Cambios (Parte II)

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Miles de pensamientos pasaron por la mente de Claire

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Miles de pensamientos pasaron por la mente de Claire. En cuanto agarró el pomo de la puerta del apartamento de Evan para marcharse tras sus últimas palabras, fue como si su cuerpo se paralizase y su cabeza comenzase a trabajar a mil por hora.

Recordó, como si se tratase de una película, todos los momentos compartidos con él desde que se conocieron aquella tarde de otoño frente a la casa de sus padres hasta a aquel preciso instante.

Y allí lo comprendió.

No podía permitirse perderle, no una vez más. No podía consentir que él cometiese el mismo error que cometió ella hacía siete años, siendo él quien entonces escapase. Sintió que aquella era, de alguna forma, su última oportunidad.

Se dio la vuelta, con Evan de nuevo de espaldas agachado frente a una de las cajas, aunque estaba sin hacer nada. Khal alzó su cabeza, mirando a la muchacha extrañado por volver a ver cómo se acercaba a ellos. Evan se giró en cuanto la sintió cerca, oliendo su perfume, confundido.

–Claire ¿pero qué...?

—No puedo dejar que te vayas, Evan —pronunció con determinación pese a las lágrimas que recorrían sus mejillas.

—Pero...

—Entiendo que estés enfadado conmigo o contigo o con el mundo entero —volvió a interrumpirle—. Siento mucho cómo te traté la última vez que hablamos. Entiendo por qué no me dijiste nunca nada y no es culpa tuya que yo me sintiese responsable de la muerte de mi hermano. No merecías que te hablase así y menos después de todo lo que has hecho por mí desde que nos conocemos.

—Claire... —volvió a decir el chico conmovido por aquellas palabras.

—No te vayas, Evan. Por favor... —suplicó de nuevo con lágrimas en los ojos—. Yo... te quiero.

Aquellas palabras dejaron a Evan sin respiración. Sintió una mezcla de emoción y tristeza a la vez. Pensó que era solamente fruto del momento para pedirle que no se marchara, refiriéndose a la estima que podría tenerle como amigo, y eso le decepcionó.

—Yo tampoco quería que te fueras a Nueva York y te marchaste de todos modos, sin decirme nada —intentó justificarse de algún modo.

Lo siguiente que Claire pronunció hizo que el corazón del de ojos azules recobrase la vida que había perdido en los últimos días:

—Y me equivoqué. Quizás fue el peor error que cometí en mi vida, y eso que no han sido pocos —intentó bromear, aunque la risa nerviosa que acompañó al llanto que seguía expresando solo confirmaba lo desesperada que se sentía—. Estoy enamorada de ti, Evan. Creo que lo he estado desde el día en el que lograste que Eric me dejase entrar en casa después de haberle robado aquella chocolatina y creo que lo estaré siempre.

Jamás habían sentido sus corazones latir con tanta fuerza y, sin saberlo, al mismo ritmo. Su conexión era tan profunda que ni ellos mismos lograban comprender hasta qué punto acababa de llegar en aquel preciso instante.

Siete vueltas al solWhere stories live. Discover now