Pasado oculto (Parte II)

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El señor Amery la acompañó hasta el sofá, ofreciéndole un vaso de agua mientras su esposa se dirigía hacia la segunda planta de la casa

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El señor Amery la acompañó hasta el sofá, ofreciéndole un vaso de agua mientras su esposa se dirigía hacia la segunda planta de la casa. Claire escuchó cómo la mujer entraba en la que fue la habitación de su hermano mayor. Luego, el sonido de un cajón abriéndose. Pocos minutos después, intrigada y temblando, vio cómo la mujer bajaba con algo en la mano. La chica tuvo que dejar el vaso de agua sobre la mesa para no derramarla toda al ver de lo que se trataba.

—¿Qué es eso, Diane? —preguntó el padre de familia, confundido.

—Lo encontré en la mesita de noche de la habitación de Eric, en la clínica —confesó la mujer entre lágrimas compungidas—. Recogía sus cosas cuando encontré estos sobres en un cajón, cada uno... para un destinatario.

Diane dejó los tres sobres sobre la mesa. Uno era para el matrimonio, otro para Evan y el último para ella. No había duda de que eran cartas de despedida.

—¿Has guardado esto todos estos años sin decirnos nada? —arremetió el padre de Claire.

—Yo... creí que esto solo abriría viejas heridas y... —trató de justificarse.

—¿Tú la has leído? —la recriminó su marido, visiblemente molesto.

—No. He sido incapaz de volver a tocar los sobres hasta hoy.

El hombre suspiró. Esconder durante tantos años aquellas cartas no había sido, para nada, una buena decisión. Cada una de las personas a las que iban dirigidas tenía el derecho de decidir si leer o no su carta. Nunca debería de haberse sentido con el derecho a esconderlas. Eric las escribió por algo y debió respetarlo.

Claire se sentía más traicionada todavía. Su hermano había dejado una carta para ella y sabía de su existencia casi ocho años después de su muerte. Cogió el sobre entre sus manos, haciendo temblar el papel mientras su vista volvía a nublarse por las lágrimas.

Su mente contaba para entonces con una sensación de irrealidad y de despersonalización que la hizo sentirse mareada. Debía decidir si leer o no aquella carta, pero un fuerte impulso la hacía decantarse por el sí.

—Ve a un lugar tranquilo a leerla, cariño —la animó su padre poniendo una mano sobre la suya, calmando las leves sacudidas de sus manos—. Tu madre y yo tenemos que hablar sobre esto.

Claire solamente asintió. Se levantó con lentitud y cierta dificultad para mantener el equilibrio y subió hasta al segundo piso para meterse en la que fue la habitación de su hermano; aquella en la que tantas veces habían charlado, reído o discutido.

Estaba tal cual la recordaba. Su madre se había encargado de que así fuese, sin haber movido absolutamente nada en todo aquel tiempo. Tuvo incluso la sensación de que Eric acababa de salir de allí, pues le pareció sentir su perfume.

Se dirigió hasta a la cama, acariciando las sábanas con la yema de sus dedos antes de sentarse cerca de la almohada. Estaba frío. Mucho. Y eso la hizo estremecerse en un fuerte escalofrío.

Siete vueltas al solWhere stories live. Discover now