Capítulo 36: Un día normal

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Desperté con dolor en el cuerpo, me sentía cansada. Me duché y me vestía para ir a trabajar como todos los días, traté de sentirme fuerte, bien, aunque estaba hecha un lio, asunto que ignoraba, recordé mi ruptura con Robert, lloré mucho, me veía casada de blanco con él, era perfecto y sentía que estaba en una nube con él, hasta que lo descubrí con su profesora de francés, una rubia delgada, él la prefirió, abiertamente me dijo que se quedaría con ella, me sentí humillada porque yo lo hubiese perdonado, y ahí estaba yo, rechazada.

Como ahora yo rechazaba a Casio. Me dolía verlo rogarme. Hubiese preferido que no dijera nada, porque sus palabras ahora se repiten en mi mente de tanto en tanto sin aviso y sin orden, y me dolían. Él no era un hombre para mí. No iba a decirle que sí, que Eduardo era educado y que sobre todo me trataba bien, ya con Casio nos faltábamos tanto al respeto y eso no me gustaba, con Eduardo jamás me sentí así.

El trato de Eduardo demostraba un respeto profundo, nunca me dijo una mala palabra, ni me insinuó que yo fuera puta, zorra o interesada o vendida, y no era que no podía perdonar a Casio por eso, simplemente no podía olvidarlo. Me dejó el dinero para ser mi socio y me explicó que él no participaría, que yo debía contratar expertos que me ayudaran a llevar el negocio y darle rendimientos a él como a cualquier accionista, qué él pediría cuentas como hacía con sus otras inversiones.

Me sentía como una dama, segura y protegida a su lado, no es que solo no me sintiera así, cuando estaba con él sentía que me representaba, que éramos iguales y estábamos en la misma página, aspirábamos a las mismas cosas. Hacíamos cosas aburridas como ir al supermercado, visitar amigos. Aún no teníamos sexo porque apenas salíamos, no me presionaba con eso, era en extremo respetuoso.

Con Casio sentía que estaba al filo de algo, que me pudiera ser infiel, me pudiera herir, irse, ser malo conmigo, tantas cosas, no me sentía segura a su lado, siempre tenía algo de miedo, y si bien en el pasado eso me gustaba, estaba consciente de que no podía estar en serio con una persona así. Él parecía encaminado a cambiar y ser diferente, pero no era más que un proyecto.

Cuando baje a desayunar Adriano me informó que Casio ya se había ido. Afirmé con un gesto y besé su frente. Salí rumbo a mi oficina y llamé a Eduardo como todas las mañanas.

—¿Todo bien, linda?

—Sí. Hoy sigo con la mudanza en la oficina, atenderé a unos abogados y a un par de clientes.

—¿Las contrataciones de personal como van? —preguntó.

—Mal, cobran mucho. El resumen que me mandaste del señor para ser director financiero me dejó loca, quiere el triple de mi sueldo.

Rio a través de la línea.

—Eso lo vale, quizás ahora no puedas pagarte uno tan caro, solo recuerda que vale la pena contratar a alguien capacitado. Es tu negocio Sofía, si no te importa a ti ¿A quién?

—Esto es más difícil de lo que pensaba.

—No busques un director de finanzas por ahora. Un gerente financiero y administrativo. Poco a poco, Sofí.

Este es el hombre para mí, me repetía en mi cabeza traté de no llorar cuando colgué la llamada, no podía llorar más por Casio. Baje del auto y subí hasta mi oficina, aún un desastre, debía adinero, todavía no levantaba las ventas como esperaba. Miré todo recargada del marco de la entrada de la oficina.

«¿Vale la pena? ¿Todo esto vale la pena? ¿Qué estoy haciendo con mi vida?»

Debía estar feliz de tener una agencia propia, con socio y todo. Sin ventas, con deudas, sin personal, pero mi agencia. Había cometido tantos errores, Rodrigo, Augusto. Debía estar brincando en un pie emocionada por tener un negocio propio. El asunto de Adriano me quito mucho foco por mucho tiempo, él parecía comenzar a mejorar y todo volvía a su lugar. No sabía porque tenía que convencerme a mí misma de que estaba bien.

Abrí mi portátil y verifiqué en internet los vuelos a Australia. Me alegró darme cuenta de que ya habían partido todos, por si hubiese tenido el estúpido impulso de ir a buscarlo, pues la logística de las aerolíneas y la física básicamente, me impedían hacerlo. «A trabajar» me dije.

Eduardo fue por mí para almorzar juntos al medio día, a Villa Hermosa como siempre.

—Sabes que me tiene mal —comentó —. Montero, estoy pensando seriamente en dejar esa sociedad, es un tipo demasiado imprudente, los riesgos que toman me ponen los pelos de punta, necesito salir de él.

—Lo recuerdo como un pesado por lo de Adriano —dije.

—Adriano que ni le hable, ni lo reciba.

—Dudo que tenga tiempo.

—¿Cómo sigue? —preguntó con interés.

—Mejor, esta semana tiene una cita con Jonás.

—Oye, ¿Y Casio? Eso me interesa, Sofía, de verdad quiero hablar con él, su negocio es para que ya lo hubiese hecho billonario, lo veo medio estancado, no tengo nada en contra de su CEO, es una mujer muy capaz, pero hay oportunidades acá que se están perdiendo.

—Se fue.

—¿Cómo? Tan pronto, si acababa de llegar ¿Australia? Tantas horas de viaje para qué...

«Para un polvo conmigo» pensé bromeando conmigo misma. Me encogí de hombros.

—Supongo que solo quería ver a su hermano. Y tengo entendido que tenía más días acá. No hubiese aguantado un viaje así ida y vuelta.

—Ah ya, Claro.

Por un momento pensé que el interés romántico de Eduardo en mí no era más que un interés en mis contactos, mis relaciones. No hacía mucho esfuerzo por avanzar conmigo y por un segundo lo pensé: «Muy bueno para ser cierto» «No te sabotees Sofía» Ya estaba por pensar que ningún hombre podía fijarse en mí por ser yo.

No podía ser tan maldita, Eduardo había sido mi amigo y me había demostrado apoyo incondicional. «Claro estando yo junto a Adriano Bellucci y su familia» No pude dejar de pensarlo, porque durante todo el almuerzo no habló más de los negocios de Casio. Me había vuelto tan cínica también. ¿Y si también fuera homosexual? Me pregunté porque sería como una lotería.

Pensándolo bien, no me tocaba, las veces que me dejó a su apartamento me sacaba a empujones y solo durábamos segundos, sus besos eran piquitos sosos, él es muy atractivo y la atracción evidente, nunca me toqueteaba, pensaba yo que por respeto, pero ni una mirada, era como estar con Adriano, de hecho con Adriano había más contacto físico y cariños. Todo eso pensé.

«Maldita sea»

—¿Eres gay? —solté.

Él se quedó mirándome con los ojos muy abiertos y la copa de agua frente a su boca, tragó grueso.

—¿Qué? Voy a dejar pasar eso porque debes estar traumada por lo de Adriano.'

«Sí supiera»

—¿Por eso te dejó tu esposa?

—Basta .Sofía ¿Qué falta de respeto es esta?

—Lo siento, no mereces que te traté así. Creo que esto tuyo y mío, no...

—Yo también lo creo —dijo ofuscado y llamó al mesonero para pagar. Estaba muy furioso y pensé que quizás la cagué en grande con él, era mi socio. Nunca debí mezclar lo personal con lo laboral.

«Y qué cagada»

—Lo siento mucho, no sé porque...

—No te mortifiques, dejemos eso así y ya.

—Te voy a molestar mucho. Voy a querer que me perdones en serio, Eduardo.

Cuando me dejó en la oficina parecía más calmado y me dejó un frio beso en la mejilla, sin mirarme. Cerré los ojos y pensé que era una bruta de mierda.

Más tarde ese día, tomé una decisión.

Una chica de lujoUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum