Estrella Fugaz © [Completa ✔]

By SileneAMR

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Estoy sentada en la cafetería junto a Rachell y María quienes hablan de lo deliciosa y apetitosa que está la... More

Sinopsis.
Capítulo 1: Estúpido enamoramiento.
Capítulo 2: Es una metáfora.
Capítulo 3: Tú otra vez.
Capítulo 4: ¿Hace calor aquí?
Capítulo 5: Amnesia.
Capítulo 6: Solo un beso.
Capítulo 7: Estaré bien.
Capítulo 8: Él empezó.
Capítulo 9: Una propuesta.
Capítulo 10: Simples suposiciones.
Capítulo 11: Seré tu novia falsa.
Capítulo 12: Este día no podría terminar peor.
Capítulo 13: Celoso.
Capítulo 14: Eso no es suficiente.
Capítulo 15: Tú chico.
Capítulo 16: Él siente algo por mí.
Capítulo 17: De nada sirve negarlo.
Capítulo 18 : Le gustas.
Capítulo 19 - Parte 1: Eres preciosa.
Capítulo 19 - Parte 2: Atrápame Diosito
Capítulo 20: Alguna u otra forma.
Capítulo 21: El que juega con fuego, se quema.
Capítulo 22: Orador motivacional.
Capítulo 23: Perfect tonight.
Capítulo 24 - Parte 1: Bien, exploté.
Capítulo 24 - Parte 2 : Discúlpame.
Capítulo 25: Hora de la crisis existencial.
Capítulo 26: ¿Me perdonas?
Capítulo 27: Extraña primera cita.
Capítulo 28: Cara de culo.
Capítulo 29: No debió pasar.
Capítulo 30: Chico prodigio.
Capítulo 31: Cita Nocturna.
Capítulo 32: Castigada.
Capítulo 33: Zombie.
Capítulo 34: ¡Despierta, Natalie!
Capítulo 35 : Niégamelo.
Capítulo 36: Metí La Pata.
Capítulo 37: Un Bebé.
Capítulo 38: Atrevete.
Capítulo 39: ¡Sorpresa!
Capítulo 40: No es un error.
Capítulo 41: Dios Griego Arrogante y Árabe Ardiente.
Capítulo 42- Primera Parte: Dulce Venganza.
Capítulo 42- Segunda Parte:Dulce Venganza.
Capítulo 43: Novia.
Capítulo 44: ¿Qué sientes por mí?
Capítulo 45: Buena Suerte.
Capítulo 46: Serios problemas.
Capítulo 47: Me Encantas.
Capítulo 48 - Primera Parte: Noche Buena.
Capítulo 48 - Segunda Parte : Earned it.
Capítulo 49: No quiero estar solo.
Capítulo 50: Año nuevo, vida nueva.
Capítulo 51: Stripper.
Capítulo 52: Secuestrada.
Capítulo 53: Hormonas controladoras.
Capítulo 54: Súper sexy.
Capítulo 55: Alerta roja.
Capítulo 56: Una semana.
Capítulo 57: Toda tuya.
Capítulo 58- Primera parte: Psicópata.
Capítulo 58- Segunda parte: Sol y Luna.
Capítulo 60: Pervertida.
Capítulo 61 - Primera Parte: Señorita Intensa.
Capítulo 61 - Segunda Parte: Estrella Fugaz.
Epílogo.
Nota Importante: Extras, Precuelas, Secuela.
Extra #1
Extra #2
Extra #3
Extra #4
Extra #5
Extra #6
Extra #7
Especial: Mikhail Y Nat Como Padres.

Capítulo 59: San Valentín.

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By SileneAMR

#EF🌃💛.

#Etapafinal.

...

¡Cinco meses!

Así es, cinco mesecitos con Mikhail.

Hoy es catorce de febrero y decidimos celebrarlo como todas las parejas.

Son las cinco de la tarde y no nos hemos visto en todo el día. Acabo de ducharme, me dijo que vendría por mí a eso de las siete y treinta.

Suspiro, pensando en qué ponerme. Aun no sé a dónde me llevará por lo que no sé qué debo usar.

Ya me depilé, porque vamos, tenemos que festejar esto al máximo hoy en la noche; también me apliqué crema con olor a coco por todo el cuerpo. En definitiva me arreglé entera para él.

Me coloco un pijama, lista para pintarme las uñas de los pies; coloco música en mi teléfono pero justo antes de dar la primera pincelada a uno de mis dedos, alguien toca mi puerta.

— ¡Pasa! —grito, pensando que seguramente es mamá o Nathan.

No oigo respuestas y nadie pasa. Frunzo el ceño.

Decido olvidarlo y seguir con mi anterior trabajo. Vuelvo a coger la brochita para pintarme las uñas y de nuevo alguien toca la puerta.

Aprieto la mandíbula. Si es West que está jugandome una broma, lo lanzaré por las escaleras.

Me pongo de pie mientras le pongo pausa a la música. Con pasos firmes y molestos me dirijo a la puerta.

— ¡West, si eres tú te juro que te patearé el trasero! —grito, abriendo la puerta.

Al hacerlo, me encuentro con una maraña de rizos color chocolates que me hacen sonreír.

— ¡Esther! —chillo, emocionada, abalanzándome a ella en un abrazo.

— Pensé que ibas a patearme el trasero —bromea, devolviéndome el abrazo.

Niego.

— Pensé que eras el idiota de West.

— Ah, pues creo que soy mejor —se separa, adentrándose en mi habitación—. ¿Qué haces?

Cierro la puerta.

— Estaba por pintarme las uñas.

— Qué color tan asqueroso —alza la pintura de uñas color salmón torciendo un gesto de horror que me hace reír—. No puedo creer que sigas con eso de las princesitas. Tienes diecisiete años, cariño.

Se tumba sobre mi cama y mira al techo.

— Traje algunas de colores que sí te sentarán bien —se incorpora—. Podemos pintarlas más tarde.

— Lo siento, saldré con mi novio.

Alza una ceja con coquetería.

— ¿Tienes novio, Blake? A ver, cuéntame sobre el afortunado.

Parece ansiosa. Yo sonrío como loca y tomo asiento a su lado.

— Se llama Mikhail —comienzo, pero al instante soy interrumpida.

— Es un nombre raro.

— Es árabe.

— ¿Tiene terrenos en Dubái?

Niego con el ceño fruncido.

— No lo creo.

— ¿Tiene camellos que podamos vender?

Niego nuevamente.

— No, Esther.

Rueda los ojos.

— ¿De qué le sirve ser árabe si no tiene terrenos en Dubái y un camello?

Suelto una carcajada.

— Te extrañaba, en serio.

Sonríe.

— Lo sé. Yo también lo hacía. Ahora debemos planear una reunión con todas las demás para reencontrar el grupo.

Por las demás entiendo a mis otras primas.

— Sí, deberíamos.

— ¿Y el espanto?

Suelto una carcajada. Así le dice a Nate.

— Viene más tarde —informo, bostezando—. Sabes que vive con papá.

Asiente y se pone de pie.

— Hablaremos más tarde sobre tu árabe sin camello. Ahora debo ir a esa cita de empleo que me conseguiste. Gracias por eso, te debo una pizza.

Asiento, mirándola abrir la puerta.

— ¿Qué se supone que hace un globo flotando en medio del pasillo? —inquiere en un grito, ya fuera de la habitación.

Me pongo de pie, llena de curiosidad, y me encamino a mi puerta.

Al llegar, observo a Esther detallar el globo transparente que flota ahí en medio. Con cuidado me acerco a ella.

— ¿Qué crees que sea? —inquiere ella, mirando detalladamente el globo transparente salpicado de pequeñas manchitas color rojo. Abajo, atado a él, hay una cajita de lo que creo son chocolates.

Me caigo de hombros, detallando meticulosamente el globo.

— ¿Tiene algo dentro? —tantea, meneando el globo levemente; algo se mueve cuando lo hace.

— ¡Mamá! —la llamo para preguntarle sobre el globo.

— ¿Sí, cielo?

La puerta a un lado de la mía se abre, dejando salir a mi madre confundida por los gritos.

— ¿Esto es tuyo?

Niega, acercándose con la misma curiosidad que yo tenía anteriormente.

— ¡Tiene una aguja! —festeja Esther, quien había estado detallando el globo.

— Pues pinchémoslo —sugiere mi madre. Yo me muerdo el labio, ansiosa por saber que tiene dentro.

Mi prima toma la aguja —la cual está atada a la pequeña cuerda que cuelga del globo— y pincha el mismo, produciendo un sonido que me hace cerrar los ojos por la impresión pero abrirlos de inmediato gracias al sonido de una hoja caer al suelo.

Esther se agacha y lo coge. Es una hojita pequeña de color beige.

— El árabe que tienes como novio no tiene camellos pero sí ideas alocadas. Es para ti —me extiende la hoja sin haberla leído por completo.

Por alguna razón mi corazón se acelera y me siento nerviosa. Con las manos levemente temblorosas, la abro.

Hola, cariño. Te envío este regalo porque es una bonita manera de empezar nuestro primer San Valentín. Disfrútalos. Te amo.

Mikhail.

— ¡Qué lindo es! —chilla Esther, agachándose a recoger los chocolates.

— Sí —sonrío como estúpida mientras tomo el regalo de Mikhail.

— ¿Ya sabes a donde irán más tarde? —curiosea mi madre, emocionada.

Niego.

— Me lo dirá luego.

— ¡Debemos arreglarte! —se apresura a decir Esther, jalándome por un brazo a mi habitación.

— Cabellos, ropa, maquillaje. Todo —la sigue mi madre, entrando a la habitación detrás de nosotras.

Soy arrojada sobre una silla giratoria en donde puedo observar a mi madre y Esther rebuscar en mi armario como locas.

Bien, no estará nada mal que me ayuden a estar perfecta para esta noche.

*****

Por fin estoy lista.

Después de largas horas de trabajo, mi madre y Esther han terminado conmigo.

Son las siete y pronto Mikhail vendrá por mí.

Hace un rato —mientras mi madre y Esther peleaban por algo que querían ponerme— hablé con Mikhail. Le agradecí por los dulces y él me explicó sobre lo que será nuestra cita.

Al parecer me preparó una romántica cena en su casa —agradezco que sea en su casa porque odio los restaurantes caros—, con luz de velas y comida italiana. Me emocioné al instante; comida italiana, Mikhail y yo, eso es perfecto. También me pidió lucir elegante ya que sería algo tipo formal, ambos iríamos elegantes. Acepté porque no hay nada más hermoso que Mikhail con corbata.

Esther y mi madre después de buscar casi una hora en mi closet y no encontrar nada lindo —según ellas—, se decidieron por ponerme un vestido de Esther. Negro, ajustado, de tirantes y una cremallera en la espalda. Sencillo, sí, pero elegante. Lo acompañaron con bonitos aretes en forma de argollas y un collar delgado y fino alrededor del cuello. El cabello, después de largos procesos, está arreglado en un lindo moño elegante. Y Esther, quien es buena para el maquillaje, se encargó de decorar mi rostro de manera estilizada pero sutil.

Reviso mi teléfono, ansiosa. No puedo creer que esté tan nerviosa por tan solo una cena. He tenido varias con él pero siento que ésta será diferente, quizá porque es nuestro primer San Valentín juntos.

Veo los histories de mis mejores amigas divirtiéndose con sus respectivas parejas. Caleb llevó a Rachell a cenar a un restaurante lujosísimo. Shawn planeó una excursión a las afueras de la ciudad con María. Ryan y Nazareth decidieron tener una noche de películas en casa del moreno. Nairobi salió a Amnesia —ya que es sábado— con unos amigos a celebrar la soltería. Venecia, Isabella y Alessia hicieron una pijamada en honor a la soltería. Y yo estoy esperando el llamado de Mikhail.

Como si lo hubiese invocado con el pensamiento, el teléfono en mi mano comienza a vibrar.

Buenas noches, señorita —su voz suena tan ronca y dulce, haciendo que los nervios en mi estómago se acentúen y una sonrisa se esparza a lo largo de mis labios.

— Mikhail —sueno igual de formal que él. Tengo el leve presentimiento de que no puedo ocultar la emoción que hay en mi voz.

Ya mandé al chofer a buscarte —informa, haciéndome morder el labio con ansiedad—. Lamento no poder ir por ti.

Camino en círculos por la habitación, luciendo impaciente.

— No te preocupes —mascullo, sonriendo—. Estaré ahí en seguida.

Te esperaré entonces.

— Bien...

Te amo, cariño.

— Y yo a ti —respondo para luego colgar.

Como toda una loca, cojo mi bolsito de mano y bajo a la sala. El chofer de Mikhail no tarda demasiado en llegar.

Me despido de mi madre y Esther, quienes me alientan muchísimo más emocionadas que yo, y en medio de abrazos eufóricos me dejan ir.

Al salir de mi casa —con una chaqueta que combina con el vestido sobre mis hombros— observo el Mercedes de Matt estacionado en frente de mi casa.

Con una sonrisa burlesca me acerco hacia él. Cuando estoy por llegar, él baja el vidrio.

— ¿Serás mi chofer? —inquiero, divertida, subiendo al auto en el asiento del copiloto.

Tuerce un gesto divertido.

— Cien dólares por llevarte a un sitio es una buena paga.

Tiene el cabello negro peinado y su barba del mismo color recién afeitada, huele exquisito y va vestido de manera casual.

— ¿Todo listo? —tantea, encendiendo el auto nuevamente.

Asiento.

Nos ponemos en marcha sumidos en un silencio cómodo que solo es interrumpido por la baja música de una emisora de radio.

— ¿Por qué eres mi chofer?

Sonríe solo un poco.

— Porque Mikhail es un idiota que no pudo conducir.

— ¿Y no tenías una cita de San Valentín o algo así?

Hace un gesto de como si pensara.

— No soy el tipo de chicos que le gustan las citas.

— Entonces ¿Qué tipo de chico eres?

— Todo lo opuesto a Mikhail. Eso soy.

— ¿Te gustan las mujeres? —indago, pensando que posiblemente puede ser gay.

Sonrío al recordar que también le pregunté a Mikhail lo mismo hace meses.

Rueda los ojos mientras esboza una sonrisa llena de diversión.

— Sí, Natalie. Me gustan las mujeres.

— ¿Por qué no tienes novia?

Se gira levemente y me mira solo un momento, divertido.

— Estás un poco preguntona hoy.

— No había tenido la oportunidad de conversar contigo sin que tuvieras cara de frialdad total —le explico, sonriendo levemente. Eso le arranca una carcajada.

— Siempre tengo cara de culo —me hace saber, dejando de reír—. Solo que hoy estoy de buen humor.

— ¿Se debe a una chica? —alzo una ceja y sonrío.

Ladea su cabeza.

— Puede ser.

— ¿Te gusta?

— No lo sé.

Frunzo las cejas.

— ¿Cómo que no lo sabes?

Se cae de hombros.

— No lo sé.

— ¿Le gustas? —cuestiono, para intentar comprender.

— Creo que sí —sonríe de nuevo.

— ¿Cómo es?

— No hablaré sobre la chica que me tiro contigo, Nat.

Suelto una carcajada.

— O sea que te la tiras.

Rueda los ojos.

— Soy hombre. Se supone que eso es lo que debo hacer ¿o no?

— Eso creo —musito, insegura.

— Tú te tiras a Mikhail ¿no?

Su pregunta está llena de diversión y coqueteo. Mis mejillas se tiñen inmediatamente por la vergüenza.

— Ah...no...bueno—

— Lo sé, Natalie. Sé cuándo un hombre se tira a una chica. Verás, Mikhail siempre está feliz y cuando tiene un orgasmo digamos que es todo un marica.

Ahogo una risa.

— Por otra parte, cuando te conocí en aquel bar eras solo una chiquilla que tenía miedo de sostenerme la mirada por solo un par de segundos. Ahora simplemente no veo rastros de aquella chica.

— Te diste cuenta de los cambios...

— Cualquiera con tres dedos de frente lo haría —se cae de hombros y se concentra en conducir. No falta demasiado para llegar a su casa.

Nos quedamos en silencio nuevamente. Mi sonrojo ya desapareció y ahora tengo algo de frío. La conversación con Matt no estuvo nada mal, a decir verdad me gustó charlar con él, como dijo, suele tener una cara de culo todo el tiempo pero no es tan serio como pensé.

Una de sus palabras me queda rondando en la cabeza y doña curiosidad insiste en aparecer.

— ¿Por qué dices que eres lo opuesto a Mikhail? —pregunto sin aguantar un segundo más con la duda.

Se lame los labios con inconsciencia y me mira.

— Mikhail es el chico que toda chica desea; romántico, dulce como la miel y caballeroso. Yo soy lo contrario: para nada romántico, amargado y odioso, y no soy la perfecta definición de caballerosidad que digamos. A Mikhail lo buscan para relaciones tan perfectas como en los libros, a mí me buscan para tener relaciones reales, casi todo el tiempo casuales. Somos polos opuestos.

Mi curiosidad queda totalmente saciada, complacida con la respuesta de Matt. Quizá detrás de él se esconden muchos secretos.

Me quedo en silencio sin ganas de incomodarlo con más preguntas. Pronto llegamos a su casa. Se detiene al pie de las escaleras de ésta y apaga el auto.

— ¿No vas a bajar? -—le pregunto mientras desabrocho mi cinturón.

Niega.

— Saldré de nuevo. Pero tú ve.

Asiento y bajo del auto. Estiro mi vestido, sintiendo como los nervios en mi estómago vuelven a aparecer. Con cuidado subo las escaleras. Me sorprende encontrar una caja color blanco con un lazo en color amarrillo en frente de ésta. Mi ceño se frunce en confusión. De ella sobresale una pequeña nota.

Nat.

¿Soy yo?

Pues obvio, idiota.

Bien. ¿Qué hace una caja con mi nombre fuera de la casa de Mikhail?

Me doy vuelta para observar a Matt pero éste subió los vidrios del auto y se encerró.

Me agacho con cuidado para tomar la cajita. Al tenerla entre mis manos siento una oleada de nervios arrasar con mí ser. Tomo la suficiente valentía y me deshago del lazo color amarillo. Al abrirla me encuentro con una hermosa foto que ambos nos tomamos en Italia.

La foto consiste en ambos dentro del jacuzzi del hotel, sonriéndole a una Aisha la cual fotografiaba a todas las parejas. El solo recuerdo me pone nostálgica. Sonrío y busco otra cosa dentro de la caja, encontrándome con una carta o mejor dicho un trozo de un pequeño papel sin doblar con algo escrito. El papel es beige y las letras hermosas cursivas de color dorado.

Mis manos tiemblan al sostener el papel y mi corazón comienza a palpitar con fuerza al leer el mensaje plasmado en él.

Perdón por no estar en casa, es que no me pude resistirme a llevarte a una gran aventura. Iniciemos donde todo comenzó. ¿Recuerdas el lugar en el que nos conocimos? ¿Dónde nos vimos por primera vez? Allí, en aquel lugar en donde las cosas comenzaron a cambiar, encontrarás la segunda pista. Buena suerte, cariño.

Pd: Matt es el chofer, te llevará a donde digas.

Mikhail.

Mi corazón se acelera y la adrenalina se filtra por mis venas. ¿Qué me hizo pensar que Mikhail no haría algo así? Cada vez me sorprende más.

Con la cajita en manos comienzo a correr —a todo lo que me dejan los tacones— al auto donde Matt está encerrado. Subo de una vez y lo observo sonreír.

— Veo que ya encontraste la primera ridiculez —enciende el auto en medio de un bostezo.

— Sí. Ahora llévame a Amnesia, por favor.

Él asiente y comienza a andar.
Las mariposas en mi estómago revolotean como locas y mi sangre se siente muy caliente, la ansiedad y la emoción no entran en mi cuerpo. No puedo creer que Mikhail me esté haciendo esto.

¿Qué esperabas? ¡Te llevó a Italia solo porque era tu sueño! Ahora te dará el mejor San Valentín de tu vida.

Me muerdo el labio mientras aprieto mis manos sobre mi regazo.

— ¿Nerviosa? —pregunta Matt, acelerando por el centro.

Me remuevo en el asiento.

— Sí —acepto, mirándolo un poco—. ¿Cómo me veo?

— Siempre te ves como una loca y así le gustas. Despreocúpate.

Ruedo los ojos.

— ¿Sabes qué me está esperando ahí?

Asiente.

— Dime —suplico al borde de los nervios.

— Me descontarán el sueldo.

Ruedo los ojos.

— Vamos, Matt. Ni siquiera necesitas ese dinero.

— Cierto, pero prometí no decirte nada.

— Mal cuñado —le saco la lengua y me cruzo de brazos.

— Lo que quieras, pero debo conservar este trabajo de una noche —se cae de hombros y sonríe, luego le sube el volumen a la música.

Hecha un mar de nervios miro por la ventana. ¿Qué estará planeando Mikhail Gadaff? Definitivamente con él todo es inesperado.

La calle está repleta de personas celebrando su San Valentín, por lo que un leve tráfico se esparce por las calles de la ciudad. Con un poco de impaciencia y ansiedad espero llegar a Amnesia. El tiempo se me hace eterno, pero en menos de media hora estamos estacionando frente al repleto lugar.

— ¿Irás conmigo? —cuestiono, quitándome el cinturón y abriendo la puerta.

Matt repite mi procedimiento mientras asiente.

— Si no bajara contigo tendrías que esperar por lo mínimo tres horas para poder entrar.

Me muerdo el labio mientras asiento y bajo del auto con Matt a mi lado, luego cruzamos de calle.

La fila para entrar es infinita, literalmente tendría que esperar a que amaneciera para poder entrar. Me pongo nerviosa al mirar esa cantidad de personas. ¿Cómo entraremos?

— ¿Cómo se supone que vamos a pasar? —inquiero, dudosa, mirando a las personas pelearse por entrar.

Matt chasquea la lengua dirigiéndose a la entrada.

— Observa y aprende —susurra, pidiéndome que lo siga. Nos detenemos en la puerta debido a que un corpulento hombre nos detiene el paso.

Al lado de ese hombre se encuentra otro tipo de igual porte físico cobrando lo que son las entradas. Las personas parecen desesperadas por pasar dentro una noche alocada.

— ¿A dónde creen que van? —inquiere el tipo de forma amenazante. Me coloco detrás de Matt por instinto—. Largo.

Matt, sin siquiera inmutarse, le toca el hombro al chico que entrega y cobra las entradas.

— Tom. Hola —lo saluda Matt de manera educada—. ¿Imagino que ya hablaste con Mikhail?

Tom, quien se dio vuelta hacia nosotros —ocasionando que las personas se quejasen—, asiente.

— Déjalos pasar, Dasmon —el corpulento frente a nosotros se aparta, dejando el camino libre para que ambos pasemos dentro.

Siendo arrastrada por Matt, entramos en la oscura discoteca. La música alta pronto comienza a aturdirme y las luces de colores rojo y blanco me marean.

Cuando por fin estamos dentro me doy cuenta de que hay muchísimas personas y que encontrar a Mikhail aquí dentro será imposible.

— ¿Qué hacemos? —le grito a Matt por encima de la música.

Se cae de hombros.

— No lo sé. Yo iré a la barra por un tequila. Cuando encuentres lo que sea que debas encontrar, me buscas por allá.

Señala justo a la barra. Miro en la dirección que señala y lo primero que observo en un gigantesco ramo de rosas rojas y girasoles. Ok, estoy muy segura que eso no es parte de la decoración alocada del antro.

— ¿Qué es eso? —inquiero, señalándole a Matt el arreglo floral tan espectacular.

Frunce el ceño.

— ¿Un ramo de flores?

Asiento con ganas de golpearme la frente con mi mano, frustrada.

— Sí, pero ¿Qué hace un ramo de flores en plena discoteca?

Me da una mirada extrañada.

— No lo sé, no soy el dueño. No sé quién lo compró, ni quién lo puso ahí.

Ruedo los ojos.

— Pues averigüémoslo.

Comienzo a caminar con rapidez a la barra con Matt pisándome los talones. Cuando llegamos, me encargo de detallar tan espectacular regalo. Matt toma asiento y encarga un tequila.

Mientras estoy observando las hermosas flores siento como alguien me abraza por detrás.

— Alguien ha venido por la segunda pista —chilla Nairobi, dándome un beso en la mejilla.

Me doy vuelta para mirarla. Está un poco sudada y tiene la ropa muy escotada.

— ¿Tú eres la segunda pista? —cuestiono con una sonrisa emocionada.

Nai menea su dedo índice un par de veces en el aire.

— No, cariño. Yo tengo la segunda pista —de en medio del montón de rosas y girasoles saca una pequeña carta—. Ten.

Tomo el papel con una velocidad impresionante y con manos temblorosas leo el segundo mensaje en él.

Quiero confesarte que desde esa noche me cautivaste, quizá no te diste cuenta pero desde que te vi supe que había algo en ti, no sé si fue esa sonrisa tímida o esa mirada que oculta un universo, simplemente sé que aquí me tienes rendido ante ti. Te espero en el lugar en el que hace algunos meses plasmamos en la piel la mitad de uno en el otro.

Pd: no te rías que esto va en serio.

Mikhail.

Dejo escapar una risa nerviosa mientras me acerco a tomar entre mis brazos las flores.

— Quiero un Mikhail —Nai hace un puchero que me hace reír—. Estoy muy feliz por ti, amiga.

Le doy un beso en la mejilla luego de regalarle una sonrisa y extenderle un girasol del ramo.

— Encontrarás a alguien incluso mejor que Mikhail. No te preocupes.

Asiente, toma la flor y me tira un beso.

— ¡Diviértete! —grita, volviéndose a la pista de baile.

— ¡Matt, mueve el trasero! —grito a su lado, haciendo que deje de beber el tequila que ordenó.

— ¿No puedes ni dejarme beber un trago en paz? Qué fastidiosa eres —bufa, dejando a un lado su vaso—. ¿A dónde quieres que te lleve?

— Tattonight —respondo rápidamente. La emoción que tengo dentro es incontenible.

— ¿Y dónde mierdas queda eso? 

Le explico la dirección y, en medio de bufidos, salimos de Amnesia. Ya en el auto, coloqué el ramo de flores en la parte trasera al igual que la cajita con la foto que encontré con la primera pista. Estoy sospechando que Mikhail va a hacer que yo sufra un infarto con todo lo que hace.

Después de explicarle unas mil veces a Matt el lugar donde se encuentra la tienda de tatuajes, por fin estacionamos frente a ella. Casi brinco fuera del auto al llegar.

Bajo a la velocidad de la luz, notando que hay personas tatuándose dentro. Abro la puerta y entro al local, no me doy cuenta que Matt viene tras de mí y le estampo la puerta en la cara.

— ¡Lo siento! —musito, riéndome al mirar su rostro tan serio con los ojos cerrados.

— Creo que la emoción te removió el cerebro —se queja éste, quitándose la puerta de la cara y terminando de entrar al local.

Aun soltando risitas bajas, me enderezo y busco a uno de los tatuadores que anteriormente conocí. 

Me encuentro con la chica en primer lugar, está en una cabina tatuando a un chico en la pantorrilla, me sonríe y me saluda con su mano libre, luego con un pañuelo limpia la piel del chico y le indica que le dé un momento.

Al salir de la cabina su sonrisa se ensancha.

— Sí viniste —es lo primero que dice al tenerme en  frente. Le sonrío sin ocultar mi emoción. Me da un beso en la mejilla y luego con la cabeza saluda a Matt.

— Aquí está la tercera pista —afirmo, ansiosa, apretándome las manos con fuerza. Bien, estoy a punto de colapsar de la emoción.

Ella asiente.

— Te ha estado esperando desde hace un rato.

Al saber que aquí está la tercera pista mi corazón se desboca y los nervios surcan de nuevo mi afligido estómago.

— Síganme —indica ella, caminando a otra cabina donde se hacen tatuajes.

Soy incapaz de concentrarme en los detalles dentro del local, me concentro solamente en la pista y en Mikhail, en lo muy loco que está para hacerme esto.

La chica de cabellos azules abre la puerta de una cabina dejando ver a Daniel tatuar a una chica justo en la muñeca. Mi vista se dirige al tatuaje por curiosidad. Una serpiente que se enrolla en su muñeca y tiene la cabeza justo en el dorso de su mano. Es fascinante. Ella es preciosísima e irradia una seguridad con solo verla. Con el cabello negro largo atado en una coleta y los ojos de un gris claro. Preciosa.

No duro demasiado enfocando dicho tatuaje —ni en dicha portadora de él— porque comienzo a ignorar todo al observar un inmenso arreglo con globos. Son grandes, blancos, trasparentes y rojos. Se sostienen a una caja de madera mediana donde reposan chocolates y otros regalos en los que puedo reconocer un perfume.

Una sonrisa estúpida se esparce por mi rostro mientras me acerco al regalo.

— En serio pienso que Mikhail no tiene otra cosa en que gastar el dinero que le dan y que se gana —resopla Matt, mirando tan exagerado regalo.

Sí, bueno, Mikhail ha comenzado a trabajar con uno de sus tíos en uno de sus lujosos restaurantes como ayudante. La verdad es que le va bien, ya saben, porque cocina como un Dios, y bueno, tiene privilegios solo por ser el sobrino del dueño.

— Yo digo que está muy lindo —opina la chica del tatuaje, mirándome con una sonrisa—. ¿Lo hizo tu novio?

Asiento a su pregunta sin despegar la vista del regalo.

— Yo que he visto muchísimos regalos de ese tipo digo que ese es uno muy bonito —agrega, volviéndose a mirar mis globos.

— Muy cursi para mí gusto —opina Daniel esta vez. Me muerdo el labio, ignorando su comentario— pero sin dudas está lindo.

— Gracias —sonrío y me acerco lo suficiente como para mirar bien las cosas dentro, para buscar la otra pista.

Veo perfumes, collares, un reloj y muchos chocolates y, en medio de todo eso, otra nota. Mi pulso vuelve a acelerarse a niveles inimaginables mientras los nervios molestos vuelven a aparecer. Tomo la hoja y comienzo a leerla:

Última pista, estamos en la recta final. Ya casi comienza nuestra primera aventura, ya que también es nuestro primer San Valentín. Quise regalarte una velada llena de misterios y nervios, y sin duda creo que la obtuviste. Ahora sí, señorita Natalie, la invito oficialmente a navegar. Ahí usted y yo descubriremos a donde carajos nos llevará el destino.

Pd: Matt sabe a dónde llevarte.

Te amo.

Mikhail.

— ¿Qué dice? —se emocionan ambas chicas presentes, mirándome también ansiosas.

— Habla sobre navegar —susurro, pensando los posibles sitios a donde puede llevarme ¿la playa o el lago?—. Dice que sabes a donde llevarme.

Miro a Matt quien alza la vista de su teléfono, desinteresado.

— Sí. ¿Nos vamos? —inquiere, guardando el celular en su bolsillo trasero—. No es largo el camino.

— Vámonos —sentencio, devolviendo la vista al arreglo de globos—. ¿Los llevas tú?

Rueda los ojos mientras suelta un sonoro suspiro.

— A veces eres tan fastidiosa —se acerca al inmenso arreglo y lo toma entre sus manos.

Nos despedimos de todos de manera rápida —debido a mis ganas de ver a Mikhail en este mismísimo instante— y salimos del local. Luego de intentar acomodar los globos en la parte trasera del carro, nos ponemos en marcha a lo que será mi cita.

Me lamo los labios, mirando el camino que toma Matt. No puedo percibir si vamos al lago o a otro sitio ya que ambos caminos se cruzan. Una oleada de nervios hace que quiera vaciar lo poco que hay en mi estómago y el sudor comienza a aparecer a lo largo de mi columna vertebral.

Los minutos que andamos sobre el carro se me hacen eternos y escuchar la música baja de la radio solo hace que me quiera estallar la cabeza. Mikhail en serio sabe cómo volverme loca —en el buen sentido—.

— Ya casi llegamos —informa, estacionando el auto en la orilla de la carretera.

Mi pulso se acelera instantáneamente y mis ojos lo enfocan con rapidez. Siento los nervios volverse más y más fuertes, eso sin contar la ansiedad que llevo sintiendo desde el inicio de la noche.

— ¿Por qué te detienes? —cuestiono entonces mirando a nuestro alrededor, me encuentro con autos paseándose por las calles.

— Ya sabes cómo es Mikhail, y bueno —se acerca a la guantera de mi asiento y saca un listón rojo lo suficientemente largo como para vendarme los ojos— me pidió ponértelo antes de llegar.

Maldición. ¿Cómo no lo vi venir?

— ¿En serio debo hacerlo? —hago un puchero.

Asiente.

— Órdenes son órdenes, Nat.

A regañadientes, dejo que cubra mis ojos con la venda. Lo hace rápido pero delicadamente. Luego de cubrirme los ojos y asegurarse de que no vea pone el auto en marcha.

Conduce a una velocidad que me hace aferrarme del asiento. Con los nervios a flor de piel, aprieto con fuerza el cuero. La brisa que entra por la ventana es fría y nocturna, mueve mi cabello de manera violenta haciendo que éste se despeine.

Bien, ahora seré un espantapájaros viviente para cuando comience la cita. Genial.

Aparcamos —en donde sea que estamos— en menos de veinte minutos. Mi pulso se dispara cuando Matt apaga el motor del auto y baja del mismo, aprieto mis manos con fuerza mientras aguardo, me siento desesperada.

Matt abre mi puerta y me ayuda a bajar del auto. Me aferro a su mano para no caerme. El suelo es rocoso por lo que me tambaleo un poco mientras camino tomada de su brazo.

La brisa es menos violenta pero sigue siendo igual de fría. Puedo oír las suaves olas de agua estrellándose contra algo —aún no sé dónde estamos—, simple acto hace que mis piernas tiemblen levemente.

— Sube por aquí —me guía Matt, ayudándome a subir a lo que parece una rampa de madera.

Caminamos cerca de diez metros, el frío erizándome la piel.

— Creo que ya está —murmura, soltándome de pronto y dándome un empujón.

Gracias a ese suave —tos, sarcasmo, tos— empujón, trastabilleo un par de veces, desestabilizándome y haciéndome caer.

Espero lentamente el golpe contra el suelo pero antes de eso, unos suaves brazos rodean mi cintura para no dejarme caer.

Reconozco su agarre y el perfume en el ambiente solo me ayuda a confirmarlo. Las piernas se me vuelven gelatina, el corazón se me acelera, la sangre se me calienta y las ganas de besarlo y abrazarlo aparecen.

Aun en esa posición, Mikhail me quita la venda con suavidad, dejándome admirar su bonito rostro. No observo nada que no sea él.

Sus ojos brillantes bajo la luz de la luna, sus labios rosados, su poca barba castaña recién afeitada, su nariz respigada y sus cejas alzadas. Una sonrisa de boca cerrada extiende en sus labios mientras me ayuda a incorporarme.

— Bonita manera de llegar —musita, mirándome de pies a cabeza, está haciéndome temblar. Su sonrisa se extiende aún más y yo me deleito con los hoyuelos tan condenadamente lindos en sus mejillas.

— Creo que es lo mejor que sé hacer —sonrío de manera débil sin prestarle atención a nada en lo más mínimo, solo a él.

— Estás hermosa, cariño —me guiña un ojo y ¡madre mía!

— Tú lo estás más —respondo casi de inmediato, viéndolo lucir una camisa blanca arremangada hasta los codos y una corbata roja alrededor de su camisa completamente abotonada.

Virgen de los hombres guapos, pero que sexy está mi hombre.

— ¿Ansiosa? —curiosea, haciéndome caer en cuenta de todo lo que pasé esta noche. De inmediato recuerdo que no sé ni siquiera en donde estoy parada.

Miro a mi alrededor con lentitud, absorbiendo cada detalle de lo que me rodea. Estamos en el muelle. Una cantidad de botes que van de lo pequeño a lo exageradamente grande se alojan en este lugar.

Todo está alumbrado por postes de luz y el lugar está levemente vacío gracias a la hora. Solo se encuentran algunos pescadores y dueños de botes. Suspiro, pensando en la locura en la cual me estoy metiendo.

Estamos de pie junto a varios botes y me es difícil saber en cuál de todos me subirá Mikhail.

— ¿En serio navegaremos? —cuestiono, aun sin creer que él está haciendo todo esto por mí.

Sonríe, mirando a su alrededor.

— ¿Qué crees que haremos aquí? ¿Cenar pescado crudo?

Ruedo los ojos.

— Hablo en serio.

Toma mis manos, heladas por el frío, y las aprieta con suavidad.

— Pues claro que te llevaré a navegar —afirma, jalándome con lentitud hacia él.

— ¿Por qué haces esto por mí? ¿por qué gastas dinero en un bote solo para hacerme feliz?

Chasquea la lengua mientras finge pensar la respuesta.

— ¡Porque es un idiota! —grita Matt, está algo lejos de nosotros. Ambos alzamos la mirada para visualizarlo. Está de brazos cruzados mirando la escena, divertido.

— ¡¿Podrías largarte ya?! —gruñe Mikhail, furioso.

— ¡Estoy esperando que me pagues, imbécil! ¿o crees que estoy aquí parado mirando tus escenas que me dan ganas de vomitar con Natalie solo porque ustedes son lindos? ¡Pues no!

Mikhail se separa de mí, haciéndome sentir el frío del muelle nuevamente. Se acerca a Matt, saca una cartera de su bolsillo trasero y le da los cien dólares de mala gana.

— Ahora largo.

— Se dice gracias —lo corrige Matt, tomando el dinero—. Y gracias. Esto me sirve para emborracharme la noche entera. Adiós, par de locos.

— ¡Ni se te ocurra meter chicas a la casa! —grita Mikhail, dándole la espalda a Matt quien está caminando hacia su auto.

— Ya sabes como soy, las meteré justo en tu habitación —bromea el otro, o al menos eso espero.

— Te corto el pene si te atreves a hacer eso —sentencia mi novio poniéndose frente a mí, retomando su posición anterior.

El mayor de los Gadaff suelta una carcajada ronca y sube a su auto, luego se despide con la mano y, con la música a todo lo que su pobre equipo de sonido puede dar, se retira de nuevo a la ciudad.

— ¿En que estábamos? —vuelve a preguntar besando mis nudillos, desconcentrándome por completo.

— ¿Por qué lo haces?

— Porque puedo, porque quiero, porque hacerte feliz es como si  estuviesen haciéndome feliz a mí.

— Pero ¿un bote? ¿no crees que es demasiado? Eso sin contar los otros regalos pertenecientes a cada pista. Simplemente creo que...

— Te dije que nunca es demasiado cuando se trata de ti —recita las mismas palabras que me dijo aquella vez en el jet cuando estábamos a punto de despegar a Italia.

Mi corazón se retuerce dentro de mi pecho.

— Sinceramente creo que no lo merezco, mi regalo no fue la gran cosa...

— Mereces esto, la luna, las estrellas, todo, y mientras yo pueda dártelo, lo tendrás.

Se acerca a mí y, enrollando sus brazos en mi cintura, me roba un beso que me hace enloquecer. Con suavidad moldea nuestros labios, creo que en serio estaba necesitando nuestro contacto el día de hoy.

Nos besamos con suavidad, con desespero sin embargo lentamente, dándonos el placer de disfrutarnos el uno con el otro.

— Mikhail, todo listo —nos separamos del beso para ver quien está hablando. Un señor canoso, acompañado de otros dos tipos baja de un bote, o mejor dicho velero.

Es amplio, color blanco y con una vela gigantesca. Es uno de los más grandes dentro del muelle, además de llamativo y moderno. Madre mía, ¿de dónde saca tanto dinero la familia de Mikhail?

Mierda, creo que tampoco he subido en ningún bote nunca.

Mikhail se está robando todas mis primeras veces.

— Gracias, David —habla Mikhail, separándose de mí, tomándome de la mano y acercándonos a ellos.

— Niall y Jacob no se notarán. Pero sabes que deben ir por la seguridad de ambos —nos señala con la mirada a Mikhail y a mí—. Buenas noches, señorita.

— Hola —los saludo a todos con una sonrisa nerviosa.

— Ellos son David, Niall y Jacob —me presenta Mikhail—. Son los encargados del bote de mi tío. Ella es Natalie.

Todos nos presentamos con un leve asentimiento.

— ¿Entonces todo en orden? —se asegura Mikhail, mirando el barco con detenimiento.

— Todo en orden, así es. Las coordenadas están sobre la mesita dentro de la cabina y todo lo demás está ordenado como lo pediste. Jacob y Niall mantendrán un perfil bajo, ni siquiera los notarán. Podrás conducirlo pero solo por la mañana —el señor mayor (David) le habla con paciencia a Mikhail. Su voz es tan aterciopelada que me da sueño.

Caigo en cuenta de que él dijo: mañana.

Oh, santa virgen de los milagros. ¡Dormiremos en un bote!

— Está bien, David. Muchas gracias nuevamente —se acerca a él y estrechan sus manos.

— No hay de qué, muchacho. Disfruten su noche —nos sonríe de manera amable y, luego de decirle un par de cosas a los otros dos chicos, se retira.

Ambos chicos suben al velero y se pierden por la proa.

— ¿Lista para nuestra cita? —pregunta, sonriendo con emoción.

Su emoción es compartida conmigo y, con el pulso acelerado, asiento.

— Desde hace como dos horas en realidad —dramatizo, sonriendo como estúpida.

— Feliz primer San Valentín, cariño —pasa uno de sus brazos por mi cintura y el otro alza mis piernas, sosteniéndome como una recién casada.

Rodeo con los brazos su cuello mientras le doy besitos suaves en el rostro.

— Feliz primer San Valentín, Mikhail.

Y con pasos firmes y sosteniéndome de manera fuerte entre sus brazos, subimos al bote.

N/A:

¡Hola, bonitxs!

Espero y les haya gustado el capítulo. Disfrute mucho escribirlo, en serio. Amo tanto éste capítulo (como todos, la verdad) y los siguientes. Le estoy poniendo todo mi esfuerzo para terminar la historia como realmente ustedes lo merecen.

Este es el capítulo más largo que tiene la historia. Y así también serán los dos capítulos restantes.

Noticia: el próximo capítulo tendrá un +18 en el apartado en mi perfil 😏 (será el último que escribo de esta historia).

¡En serio muchísimas gracias por su apoyo, los adoro un montón! ❤.

Besitos. Bye.

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