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—¿Eres tonta?— exclamó Hermione.

Ginny acababa de llegar a su sala común, como en cualquier fiesta aún habían algunos rezagados por ahí alargando la celebración, entre ellos Fred y George—almas de la fiesta— Weasley; Ginny entro por aquel retrato luego se unas horas maravillosas junto a su chico.

Su chico, que bien sonaba. Pero era oficial, nuevamente; aunque fuese la segunda vez que se lo pidiera su piel se erizo.






Draco estaba adolorido por aquella golpiza por parte de los leones, no lo podía negar, pero ahí estaba junto a ella parado mientras la sujetaba de la cintura. No la quería dejar ir siquiera a su sala comun; esta supo inmediatamente que estaba cansado y como Madame Pomfrey había ordenado, debía dormir ahí aquella noche, no porque estuviera mal, si no que por órdenes de McGonagall —quien no reto a los integrantes de su casa, si no que advirtió que sabría que podían hacer aquellos estudiantes si lo ven rondando por ahí—, por su seguridad el debía dormir aquella noche allí.

—Ven, tienes que descansar— le tomo la mano y lo obligó a sentarse en la cama. Tomo un pañuelo húmero que tenía la enfermera para limpiarle las heridas y acomodándose entre sus piernas, comenzó a limpiar aquello.

Ella no olvidaba, había hablado mal de su familia. Conciente comenzó a apretar en ciertos lugares donde sabía que tenía más delicado como era el labio y la ceja, este en respuesta apretó su cintura acercando más su anatomía a la de el.

—¡Basta!, tengo que curarte. Se lo debo a Madame Pomfrey por no dejarla hacer su trabajo y interrumpir — esta lo miro, si el conociera a su suegra, se daría cuenta que Ginny se parecía mucho en su actitud al momento de reprimirlo.

—No tendría que curarme nadie si los salvajes de tus hermanos no me hubieran golpeado— Esta apretó más su labio—..¡esta bien!, me lo merezco.

—Si, si lo mereces.— esta río, el aprovecho para besarla nuevamente. No lo había hecho en días, y aunque besara a otras chicas, nada era comparado a aquellos labios de la pelirroja.

Lo traía loco.

En medio del beso este gruño, había pasado a morder el labio del rubio olvidando su herida. Olvidando hipotéticamente, lo hacia con gusto así como una pequeña venganza por hablar mal de su familia.

—¡joder!— maldijo.

—Ya, creo que es hora de que te acuestes; es tarde y debo volver— dejo el paño en el buró correspondiente a la cama de su novio y con intenciones de salir se giró.

Este agarro la muñeca y la hizo verlo, este ya estaba acostado.

—Quédate.

L A   A P U E S T AWhere stories live. Discover now