—¿Eso es que me crees?

—Eso es que me lo pensaré. —Aparté la mano y cogí una palomita—. No puedes pasarte la vida ocultándome las cosas, Alex. Te lo repito, no me puedes proteger de todo.

—Tienes toda la razón, Tori. Solo quiero que sepas que Mike no tuvo nada que ver. Me prometió que no lo contaría y cumplió su promesa.

—Lo sé. —Suspiré—. Ni Mike ni Liz tienen la culpa de todo esto. Tampoco West y tú bueno. —Le tiré la palomita a la cara—. No quiero más mentiras, Alexander. La próxima vez, te puedo asegurar que no volverás a saber nada más de mí.

—¡Prometido! —se abalanzó sobre mí y me abrazó con fuerza—. De verdad que lo siento.

—Te creo, te creo.

Se separó un poco de mí y me quitó un mechón de la cara.

—¿Has sabido algo de él? —Negué con la cabeza—. Seguro que volverá.

—Solo quiero abrazarle y decirle que todo está bien. —Noté que mis ojos se humedecían—. Es tan idiota que me enfada.

—Dale tiempo.

Me volvió a abrazar y esta vez dejé que las lágrimas salieran. Era la única forma que tenía de desahogarme.


3 de abril

Me senté con West en la cafetería una mañana más.

—Veo que has pedido los cafés sin mí —comenté sonriente.

—Sabía que estabas a punto de llegar. —Me dio un beso en la mejilla y me sonrió—. ¿Tienes que estudiar mucho?

—Más de lo que me gustaría.

—Yo creo que te quejas por vicio —comentó divertido.

El móvil de West empezó a sonar. Metió la mano en su bolsillo y miró la pantalla extrañado.

—¿Quién es?

—Número desconocido. —Descolgó la llamada y se lo puso en la oreja—. ¿Hola? —Segundos después, abrió los ojos sorprendido y se levantó de la silla—. ¿Se puede saber dónde narices te has metido? Estamos muy preocupados por ti. —Se separó un poco de la mesa—. ¿Has llamado a tu madre?

Me levanté igual que él y le quité el móvil de la oreja.

—¿Colin? —pregunté, pero no obtuve respuesta. Miré a West extrañada—. Colin, sé que eres tú. Por favor, háblame.

Tengo que colgar.

—Espera un momento, por favor. —Silencio—. Al menos escúchame. —Silencio—. Solo necesito que vuelvas.

Y colgó.

Miré a West mientras apartaba el móvil lentamente.

—¿Qué te ha dicho? —preguntó.

—No me ha contestado. —Le devolví el móvil y me senté otra vez—. Solo le he dicho que vuelva.

West se sentó a mi lado y me rodeó con su brazo.

—Volverá, Tori. Tiene que volver.


20 de abril

Entré en la biblioteca con Liz y subimos a la segunda planta. Dejé las cosas encima de la mesa y me senté justo al lado de la ventana.

—Me da mucha pereza —me susurró Liz.

—A mí también.

Me miró extrañada y esbozó una sonrisa.

—Veo que empiezas a ser una mortal, Victoria Brooks.

—Muy graciosa. —Le saqué la lengua y abrí el libro.

Estuvimos toda la mañana estudiando y después de comer estuvimos un rato repasando lo que habíamos estudiado.

—Hoy ha sido realmente productivo —comentó Liz.

—Me sorprende que digas eso.

Llegamos al coche y vi un paquete encima del capó.

—¿Qué es eso?

Lo miré extrañada y lo cogí. Le quité el envoltorio y vi que era un libro.

—No puede ser...

Anatomía de la pareja —leyó Liz a mi lado—. ¿Quién te iba a regalar esto? —Me puse a mirar a todos lados y noté que me costaba coger el aire—. Tori, ¿estás bien?

Me agaché y me puse a llorar. ¿Por qué había estado ahí?

—No puedo —sollocé.

Liz se agachó y me rodeó con su brazo.

—Vamos, Tori. No pasa nada.

—Siempre llamando la atención, Brooks.

Liz me soltó y se puso de pie.

—Lárgate, Edward. No pintas nada aquí.

—¿Por qué no? Ahora que está soltera, a lo mejor quiere volver conmigo.

Me levanté y estampé con fuerza mi mano en su cara. Dio dos pasos hacia atrás desconcertado.

—¡Basta ya! ¡Déjame de una maldita vez! —le grité enfurecida—. ¡Ya no puedo más, Edward! ¡Ya lo has conseguido! ¿Estás contento? ¡Vete con Katy o con quien quieras, pero olvídame! ¡Haz que no exista para ti!

—Yo no... —balbuceó.

—Por favor, déjame en paz —supliqué—. Solo te pido eso.

Miró a Liz y luego me volvió a mirar a mí. Asintió con la cabeza, levantó las manos y se dio la vuelta marchándose de allí.

Me tapé la cara y me puse a llorar desconsoladamente. Liz me volvió a abrazar y yo me dejé.

—Nunca pensé que serías capaz de pegarle una bofetada.

Solté una risa nerviosa.

—Yo tampoco. 

Y entonces llegó MaverickWhere stories live. Discover now