Dulce Destino - Camren Fanfic

By camren-fanfic

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Lauren Jauregui una actriz famosa patea traseros de cara al público, pero con un lado más melancólico-patoso... More

OFICIAL TRAILER
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Capítulo 81
Capítulo 82
Capítulo 83
Capítulo 84
Capítulo 85
Capítulo 86
Capítulo 87
Capítulo 88
Capítulo 89
Capítulo 90
Capítulo 91
Capítulo 92 [FINAL]

Capítulo 28

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By camren-fanfic

“¿Qué diablos fue eso?” exigió Dinah, limpiándose ketchup de la comisura de la boca. Se quedó mirando a Camila con obvia mirada de desaprobación.

Camila la miró con confusión. “¿Qué?”

Dinah usó el resto de su perrito caliente para apuntar en dirección de la primera y única “cliente” del día. “Acabas de regalarle tu pintura a una completa desconocida,” dijo. “¿Sinceramente crees que va a mandarte el dinero?”

“No importa,” contestó Camila, su mirada inconscientemente regresando a la desconocida a unos metros. “Le gustó mi pintura.”

Dinah agitó la cabeza. “Te tiraste lo más grande con esa pieza. ¿Por qué la regalaste? ¿Y quince dólares? ¡Creí que ibas a venderla por treinta!”

Camila se rió, abriendo la bolsa de galletitas que le había comprado a un vendedor. Como si la diferencias de quince dólares hiciera gran impacto en su estándar de vida. Además, el arte no iba de ganar dinero. Iba de autoexpresión y hacer sentir a otra gente… algo… lo que fuera. Además, la joven parecía… simpática.

Era un día tan hermoso. La gente había salido, el clima era cálido sin ser desagradablemente caluroso. Una buena brisa movía el aire. La gente era feliz e iba a lo suyo.

“¿Por qué estás sonriendo?” preguntó Dinah con suspicacia.

Camila sólo se encogió de hombros y le ofreció una galletita a su amiga. Eran buenas. Crujientes y saciantes. “Es que es un día precioso. Quizá regale todas mis pinturas.” Rápidamente miró el boceto del Angel of Waters y fue a por él.

“Excepto éste.” Metió la hoja con cuidado en su mochila.

“Ésa es otra cosa,” dijo Dinah, señalándolo con la lata de Pepsi de su mano. “¿Qué pasa con ese dibujo? ¿Qué fue esa mirada que me diste antes?”

“Se supone que es un regalo,” contestó Camila pacientemente.

“¿Para…?”

¿Por qué tenía Dinah que ser tan inquisitiva? Camila miró a su mejor amiga y se mordió con indecisión el labio inferior. Va a creer que es estúpido. “Laur.”

Dinah dejó de masticar por un momento mientras sus ojos castaños claros volaban a los de Camila. Tragó. “Laur,” repitió. “¿Online Laur?”

Camila se apresuró en explicarse. “Verás, su alias es PoetayAngel, así que me figuré que probablemente le gustan los ángeles. Nunca dijo que sí, pero puedo asumirlo. De todas formas, pensaba mandarle el boceto del ángel. Quizá le guste.”

Dinah asintió despacio. “¿No crees que te estás poniendo un poco demasiado amistosa con esa lesbiana?” preguntó. “Podría empezar a hacerse una idea equivocada. Quiero decir, conversaciones online de toda la noche, regalos no solicitados…” Hizo una pausa. “A menos que se esté haciendo la idea correcta.” Le dio un codazo a Camila y le guiñó.

Camila miró al cielo. “No es eso para nada. No la conoces.”

“Tampoco tú,” señaló Dinah, terminando su perrito caliente. “Podría ser como… enorme, horrible… tío viejo. Con parche en el ojo y barriga cervecera. Y que le guste eructar el alfabeto en público y pasearse desnudo por su apartamento.”

Camila se rió. No podía imaginarse a Laura haciendo ninguna de esas cosas. “Es una chica. Y tiene veintitrés años. Y es poeta y actriz.”

“Eso dice,” discutió Dinah. “No sabes seguro ninguna de esas cosas. ¿Te ha enviado ya una foto de ella?”

Camila se lo pensó. “Bueno, no. Pero yo tampoco le he mandado una de mí. No tiene idea de mi aspecto. Por lo que sabe, yo podría ser el gordo del parche.”

                                                   ~~~~~

“Es bellísima,” murmuró Lauren, cayendo sobre el sofá con un sordo golpe. Se puso uno de los cojines del sofá sobre la cara y le gimió. Entonces lo tiró al lado. “Tiene los ojos más hermosos del mundo. Y su sonrisa… oh, uau… y su voz.. Es como… como miel… o algo que es dulce y…” Perdió el hilo y volvió a gemir.

“Mm, oh, sí, justo ahí,” Keaton gimió con dicha desde la mesa de masaje. “Abajo… abajo…aaaaah…”

“Y me dio la pintura,” continuó Lauren. “Sólo porque sí. ¿Por qué haría eso? Quizá sintió una conexión entre nosotras, ¿sabes? Como algún tipo de empuje…” Lo consideró y agitó la cabeza. “O quizá sólo es la persona más dulce de todo el mundo. Y yo soy la idiota que está mintiéndole.”

Un continuo gemir fue la contestación.

Lauren echó una mirada por encima del sofá y entrecerró los ojos. Keaton estaba espatarrado en la mesa de masaje llevando nada más que una toalla mientras una pizpireta rubia trabajaba sus músculos. “¿Me estás escuchando?” le exigió.

Ninguna respuesta.

“¿Keaton?”

Los soñolientos ojos azules se enfocaron en su dirección. “Oh, eh, Laur. No me di cuenta que estabas en casa.”

Lauren tiró el cojín del sofá en su dirección. Falló y, en su lugar, le pegó a la masajista. Uups. Irritados ojos verdes se entrecerraron, mientras la rubia se inclinaba para recuperar el objeto.

“¿Perdió algo?” preguntó, sosteniendo el cojín del sofá.

Lauren sonrió dulcemente. “¿Te importaría atizarle en la cabeza con él?” preguntó.

“Eh, eh, no hay necesidad de violencia,” exclamó Keaton.

“Su hora acabó,” anunció la masajista, devolviendo el cojín a Lauren, que logró cogerlo a pesar del hecho que sus habilidades atléticas eran más que escasas.

Keaton rodó fuera de la mesa de masaje, cuidadoso en mantener la toalla alrededor de su cintura. “Soy feliz, feliz,” comentó. “Lauren, lo que fueras a pagarle a esta mujer, dóblalo.”

Lauren miró al cielo. “¿Oíste algo de lo que dije?”

“¿Cuándo?”

“Antes.”

Keaton arqueó una ceja. “¿Estabas hablando?” preguntó. Se encogió de hombros y pareció notar la pintura por primera vez. Estaba apoyada contra la parte de atrás del sofá, a medio metro de donde él estaba. “¿Qué es eso?”

Detrás de él, la masajista plegó la mesa y se preparó para irse. Keaton fue momentáneamente distraído por la salida de la mujer.

Lauren miró de nuevo al cielo y reemplazó el cojín de sofá antes de ponerse en pie. “Eso es una pintura,” le informó. Se acercó a él para también contemplarla.

Keaton le lanzó una mirada indescifrable y se arrodilló para inspeccionar el lienzo. Agitó la cabeza y pasó un dedo por la esquina inferior derecha. “¿C. Cabello?” miró sobre su hombro. “¿Qué hiciste?”

Soltó un largo suspiro y se apoyó contra la parte de atrás del sofá. “La conocí, Keaton,” dijo.

“Quiero decir, ella no sabía quién era yo. Ninguno de mis yos. Pero yo sabía que era ella.”

“¿Y?”

“Uau,” musitó Lauren.

Keaton se puso de pie, asintiendo. “¿Así que fuiste a ella y le compraste otra pieza de arte?” adivinó. “¿Peluca…. gafas…?”

Lauren se encogió de hombros.

Keaton se rascó la nuca y miró fijamente a su mejor amiga. “¿Así que esta chica cree que eres tres personas distintas?” Hizo una pausa para reconsiderarlo. “No. No. No sabe que eres tres personas distintas.” Lanzó las manos al aire con exasperación. “¿Cómo no has desarrollado ya personalidad múltiple?” Los ojos celeste se entrecerraron ligeramente. “¿O lo has hecho?”

Lauren soltó un largo suspiro y se dejó caer de espaldas, sus piernas colgando por encima del sofá. Se quedó mirando la vista al revés del centro de entretenimiento y gimió. “¿Por qué tenía que ser hermosa?” preguntó. “No podía ser fea. No. Por supuesto que no, eso habría sido demasiado simple.”

Keaton apareció a su lado un momento después y se sentó. La miró un largo momento antes de sonreír. “¿Hermosa? ¿Y hetero, dices?”

“Ni siquiera lo pienses,” advirtió Lauren. “¿Por qué no? ¿Porque es tuya?”

Lauren abrió la boca para responder, pero al instante la cerró. Se giró, cuidadosa de no golpear la cabeza de Keaton con sus piernas, y logró ponerse en posición sedente. “No es mía,” respondió suavemente.

“¿Sólo quieres que lo sea?”

Lauren frunció el entrecejo y agitó la cabeza. “Realmente no importa. Nunca funcionaría.”

“¿Porque eres Lauren Jauregui?”

“Entre otras cosas. Por no mencionar que es hetero.”

“Más que no tiene idea de quién eres.”

Suspiró de nuevo. “Y es sólo una cosa online.”

“Así que, claramente, jamás nada podría salir de esto,” concordó Keaton.

“Cierto,” le dijo Lauren, aunque su voz no tenía inflexión. Que deprimente era esto. Agitó la cabeza y se puso de pie para recuperar la pintura. La depositó contra la mesa de café para que ambos pudieran mirarla. “Es preciosa, ¿verdad?” preguntó, reclamando su sitio en el sofá. “Es un amanecer. Y los amaneceres son preciosos.” Levantó la vista hasta él. “Me la dio. Gratis. Me dijo que le mandara después el dinero por correo, aunque no creo que espere que lo haga.”

Keaton resopló. “Menudo negocio tiene montado.”

La mirada de Lauren regresó a la pintura. “Pidió quince dólares.” Inclinó la cabeza a un lado y consideró el brillante uso del color. “Pero apenas creo que sea un precio justo.”

Keaton asintió. “Quizá cinco dólares.”

Le lanzó un codazo al estómago. Fuerte. “No seas cretino.”

Keaton se frotó la lesión y suspiró. “¿Qué estás tramando ahora?”

Lauren sonrió. “Creo que esta pintura vale mucho más que eso.”

Él captó su mirada y arqueó una ceja. “¿Cuánto más?”

“Mucho.”

                                                    ~~~~~

“¡Ya voy!” gritó Camila, saliendo de su dormitorio hacia la puerta delantera. “Golpea un poco más fuerte, ¿por qué no?” masculló gruñonamente. El ruidoso golpeteo en la puerta la había sacado del más maravilloso de los sueños. Había habido un unicornio y un bosque y un hermoso amane cer. Y hadas. Las hadas eran preciosas. Debería conseguirse un hada. Bostezó. Necesito café.

¡¡¡¡Pum!!!!

Jesucristo. “¡Ya voy!” gritó de nuevo, mientras abría de golpe la puerta. Pestañeó un par de veces. “¿Wesley?”

Él se sonrió mientras notaba su atuendo. “Lindo pijama,” dijo. Levantó un pequeño bulto de sobres. “¿Revisas tu correo a menudo?”

Camila frunció el ceño y arrebató la correspondencia de su agarre. “¿Qué haces revisando mi correo?” preguntó.

Wesley pareció herido, aunque no lo bastante para parecer convincente. “¿Puedo entrar?”

Camila dejó la puerta abierta y se retiró a la cocina.Café. Necesito café. Montones y montones de café. Tiró los sobres en la mesa de la cocina y se dirigió hacia la cafetera. Estaba vacía. Nota mental: Matar a Dinah.

Wesley estaba como en casa dirigiéndose directamente al refrigerador. Sacó un cartón de zumo de naranja y se sirvió una taza. “¿Te desperté?” Camila ojeó rápidamente la hora en el microondas.

“Bueno, son las ocho de la mañana,” respondió fríamente. Logró poner en marcha la cafetera y se dio la vuelta para enfrentar a su novio. Ex-novio. Bueno, lo que fuera. Se apoyó contra la barra y le observó tragarse la taza entera de jugo de un largo trago. ¿Siempre hizo ese irritante ruido al tragar?

Wesley se sentó mientras se servía otra taza. “Acabo de terminar de cargar mis cosas en un camión de mudanzas. Estoy muerto.”

“¿Todo empacado?”

Él asintió, terminando el resto del zumo. Apuntó al cubo de basura, tiró, falló. Se encogió de hombros y miró a Camila. “Sí, me voy mañana,” la informó. “Pero quería asegurarme que todo estaba listo para entonces.”

La mirada de Camila estaba enfocada en el goteante cartón de jugo de naranja sobre el suelo de su cocina. ¡¡Café!! Llevó su mirada a Wesley.

“Que fenomenal,” dijo. “¿Por qué estás aquí?”

Wesley frunció el ceño ligeramente y se retrepóen la silla. “Bueno, quería que supieras que me sentí muy mal por lo que pasó en noche de la graduación,” dijo. “Estuvo mal por mi parte planear algo tan importante sin tu consentimiento.”

Camila le permitió continuar.

Así que lo hizo. “Y he estado dándole vueltas, dijo, de repente poniéndose serio. "Y actué como un cretino esa noche.”

Sin discusión al respecto. Camila decidió que sería una larga charla, así que sacó una silla y se sentó.

“Temí que pudieses haber ido a tus padres a quejarte,” continuó Wesley, “así que fui a hablar hace unos días con Andrew.”

Camila se paralizó. “¡¿Tú que?!”

Wesley levantó la mano para sosegarla. “Cuando llegué allí me di cuenta que no les habías dicho nada, y aprecio que quisieras protegerme, pero fui un cretino irresponsable y tenía que decir la verdad. Así que me senté con Andrew y tuvimos una larga conversación. De hombre a hombre.”

A Camila no le gustaba en absoluto a donde iba esto.

Wesley asintió. “Acordamos en que era hora.”

“Hora.” Repitió la palabra como si nunca la hubiera oído antes. “¿Hora de qué?”

Wesley se aclaró la garganta y, al instante siguiente, estaba sobre una rodilla, sosteniendo una caja de terciopelo en una mano. Con la otra, la abrió. “¿Te casarás conmigo?”

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