Capítulo 38: Final

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Casio corrió hacia mí, sostuvo la toalla alrededor de su cintura. Tomó mi maleta y la colocó junto al sofá. Miró a la chica con nerviosismo, ella se mantenía seria. Yo seguro tenía cara de idiota porque eso era.

—Una prima —le dijo a la chica. Ella sonrió en mi dirección y corrió a presentarse.

«Maldito ¿Una prima? Tampoco así». Pero me lo tenía que aguantar. Al menos hasta saber cómo me iba a regresar y a dónde iba a pasar la noche. Ni un hotel había reservado, vaya que fui optimista, además muy sobrada yo, pensando que el Casio se la estuvo halando solo mientras yo no estaba. Que creída. Ni un cuarto renté, segura estaba de que él me recibiría feliz con los brazos abiertos y la polla parada. «Estúpida».

—Encantada —dije con expresión seria.

—Kim, olvidé que ella vendría y de verdad debo atenderla, temo que deberás irte —dijo y sonreí para mis adentros, la echaba por mí, después lo pensé mejor, le decía que yo era su prima para poder cogérsela de nuevo después.

—Qué mal —se quejó la chica, haciendo muecas infantiles. Regresó a la habitación.

—Siento mucho haber venido sin avisar.

—¿Cómo hiciste? —preguntó Casio con cara de asombro.

—Cristian, él te ha mandado algunas cosas y tú a él, así que sabía cómo...

—¡Oh ya! Claro... —dijo, afirmó con un gesto y me miraba a los ojos con intensidad, sus ojos revisaban los míos y yo casi no podía romper el contacto visual.

—Me iré, esto fue una locura, no tienes que aceptarme acá, tengo planes de ir a un hotel, quizás debí pasar antes por un hotel.

—Ella ya se va a ir —dijo serio— ¿Quieres algo? Té o refresco.

Negué con la cabeza y esperé sin moverme. Él me hizo señas para que me sentara, así lo hice. Su apartamento era una réplica del que tenía en casa. Todo blanco. La chica salió con una braga marrón y contoneándose con coquetería, le dejó un beso en la mejilla y otro en los labios, se despidió de mí con un gesto con la mano.

—Me visto y salgo —dijo Casio. Lo vi entrar a una de las habitaciones y me recosté del sofá. «Maldita loca, Sofía».

Salió con un pantalón deportivo, descalzo y solo una franela blanca. Se sentó frente a mí mirándome mucho sin hablar, había rapado su cabello de nuevo, extrañe su cabello largo.

—Me lo corté si —dijo al notar que lo miraba. Se pasó la mano por la cabeza.

—Me di cuenta.

—Y no te pintaste el cabello de rojo.

—¿Y ella es la chica del tatuaje? —pregunté.

—No, a ella la conocí ayer —admitió entre risas.

—Puto, descarado —solté con una media sonrisa.

—Soy soltero, loca.

—No me llames loca.

—Eso eres ¿Qué haces aquí?

—Quise saber cómo estabas, pensé: ¿Por qué no paso por casa de Casio a ver como esta? Pensé que sí y aquí estoy.

Afirmó con un gesto y reprimió una sonrisa.

—¿Cruzaste un continente para visitarme?

—Sí, no tenía mucho que hacer —dije e hice un gesto con la mano. Restándole importancia.

—Yo también crucé una vez el continente para verte, me rechazaste —dijo serio con un gesto amargo.

—Creí que habías ido a ver a tu hermano.

Una chica de lujoWhere stories live. Discover now