Capítulo XXXI

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POV DANIEL.

Estoy despierto, a pesar de que el reloj marcaba las 2:29 a.m. El calor fue la causa principal, haciendo que abriera mis ojos de sopetón, con la frente empapada en sudor, y la garganta seca y caliente, como una plancha hirviendo. Maldije por lo bajo. Por fin había logrado conciliar con el sueño y en un desliz había perdido mis pocas horas de tranquilidad. A trompizcones llegue al alfeizar de la ventan, para dejar que entrase el aire. La fría ráfaga que se abrió paso cuando deslicé el cristál me refrescó. Observé mi entrepierna, donde mi amigo se manifestaba como si tuviese una modela desnuda, bailando polldance. No tenía más opción que darme una ducha. La puerta del baño al otro lado de la habitación estaba entreabierta. Deslicé mis boxers entre mis piernas, dejando al mounstruo al aire libre. En el cuarto de baño me apresuré por meterme bajo la ducha, el agua helada impactó contra mi piel caliente. Gemí. Cómo necesitaba esto. A través de la puerta de cristál observé mi reflejo contra el espejo. Las gotas de agua helada se deslizaban por mi torso desnudo.

-¿Qué pasa, campeón?-Conversé conmigo mismo.

Hacía unos 2 semanas que nada conseguía animarme. Sábado en la noche, y yo había caido dormido a las 11 de la noche. Joder, eso no pasaba desde que estaba en primero de secundaria. Aún era temprano y sime daba prisa llegaría buena hora a una fiesta. Algo encontraría. 

Cerré el grifo, alcancé la toalla y la enrolle alrededor de mi cadera. Suspiré. Me daba un poco de pereza, incluso, el salir a esta hora, pero por las noches era peor eso del remordimiento de consciencia. ¡La que me había liado esa chica!. Aparqué mi motocicleta cerca de los árboles, frente a la casa de grandes ventanales, donde se podían observar chicos ebrios bailando contra las paredes. Eran un completo desastre, lo que me aseguraba que aún había más alcohol de donde vino el que corría por sus venas. 

Caminé entre las personas, en busca de mi mejor amigo y opción esta noche. Alcohol. Rellené uno de los vasos cercanos al barril, sobre la mesa de la cocina. La cual ya era un desastre. Empuje el líquido amarillo de la cerveza por mi boca. Sentí el amargo y burbujeante sabor de la cebada deslizarse por mi garganta, como una caricia que necesitaba fue bienvenida a mi cuerpo. 

-¿Está buena, amigo?- Una mano se posó en mi hombro, atranyendo así mi atención. Un conocido chico moreno me dedicó una sonrisa brillante. Robert. Abracé a mi poco corpulento amigo, hacía bastante que no lo veía. 

-¿Qué haces aquí?-pregunté entusiasmado. Era una gran sorpresa. 

-Estoy solo de visita-respondió, después de darle un sorbo al trago que descansaba en mi mano derecha. 

Una chica tropezó conmigo, su cuerpo casi se estrelló contra la mesa de márfil por lo que jalé hacia mi, aprisionando su cadera entre mis manos. Su cabello rubio estaba enmarañado por un lado, cubriendo mi brazo con el. Me observó a través de sus claros ojos azules. Batió sus largas pestañas y luego me enseñó una sonrisa.

-Gracias, esa caida habría dolido-sus manos se adueñaron de mis brazos, acariciándolos-¿Me invitas un trago?

Observé por encima de mi hombro, hacía Robert, quien se reía en silencio mientras negaba con la cabeza. 

-Seguro, cariño-murmuré contra su frente, que no había notado estaba empapada en sudor-Esperame en la habitación principal, iré en un segundo-Agregué. Se estiró hacía mi, y depositó un corto beso en la comisura de mis labios.-No tardes-Espetó antes de contonearse por la habitación como toda una experta, lo que me hizo dudar de su pequeño accidente. 

-Eso fue rápido, incluso para ti-elogió Robert. 

-Si, y no estoy de humor. Vámonos-Lo empujé hacía la salida. Prefería hablar en otro lugar, posiblemente donde esa rubia chica no me encontraba. 

El lugar tenía un permanente olor a cigarrillo impregnado en cada habitación. Llevé las manos automaticamente al bolsillo de mi pantalón, en busca de mi paquete de Lucky Strike. Maldije por lo bajo al encontrarlo vacío. Una promesa a Emily que odiaba enormemente, pero lo intentaria. 

Suspiré. 

-¿Puedes decirme qué fue eso? El Daniel que yo conozco no pensaría ds veces antes de estar con una chica como esa-Robert extendió una botella de cerveza hacia mi. No dudé en recibirla y darle un buen sorbo. No necesitaba hablar de ese tema. No esta noche-¿Hay una chica?-preguntó, aunque parecia estar muy seguro, como si ya conociera la respuesta. Lo ignoré, mientras seguía ingeriendo mi bebida, que había conseguido dejar un mal sabor en mi boca, por lo que hice mueca-Tomaré eso como un si. Hablame de ella-pidió serio. Era mi amigo pero llegaba a ser un dolor en el trasero. Di otro sorbo, tomando un poco de valor. No había hablado con ella en unas 3 semanas y eran unos 2 en que ni siquiera me atrevía a decir su nombre. Simplemente no se sentía bien. 

-Su nombre es Ainhoa- Murmuré, pero lo suficientemente alto como para que Robert escuchara-Es...sólo una niña...no es...no es nada, en realidad-Terminé la frase atascada en mi garganta. 

-Parece especial...

-Lo es-aseguré-pero eso ya no importa.

Me lamenté un poco más antes de volver a mi fría expresión. Necesitaba mucho hablas con alguien, pero me negaba a hacerlo. Casi extrañe esas visitas semanales al psicólogo. 

Robert palmeó mi hombro, dió un choque con mi cerveza y juró embriagarse conmigo esa noche. Mi intención era ir tan ebrio que mañana no recordaría nada. 

El punzante dolor de cabeza me obligó a cerrar los ojos nuevamente. A un lado de mi cama se encontraba Emily con una expresión bastante horrorizada. Me levanté como pude para estar junto a ella. 

-¿Qué sucede, nena?-Abrí mis brazos y ella rodeó mi torso como pudo con los suyos. 

-No me gusta cuando traes extraños a casa-me congelé. ¿Qué demonios? Giré un poco y efectivamente había una chica durmiendo. 

-Emm, esperame en tu habitación. Iré en unsegundo-la pequeña asintió y se fue sin decir un palabra. 

Observé la cabellera rubia de la chica. No recordaba siquiera haber besado a alguien y ahora resulta que había salido ganador. Se removió un poco, dejándome así ver parcialmente su rostro. Mierda. ¿De todas las chicas en este mundo había traido a casa a ella? Maldije unos cincuenta veces más. Era hora de afrontarla.

-Oye, Brenda-Sacudí su hombro con fuerza. Bostezó ligeramente mientras se incorporaba. La sabana se deslizó de su torso, dejando ver sus pechos desnudos. 

-Ponte esto, anda-Le dí una camiseta que estaba al pie de mi cama. 

-¿Qué sucede? No pareció importarte demasiado anoche-mencionó la descarada mientras se ponia la camisa.

-Anoche no ocurrió-espeté serio. Me observó ofendida, como si no creyera mis palabras.- Y es hora de que te vayas a casa.

Se levantó hecha una furia, tomando su ropa a su paso. 

-Eres un maldito bastardo, Daniel-Me gritó antes de azotar la puerta e irse. 

No había mentira en sus palabras. Estaba muy claro de cual era mi verdad y no me avergonzaba de ella, el primer paso para superarse era aceptar el problema. El único detalle en mi casa es que yo soy mi problema ¿Estaba dispuesto a cambiar? Por supuesto que si, pero la unica persona que me había hecho querer considerarlo no quería saber más nada de mí en su vida. 

Alcancé el celular que descansana sobre la mesa y marqué su ya tan conocido número. Repicó un par de veces y luego me envió al buzón de voz, con ese mensaje que ya conocia tan bien. 

-Hola, en este momento no puedo contestar. Deja un mensaje después del tono.

Colgué y luego envié mi celular lejos. 

Estaba harto, necesitaba arreglar esto.

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Demasiado tiempo sin publicar. Un capítulo que me llevo tiempo escribir, aunque no es largo. 

No olviden comentar. 

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