Después de haber perdido a Nomar, me doy un tiempo para respirar.
¿Por qué todo es tan jodidamente difícil con él?
Limpio las pocas lágrimas secas que están sobre mi mejilla. Suelto un grito de frustración. Me siento sobre el pasto verde y respiro profundamente. Aprieto el pasto con fuerza mientras inhalo y exhalo.
Duro un par de minutos así, el silencio del lugar me da paz.
Una voz interrumpe mi silencio.
— ¿Naty? —la voz de Nathan entra en mis oídos. Alzo la mirada y le doy una sonrisa cálida.
— Hola —saludo, poniéndome de pie. Sacudo mi falda—. Te estaba buscando.
— Nomar me dijo, por eso vine a buscarte —explica, mirándome con curiosidad—. ¿Estás bien, Natalie?
Asiento.
— Sí. ¿Tú lo estás?
Él asiente.
— ¿Cómo están las cosas con mamá?
— Todo está en orden, Nate. No te preocupes tanto —sonrío.
Asiente, dejando salir un suspiro.
— Son mis chicas. Debo preocuparme —señala, acercándome a él y dándome un abrazo. Abrazo que realmente necesitaba.
— Te quiero mucho, Nate —susurro, aun sin despegarme del pecho de mi hermano.
— Yo te quiero más, Naty —me da un beso fraternal en la frente— ¿Vamos a clases?
Asiento. Él me rodea con su brazo los hombros y comenzamos a caminar hacia la entrada del instituto.
*****
Ya después de ver mis dos clases, me encuentro en la última apuntando unas preguntas para la próxima clase de física.
Mientras copio, observo mi celular vibrar. La pantalla se enciende anunciando un mensaje.
Estoy afuera. ¿Te falta mucho?
12:14 pm.
Mikhail.
Muerdo mi labio inferior, ansiosa. Unos nervios extraños se instalan en mi estómago.
No, ya casi salgo.
12:15 pm.
Envío el mensaje y me dispongo a terminar de copiar. El timbre suena unos cinco minutos después, así que me levanto con rapidez y comienzo a guardar mis cosas.
Rachell y las chicas se acercan a mí. Parecen preocupadas.
— ¿Natalie? —habla Naza. Tiene un tono de voz bajo, cauteloso.
— Eh…Hola —las saludo a todas, la verdad es que no tengo mucho tiempo.
— ¿Podemos hablar? —pregunta Nairobi esta vez.
Miro la hora en mi teléfono.
12: 20 pm.
Mikhail puede esperar cinco minutos.
— Em…sí, claro. ¿Qué pasa? —les pongo atención a todas. Sus caras me inquietan— ¿está todo bien?
— ¿Estás molesta con nosotras? —pregunta María sin rodeos.
Las miro con diversión. ¿Es en serio?
Suelto una risita divertida.
— ¿Qué es tan gracioso? —pregunta Rachell. Yo niego.
— Obvio que no estoy molesta con ustedes, chicas —aclaro con rapidez.
— ¿Entonces por qué nos evitaste toda la mañana? —cuestiona Naza.
Suspiro. No las evitaba, solo me sentía mal y quería estar sola.
— No las evitaba —afirmo—, solo quería estar sola.
— ¿Sabes que cuentas con nosotras para todo? —pregunta Rachell, sonriéndome.
Asiento, devolviéndoles la sonrisa.
— Lo sé —afirmo con una gran sonrisa.
Ellas me dan ese refugio que tanto he necesitado. Siento que debo ser sincera con ellas. Ninguna me va a juzgar.
— Te amamos, amiga —asegura María, sonriente; luego se abalanza sobre mí.
Todas la siguen y me abrazan con fuerza. Las necesitaba tanto. Por eso estoy segura de que contarles todo es lo mejor.
— ¿Qué harán esta noche? —pregunto, zafándome de su agarre con suavidad. Les contaré todo.
— Yo no haré nada —dice Rachell. Las otras la siguen.
— ¿Qué tal pijamada en mi casa? —sugiero, comenzando a caminar hacia la puerta del salón. Ellas me siguen.
— Genial, yo llevo las palomitas —se ofrece Nai.
— Y yo los refrescos —continúa María.
— Yo me encargo de las frituras —la sigue Rachell.
— Bien, entonces las espero a las ocho en mi casa.
Miro hacia el frente. Nos acercamos a la entrada. Mi corazón comienza a martillear con fuerza dentro de mi pecho. Estoy nerviosa. No sé cómo reaccionarán las chicas al verme con Mikhail, y mucho menos la mitad del instituto.
Cuando por fin estamos en la entrada, observo la gran multitud que se encuentra arremolinada en el patio central.
Observo a mi hermano recostado en su auto charlando con su grupo de amigos. Las zorras del colegio se encuentran en su usual espacio de concentración. Mi respiración se detiene al ver la camioneta de Mikhail estacionada en medio de todo el patio.
Los vidrios son polarizados por lo que las personas intentan husmear a ver quién es, pero sus intentos son fallidos ya qué no es posible.
— ¿Y esa camioneta qué? —cuestiona Naza, mirando con curiosidad.
Las miro. La única que sabe de quien es la camioneta es Rachell. Ella me mira con una sonrisa perversa. Ruedo los ojos bajando las escaleritas que llevan al final.
Estamos paradas a unos diez metros de la camioneta. Miro a las chicas mientras le doy la espalda a la camioneta.
— ¿No irás con nosotras al centro comercial? —pregunta María, mirándome con curiosidad.
Niego, mordiéndome el labio con ansiedad.
— No. Quizás mañana —sugiero, acomodándome el bolso en el hombro.
— ¡Virgen santísima! —expresa Nai—. No puedo creer que esté aquí.
Todo el mundo mira a mis espaldas y por un momento me da miedo mirar. Elijo no pensarlo demasiado y me doy vuelta.
Mikhail y Shawn parecen dos ángeles caídos del mismísimo cielo. ¿Cómo se puede ser tan hermoso con un uniforme puesto? Yo con el mío parezco un aborto de iguana.
— ¡Oh por Dios! —chilla una chica a nuestro lado.
Las observo, son tres de último año.
Otra de ellas suelta un silbido pícaro.
— Bendita sea la tuerca que apretaba el neumático que tenía el camión con el que trasladaron el cemento para hacer el hospital donde ustedes nacieron, linduras.
Mis amigas se carcajean al oír tan extraño piropo. Yo simplemente ahogo una risa.
Mikhail está recostado al frente de su camioneta con Shawn. Ambos lucen su uniforme azul eléctrico, el color resaltando sus pieles.
Shawn me sonríe desde el auto y escanea a mis amigas con fisgoneo. Mikhail solo me mira a mí pícaramente. Dios, qué vergüenza.
Todo el instituto me mira con curiosidad, intento ignorar las miradas pero es realmente difícil. Varios chicos de último año se acercan a hablar con ellos. Por lo menos tienen amigos aquí. Les doy la espalda y miro a mis amigas nuevamente. Todas me miran, emocionadas. Bien, ahora cada una creó una película distinta dentro de su mente.
— No es lo que creen —me apresuro a decir. Naza sonríe.
— No te preocupes. No pensamos que tu novio te vino a buscar para almorzar.
Ruedo los ojos.
— Prometo explicárselos todo en la noche.
Le doy un beso en la mejilla a cada una de ellas.
— Nos vemos en la noche —me despido, comenzando a caminar a donde Mikhail. Está junto a un grupo de chicos que estudian con mi hermano.
— ¡Qué te vaya bien en tu cita! —grita Nai y las chicas ríen. Yo niego.
Cuando estoy cerca, los amigos de Nate se apartan y me dejan frente a Mikhail y Shawn. Les sonrío.
— Pensé que nunca ibas a salir — comenta Shawn, alzando la vista de su celular.
— Estaba hablando con mis amigas —explico. Mis ojos se encuentran con los de Mikhail por lo que mi corazón se comienza a acelerar poco a poco.
— ¿Cómo estuvo tu día? —pregunta Mikhail con voz aterciopelada. Dios, su voz es tan…varonil pero a la vez tan dulce.
Sonrío como una estúpida. Es difícil resistirse a los encantos de un chico como Mikhail.
— Muy bien, ¿y el tuyo cómo estuvo?
Me devuelve la sonrisa.
— Muy bien.
Me doy cuenta de que todos los amigos de mi hermano nos miran con extrañeza.
— Em…chicos, ella es Natalie. Mi novia.
¡MALDICIÓN! ¿Acaba de decir que soy su novia frente a los amigos de mi hermano? Eso no puede ser posible.
— ¿Eres novio de la hermana menor de Nathan? —repite uno al que no recuerdo.
Mikhail asiente sin darle importancia.
— Mucho gusto. Soy Fabián —se presenta el moreno frente a mí, le estrecho la mano.
— Yo soy Natalie, pero díganme Nat.
— Bien, fue un placer verlos pero ya tenemos que irnos —informa Shawn chocando manos con todos los chicos.
— Adiós, chicos. Espero verlos pronto —se despiden, comenzando a dispersarse.
Shawn sube a la camioneta, Mikhail y yo quedamos frente a frente.
— ¿Te has dado cuenta de que todos te están mirando? —pregunta, divertido. Sonrío mientras doy un paso para estar más cerca de él.
— A mí nadie me está viendo. Todos te miran a ti —afirmo. Rueda los ojos.
— Lo sé, soy hermoso —se mofa, ahora es mi turno de rodar los ojos.
— Eres un engreído.
— Que a partir de ahora será tu novio falso, así que debes aceptarme tal y como soy.
Suelto una carcajada.
— No me hagas reír —expreso, ahogando una risa.
Cuando estoy a punto de alejarme para entrar al auto, él me detiene rodeando mi cintura con sus brazos. Lo miro, desconcertada.
— ¿Qué estás haciendo?
— Nada. Solo finjo una divertida escena de parejas. ¿Acaso no te gusta? —sonríe con diversión.
— A mí no me parece divertido —comento, aunque en el fondo si me causa un poco de gracia.
— ¿Sabes a quien no le parece divertido? A tú chico. Rueda un poco la cabeza a la derecha y verás la cara de asesino en serie con la que me mira.
Con el término tú chico sé que se refiere a Nomar. Hago lo que me dice y en serio parece un asesino salido de Investigation Discovery.
Miro a Mikhail, él está sonriente.
— Disfrutas al verlo celoso, ¿no?
Él asiente.
— ¿Acaso tú no?
— ¿Sabes que lo hará arder en celos? —le pregunto, ideando en mi mente el plan más alocado que jamás hubiese hecho en mi vida.
Él niega.
— Esto…
Y sin dudarlo dos veces, lo beso.