El día de hoy, estaba cumpliendo 15 días desde de la partida de Summer. Le había perdido el sentido a todo, mi día a día se había vuelto tan rutinario, que a duras penas me esforzaba por verme bien, mi cabello caía sobre mis ojos con rebeldía, y unas espesas y oscuras ojeras se habían instalado debajo de mis ojos, no parecían desaparecer.
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Tallé mi rostro con agua fría para despertarme, eran las nueve con 20 minutos, y me obligue a mi mismo a empezar el día, no podía seguir en ese estado de hibernación que me habían impuesto los recuerdos. En el armario del lavado, yacía una maquina de afeitar nunca empleada, era hora de un nuevo corte.
Me mire por última vez en el espejo antes de maldecir esa cara de caos que había adquirido, necesitaba hacer cambios, por mi bien.
Escogí lo primero que encontré en el armario, junto a mis deportivas favoritas, y atando estas con rapidez, deje la habitación. De manera repetitiva y monótona, me serví el desayuno, el cereal colorido y bastante dulce que amaba mi pequeña hermanita, era lo que contenía mi plato, junto con un poco de leche, necesitaba hacer la compra lo antes posible, no tenía nada decente para comer en el refrigerador, no podía creer como solo había sobrevivido casi medio mes, con unos cuantos frigoríficos, agua y comida rápida a domicilio. En realidad, no podía entender muchas cosas, como:
· ¿Por qué me había impuesto un claustro?
· ¿Por qué me había alejado de mis amistades?
· ¿Por qué no recordaba la última vez que había usado mi teléfono?
· ¿Por qué aun seguía en casa?
· ¿Por qué me había descuidado tanto?
Pero, la pregunta más grande y confusa era:
· ¿Por qué Summer me había hecho esto?
Esta era la única pregunta, la única cosa que rondaba mi cabeza día y noche, atormentándome, matándome por dentro como bola demoledora, destruyendo todo a su paso.
Tire el cuenco en el lavavajillas, y me hice paso hasta la entrada, debía salir de casa ahora, o terminaría volviéndome loco, porque ya era esclavo de mis dudas.
Conduje con la compañía de la radio, la odiaba a decir verdad, pero oír una voz a parte de la mía era reconfortante, vacile antes de girar la esquina para llegar al supermercado, y al llegar a mi destino, aparque con cuidado. Con paso ligero camine hasta el establecimiento, el aire fresco que obtuve cuando estuve un pie dentro de esté, fue indescriptiblemente reconfortante, salude con la mano a una de las trabajadoras que siempre me recibía con una sonrisa, y me hice paso hacia mi objetivo, conseguir los suficientes comestibles para volver a mi antigua dieta.
