó dormido.

Al día siguiente comprobé la hora y eran las siete y media de la mañana. Tarde para lo que acostumbraba a levantarme, después de una noche loca de sexo, me lo permití sin sentirme culpable. No pensé que pasaría la noche en la cama de Casio. Fue todo tan extraño. Me bañe y me coloqué ropa limpia que llevé. Bragas y un conjunto deportivo de franela, pantalón y suéter.

Salí a su sala de estar y una mujer rubia delgada me miró con asombro, tenía una escoba en la mano, me dijo buenos días y se internó en la cocina. Supuse que era de su personal de limpieza. La mujer salió con café que me ofreció.

—Gracias —le dije dubitativa.

—¿Desea desayunar o esperará a Casio? —preguntó.

—Quiero irme ya. Puedo comer en mi casa.

—Ya se lo preparó para llevar —dijo con tono frio.

Cuando la mujer regresó con una bolsa preparada y la entregó, apareció Casio semi desnudo, restregándose los ojos.

—Noemí ya conociste a Sofía, Sofía ella es Noemí —dijo y bostezo.

—Un gusto señorita. Con permiso.

—Se me había olvidado que vendría hoy —me dijo y se tiró sobre el sofá.

—Me voy.

—Tan pronto —sonrió —cualquiera diría que no te gustó lo que hicimos.

—De hecho no. No fue tan especial —dije y me fui con una sonrisa en mi cara y en mis ojos. Presioné el ascensor.

—Mentirosa. Te tenía vuelta loca.

—¡Publícalo! —le dije y me interné en el ascensor.

Fue buen sexo, muy crudo, muy animal y me encantó. No me molestaba volver a verlo, y no había nada romántico entre nosotros y eso lo hacía más fácil. Ya tuve un acuerdo de lujo con su hermano ahora tendría uno de sexo con él, me subí a mi auto y regresé a mi apartamento, me comí el emparedado en el camino. Llegue y me eché a dormir otro poco. Necesitaba reponer fuerza, tenía mucho tiempo sin hacerlo y lo hicimos mucho. Suspiré y me dormí feliz.

Una chica de lujoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora