¿Vecinos? (Parte II)

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Evan se acercó con las llaves a la puerta que había tan solo a unos seis metros de la que correspondía al apartamento de Claire, de la que acababan de salir

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Evan se acercó con las llaves a la puerta que había tan solo a unos seis metros de la que correspondía al apartamento de Claire, de la que acababan de salir. No tan solo compartían edificio, si no que también rellano. Aquello sí que ya no podía ser una simple casualidad, pensó Claire, y volvió a sumergirse en sus pensamientos y teorías una vez Evan la invitó a entrar en el apartamento.

Él se percató de su estado pensativo. Creyó que, seguramente, se debía al hecho de que iban a vivir puerta con puerta, pero aquella vez decidió dejarla pensar sin interrumpirla. Había aceptado ir a su casa y eso ya era un gran paso, aunque temía que su estómago fuese el principal culpable de la decisión. A Claire siempre le había podido la comida, aunque no lo pareciese.

Los pensamientos de la nueva inquilina del edificio fueron interrumpidos por una acelerada respiración y el apoyo de un par de patas en su vientre. Cuando bajó la mirada, Claire vio a un precioso perro de color blanco y negro, mirándola mientras movía la cola y sacaba su rosada y algo babosa lengua a relucir.

Evan enseguida se percató de cómo los ojos de la joven brillaban emocionados. Recordó lo mucho que siempre le habían gustado los animales y sonrió al ver lo bien que su fiel compañero la había recibido. No era tan lanzado cuando conocía a alguien nuevo, pero sabía que incluso un animal era capaz de ver lo especial que era Claire.

—¡Vaya! —exclamó ella mientras se agachaba y se dejaba lamer por el can, acariciando su lomo— ¿Cómo se llama esta cosita bonita? —le preguntó, dándole un beso en lo alto de la cabeza.

El animal ladeó su rostro, quizás intentando comprender lo que su nueva amiga le preguntaba, pero tan solo respondió con una segunda tanda de lametazos que hizo reír a Claire —y a Evan—.

—Se llama Khal —le hizo saber con una sonrisa. Claire levantó la mirada y lo vio allí parado, observándoles con ternura, lo que la hizo ruborizarse una vez más—. Y parece que le gustas. No suele ser tan abierto con los extraños, así que siéntete afortunada.

—No soy una extraña, ¿verdad? —siguió hablando ella a Khal— Vamos a ser muy buenos amigos, lo sé —continuó, volviéndole a acariciar mientras se levantaba.

Evan se acercó a su perro, agachándose para acariciarle con este respondiéndole con felicidad y una devoción sincera. Después la invitó a que le siguiese hasta la cocina, donde esta se sentó en un taburete con Khal sin apartarse de su lado, mirándola con esos ojos y esa cara que tan adorables le parecieron.

Khal es precioso. ¿Qué edad tiene? —quiso saber.

—Ocho meses. Aunque parezca grande, es un cachorro todavía —explicó Evan mientras sacaba algunas cosas de la nevera —¿Te va bien que haga una tortilla?

—¡Claro! Genial. ¿Es un collie? —continuó preguntando ella tras volver a mirar al peludo.

—Sí, un border collie. Un amigo tuvo una camada inesperada el pasado verano y decidí quedarme con él. La verdad es que me hace mucha compañía y me obliga a salir a pasear o a correr al aire libre.

Siete vueltas al solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora