Casados Por Accidente

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Alcohol: Droga psicoactiva en el que al comienzo de su consumo crea una sensación de alegría, felicidad y euf... Більше

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Hospital.

Sonic.

Desperté a causa de los bruscos movimientos de Amy, sus manos yacían posicionadas en mis hombros, sacudiéndome para sacarme de aquel somnoliento trance.

La miré con confusión, ella señaló hacia el buró situado a la diestra de la cama, mi teléfono móvil se hallaba con la pantalla encendida, vibrante y con el tono de llamada sonando.

Lo sujeté entre mis dedos, primeramente para escrutar el reloj. Era de madrugada. Dubitativo, pulsé en contestar y llevé mi celular a mi oído.

—¡Sonic! —Exclamó tras la línea.— S-Soy Chuck.

—¿Tío Chuck? ¿Todo bien? —Cuestioné preocupado, una llamada a estas horas no solía ser algo bueno, por lo regular.

—Estamos en el hospital. Aleena tuvo una descompensación.

Me mantuve en silencio, una ola de tensión recorrió todo mi cuerpo y un sudor frío comenzó a brotar de mis poros.

—¿En que hospital están?

—Clínica ALCLA.

—Voy para allá.

Colgué. Me levanté con rapidez, quedando sentado en la esquina de la cama, coloqué mis cabeza entre ambas manos, halando mis púas con incredulidad.

—¿Sonic? —Llamó. Sentí una de las suaves manos de Amy en mi espalda.

—Mi mamá está en el hospital. —Respondí entre pausas, casi jadeante.

Ella me envolvió en sus brazos, dando lentas caricias a mis púas. Me sostuvo hasta que mi respiración se estabilizó, casi como si se tratara de un infante.

—Ella estará bien. —Susurró sin detener su roce.

Nos vestimos, era una madrugada gélida, las calles se encontraban mojadas por la llovizna. La niebla había bajado, dándole una apariencia lúgubre.

Amy me obligó a ir en el automóvil, siendo ella la conductora. Argumentaba que me encontraba muy nervioso como para manejar o ir corriendo.

Con los bulevares solitarios y totalmente vacíos, respetar los semáforos era lo de menos. Llegamos en cuestión de minutos.

Pregunté en recepción, no me dieron razón alguna. Me vi obligado a recorrer las salas de espera de cada piso.

Pasillo, tras pasillo, siempre se mostraban habitados por rostros angustiados.

Después de haber empapado mi vista con el color blanquecino de las paredes, encontré mi destino. Una sala de espera repleta de miembros de mi familia.

Los asientos de plástico estaban ocupados por semblantes atiborrados de inquietud y cavilación. A lo ancho del pasillo habían unos cuantos más, caminando de lado a lado, impacientes por el diagnóstico del doctor.

Me les acerqué con rapidez, mi hermana me abrazó con fuerza. No sabía el trasfondo y ver semejante reacción sólo me causaba más malestar.

Sonia se separó de mí. Mi tío Chuck terció con su presencia, le proporcionó un abrazo y la tomó de los hombros.

—Sólo hay que esperar.

Fijé mis orbes en la puerta blanca de la habitación en la que mi madre se encontraba, permanecía cerrada y no lograba captar sonido alguno proveniente de adentro. Sentí los brazos de Amy envolver mi cintura.

—Tranquilo. Todo se resolverá. —Me besó sutilmente la mejilla derecha. Le sonreí.

Tal vez tenía razón. Serenarse y aguardar la respuesta del médico era lo mejor.

[...]

Esperé junto a mi familia, aguantando el sueño acompañado por mi pareja. La mayoría se había retirado debido a sus hijos, horario de trabajo, o meramente por cansancio.

Cuando mis párpados se comenzaron a sentir pesados... El cerrojo se descorrió y el chirrido de la puerta deslizándose me alertó. Una chica vestida con una impecable bata blanca salió de ésta.

—¿Familiares de Aleena The Hedgehog? —Cuestionó. La familia acortó la distancia entre ella y nosotros.

Nos examinó con su vista difusa, éramos muchos para una sola persona.

Analicé sus expresiones faciales, no eran del todo positivas. Eran neutras. Y vaya que odiaba que los doctores no mostraran emoción alguna. Necesitaba una pista, algo que me diera la noción de que ella estaba bien.

—Está estable, tan sólo con unas muy leves contusiones a causa del golpe. Sin embargo, todo apunta a que la paciente Aleena ha sufrido una alteración debido a los bajos niveles de glucosa en su sangre. Por lo que ha entrado en un estado profundo de inconsciencia. —Paró para suspirar.— Por ahora. —Enfatizó.— Está en coma.

Nadie opinó nada. Todo se redujo a un amplio silencio.

Mi boca estaba entreabierta, ¿realmente estaba pasando esto? Tan sólo hace unas horas he hablado con ella.

—¿Y su estado es muy grave? ¿Despertará rápido o.- —Frenó Manic con desespero.

—Lamento decirle que no puedo determinar con exactitud cuándo despertará. Nosotros como doctores hacemos lo que podemos, pero salir de un coma es algo que depende del paciente.

Y de nuevo, el silencio parecía ser el ruido más fuerte.

—Pueden pasar si es que lo desean. Sólo túrnense para evitar accidentes.

—Gracias. —Agradeció mi tío.

Ella se marchó, caminando lentamente por los pasillos.

Paseé mi mirada por todo el lugar... Aquellos que el día de ayer me dedicaron infinidad de sonrisas, hoy se inundaban en lágrimas de frustración.

—Le estaba ayudando a limpiar y. —Cesó escondiéndose en mi hombro.— La encontré en el suelo. —No respondí. Las palabras no salían de mi boca. Me limité a tan sólo abrazar a mi hermana.

Los primeros en adentrarnos a la habitación fuimos mi tío y nosotros tres.

Mamá reposaba en la cama, cubierta por una sábana azul claro. Tenía múltiples artilugios conectados a su cuerpo. Su respiración era tranquila y sus ojos yacían cerrados.

Manic y Sonia se abrazaban con dolor. Ellos veían esta situación como algo desolador, imaginaban un coma eterno.

—No creo que tarde mucho en despertar, quizá unos días o algunas semanas. —Alentó Chuck.

—Charles tiene razón, tal vez estemos agrandando la gravedad del asunto más de lo que debería ser. —Secundé.

No quería decirlo, mis hermanos se veían devastados, ser negativo no era lo más recomendable. Pero muy en el fondo, la posibilidad de que ese coma fuera duradero comenzaba a causarme una corazonada que esperaba no se cumpliera.

Salí de la habitación, Amy me recibió con una sonrisa forzada, sus comisuras se iban hacia abajo y sus ojos brillaban cual dos gotas de agua.

Se aferró a mí, yo me aferré a ella. Juntos en un abrazo lleno de amor y dolor. La experiencia de mi tío Chuck me hacía esperanzarme con lo anteriormente dicho, posiblemente no tardará en despertar...

¿Pero y si él está equivocado?

[...]

Me pasé toda la mañana y tarde en la clínica, firmando papeles y más papeles. Yendo de piso en piso para informarme del estado de mi madre, en ocasiones, teniendo que perseguir al propio personal del lugar.

Amy ya no estaba a mi lado, tenía dos sesiones hoy. Pese a que estuvo a punto de cancelar por mí, le rogué que cumpliera con su trabajo. No valía la pena perjudicarla por algo que únicamente debía desfavorecerme a mí.

El hospital nos brindó un horario en el que tendríamos que cuidarla. Como si la vida conspirara contra mí, el horario era muy cansado, teniendo como descanso unas cuántas horas en el atardecer.

Manic, Sonia y yo intentamos organizarnos. Pero aquella charla, más que lograr un acuerdo mutuo, terminó por generar una pelea.

—¿Quieres dejar de quejarte? Todos tenemos más actividades durante el día. ¿Pero es que acaso no te importa nuestra madre? —Confrontó Sonia a mi hermano.

—¡Claro que me importa! Pero el horario no me favorece en nada.

—No se supone que deba favorecerte, se trata de que podamos hacer guardia. —Apoyé.

—Ya, ya, paren los tres. —Calló Charles.— Está claro que el horario no beneficia a ninguno, pero tendrán que acostumbrarse y aprender a repartir sus tiempos. —Regañó.

Era en este tipo de ocasiones cuando me sentía como un niño inútil.

—¿Y qué pasa con el trabajo? —Cuestionó Sonia.

—¿A qué hora trabajas?

—Los tres trabajamos en el mismo lugar, las mismas horas y al mismo tiempo. —Informé.— De lunes a viernes, de ocho cuarenta a diez cincuenta.

—Puedo ayudarles haciendo guardia en ese itinerario, pero sólo por esta semana. Es el máximo tiempo que puedo faltar a mi trabajo.

[...]

No nos fue de lo mejor en el café. Mis hermanos estuvieron a destiempo en múltiples ocasiones, yo desafiné en una nota alta, quedó más que claro que los tres estábamos distraídos.

Scourge se molestó con nosotros, le informé sobre lo ocurrido en cuando terminó nuestra tocada. Mis hermanos se marcharon inmediatamente, dejándome a solas con el bajista.

—Oh... Vaya... Yo. —Cesó.— No soy bueno para esto, eh...

—No te molestes, entiendo a lo que querías llegar. —Cerré la bodega en la que solía guardar mis pedales y cables.

—Sólo... Espero que se recupere pronto. —Formuló finalmente.

—Gracias, Scourge. —Sonreí de lado.

Después de todo, no era tan despechado.

Partí a casa llevando mi guitarra en la funda que yacía en mi espalda. En el trayecto, me pareció oportuno visitar a la loba de pelaje rojizo que vivía contigua a la casa de mi madre —que por cierto, se habían convertido en amigas muy cercanas—. Alguien tendría que darle la noticia.

Toqué la puerta con mis nudillos. Ella fue quien abrió la puerta, tardó un poco en reconocerme.

—Buena noche, soy Sonic, el hijo de Aleena. —Saludé.

—Oh, claro. ¿Qué necesitas?

—¿Puedo hablar con usted?

Me permitió pasar al interior de su morada. Ambos tomamos asiento en la sala, incluso me ofreció algo para cenar, no acepté, aunque obviamente le agradecí el gesto.

—Verá, eh... Sé que usted y mi madre son buenas amigas desde que ella se mudó aquí. —Asintió.

—¿Está bien? Fui a buscarla a su casa pero nadie abrió. No la he visto en todo el día.

—Está en el hospital. —Paré. Ella no emitió respuesta alguna.— Sufrió una descompensación en la madrugada y cayó en coma. —Su mirada se mostró cabizbaja.— Pensé que debido a su relación... Alguien tenía que decírselo.

Juntó sus manos, jugó con sus dedos intentando calmarse, carraspeo y volvió a hablarme.

—Y creo que no decirlo fue una de las causas por las que ahora mismo está en una cama de hospital. —Incliné mi cabeza con confusión.

—¿De qué habla?

—Tu madre no quería decírselos, pero desarrolló diabetes ya hace uno o dos años. Se ha estado cuidando bien, pero supongo que algo falló.

No respondí. Quería que prosiguiera.

—Perdóname, sé que no soy yo quien debió decirte, pero con Aleena en ese estado... Tendrán que brindarle información al hospital.

—¿Por qué se lo dijo a usted y no a alguno de nosotros, sus hijos? —Hablé con lentitud para evitar que la voz se me quebrara.

—Quisiera responder, pero no lo sé. —Me incorporé del sofá.

—Muchísimas gracias. —Caminé hacia la salida.— Tenga buena noche. —Despedí.

Me respondió un "igualmente" y finalmente, me retiré, rompiendo en llanto en el camino.

[...]

Llegué a mi departamento. Inserté la llave en el cerrojo, la giré y entré. Dejé mi guitarra en la sala y me dirigí a la habitación.

Amy ya estaba allí. Me miró con atención, percatándose de mis ojos rojizos y mis párpados hinchados.

Rápidamente se sentó en la orilla de la cama. Caminé hasta ella, conectamos miradas. Extendió sus brazos. La abracé fuertemente.

—No me lo dijo. —Me hizo sentarme a su lado, aún sin romper nuestro abrazo.— Ella tenía diabetes y nunca me lo dijo.

Quizá nos pudimos haber evitado esto...

Escrito: 18/09/2018.
Publicado: 03/07/2019.

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