Capítulo 5 🎤

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Lautaro estaba en su cama, contaba una y otra vez los billetes que había juntado el fin de semana y los metía en orden en su caja fuerte

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Lautaro estaba en su cama, contaba una y otra vez los billetes que había juntado el fin de semana y los metía en orden en su caja fuerte. Su pequeña fortuna aún no le alcanzaba para mucho, pero al menos estaba agradecido por poder asegurar la comida en la mesa una semana más. Las entradas de las actuaciones más el dinero que hacía como maestro de música en una escuela local era todo lo que tenía para mantener su casa.

Estaba contento por aquella oportunidad que había conseguido en la universidad, sus papeles estaban en orden y consiguió la continuidad de su beca para el último semestre. Eso era en realidad un respiro para él, había iniciado la carrera con una beca especial que se había otorgado a jóvenes talentosos hacía unos años atrás, a pesar de haber dudado si postularse o no, su abuelo le había insistido que no perdía nada con probarlo. Pasaba la edad máxima requerida, sin embargo, lo llamaron a una entrevista y tras conocer su caso, le dieron la beca. La condición era mantener un porcentaje de notas no menor al 80 %. Cada semestre se revisaba su rendimiento en clases, y si todo estaba en orden, se le ampliaba la beca un semestre más.

Así había logrado llegar hasta el penúltimo, pero cuando se abrió la invitación para cursar presencial, la organización que le había otorgado la beca, lo llamó para informarle que debía tomar esa modalidad. Al principio no estuvo de acuerdo, eso le llevaría mucho tiempo y como debería ser en el turno noche, podría llegar a perder algunas actuaciones, pero tampoco podía tirar por la borda tantos años de empeño y todo lo que había logrado.

De nuevo, su abuelo le prometió ayudarlo con Pili y le dijo que no debía preocuparse por los gastos, que si era necesario el ayudaría con lo que cobraba de su jubilación. Lautaro no quería que su abuelo hiciera eso, no quería depender de su ayuda, pensaba que en su vejez y luego de haber trabajado tan duro, él debía usar su dinero para lo que quisiera, no ya para mantener a su familia.

Se sentó en la cama y cerró los ojos. Se visualizó convertido en un hombre de éxito, lo único que deseaba era acabar la carrera para poder trabajar en eso y aumentar un poco sus ingresos. Un pequeño golpecito en la puerta lo obligó a volver a su realidad.

—¿Papi? —La pequeña Pilar ingresó y dio un salto para subir a la cama—. No me entran más las botas de lluvia... —dijo con tristeza—, va a empezar la temporada y en el cole me dirán que tengo que llevarlas puestas.

Lautaro suspiró y pensó en que, si compraba las botas, no podría comprar todos los libros que iba a necesitar en la universidad.

—Mañana iremos a comprarte nuevas —dijo y la abrazó.

—Gracias, papi —dijo ella con dulzura.

Lautaro la vio salir de su habitación tarareando esa pegajosa canción que no se le iba de la mente nunca. Ya había sucedido, que cuando no estaba pensando, se encontraba a sí mismo tarareando aquella melodía que consideraba chiclosa y puramente comercial.

Pilar no se la hacía fácil, escuchaba una y otra vez los mismos temas del nuevo disco de Ágatha, la cantante pop que estaba de moda en ese momento. Lautaro lamentó habérselo comprado, pero la alegría y el brillo de sus ojos cuando se lo dio, valían todo el malestar que le generaba esa música sinsentido.

—¿Papi? —dijo la pequeña que ingresó de nuevo a la habitación—. ¿Has visto las noticias? —inquirió.

—No, ¿qué sucede?

—Aquí dice que Ágatha comenzará una gira dentro de unos meses... hará viajes por varios países, pero también lo hará en algunas ciudades más importantes. ¿Crees que venga a Caya? —inquirió.

—No lo creo, esta ciudad es demasiado pequeña como para un concierto —dijo él mientras veía a su hija hojear el periódico.

Aquella imagen no pudo más que causarle ternura. Ya nadie compraba periódicos con los medios digitales, por lo que estaba casi seguro de que su abuelo debía ser uno de los únicos clientes, y le había contagiado a la pequeña Pili, siempre tan sedienta de información, la rutina de leerlos a diario. Gracias a eso, su hija estaba al tanto de todo lo que sucedía en el país, cosas que ni siquiera él se enteraba.

—¿Crees que podrías llevarme a Reyes? Estoy segura de que allí sí hará un concierto...

—Bueno, eso lo veremos más adelante, Pili, porque las entradas a esos conciertos suelen ser muy caras y no sé si voy a tener ese dinero...

—No importa, yo seguiré con el negocio en la escuela e intentaré juntar dinero para que tú no tengas que gastar.

Lautaro sonrió, su hija era toda una microemprendedora, se dedicaba a hacer pulseras de hilo personalizadas con los nombres de sus amigos para vender, también hacía las mismas pulseras con los nombres de los cantantes favoritos de sus compañeros y compañeras, y con eso, había juntado un poco de dinero que guardaba en una lata vacía.

—Haré todo lo posible para llevarte a ese concierto —prometió.

Pilar sonrió y salió de nuevo de la habitación con su periódico en la mano y una sonrisa en los labios. Lautaro no podía estar más orgulloso de ella, con su corta edad era una niña responsable, madura, ubicada en su realidad que nunca le daba ninguna clase de problemas ni le pedía cosas que sabía no le podría dar.

—Ojalá pudiera darle todo lo que ella se merece—dijo para sí al tiempo que suspiraba frustrado. 

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Un salto al vacíoWhere stories live. Discover now