Epílogo

715 63 27
                                    

Sonreí nuevamente al observar la pila de cajas que habíamos logrado acumular para la casa hogar, la mayoría eran ropa y juguetes usados, pero había logrado persuadir a mi padre y comprar una que otra cosilla nueva. Después de disculparme con las chicas por mi arranque de hacía ya un mes en la tienda, Victoria se dió cuenta que debíamos hacer alguna obra benéfica, porque era lo que su yo interno le decía. Al principio me pareeció una tontería, pero después de visitar un par de veces a esos niños estuve de acuerdo. Val se acercó a mi con una bolsa llena de ropa usada, y yo seguí agrupando todo como me había ordenado la rubia. Recordé tres semanas atrás, cuando había sido arrastrada a casa de Valery por Vince y Chris y casi nos habían obligado a hablarnos. Después de un par de minutos Val estaba hecha un mar de lágrimas, diciendo todo su plan sobre llevarme a cenar con Chris. Victoria en cambio se quedó en silencio hasta que la pelirroja terminó de llorar. Se disculpo sólo por meterse en asuntos que no tenían nada que ver con ella. Eso casi me hizo llorar y fui yo quien se disculpó esta vez. Las quería de vuelta en mi vida y no importaba que tanto me hicieron molestar. Después de todo, no estaba tan acostumbrada a tratar con personas de mi mismo sexo, aún era algo nuevo para mi. Lo único bueno es que no menstruábamos al mismo tiempo, porque eso si habría causado la tercera guerra mundial. 

-¿Ainhoa?-Escuché a Chris. Lo busqué con la mirada, encontrándolo detrás de un oso de peluche demasiado grande. Me dedicó una gran sonrisa y lo depositó frente a mi-¿Has pensado en lo que te dije ayer?-preguntó despreocupado, mientras acomodaba mi cabello detrás de mi oreja. 

Suspiré. Este chico jamás se daría por vencido. 

-La respuesta sigue siendo no-sonreí para restarle seriedad a su pregunta.

-Algún día dirás que si-anunció muy seguro de si mismo antes de guiñarme el ojo y caminar directo a su auto. 

Me reí bajito. 

Después de nuestra fallida cita había optado por decirle que seguiría siendo mi mejor amigo. Algo que parecía ser difícil de aceptar para el niño estrella. No lo culpaba, casi 18 años de su vida consiguiendo lo que quería, y llegaba yo a destruir su mundo perfecto. No es que disfrutara de hacerme la difícil, es que luego de haber pensado con claridad, sin la influencia de Daniel y sus besos, me di cuenta que antes de decidir querer a alguien más, debía optar por quererme primero a mi. No necesitaba de un chico para sentirme completa, tampoco necesitaba parecerme a uno. Algo que me costó entender cuando mis dos nuevas mejores amigas me obligaron a donar toda mi vieja ropa a los niños. Luego de pasar días de mal humor, me di cuenta que había sido lo mejor después de todo. Necesitaba madurar, y este último año en la secundaria quería que fuera diferente. Sin tanto drama, claro estaba. 

Cerré la última caja antes de irme. Había prometido a mi padre que me aseguraría de que el garage de mi casa estuviera correctamente cerrado. 

Escuché a alguien carraspear. Me giré sobre mis talones. 

No intente disimular mi cara de asombro al ver esa mata de pelo negro revoltoso que tanto me gustaba. Había algo distinto en él, aparte de su ropa. Había abandonado su inseparable chaqueta negra y ahora sólo llevaba una chemise azul marino, que contrastaba perfectamente con su piel. Sus ceñidos jeans fueron reemplazados por unas bermudas claras. Se veía tan...adorable. En sus manos llevaba una caja llena de muñecas, por lo que no pude evitar soltar una carcajada.

-Emily ha decidido que estas ya no son de su agrado, y pensé que tu encontrarías un buen lugar para ellas-explicó con una sonrisa. 

-Esto es muy amable de su parte-mencioné antes de ubicar, ahora sí, la última caja. 

-No, en serio ya no las quiere-se burló Daniel. Negué con la cabeza divertida. No podía quitarle los ojos de encima, por más que me obligara mentalmente.-¿Te gusta lo que ves, peque?-susurró cerca de mí, haciéndome estremecer. 

-Te ves diferente-mencioné mientras me alejaba, no podía pensar con cordura mientras su perfume me embriaga. 

-Intentó ser un buen chico-alegó divertido. Por supuesto que se burlaba de mi, era Daniel. Caminé fuera y él me siguió, ayudándome así mientras terminaba de cerrar. No quería escuchar a mi progenitor más tarde con que no había quedado conforme. Murmuré un rápido "gracias", necesitaba entrar a la casa, lejos de Daniel. Me había costado demasiado dejar de pensar en él el ultimo mes y vaya que lo había intentado. 

Antes de que pudiera dar un paso más me sujetó de la muñeca. Giré casi por inercia, ¡Y qué gran error el toparme con su oscura mirada! 

-Hace un mes cometí la estupidez de dejarte ir, convencido de que sería lo mejor para ti-me jaló más cerca de él, logrando así obtener toda mi atención-. Y aunque se que no puedo cambiar quién soy, trato de no ser quien era. Extraño tus rabietas cuando las cosas no salen como quieres y la linda forma en la te sonrojas. Tus besos...y...la forma en la que te estremeces bajo mis brazos cuando beso tu cuello-murmuró justo antes de rozar mi boca con la suya. 

Eso fue como una luz  verde para mí. Tome su rostro entre mis manos y choqué su boca junto con la mía, haciéndome sentir de esa manera electrizante que sólo él sabía. Rodeó mi cintura con los brazos y me elevó en el aire mientras aún me besaba. 

Me alejé para conseguir algo de aire.

-Te propongo algo...empecemos de cero-murmuró entrecortadamente. Asentí. En este momento le diría que si a casi cualquier cosa que me pidiera-Te quiero-dijo serio.

-No puedes decirme que me quieres, se supone que no me conoces-espeté.

-Oh, pero si fue amor a primera vista-se burló de mi antes de depositar un corto beso en mi nariz. 

FIN.

..........................

Y sin más nada que agregar, felices fiestas. Espero les haya gustado leer mi novela, tanto como a mi me gusto escribirla. 

Rumor has itDonde viven las historias. Descúbrelo ahora