Capítulo 33: Casio

339 43 5
                                    

Casio

Adriano estaba muy mal, había perdido mucho peso y se negaba a salir. No quería enfrentar la realidad.

—Te lo dije. Entonces tenías la oportunidad de hacerlo a tú manera y tener el control, ahora es como si ellos fueran tus dueños, tienes que recuperar el control. No es gran cosa y actúas como si quieres morir.

—Hablas como Sofía. No entiendes. Cuidado y no fuiste tú el que me vendió —se quejó Adriano.

—¿Qué? ¿Estás loco? Claro que no.

—No sé, Casio, muy sospechoso que estés aquí.

—Vine a verte, supe que estabas mal, Adriano ¿Cómo crees?

—A mí no me extrañaría —comentó mi madre que se mantenía en una esquina de la habitación sin acercarse.

La miré sin responder.

—¿Por qué lo haría? —pregunté a Adriano.

—Por qué me querías dejar en evidencia. Querías que dejara a Sofía, pero ya vez siempre me prefirió a mí, está aquí conmigo aún.

—Ni sé para qué me molesté en venir y preocuparme por ti, eres un malagradecido malcriado.

—Pues la verdad si no entiendo porque viniste, mejor vete —dijo Laura desde la puerta, miré hacia el techo y sacudí la cabeza, eso me pasaba por idiota.

—Me voy entonces.

—Si es mejor, por ahí va a venir Franco. Es mejor que no te vea aquí.

Salí de la habitación sin despedirme, nunca debí ir a donde no me llamaban, todo estuvo bien hasta que llegó mi madre, Adriano estuvo receptivo conmigo toda la tarde. Bajé y en la puerta me conseguí de nuevo a Sofía.

Verla hizo que mi mundo se sacudiera un poco, quise abrazarla y sentir su cuerpo contra el mío, pero supuse que no podía hacerlo, me miró como a un extraño. Ella también me trataba con recelo, supuse que me gustaba que me trataran mal.

—Me voy —anuncié.

—Soy Eduardo ¿Me recuerdas?—dijo el hombre junto a ella a quien recién noté cuando me habló.

—No realmente —admití. Ella se puso nerviosa y parecía querer apurar el saludo.

—Del restaurante Villa Hermosa una vez nos presentó Sofía—explicó.

—Ah ya, sí. Claro.

—¿Qué tal todo? —preguntó con amabilidad.

—Igual que siempre —respondí. Sofía se mantenía callada mirando al piso.

—Me voy —insistí.

—¿Mi amor, le comentaste de nuestra agencia?

«Mi amor. Vaya Sofía»

Ella levantó la vista con nerviosismo y negó restándole importancia con un gesto. Me giré para mirarlos a los dos con interés. Ahora quería saber.

—¿Tienen una agencia o un romance?

Él rio con sinceridad.

—Las dos cosas. No te vamos a acosar para atender tus negocios, de eso se encargará Sofía, pero si me gustaría que pudiéramos reunirnos a discutir algunos asuntos, supe que en Australia comenzaste...

—Llevó prisa ¿Eduardo? Hablaremos luego, seguro que sí. De todo eso —me excusé y salí.

«Novio» Apenas se supo lo de Adriano corrió a los brazos de ese tipo, pensé. Ella seguía metida en casa de Adriano y ahora con su «Novio». No parecía mal tipo, decidí investigarlo, parecía un tipo perfecto. Alto bien parecido, elegante y muy educado, preparado, empresario, seguro. Se está perfeccionando Sofía, fue lo que pensé.

Me dolió y ella se sentía avergonzada. Iba cruzando la puerta con los puños apretados cuando Adriano me llamó. Se acercó a mí y salimos hasta el jardín sin hablar.

—Lo siento, hermano, cruzaste un continente para venir a ver lo patético que estoy y no mereces que te tratara así...

—Entiendo. Así eres siempre, un pesado cuando estás angustiado o nervioso. Te amo Adriano, quiero tu bien, siempre lo he querido.

—Lo sé, yo también te amo. No me he portado la mitad de bien contigo que tú te has portado conmigo.

—Vas a estar bien. Deja de esconderte, te parece el fin del mundo, pero no lo es. Ve el lado bueno, Jonás volvería contigo.

Levantó la mirada sorprendido. Escaneo mis ojos con un dejo de esperanza.

—¿Jonás? ¿Por qué sabes de Jonás?

—Él me llamó, llamó a Rosario, ella a mí. Estaba preocupado por ti. Hablamos largo rato, te quiere, lo que no quiere es seguir en las sombras, si fueras valiente por él, saldrías de tu estado y lo recuperarías. Esa es solo mi opinión.

—Quiero recuperarlo, soy un cobarde, pero eso quiero, lo juro.

—Hazlo. Ve. Habla con él antes que con nadie, que sea tú apoyo.

Se echó a reír como histérico.

—¿Quién eres tú? ¿Dónde está mi hermano? —preguntó con sarcasmo.

—Es bueno que te rías supongo.

—En serio, Casio. ¿Qué te paso?

—¿No crees que me han pasado suficientes cosas?

Asintió con un gesto. Me giré hacia la puerta y Sofía despedía en la puerta a Eduardo, le dejó un beso sobre los labios y le sonrió con ternura. «¿Lo ama? ¿Qué me importa?»

—Yo la vi primero no sirve, ahora tiene novio, y es un buen hombre, Casio, déjala —dijo Adriano con expresión seria colocando su mano sobre mi hombro.

Suspiré y asentí.

Una chica de lujoWhere stories live. Discover now