Capítulo XXV

738 43 3
                                    

El susurro del viento comenzaba a arrullarme, cual canción de cuna. Cerré mi ojos y me acomodé entre sus brazos, mientras él paseaba sus dedos debajo de mi camisa, por mi piel desnuda. Me estremecí ante el contacto, pero esto no evito que continuara su camino. Aún dudaba un poco de nuestra relación, pero el estar tumbada sobre él, en su habitación, mientras repartía caricias a lo largo de mi espina dorsal me hacía confiar un poco más en él y lo que pretendía conmigo. Sentí su mano rondar alrededor de mi sujetador, me congelé e incluso creo que dejé de respirar por una fracción de segundos, seguía afectada por su rechazo de la otra noche, no estaba preparada para otro momento como ese, no ahora. Me levanté un poco más rápido de lo que hubiera deseado, Daniel se sobresaltó un poco por mi retirada y se incorporó casi de inmediato, con una expresión un poco más fría de la que hubiera preferido.

-¿Pasa algo?-preguntó, aunque no me observaba a mí, su vista se perdía a través de la negrura de la noche. 

Negué con la cabeza, había algo en él que había cambiado de repente. 

-Eres una niña-rió por lo bajo, casi en un murmullo. 

-No soy una niña-espeté, me comenzaba a molestar su actitud.

-Demuéstralo, entonces-su sonrisa ladina era una pequeña muestra de cuan descarado podía ser, sus ojos rehuían a mi mirada pero una cosa era segura, sus manos aferradas a mi cadera no pensaban abandonar su posición. Respiré profundo, intentando ocultar mi indecisión. ¿En serio sería tan tonta e impulsiva? Mi corazón tenía una carrera contra el tiempo, repiqueteando fuerte y rápido. No quería que siguiera pensado que era una niña tonta, pero no estaba muy segura de lo que estaba a punto de hacer. Evite pensarlo demasiado y me abalancé sobre él, quedando a hustadillas sobre sus caderas. Era ahora o no lo haría. Busque sus labios desesperada por una respuesta, que no tardó en ser bienvenida. Sus manos hábiles fueron hasta mi camiseta, que comenzaba a ser tironeada hacía arriba. Sus dedos acariciaron mi piel con una urgencia evidente, mientras yo empezaba a deshacerme de su camisa, se levantó como pudo y se la sacó en una milesima de segundo, ahorrándome el trabajo. Luego se encargó de la mía. Su mirada estaba cargada de lujuría, al verme sin mi prenda un brillo maléfico atravesó sus oscuros ojos. Reprimió un risa y continúo su tarea, repartiendo besos por mi cuello y descendiéndo hasta mi pecho. Gemí al sentir sus fríos labios contra mi piel, y no pude evitar pasear mis manos libremente por su espalda, hasta llegar a su apetecible trasero. Algo que siempre captaba la atención de mi vista. Le dí un apretón y Daniel se quedó un poco sorprendido, pero sólo sonrió y capturó mis labios en un beso que me robó el aliento y estaba segura que me quedaba corta. Tanteé por la orilla de sus jeans, en busca del botón, no estaba muy segura de lo que haría pero la sensación de su piel contra la mía era satisfactorio y electrizante, necesitaba más de él. Encontré mi objetivo, pero un par de manos me alejaron cuidadosamente, no se molestó en dejar de besarme para detenerme, sólo siguió con su camino de besos por mi mentón, como si nunca hubiera sido interrumpido. Me decidí por ser yo quien lo provocara, lo besé lento, para recorrer cada centimetro de su perfecta boca, me acerqué al lobúlo de su oreja y no pude evitar mordisquearlo y tirar un poco. Gimió y sus brazos envolvieron mi cadera, presionándome contra él. Sus labios buscaron los míos desesperados. Sentí su mano rondar por mi brassier, pero no intentó quitarlo de su lugar. No pude evitar pensar nuevamente que no me encontraba atractiva, dándole la bienvenida a la insegura Ainhoa, que siempre estaba escondida, esperando salir en el momento menos oportuno. ¿Por qué me insinuaba algo y hacía otra cosa? Necesitaba saber qué quería este chico, porque comenzaba a marearme con sus juegos. Tal véz tenía un festín de hormonas en mi organismo y él sólo necesitaba un par de besos de la chica fea, ya tendría una fila de chicas expertas en el asunto a su disposición. Sin darme cuenta me aleje de él, aunque con una inestable respiración y un temblor que no era precisamente gracias al frío. Daniel me acercó a sus brazos y me invitó a recostarme sobre su pecho, pero ya tenía ideas plantadas en mi mente que no me dejarían en paz, ya tenía bastante práctica en el asunto. Con sus dedos acarició mi cabello, que era un desastre, pero se sentía bastante bien. No pude evitar soltar un largo suspiro, de esos que indican que algo esta mal y son como un desahogo de todo el peso que llevas sobre tus hombros. 

Rumor has itDonde viven las historias. Descúbrelo ahora