Celos (Parte I)

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Eran las ocho de la mañana cuando Claire llegó frente al edificio de su apartamento

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Eran las ocho de la mañana cuando Claire llegó frente al edificio de su apartamento. La noche con Ben había ido bastante bien. Pasaron un buen rato en la cama entre risas, besos y sexo, agotándose, pero tras despertarse por el ruido del tráfico de la ciudad, pues Ben vivía en una de las vías más transitadas del centro, desayunaron algo y ella decidió irse a su casa para poder descansar.

La mañana se presentaba con el cielo despejado y los pájaros cantaban en los altos árboles que rodeaban el lugar. Aunque el ambiente era fresco, tenía pinta de que iban a tener uno de esos días de invierno soleados e insólitos en la isla. Pese a estar disfrutando de la tranquilidad que eso le provocaba, Claire se sentía agotada y andaba ya de puntillas por el dolor que le causaban los tacones en los pies, aunque parecieron aliviarse en cuanto metió la llave en el portal.

Dio un fuerte suspiro al entrar, pero este se vio interrumpido por un ladrido y unos lametazos en sus piernas. Khal la miraba con diversión, moviendo su cola. Envidió la energía que el animal desprendía desde tan temprano.

—Buenos días, precioso —le saludó ella mientras se agachaba un poco para acariciarle—. Menuda energía tienes, campeón.

—Sí. Parece que esta noche ha descansado mejor que tú —escuchó pronunciar a la voz que tanto erizaba el vello de su piel.

Las palabras y la presencia de Evan hicieron que su estómago diese un vuelco a la par que los latidos de su corazón. Fue como si la hubiesen pillado llegando de una fiesta a la que no debía de haber ido, pero se irguió de nuevo para observarle en una posición segura que le mostrase que no tenía nada de lo que arrepentirse o por lo que dar explicaciones.

—Buenos días a ti también, Evan —saludó ella con cierto sarcasmo.

Cuando le miró, vio que iba vestido con ropa de deporte. Como ya sabía, cada mañana salía junto a su inseparable compañero canino a correr, pero parecía no haber más minutos en el día, pues habían tenido que encontrarse como ocurría en numerosas ocasiones. Le molestó su nivel de coincidencia, pero no pudo evitar pensar que estaba más guapo él en chándal que ella con la misma ropa que la noche anterior.

Cuando su mirada se topó con aquel par de ojos azules que quitaban la respiración a cualquiera, vio que la miraba con cierta diversión, aunque había algo más que parecía molestarle.

—¿Qué pasa? —no pudo evitar preguntar al sentirse intimidada.

—Nada. ¿Qué va a pasar?

—Vamos, Evan. Te mueres de ganas de decir una de las tuyas.

—No. Solo me sorprende que hayas pasado la noche con ese tío, la verdad —no tuvo reparo en reconocer él, con cierta molestia en su tono.

—¿Y eso por qué?

—Porque salta a la vista que es un capullo que va de intelectual y, sinceramente, no te pega.

El ambiente era más que tirante. Aquella conversación no iba bien e incluso Khal lo notó. El can se colocó entre ambos, tumbándose y mirando a su humano como pidiéndole que no siguiese con aquello que ya era una duscusión.

Siete vueltas al solNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ