Un buen rato bajo la tempestad.
Amy.
Tomé un taxi prontamente a casa. Abrí la puerta del departamento un tanto entorpecida a causa de mis manos, las cuales sujetaban firmemente mi equipo de fotografía.
Pese a las dificultades, no fueron ningún óbice para conseguir ingresar a mi hogar. Dejé algunos de mis soportes y luces en el sofá, guardé mi cámara en el maletín que solía ocupar para ella. Caminé hacia la habitación totalmente vivaz.
—¡No te imaginas todo lo que...! —Cesé al notar su inexistencia.
De nueva cuenta Sonic no se encontraba en casa. Arrugué mi frente ligeramente, torcí los labios y me recosté en la cama con una soporífera actitud.
No sabía dónde se encontraba, quizá en el hospital, con alguno de sus hermanos o discutiendo asuntos de su trabajo. Ha estado días con ese ritmo tan atareado.
Su madre llevaba más de una semana sumergida en el coma. Día con día se comportaba más paranoico y sus ciclos de sueño eran casi inexistentes; sin más, terminé por convertirme en una testiga más del proceso de desolación al que se sometió. Pulverizando su salud mental con lentitud...
Últimamente sólo nos veíamos para dormir o bien, en su trabajo, tal como planeaba hacer hoy.
Mi teléfono celular vibró desde el costado izquierdo del colchón, me arrojé velozmente a él con la esperanza de encontrar un mensaje suyo. Me llevé una decepción al percatarme que se trataba de Nathan. Abrí su chat.
Nathan:
—Hola. ¿Estás libre por la noche?
Amy:
—Tengo pareja.
Nathan:
—Una salida no amerita infidelidades, Rose. Tan sólo pensé que podríamos salir, al menos como colegas del trabajo.
Amy:
—Tendrás que disculparme, hoy no tengo tiempo.
Nathan:
—¿Y qué tal mañana?
Bloqueé mi celular, era un pesado. No tenía ganas de responder aquello cuando la respuesta era más que obvia.
Preferí llamar a Sonic utilizando mi saldo. No me respondió.
[...]
Faltaban unos minutos para que su banda comenzara a tocar. Me incorporé de la cama y partí hacia allá en el auto de Sonic, yo era quien pasaba a traerlo debido a que él solía regresar a casa plenamente cansado.
Manejé por las calles, había algo de tránsito aunque era soportable. Llegué al café en cuestión de diez minutos. Estacioné frente al lugar, bajé del auto y encendí la alarma.
Entré al establecimiento, me senté en una mesa vacía y procedí a pedir una bebida caliente, afuera la temperatura no era del todo amigable.
En el escenario sólo se hallaban Sonic y Scourge. Pese a que lo que tocaban no sonaba mal, dejaba a su público ansioso, probablemente preguntándose por el paradero de los otros dos miembros. Aún si sólo eran ellos dos, la masa de gente que venía a verlos aplaudió y canturreó los coros. Me alegró el saber que al menos seguirían apoyándolos.
La última canción finalizó dando por concluida su presentación del día de hoy. Sonic agradeció al público el hecho de haberse quedado aún si no estaba presente toda la banda.
—¡Un aplauso para ustedes! —Exclamó con una euforia probablemente fingida.
Tanto los dos erizos sobre el escenario como el resto de individuos mirándolos desde abajo aplaudieron, acribillando al silencio entre vítores.
La gente comenzó a irse, otros tantos se quedaron únicamente para cenar algo. Sonic y Scourge ya habían empezado a guardar su equipo. Me dirigí hacia ellos.
—Hola. —Saludé mientras él me daba la espalda.
—Hola. —Contestó por igual.
Dejó su guitarra en su funda y se la colocó en la espalda. Yo lo ayudé tomando su amplificador, Scourge ya había guardado el resto.
—Oye... ¿Esto de turnarse no va a durar mucho, verdad? —Interrogó el erizo verde antes de que nos marcháramos.
—Ruego por ello. —Bufó y salimos del lugar.
Ubicamos sus pertenencias en los asientos traseros. Sonic se sentó en el lugar del copiloto, me subí para conducir.
—¿Qué pasó con Manic y Sonia? —Cuestioné antes de encender el motor.
—Manic está cuidando a mamá. Sonia durmiendo, debe estar descansada para la madrugada, estará en el hospital de tres a diez.
—¿Y qué con la banda?
—Nos turnaremos. Hoy y mañana seré sólo yo con Scourge. El miércoles y Jueves, Sonia y él. Y el viernes Manic y Scourge. La próxima semana cambiaremos roles si es que esto no funciona.
Asentí. Giré la llave y arranqué directo a casa. Sentía su mirada penetrante sobre mí.
—¿Esa blusa es nueva? —Preguntó alegrándome levemente.
—Sí. Salí de compras con Rouge hace unos días, creí que te gustaría.
—¿Gustarme? Tú te ves linda con lo que sea.
Agradecí con timidez. Él desvió su vista a la ventana.
Sonic.
—Perdón.
—¿Por qué te disculpas? —Interrogó intentando entender la conversación sin motivo aparente.
—Con esto de mi madre he estado muy ocupado. No te he dedicado el tiempo que mereces.
—No digas eso. Lo entiendo perfectamente, la situación de tu mamá es algo delicado.
—¿Hace cuánto que no charlamos sobre cómo ha sido tu día?
—Sonic. —Trató de detenerme.
—Sólo hablamos como dos veces al día, y para colmo, en esas ocasiones sólo platicamos sobre mí.
—Porque eres tú quien más necesita que lo escuchen. Lo mío puede esperar.
Ese era justo el problema, no quería que me esperara, me desagradaba la idea de que se guardara todo para sí misma sólo por preocuparse por mí.
—Bien. —Di por terminada la discusión.
Agradecía infinitamente que junto a mí tuviese a la chica más comprensiva. Pero me interesaba saber sobre ella, quizá tuvo días malos en los que yo no estuve allí. Y no por ello digo que Amy no sea independiente de mí, sino que "sus problemas son los míos", ella misma lo dijo, y yo lo afirmo.
—Es sólo que bueno, extraño eso. Hablar sobre temas que salen a la luz sin motivo alguno, carcajearnos hasta la madrugada... Incluso extraño charlar de cosas que realmente ni me interesan, como tus reuniones familiares. —Bromeé.
—¿Que no te interesan? Yo siempre te veo muy animado platicando con mi padre, creo que debería de empezar a sentir celos por él. —Contraatacó haciéndome reír.
No obstante, llegamos al edificio donde vivíamos. Aparcó el auto, bajé mi guitarra y equipo. Entramos al elevador.
Ella colocó su dedo índice sobre el botón con el número de nuestro piso. El ascensor hizo su trabajo, abrió sus puertas y recorrimos el pasillo.
Amy buscó dentro de su pequeña bolsa de mano, encontró y usó las llaves de nuestro hogar. Dejé mi equipo en la habitación insonora que ocupaba para grabar y ensayar mayoritariamente.
Al terminar, me dirigí hacia la cocina, Amy ya había comenzado a preparar nuestra cena.
—¿Necesitas ayuda?
—Pásame la pasta. —Pidió señalando el estante de madera.
—Enseguida. —Abrí uno de los cajones, de él saqué los paquetes de pasta que me encargó. Se los pasé.— ¿Qué cenaremos hoy?
—Pasta de pollo al pesto.
—Suena bien... Ojalá supiera qué es. —Rió por mi ignorancia.
—Tráeme el aceite, me vas a ayudar a cocinar.
—Prepárate, estás a punto de presenciar una catástrofe de proporciones enigmáticamente legendarias.
[...]
—"Pasta de pollo al pesto" es un nombre muy elegante para referirse al spaghetti con pollo, ¿sabes? —Rió por mi comentario.
Ahora mismo, ambos estábamos lavando los platos en los que habíamos comido tanto ayer como hoy.
—¿Mañana a qué hora irás al hospital? —Indagó comenzando a secar sus manos en una toalla.
—Iré desde las diez de la mañana, tengo que relevar a Sonia. —Tras quitar las gotas de agua de mis manos por igual, me dediqué a acomodar las sillas de la cocina.
—¿Y terminarás?
—A las seis de la tarde. Manic entrará a cubrirme mientras yo trabajo, igual que hoy. —Ella se ubicó detrás de mí.
—Estás muy tenso. —Comentó colocando sus manos en mis hombros, comenzando a masajearlos.
—Quisiera no estarlo, pero me siento más presionado que el resto.—Paró. Deslizó sus extremidades por mi cuello y pecho.
—Son los problemas con los que carga un líder; esto sólo será un mal recuerdo, te lo prometo. —Culminó con un beso en mi cabeza.
Siempre tan comprensiva, era perfecta... Y por eso mismo, me atemorizaba no ser digno de ella.
—Ven acá. —Enuncié dándome la vuelta, dedicándome a rodear sus muslos con mis manos.
Levanté sus pies del suelo, haciendo que se sentase en la barra que teníamos como frontera entre la cocina y la sala. Me besó. No rechacé las caricias que sus labios me brindaban, en absoluto. Amy posicionó sus manos en los bordes de su blusa, tiró de ella hacia arriba, rápidamente apartó su sujetador.
Tracé un trayecto de besos bajando desde su mentón hasta su abdomen, por supuesto, gozando de sus senos. La ayudé a recostarse de tal modo que su postura me dejase despojarla de las prendas ubicadas de su cintura hacia abajo.
Posé las yemas de mis dedos sobre de su zona íntima. Ubiqué aquel diminuto botón carnoso entre mis dedos índice y pulgar, lo masajeé con lentitud. Quería asegurarme de que su feminidad estuviese lo suficientemente lubricada, la besé en tanto aquello ocurría.
Con suma delicadeza, como se merecía que la tratase, deslicé uno de mis dedos por su intimidad, su cuerpo se tensó, parecía haber tenido un leve escalofrío.
Introduje mi índice y medio derecho en su cavidad, la escuché suspirar detenidamente en un intento de controlar su respiración. Incliné mi rostro hacia su sexo, haciendo fricción en él con mi lengua, ella entrelazó sus dedos con mis puas, arqueó la espalda.
—Amo tenerte así. —Murmuré subiendo a su oído.
La cargué en mis brazos, yendo a nuestra habitación.
Al llegar, la dejé sentada en el borde de la misma. Me despojé de mi camisa, ella desabotonó mi jean de mezclilla y bajó mi ropa interior.
Alcé sus piernas y las posicioné en mis hombros. Ingresé en ella con fluidez, lo habíamos hecho tantas veces que la vergüenza en el acto había desaparecido, sin embargo, aquella chispa de excitación que encendía en mí al verla dispuesta a acostarse conmigo era algo que parecía nunca esfumarse.
Mis manos asieron sus caderas para encontrar un ritmo constante. Amy no se contuvo, dejó salir candentes gimoteos entre cada bombeo. Eran caricias a mis oídos que se destinaban a mi cerebro, desconectando cada neurona y dejandonándome hundido en la lujuria.
Pasados unos minutos, dejé que se acomodara para posteriormente yo poder inclinarme y besarla con frenesí. Sus manos recorrían mi espalda, mis brazos y, por momentos, mis mejillas enrojecidas.
Me encontraba inmerso en un vaivén dado por su deleitosa cadera. Acariciaba mis labios con los suyos, próximamente escondía su rostro en mi cuello y gemía lento, en múltiples ocasiones, murmurando mi nombre.
Sus ojos traviesos conectaban con los míos, ambos nos lanzábamos miradas lascivas. En aquellos momentos, me quedaba quieto, ella sonreía aún estando agitada y se sonrojaba con ternura.
El sexo no se trataba de sumergir a ambas partes en el deseo sexual. Con el pasar del tiempo, había aprendido a no sólo observar su cuerpo, sino a apreciar su espíritu, exhibiéndose en un estallido de emociones puras y sin filtro al alcanzar el clímax.
Juntamos ambas frentes, sus mechones se flexionaban al quedar presionados contra mí, amaba meter mis dedos en su cabellera y juguetear con su pasión.
[...]
Sentía su respiración apaciguada, yacía descansando sobre mi pecho, por otra parte, yo rozaba lentamente sus púas con mis manos. Mi pareja dormía, yo me la pasaba mirando al techo sin poder conciliar el sueño.
Amy mejoraba todo a mi alrededor. Pero me intranquilizaba el hecho de que aquello fuera el principio de una posible relación tormentosa, me apanicaba que ella se angustiara tanto por mí y que ese sentimiento de protección mutua no fuese correspondido debido a mi falta de tiempo.
Amaba que tuviéramos intimidad, amaba pasar momentos a su lado, la amaba a ella, era un amor con locura... Y era exactamente eso lo que me preocupaba. ¿Quién de los dos sería el más lastimado si sucediera un rompimiento?
Escrito: 08/11/2018.
Publicado: 20/07/2019.