Y entonces llegó Maverick

By thefenix

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Después de cuatro años, Colin Maverick vuelve a su cuidad natal para vengarse de aquellos que le hicieron la... More

Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Epílogo

Capítulo 20

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By thefenix

NARRA TORI

Sábado por la mañana

—No sé si podré... —murmuré y me empecé a morder las uñas.

—Vas a hacerlo muy bien, cariño. —Me animó mi madre apartando las manos de mi boca—. Seguro que apruebas. —Me dio un beso en la frente y se despidió de nosotros.

—Venga, vamos.—Seguí a mi padre hasta el coche y me senté en el asiento del copiloto—. Lo has hecho muy bien esta semana y solo hemos dado tres clases.

—Ya...

Porque también había estado conduciendo con Colin.

—Venga Tori, aparcar es lo más fácil de todo —suspiró pesadamente. Se notaba que estaba empezando a perder la paciencia.

—Pues no me sale, ¿vale? Esto es un asco. —Y quité las manos del volante.

—¡Pero no lo sueltes!—gritó y pisé el freno—. ¿Estás loca? Si haces eso en la carretera, imagínate lo que puede pasar.

—No voy a hacer eso porque no voy a aprobar.

—Eres la chica más inteligente que conozco y te vas a rendir a la primera. Muy bien, Brooks. Yo no salgo con perdedoras. —Metió la mano en su bolsillo y saco su paquete de cigarros.

—Pues yo no salgo con fumadores —le reproché.

—Y lo dice la chica que nunca ha fumado —dijo con ironía.

—Colin estás jugando con fuego. —Le miré fijamente—. Y te vas a quemar.

—Y tú vas a arder. —Le miré mal y cogió aire—. Inspira y espira, Tori. Venga, hazme caso.

—Está bien... —Cerré los ojos e inspiré.

—Muy bien y ahora suelta el aire —y lo solté—. Piensa en cómo te han enseñado a aparcar y hazlo.

—Esto es una tont...

—¡Hazlo de una vez, Victoria! —gritó enfadado.

—Vale, vale. Qué humor tenemos, señor Maverick. —Miré por los espejos retrovisores y empecé a maniobrar hasta que el coche entró en la plaza—. ¿Así está bien?

Colin miró por la ventana y me miró sonriente.

—Perfecto.

—¡Soy genial! —exclamé feliz.

—Si es que cuando quieres... —Le quité el cigarro que estaba a punto de encender y lo tiré por la ventana—. ¿Pero qué has hecho? Eso cuesta diner... —Antes de terminar la frase me lancé a sus brazos y le besé. Se separó un poco de mí esbozando una sonrisa—. Mujer, si me lo hubieras dicho, habría guardado el cigarro.

—Cállate —dije entre risas y volví a besarle.

—¿Preparada? —preguntó mi padre haciendo que volviera a la realidad.

—No.

—Cariño, lo vas a hacer genial. La familia Brooks tiene un gen que hace que apruebes todo a la primera.

—Pero si tú suspendiste un año en la carrera.

—Ya, pero...

—Y Ryder aprobó de milagro el instituto.

—Ya, pero...

—Y el abuelo dejó la carrera por otra porque no aprobaba ninguna.

—Vale, vale. Solo tu madre y tú sois inteligentes, ¿contenta? —asentí con la cabeza y me empecé a reír—. Los demás somos tontos.

—Eso es porque el gen está en las mujeres. —Le guiñé un ojo y soltó una carcajada.

—Mira, ya te has relajado. Ahora sal de mi coche y aprueba de una vez.

Le di un beso en la mejilla y entré dentro del edificio de exámenes.

—Señorita Brooks. —Me llamó una señora diez minutos después—. Es su turno.

Solté todo el aire que tenía en los pulmones y me dirigí a la examinadora.

Un rato después...

—Bien...aparque aquí —dijo señalando mi lado derecho. Aparqué a la primera sin subirme al bordillo—. Bien, pues ya está.

—¿He aprobado? —pregunté asustada.

—Mírelo usted misma. —Me dio una hoja y se marchó.

—Victoria Brooks: Aprobada. ¡Sí! —Empecé a dar saltitos de alegría. Salí corriendo del edificio y me encontré a mi padre apoyado en el coche.

—¿Y bien? —preguntó impaciente.

—¡He aprobado! —exclamé, me lancé a sus brazos y le abracé.

—Esta es mi niña.

—¿Ha aprobado? —preguntó una voz por el teléfono.

Esa voz... Le arrebaté el móvil a mi padre.

—Sí, he aprobado, pero te debe dar igual como todo lo que tiene que ver conmigo.

No me digas eso, enana.

—Para ti soy Victoria. —Y se lo devolví a mi padre—. Conduzco yo. —Le quité las llaves del coche y me senté esta vez en el asiento del conductor.

—No deberías tratarle así —dijo mi padre unos minutos después entrando en el coche.

—Él se fue sin despedirse de mí, otra vez. Esta vez se lo ha buscado.

—Anda, arranca petarda. —Sonreí y puse el coche en marcha—. Tendremos que celebrarlo.

—Con la comida que nos prepare hoy mamá, me vale.

Diez minutos después aparqué el coche en la puerta de casa y entré en casa corriendo para contarle la gran noticia a mi madre.

—¡Estoy muy orgullosa de ti! —exclamó abrazándome con fuerza.

—Esto se merece una cerveza —dijo mi padre—. ¿Puedes traerme un par de la nevera del garaje?

—Claro —contesté sonriente. Abrí la puerta de la cocina que daba al garaje y me encontré un Bentley negro aparcado—. ¿Papá?

—¿Sí, cariño? —contestó divertido.

—¿Por qué hay un Bentley en el garaje? —Escuché la risa de mi madre y sonreí—. ¿Es para mí?

—¿Para quién iba a ser sino? —preguntó riendo.

—No me lo puedo creer. —Empecé a dar saltitos y entré otra vez en la cocina para abrazar a mis padres—. ¡Gracias, gracias, gracias! —Me separé de ellos y volví al garaje.

—Tienes que cuidarlo muy bien —dijo mi padre apareciendo detrás de mí.

—¿Seguro que no es demasiado? —le pregunté—. Me conformaba con cualquier cosa.

—No te hemos hecho ningún regalo de graduación y además te han dado una beca. Déjame comprarte algo bonito —dijo y me rodeó con su brazo—. Además, me han hecho una oferta porque el dueño del concesionario es amigo mío.

—Yo... no sé qué decir.

—Deberías llamar a tu hermano y darle las gracias. Lo dejó todo revisado e instalado antes de irse.

—Bueno, ya le llamaré.

______________

¿Te han regalado un Bentley? —gritó Liz desde el otro lado del teléfono.

—Sí, es maravilloso.

¿Quién lo ha elegido?

—Mi padre y mi hermano.

Si es que tu hermano sabe lo que es de buena calidad. ¿Has hablado con él?

Todavía no.

Deberías hablar con él. Seguro que se siente fatal.

Ya, seguro...

—Llámale, Tori. No querrás arrepentirte luego.

—Bueno, lo pensaré. Hablamos mañana, Liz. Tengo que estudiar un poco.

Vale, te quiero.

Y yo a ti. —Y corté la llamada.

Me senté delante del escritorio y encendí el reproductor de música antes de ponerme a completar los apuntes de Anatomía.

De repente, unas manos tocaron mis hombros y me giré asustada.

—¡Colin! ¿Me quieres matar o qué? —Coloqué mis manos en mi corazón y noté que se había puesto a mil.

—Te quiero matar, pero a besos. —Y empezó a darme besos por toda la cara.

—Para, para. Tengo que estudiar. Además, tienes que dejar de entrar por mi ventana.

—He visto tu nuevo coche. Vamos a dar una vuelta. —Me intentó levantar de la silla, pero le di una patada—. ¡Eso me ha dolido!

—Te avisé. —Le sonreí triunfante—. Y ahora vete que tengo que estudiar.

—¿Qué estudias?

—Anatomía.

—Podrías estudiar anatomía conmigo.

Suspiré. No me iba a dejar en paz.

—¿Y cómo se supone que voy a estudiar anatomía conmigo? —pregunté y me di la vuelta.

—Tengo varias ideas —respondió quitándose la camiseta—. ¿Qué opinas de mi anatomía, preciosa?

Mis ojos se quedaron fijos durante varios segundos en su abdomen trabajado. Lentamente, empecé a subir la mirada hasta llegar a sus musculosos brazos. ¿Eso era normal?

Sacudí la cabeza y aparté la mirada de su cuerpo.

—Ahora no puedo —contesté lo más serena posible, pero mi voz sonaba temblorosa.

—¿Te has puesto nerviosa? —preguntó divertido—. Y eso que todavía no me he quitado los pantalones.

—Cállate —refunfuñé. Sabía perfectamente que me ponía nerviosa enseguida y a él eso parecía divertirle. Era el momento de devolvérsela—. ¿Sabes cuál es el problema?

—¿Problema? —preguntó extrañado y se sentó en la cama sin apartar su mirada.

—Pues que tú no puedes ayudarme con esto. —Me levanté de la silla y le miré sonriente.

—¿Y eso por qué? —preguntó levantando una ceja.

—¿No lo ves? Yo te lo explico. —Me acerqué lentamente a él—. El problema es que tú no puedes estudiar esto. —Pasé mis manos por mis clavículas y las bajé lentamente hasta llegar a la cintura—. Ni puedes entender todo esto. —Me di la vuelta y me quité el jersey quedándome en camiseta de tirantes—. ¿Ves? No entiendes nada de esto. —Acaricié la parte baja de mi espalda y me di la vuelta—. Y ahora, cierra la boca antes de que me encharques toda la habitación. —Le di un golpe suave en la barbilla y me empecé a reír.

—Eso es trampa —se quejó.

—¿Y eso por qué?

—Porque no puedes provocarme así. Tengo sentimientos.

—Claro, como quitarse la camiseta para enseñarme tus perfectos abdominales y tus musculosos brazos no es provocar. —Me crucé de brazos y le miré desafiante.

—Entonces te encanta mi cuerpo. —Se levantó de la cama y me agarró por la cintura.

—Y a ti te encanta el mío —contesté con su mismo tono de voz.

—Vamos, preciosa. Yo nunca lo he negado. —Se humedeció los labios y yo hice lo mismo—. Cada centímetro de tu cuerpo me vuelve loco.

—Bésame de una vez. —Se acercó lentamente y...

—¡Tori! —gritó mi madre desde abajo—. ¡Alex ha venido!

—No puede ser verdad... —me separé de Colin y bufé—. ¿Ya son las cinco? —Colin asintió con la cabeza y suspiré.

—No te preocupes, mañana nos vemos. —Me dio un beso en la mejilla y se fue a la ventana—. Seguro que te cuenta algo interesante.

—Podrías usar las escaleras —le dije mientras le miraba bajar—. ¿Tú sabes algo o qué?

—A lo primero, así es más romántico y a lo segundo, yo sé muchas cosas. —Me lanzó un beso y se marchó.

Este chico me iba a volver loca.

Bajé al salón y le encontré sentado en el sofá.

Un rato después, Alex seguía jugando con los dedos de sus manos.

—¡Alex! —exclamé desesperada—. ¡Cuéntamelo de una vez!

—Está bien, está bien. —Se acomodó en el sofá y cogió aire—. Todo empezó en la universidad.

—¿Cómo?

—No seas impaciente. —Me tapé la boca y sonrió—. El año pasado conocí a una chica.

—Así que es por una chica... —Me miró mal y me volví a tapar la boca—. Ya me callo.

—Así me gusta. Bien, ¿dónde me había quedado? Ah, ya. La chica iba a mi clase, pero no era de mi grupo de amigos. Un día nos pusieron juntos en unas prácticas y empezamos a hablar. Debo reconocer que no me habría fijado en una chica así, pero a medida que íbamos hablando pues me empezó a gustar.

—¿Y qué pasó?

—Desapareció.

—¿Desapareció?

—Eso es. De repente un día dejó de venir a clase. —Le miré apenada, pero él seguía sonriente—. ¿Recuerdas que hace un par de semanas te fui a recoger? —preguntó y asentí—. Pues mientras te esperaba, me senté en un banco cerca de la biblioteca y apareció. Bueno, me di cuenta porque se le cayeron todos los libros.

—Qué vergüenza.

—Fue muy gracioso. —Le miré mal—. No me mires así. Me acerqué a Connie y le recogí los libros. Se acordaba de mí y estuvimos un rato hablando.

—Pero no entiendo que tiene que ver esto con Katy.

—Se cambió de carrera y la admitieron en tu universidad. Va a la misma clase que Katy y comen juntas en la cafetería. Katy me pilló por sorpresa y me empezó a interrogar así que le dije que estaba allí para hablar contigo que estabas enfadada.

—¿Por qué no le dijiste lo de la chica?

—Vamos, Tori. Ya sabes como es Katy. Arruina todo lo que se le pone por delante y más cuando tiene que ver con las chicas que me gustan.

—¿Te acuerdas de la chica de cuarto que te gustaba? Le dejó el pelo rosa.

—Con más razón.

—¿Te fías de una chica que es amiga de Katy?

—No es su amiga, pero como van al mismo curso pues se sienta con el resto de sus compañeros.

—Está bien.

—¿Crees que le gustará la bolera?

—Hombre, yo creo que a todo el mundo le gustan los bolos —contesté riendo—. Lo importante es que paséis un rato juntos. Además, con lo que te cuesta pensar.

—Muy graciosa, pequeña Brooks. —Me dio un beso en la mejilla y se levantó del sofá—. Me voy que mañana tengo que madrugar.

—Espera, te acompaño.

Le acompañé hasta la puerta y le abracé.

—Por cierto, felicidades por tu carnet de conducir.

—Ya te daré una vuelta en mi nuevo coche.

—Eso espero. —Me guiñó un ojo y se fue.

Cerré la puerta y entré en la cocina para tomar un vaso de agua.

De repente, el teléfono empezó a sonar y contesté.

—¿Sí?

—¿Tori? ¿Eres tú?

—A no ser que conozcas a otra que se llame así, Ryder.

—¿Cómo estás? No has contestado a mis llamadas.

—He estado ocupada —mentí.

—Te echo de menos.

—¿Seguro? Porque no dijiste lo mismo la última vez.

—¿No has abierto todavía la guantera?

—¿Para qué?

¡Teniente! ¡Le solicitan en el cuartel! —gritó alguien.

—Me tengo que ir enana, pero te volveré a llamar, lo prometo. —Y colgó.

Dejé el teléfono y miré la puerta del garaje extrañada. Caminé hacia ella y entré en el garaje donde seguía mi coche aún sin estrenar. Me metí dentro y abrí la guantera como me había dicho. Había un paquete dentro con una nota.

"Sé que no es gran cosa, pero creo que es la mejor manera de decirte hasta pronto."

"PD: te vi dormida y no quise despertarte. Ya sabes que las despedidas nunca se me han dado bien. Además, parecías un bebé."

Será estúpido... pensé.

Guardé la nota en mi bolsillo y abrí el paquete. Había un marco con una foto que nos hicimos el día que salimos a correr. Le pedimos a una chica que nos hiciera una foto y salgo tumbada en su espalda sonriente mientras él sonríe haciendo una flexión. También había una pulsera con nuestras fechas de cumpleaños.

—Si es que cuando quiere es un buen hermano. —Me giré rápidamente y me encontré a mi madre sonriente—. Deberías poner esa foto en el salón.

—En la estantería quedaría muy bien.

—Pues sí. Y ahora, vamos a cenar.

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