Capítulo XXX

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El viento azotó mi rostro mientras corría a toda velocidad por el parque. Chris no tardó en bajar un poco el ritmo al ver que me costaba un poco más que a él y Vince, quien lo imitó en cuanto lo notó. Ambos me dedicaron una media sonrisa y seguimos el recorrido. Llevabamos alrededor de 1 hora dando vueltas por los caminos designados a corredores. Me detuvé de golpe al sentir un tirón en mi muslo, y dejarme caer a causa de éste. Gemí a causa del dolor y en menos de 5 segundos Chris estaba sobre mi, preocupado.

-¿Dónde?-preguntó sin dudar. Señale la parte media de mi muslo, intentando no moverme demasiado. Él movió sus manos agiles hacía el lugar indicado y masajeó lentamente, haciendo así que los tendones se relajaran. Suspiré después de unos minutos, aún tirada sobre el suelo. Vince me extendió una mano y me ayudó a lavantarme-Te dije que calentaras bien y no te esforzaras demasiado-espetó Chris irritado.

-Si, mamá-bromeé. Me devolvió la sonrisa y se dió media vuelta para comenzar a caminar lentamente. Observé el reloj sobre mi mano que me indicaba lo tarde que iba-Chicos, debo ir a casa de Valery. Nos vemos luego-Les dí un rápido beso en la mejilla a ambos y comencé a trotar en dirección contraria. 

Mi mente que no tardaba nunca en divagar, comenzó a recordar hace un par de semanas, cuando había tenido una "conversación" con Daniel. No sabía a ciencia cierta hasta qué punto estaba harta de sus mentiras, ni estaba del todo segura de que una que otra pudiese escaparse de esa red que las mantenía cautivas. Esa misma que me recordaba a diario el por qué debía odiarle. A pesar de la tristeza en su mirada no podía sacar de mi mente la forma en que me había mentido, sólo podía imaginarlo burlándose de mí con sus amigos. Y todo comenzaba a tener sentido para mi, todas esas veces que me decía que no era bueno para mi, las muchas otras en las que sus pensamientos capturaban toda su atención. Y la más importante, cuando me rechazó, de haber querido pudo haber ganado esa apuesta por completo, le di la oportunidad en bandeja de plata, sin embargo, se arrepintió. Y yo como gran idiota que soy, podría perdonarle, si tan sólo no hubiera herido tanto mi orgullo. Deseche esa idea tan pronto como llegó a mi mente. Lo mejor para mi sería mantenerme lejos de él. 

Toqué el timbre de la casa blanca, frente a mí. Un ruido extraño como de motocicleta llamó mi atención, giré en varias direcciones pero no había nadie en la calle. Lo ignoré, probablemente sería producto de mi imaginación, por lo que sacudí la cabeza e ignoré el sonido. La puerta de la entrada se abrió, mostrando una agitada pelirroja. Me abrazó y me invitó a pasar. Ya el lugar me era bastante acogedor de la cantidad de tardes que había pasado aquí junto a mis nuevas amigas. La seguí hasta la cocina, donde nos esperaba Victoria con un enorme tazón de Doritos en sus manos. Sonreí. 

-¿Entrenando, Ainhoa?-Preguntó Victoria al notar mi ropa mientras arrugaba un poco la nariz. Asentí divertida, esa chica era casi alérgica al ejercicio.

-Deberías intentarlo, alguna vez-segurí mientras alargaba mi mano para quitarle un poco del tazón.

-Y tú, deberías darte un ducha-Espetó Valery mientras me empujaba-. Sobre mi cama esta tu bolso con ropa limpia, Thomas lo dejó aquí hace un rato-Obedecí y caminé hacía las escaleras, de verdad necesitaba un baño. En cuanto estuvé en la habitación de mi amiga entre al cuarto de baño y me deshice de mi ropa sudada, tirandola a un lado en el suelo. Abrí el grifo y deje que el agua caliente masajeara mis entumecidos musculos. Después de unos 10 minutos bajo la ducha, me envolví en una toalla limpia y me dediqué a desenradar mi cabello. Tomé los jeans de mi bolso y la camiseta sencilla que había guardado por la mañana justo antes de salir de casa. Calcé mis vans, recogí todas mis cosas y descendí las escaleras para reunirme con las chicas. 

-Si los chicos se enteran van a matarme. ¿Crees que estoy haciendo lo correcto?-escuché murmurar a Valery. 

-Tu siempre haces lo correcto-comenté mientras tomaba lo que quedaba de doritos del tazón. Ambas se sobresaltaron al verme. Me reí-¿De que hablaban?-pregunté con la boca medio llena de comida.

-Quiero otra cita con Vince y Val esta arreglando una en secreto-Se apresuró a decir Victoria. Asentí extrañada y me encongí de hombros.

"¿Qué tan desastrosa puedes ser en la cocina? sólo intentalo" Mi padre lamentaría sus palabras al pedirme que hiciera la cena para él y Shellby. Los mesones estaban embarrados de alguna extraña mezcla que saltó de la licuadora, había más aceite de oliva en el suelo que en el sartén y una mezcla extraña de pasta en el fregador. Iba a morir. De esta noche no pasaría viva. Tenía 15 minutos para limpiar todo y eso jamás pasaría. Ahora si que le había liado y me iban a castigar de por vida. Me hubiera ahorrado el mal rato pidiendo una pizza o algo de comida china. No tenía buenas ideas y mis habilidades culinarias eran nulas. Maldije por duodécima vez, mientras pensaba en una forma de librarme del castigo que me esperaba.

-¿Ainhoa? ¿Estás en la cocina?-escuché la voz de mi padre. Joder, estaba acabada. 

Antes de que pudiera mover un sólo músculo dejó caer el maletín que llevaba entre sus manos al suelo al ver la remodelación que había ofrecido a la cocina. Shellby llego 3 minutos después y su rostro no fue mucho mejor que el de mi progenitor.

-Pediré una pizza-mencioní antes de salir rápido de allí. 

¿Cómo explicar sentimientos que no entiendo? ¿Cómo decir palabras que no existen en mi mente? y lo más importante, ¿Cómo hacer para olvidar a una persona que se había metido bajo mi piel, aferrándose a mi? 

Dicen que cada quien es merecedor de su karma, pero no sabía qué mal había hecho para que me fallaran de esa forma. Tantas dudas, tantas preguntas que no serían contestadas porque no tenía el valor de mirar a quien se burló de mi. ¿Estaba mal negarme a escucharlo? Esa pregunta rondaba mi mente. Sobre todo ahora que cada vez que salía me lo encontraba. Ahora se limitaba a observarme de lejos, con esa mirada tierna que parecía perderse entre los demás. No intentaba hablar conmigo y rara vez se acercaba demasiado. Eso comenzaba a matarme. No sabía si prefería ser feliz en mi ignorancia y seguir junto a él, o saber la verdad y...desear desaparecer cada vez que le veía. 

Suspiré. Era la cuarta vez que pasamos frente a la misma tienda y Victoria no se decidia por comprar un vestido. 

Y allí estaba él, caminando junto a un chico que jamás había visto. Se reían como unos niños que compartían un chiste que nadie más sabia. Me quedé embobada por unos minutos, admirando esa linda sonrisa que poseía. Su acompañante posó su mirada en mí y me observó extrañado. Daniel giró a ver que habá capturado la atención de su amigo. No esperaba encontrarme ahí, lo sabía por como se tenso y dejo de caminar. Esa paz que reflejaba su rostro fue sustituida por una fría expresión. Bajé la vista, no necesitaba que me hiciera sentir peor de lo que ya estaba. ¿por qué me sentía tan mal cuando se supone que hacía lo correcto? Le dediqué un última mirada para darme cuenta que había desaparecido. Eso fue muchisimo peor. 

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