Una vida siendo omega no siempre es de agradecer, menos aun cuando estas en las fuerzas militares de Japón.
Naruto un omega capacitado, decide entrar de forma voluntaria a un campamento donde su vida sera un infierno, solo para demostrar que los ome...
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Naruto se levantó viendo como Deidara le ofrecía una carta, cuando la abrió se dio cuenta que eran los trámites de permiso para poder estar con Sasuke fueron dados, su corazón se aceleró pero pronto el golpe de energía se suavizó, no podía sentir la emoción completamente sabiendo que estaba ocultando a Itachi, el mal humor se apoderó de él, y sin muchas ganas salió de la cabaña, hacia las líneas de formación que los alfas estaban formando.
Vio a cada uno de ellos en los días que habían estado ahí, casi la mitad de los que habían llegado se habían retirado por diversas cuestiones, entre ellas, mandíbulas quebradas.
Se paró firme frente a todos, los alfas presentes le miraron sin ninguna expresión y la verdad para el omega era mejor eso que una mirada dura y despectiva.
—¡Buenas tardes soldados! —gritó firme.
—¡Buenas tardes señor! —devolvieron y Naruto comenzó a caminar de un lado al otro analizándolos.
—¿Qué creen que nos toca hacer hoy? —dijo suave, los alfas se extrañaron, Naruto nunca había ocupado una voz suave.
—¿No ser un hijo de puta por primera vez señor? —dijo uno de los alfas más jóvenes, unos rieron y otros simplemente negaron.
—Que bueno que hablara soldado, ¿tiene ganas de burlarse de mí?
—¡No mi capitán! —dijo con una sonrisa.
—Si claro —murmuró sarcástico mirando de reojo como Sasuke miraba las cosas desde un punto lejos de ellos —Bien princesas, estaré a cargo de su entrenamiento de ejercicios mañaneros ¿qué les parece aprovechar un poco el sol?
Vio los cuerpos tensarse y eso le hizo sonreír grande.
—Les pido 50 de cada uno —se quedó en silencio un rato para luego sonreír más grande tronando sus dedos —No, exijo 50 de cada uno ¡Vamos a calentar señores!
Los alfas resoplaron y comenzaron haciendo las sentadillas, Naruto comenzó a meterse entre las filas, cuando notaba fallas o la manera en que lo hacían, corregía con un golpe o con un simple toque, entonces llegó hacia el joven alfa que había hablado y sin pedir permiso se enganchó en su espalda como un koala sorprendiendo al alfa.
—Vamos soldado muévase, nunca dije que parara.
—P–pero...
—¡¿Es acaso sordo?! —grito en su oído— ¡Muévase!
El joven alfa comenzó a hacer las sentadillas, pujando de más al tener un peso más encima de él, los alfas cercanos a ellos sonrieron divertidos al ver el esfuerzo doble que el joven se había ganado.
—¿Crees que es gracioso eso? ¿Eh? —dijo divertido el omega —¿Acaso quieres cargar el peso de alguno de tus compañeros?
