Capítulo 19 🎤

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Desde que Gaby había ido a Caya, no había regresado a Reyes los fines de semana, sin embargo, en esa ocasión, le pareció una buena idea desconectarse un poco de su nueva realidad, ya que necesitaba tomar decisiones importantes

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Desde que Gaby había ido a Caya, no había regresado a Reyes los fines de semana, sin embargo, en esa ocasión, le pareció una buena idea desconectarse un poco de su nueva realidad, ya que necesitaba tomar decisiones importantes.

Al llegar a su casa no encontró a Matías, por lo que no le quedó de otra que volver a prender su teléfono para llamarlo y pedirle que viniera para que pudiesen conversar. Al hacerlo, notó que tenía una respuesta de Lautaro, pero sabía que si la abría se iba a distraer de su objetivo, así que buscó el número de su novio y le llamó.

—¿Ágatha? —inquirió él.

—Sí... ¿Dónde estás? Vine a casa y no te encontré...

—Ah, tuviste ganas de venir a casa, ¿eh? No, mira, no puedo quedarme allí esperándote a ver si se te ocurre regresar en algún momento... —respondió él con ironía.

—¿Dónde estás? Necesito que hablemos —dijo ella que decidió ignorar su rancio comentario.

—En una reunión por lo de la actuación que te mencioné.

—¿A qué hora regresas? —inquirió.

—En un par de horas...

—Te espero...

Luego de eso cortó la llamada sin esperar respuesta alguna. Tenía un par de horas para pensar en qué le diría a Matías para evitar que se volviera loco y comenzara a gritarle.

Se sentó en la cama observó todo lo que le rodeaba, tenía un departamento de lujo con los muebles más modernos que uno podía imaginar, un montón de ropa y joyas, zapatos y lujos, y se sentía sola allí. Cerró los ojos y se imaginó que se encontraba en los brazos de Lautaro, acostada en esa cama y sumergida en su aroma, que ambos observaban por los ventanales la ciudad a sus pies mientras se llenaban de besos y caricias.

Sacudió su cabeza, no estaba bien terminar una relación y arrojarse a los brazos de otro hombre de inmediato, todo el mundo sabía que aquello no era una buena alternativa, pero deseaba con todas sus fuerzas abrazar a Lautaro y perderse en sus besos. ¿Qué era lo que le estaba sucediendo?

Ana Gabriela Real Molas había sido criada en una familia con valores tradicionales, ella y Alejandro, habían sido concebidos cuando su madre pasaba los treinta y ocho años, por lo que sus padres eran personas de otras épocas con ideas menos liberales y así los habían criado, sobre todo a ella, que era la última y la más mimada.

Cuando ella tenía dieciséis años, una compañera de la escuela y amiga de aquella época la invitó a participar de una audición para un concurso internacional de canto en el cual se harían pruebas locales y luego se elegiría un representante nacional. Gabriela no estaba muy segura de hacerlo porque creía que sus padres no iban a apoyarla en esa carrera. Su madre decía que la música solo era una afición y que el ambiente artístico estaba podrido, que no quería para ella ese mundo lleno de depravación; su padre, pensaba que debía estudiar una carrera con más futuro, ya que en la música muy pocos triunfaban y del arte no se podía vivir.

Un salto al vacíoWhere stories live. Discover now