Capítulo 22 🎤

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Gaby golpeó a la puerta y sintió que las manos le temblaban

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Gaby golpeó a la puerta y sintió que las manos le temblaban. Lautaro respondió su mensaje anterior con un emoticono y nada más, lo que le generó ansiedad. Llegó a su casa con la excusa de ver a Alicia, y aunque era cierto, lo que más deseaba era verlo a él, sentía como si un magnetismo la atrapara a su alrededor y se intensificara cuanto más cerca estuviera.

Fue Pili la que le abrió la puerta, la pequeña estaba disfrazada de Ágatha y traía unos antifaces similares a los que ella utilizaba en sus conciertos, el corazón de Gaby se enterneció.

—¡Gaby! —La recibió con entusiasmo y se colgó en un abrazo.

—¿Eres Pili? Me confundiste, pensé que eras Ágatha y me pregunté qué haría ella en tu casa —bromeó la muchacha.

—¿Me parezco? Mi papá me dijo que sí —añadió con emoción.

—¡Eres igualita! —dijo Gaby y luego se agachó para quedar a su altura—. No, ahora que miro bien, eres mucho más bella —admitió.

La niña emocionada dio una vuelta sobre sí misma.

—Gracias por el póster —añadió—. ¿Cómo lo hiciste firmar?

—Pues porque mi a mi mejor amiga, Lala, le tocó maquillarla un día, y yo le pedí que te lo hiciera firmar —respondió con una sonrisa dulce. El amor de aquella niña la embargaba de dicha y ternura—. Me alegro de que te haya gustado.

—¿Te acordaste de mí para pedirle a tu amiga eso? —preguntó la niña con los ojos abiertos en un gesto de sorpresa.

—Claro —susurró—. ¿Acaso no somos amigas?

—¡Sí! ¡Eres una amiga genial! —añadió y volvió a abrazarla—. ¡Gracias! Mis compañeras de la escuela no lo podían creer —comentó.

Gaby la envolvió con sus brazos y la levantó del suelo. Pili era pequeñita, delgada y livianita, no parecía tener ocho años sino unos seis.

—¿Dónde están los chicos? —inquirió.

—Papá está haciendo carne asada en el jardín, junto con el abuelo, Alicia salió. Fue a ver a su mamá —comentó.

En ese momento apareció Lautaro y la miró. Había escuchado el timbre y le había pedido a Pili que abriera pensando que era Alicia que regresaba de la casa de su madre, pero al ver a Gaby con su hija en brazos, mientras la pequeña le daba un beso en la mejilla, su corazón comenzó a alterarse.

—Gabriela —murmuró—. Hola...

—Hola, Lauty —dijo ella con cariño y bajó a la niña—. ¿Alicia? Venía a verla... —mintió.

—Decidió que hablaría con su familia, les contaría todo y esperaba que la recibieran en casa —comentó—. Yo le dije que no tenía que apurarse, que podía seguir aquí, pero ella insistió que ya no quería ser más molestia.

Un salto al vacíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora