🎤 Epílogo 🎤

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El avión aterrizó en Reyes hacía media hora y Gabriela ya no soportaba la espera y las ganas de llegar a casa

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El avión aterrizó en Reyes hacía media hora y Gabriela ya no soportaba la espera y las ganas de llegar a casa. Al fin había acabado la gira y esa sí que había sido larga, debido a que había sido internacional.

—¿Ya podemos bajar? —inquirió.

—Sí, síganme por favor —dijo la persona encargada de aquellos asuntos.

Ella, seguida de su marido, su mejor amiga, el resto del equipo y un par de guardaespaldas, bajaron y se metieron por la manga preparada exclusivamente para salir por un sitio diferente al sitio donde se hallaban los fans y por el cual le costaría mucho llegar.

Cuando la vio, le dieron ganas de echarse a correr y levantarla en sus brazos, pero Pilar ya no era la niña delgadita y pequeñita a la que conoció casi cuatro años atrás, estaba alta y el cuerpo se le estaba convirtiendo en el de una mujer.

—No corras, tienes los pies hinchados —dijo Lauty que venía a su lado cargando sus bolsas.

Estaba preocupado por ella, porque el viaje había sido largo y el incipiente embarazo le causaba hinchazón en los pies.

Fue Pilar la que echó a correr hacia ellos y los abrazó a ambos.

—¡Má! ¡Pá! ¿Cómo les fue? —quiso saber.

—Bien, ¿y tú? ¿Qué tal el último examen? —inquirió Gabriela.

—Todo bien, como siempre —respondió ella con orgullo—. ¿Cómo está la panza? —añadió y acercó la cara al abdomen de Gabriela—. ¡¿Hola?! ¿Hay alguien allí?

Alicia llegó a ellos con una sonrisa enorme y con su pequeño niño en brazos.

—Hola, ¿cómo están? —inquirió y los abrazó.

—¡Maxi! ¡Cómo has crecido! —exclamó Gaby y luego cargó al bebé que era ahijado de ambos—. Te he traído unos regalos que te encantarán.

El bebé sonrió como si comprendiera lo que su tía decía y tomó un mechón de cabellos en sus manos para llevárselo a la boca.

Gaby se los sacó con una sonrisa y le plantó varios besos.

—¡Al fin de vacaciones! —exclamó Pili y abrazó a ambos—. ¿Qué tienen ganas de hacer?

—¡Dormir! —exclamaron ambos.

—Aburridos —se quejó la niña mientras caminaban hacia el automóvil que los llevaría a casa sin ser vistos.

Cuando llegaron a la casa, luego de almorzar y compartir un poco más de la vida de cada uno, Gabriela, sintiéndose agotada, decidió ir a descansar.

—Yo también iré a casa a dormir a Maxi —añadió Alicia y se retiró.

Hacía varios años, luego del éxito que resultó su carrera en Europa, Gabriela y Lautaro compraron dos casas en un barrio cerrado a las afueras de la ciudad, una de esas casas se le regalaron a Alicia, que no podía creer ni quería aceptar tal demostración de afecto. Los dos insistieron en que ellos le debían eso y mucho más, además, la idea era que vivieran cerca para que cuando tuvieran que viajar, Pili pudiera quedarse con ella sin que Alicia tuviera que trasladándose de un lugar al otro.

Tiempo después, Alicia y el guitarrista de la banda de Gaby se enamoraron, esta quedó embarazada de Maxi y decidieron casarse. Desde ese momento, eran una gran familia, dos casas vecinas de las que entraban y salían como si fuera una sola. A veces, durante los viajes más largos, Pili quedaba un tiempo en la casa de sus abuelos, los padres de Gaby, pero como en épocas de clase eso era imposible, solía quedarse con Alicia, que para ella era su tía.

—Papi, ¿por qué no vas a descansar? —le preguntó mirándolo casi dormirse en el sofá.

—Hmmm, sí... al fin nos quedaremos un buen tiempo —sonrió—. Tendremos mucho tiempo para compartir —añadió.

Pili sonrió, a ella no le importaban los viajes de sus padres, los extrañaba, sí, pero nunca los sentía lejos. Hablaba con ellos todos los días por videollamadas y compartían hasta el más mínimo detalle. Estaba orgullosa de ambos y de poder decir que era hija de Ágatha, quien seguía siendo una de las cantantes más importantes. Sin embargo, sabía que a su padre le costaba irse y despedirse de ella, se sentía culpable, por lo que siempre que venía, trataban de pasar el mayor tiempo juntos.

—Ya tendremos tiempo, papi —dijo ella abrazándolo—, pero ahora necesitas dormir. Pronto nacerá el bebé y dormiremos menos —añadió.

—¿Y eso?

—Es complicado, papi, se despiertan a cada rato —dijo ella como si le estuviera contando un secreto—, Maxi siempre tiene hambre... la pobre Alicia no duerme nunca —añadió—. ¿Yo también era así?

Lautaro rio y asintió.

—Y tú me cuidaste solo... —susurró emocionada—. Te amo... ahora yo te ayudaré a cuidar de mi hermanito o hermanita, y he aprendido mucho con Alicia.

Lautaro rio.

—Eres la mejor hija del mundo —dijo él besándola en la frente.

—No digas eso frente a Gaby, el bebé puede oír —susurró.

Lautaro volvió a reír y la abrazó.

—Tenía muchas ganas de verte...

—Y yo... estoy feliz de que estén en casa y de que la familia esté completa de nuevo... El abuelo estaría feliz de saber que somos tan felices ahora —añadió.

Hacía dos años y medio que don Chelo había fallecido.

—Así es, cariño.

Lautaro se levantó y fue hasta la habitación. Gaby se estaba dando un baño, por lo que él no dudó en meterse a la ducha con ella.

—¿Puedo? —inquirió de pie y desnudo en la puerta del baño.

—¿Lo preguntas? —dijo ella con una sonrisa.

Luego de bañarse y prodigarse algunas caricias en el baño, se acostaron en la cama y se abrazaron.

—Al fin en casa —dijo él.

—Una nueva gira juntos —susurró ella acurrucándose contra él—. Y otra vez nuestra vida dará un cambio en pocos meses.

—Un nuevo salto al vacío —dijo él.

—Lo sé... pero donde hay amor nunca hay vacío.

 pero donde hay amor nunca hay vacío

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Un salto al vacíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora