Capítulo 1: Al borde del río

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La noticia de la desaparición de Jason recorrió Riverdale como una enfermedad. Según Cheryl, uno de sus guantes cayó al agua, Jason se agachó a recogerlo, volcando la barca en la que ambos iban. Ella pudo llegar a la orilla, pero no su hermano. La policía rebuscó en cada centímetro del río, sin encontrar nada, por lo que su muerte se clasificó como accidente, y una semana después del trágico suceso, los Blossom enterraron un ataúd vacío. Fue el peor día en la vida de Daniel. Clifford Blossom y su esposa maldijeron, delante de todo el mundo, al padre de Daniel, insultaron a su madre, y les echaron del cementerio como si fuesen apestados. El escarnio fue tremendo, todos los presentes les miraron a ellos con miradas inquisitoriales, horribles incluso. Todos conocían la siniestra razón que explicaba la enemistad imperecedera entre las dos ramas de la familia, y todos sabían que la culpa provenía de la familia de Daniel.

El verano pareció seguir su curso natural, pero Jason siempre estaba allí, en cada conversación, en cada esquina. Daniel solo tuvo dos consuelos en esa insoportable estación: Su hermano George, que había vuelto de estudiar en Princeton, y sus amigos. Los días los pasaba en el autocine, con Jughead, o en casa de Betty, donde la situación tampoco era especialmente cándida.

El último día de las vacaciones de verano, estaba allí, junto a su amigo Kevin.

Ella se estaba preparando en su tocador, mientras que Kevin se encontraba recostado en la cama mirando el móvil, y Daniel haciendo lo propio.

—¿Estás emocionada? ¿Nerviosa?

Betty les dirigió una mirada iluminada.

—Ambas. No lo he visto en todo el verano.

—Por eso los nervios son aceptables, pero lo acordamos. Es la hora. Él te gusta, tú le gustas.

—¿Entonces por qué no ha dicho ni hecho nada, Kev?

—¡Porque Archie es estupendo, pero como la mayoría de los heterosexuales necesitan que le digan lo que quiere!

Danny despegó la mirada del móvil.

—Bueno, la verdad es que yo tampoco he vuelto a hablar con él en todo el verano, pero Julio César no cruzó el Rubicón sin riesgo, Betty. —El chico se levantó —Díselo.

—Ya vere...

—¡¡Madre mía!! —Exclamó Kevin.

—¿Qué?

—El juego ha cambiado. Archie se ha vuelto sexy ¡Hasta tiene tableta! —Betty se dirigió enfilada hacia la ventana, observando como su vecino se ponía la camisa. —¡Seis razones más para que tomes a ese toro pelirrojo por los cuernos!

Alea iacta est —Citó Danny.

—¡Dios santo, se está poniendo la chaqueta! —Gritó Kevin, casi tan fuerte que Danny pensó que podía oírsele perfectamente desde la casa de al lado —¡Vístete, Betty, rápido, rápido!

Ella actuó como si las palabras de Kevin le hubiesen puesto brasas sobre los pies. Corrió hacia su armario, tomando su vestido blanco favorito y poniéndoselo todo lo rápido que podía. Cuando terminó, los tres bajaron a la planta inferior. Los padres de Betty estaban en el salón.

—¡No llegues tarde, Elizabeth! —Le recordó su madre.

—Nuestras madres se parecen tanto que no me extraña que sean amigas —Murmuró Danny. Betty rió.

Abrió la puerta, para encontrarse de frente a Archie, con la mano suspendida en el aire.

—¡Eh...! Justo iba a tocar.

—¡Ja, ja! Nos hemos coordinado —Le dijo Betty.

—Sí. Hola, Kev. Hola, Danny ¿Cómo vais?

Héroes de RiverdaleWhere stories live. Discover now