Hermosa Ante Mis Ojos

Od MarlyyGrey

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¿Qué pasa cuando encuentras a esa persona que tanto tiempo has esperado? "Él" Un multimillonario exitoso. A... Více

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Final
Epílogo
Agradecimientos

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Od MarlyyGrey




Volvemos al hotel casi de noche. Afino detalles con Elliot acordando hacer escala nuevamente en Seattle para solucionar detalles leves de la empresa que Raymond se hará cargo, y de paso llevar a Kate.

La idea no le agrada en gran parte y supuse que a eso se debía la actitud distante de ambos al regresar. Entiendo su renuencia a volver con su mujer, ya que mi hermano suele supervisar personalmente las obras a fin de evitar complicaciones que a la larga le resten credibilidad a su empresa. Se siente atado por su nuevo contrato, pero ambos saben que será cosa de pocas semanas. El problema está en que suelen ser tan unidos, que un día les resulta una eternidad.

Recibo una llamada de Elena y me entristece verla tan afectada por los problemas legales de su hija. Sé que duele, y ella misma lo admite recalcando que es el resultado de sus actos y como madre simplemente la apoyará con su presencia. Nicole necesita darse cuenta de sus errores y corregir su actitud. No puede seguir pretendiendo ser la reina del mundo en una penitenciaría.

Intento transmitirle palabras de aliento fracasando en el proceso. Pregunta por mi nena y el bebé, en una porción leve de emoción que para mí es de ayuda a su ánimo en este momento. La pongo al tanto con detalles concisos que me sacan sin duda una sonrisa. Le cuento la experiencia al escuchar su corazón, omitiendo la presencia de un segundo bebé. Se emociona igual que yo, y me felicita por la familia que he formado.

¿Cuándo regresas? Quiero que verifiques un contrato del cual tengo algunas dudas, y firmes el presupuesto para la fiesta de aniversario de GEH.

—¿Mamá no te ha comentado nada? —pregunto confundido.

Son mejores amigas y se cuentan absolutamente todo.

No. ¿Qué debo saber? —Bufo. —Tu madre está volando por las nubes del amor y siendo sincera prefiero darle su espacio a que disfrute del mismo.

—Eso lo explica todo —digo con obviedad—. He dejado a Raymond a cargo de mi empresa. Saldré de viaje con Anastasia.

¿Soy la última en saberlo? —pregunta en ese tono de voz sin emoción alguna.

Ya me la imagino sería, mirándome de esa manera en que penetra con dagas cada parte de mi cuerpo.

—Hasta ayer Raymond me confirmó. Elena, has estado sumergida en tu hija y sus problemas, motivo por el cual no quiero agobiarte. Sabes que aún guardo culpa por cómo se han desarrollado las cosas, y que estés sufriendo por todo esto me mantiene en una fina línea contigo. —La escucho resoplar.

Deja esa mierda de culpas fuera de todo esto, Christian. Te repito que Nicole labró su propio destino. Fue ella quien se obsesionó. Siempre le fuiste sincero y no lo tomo en cuenta nunca.

—¿Siempre terminaremos hablando de ella? —ríe.

Es un hábito a cambiar. Por fin, ¿Cuándo estarás de regreso?

—Aún no lo sé. Depende de Anastasia. —Se carcajea.

Christian Grey en manos de una mujer. Digno de ver, sin duda. —Me uno a su carcajada.

—Tú más que nadie sabes que Anastasia me tiene completamente cautivado. La amo y doy lo que sea porque sea feliz.

Eso es bueno, Cariño. Me da gusto que seas feliz. —Hace una pausa. —Tengo que irme. John... —Se detiene abruptamente.

Frunzo el ceño sin comprender, para luego abrir los ojos como platos.

—¿John? —pregunto cauteloso.

Escuchaste mal. Marck... —Ahora soy yo quien la interrumpe.

—No me creas un estúpido, Elena. ¿Qué está sucediendo con John? —pregunto con firmeza.

Por segundos se hace el silencio, para luego darle paso al impacto del aire en el auricular.

Quiero cerrar ese ciclo —susurra tan bajo que me dificulta escucharla.

Paso la mano por mi rostro, para luego ponerme de pie. Camino hacia el ventanal que deja una vista de la ciudad.

—Una sola pregunta, Elena. Una sola y quiero que seas completamente sincera. ¿Aún lo amas? —Silencio. —Elena quiero la verdad. ¿Aún amas a John?

—musita con la voz quebrada.

Inhalo profundamente.

—¿Qué haces con Marck? ¿Te das cuenta que le haces daño a ambos? —intento controlar mi tono.

Intentando olvidar, Christian. John nunca volvió a buscarme. Me aferré a un amor débil el cual me vi en la obligación de frenar. —Inhalo profundamente. —No iba a ser la tonta que se aferraba a algo que no tenía intención de volver a ser.

—El maldito orgullo. ¡Fue tu maldito orgullo el que te tiene en ese círculo de engaño que tu sola has creado! —le gruño enojado.

No me grites —sisea—, y no, no he engañado a nadie. Simplemente quiero solucionar todo con John. No quiero verlo y tener que desviar la mirada o aferrarme a Marck para que deje de hacerlo él. Quiero eliminar esa incomodidad que no le hace bien a ninguno.

—Pues no lo he notado. Se les da muy bien fingir a los tres al parecer —mascullo.

No espero tu reproche —susurra al parecer conmocionada.

Cierro los ojos controlando mi temperamento.

—Elena, ¿puedes hacer por una vez lo que dicta tu corazón? —Nuevamente hace silencio. —Lo amas. No le mientas a Marck, no le mientas a John y por amor a Dios, no te mientas a ti misma. Ábrete a recibir amor de aquel que despierta sensaciones indescriptibles en ti. Deja atrás el orgullo y vive por una maldita vez de eso que la vida te vuelve a poner frente a ti...

Nos besamos —susurra en un hilo de voz. Sonrío—. Y me siento fatal al sentir unos minutos después los labios de Marck. Es esa sensación de culpa la que quiero borrar o en el mayor de los casos ponerle un final a todo esto.

—No se irá. Será un recordatorio, una constante en tu vida de lo que realmente pasa en tu interior. Sabes lo que sentiste con ese beso, y lo vas a comparar siempre con los de Marck. —Guarda silencio. —No hacen falta palabras y entiendo que las excusas no son propias de ti. Siempre te he admirado por tu sensatez y posición firme ante la verdad. Dale valor a ello a la hora de hablar de con él.

Que tengas buen viaje. —Cuelga sin confirmar ese hecho.


Sonrío ampliamente.

Se besaron.

En el fondo sabía que ese amor del que tanto me hablaron ambos, aún existía. Se empeñaron en ocultarlo, pero cuando el amor es real y el destino reclama su curso, nadie lo puede cambiar y eso es lo que ambos están contemplando.

Comprendo su renuencia a vivir algo que les causó un dolor profundo alguna vez. La entiendo al decir que no quería arriesgarse nuevamente y sufrir, puesto que, a mala suerte, ambos poseen un nivel de orgullo elevado y no dudo que ese beso se haya dado en una situación impredecible, más que nada en medio de sus constantes discusiones.

John puede ser alguien totalmente pasivo, pero su talón de Aquiles es Elena. Esa rubia tiene la capacidad de sacarlo de sus casillas, aun amándola con su vida. Ambos chocan en carácter y su modo de descarga es huir, pero dudo que lo hayan podido hacer.

¿Cobardía o control?

Conceptos diferentes, pero con un mismo fin. Prevenir. Ambos quieren emplear un plan totalmente truncado por eso del que tanto han renegado, destino.

Dos toques en la puerta me sacan de mis pensamientos, dejando ver a un Taylor totalmente serio.

—¿Ocupado? —Niego indicándole que tome asiento.

—¿Pasa algo? —Me entrega la carpeta que sostienen sus manos.

—El informe que solicitaste sobre el idiota que golpeaste. —Lo analizo. —Juan Steiner, y no es familiar del senador Steiner. Treinta y cuatro años, de madre soltera y padre alcohólico. Creció bajo los cuidados de su tía al morir su madre de cáncer y una vez adquirió edad, centró su vida en la venta de sustancias ilícitas. Como todo vendedor no resistió la presión y cayó en el consumo, por lo cual se metió en problemas que lo llevaron a la cárcel cuatro veces. Dos por robo, una por venta de estupefacientes, y la última por violación. —Lo miro inmediatamente alarmado.

El parece entender mis pensamientos.

—¿Crees...? —Ladea la cabeza.

—No lo creo. Noah no presenta un cuadro de niño abusado. Por lo general las personas con un pasado perturbador suelen aislarse del mundo. Relacionarse con desconocidos sería una tarea imposible, aun cuando está de por medio la presión de un segundo. —Suelto el aire ruidosamente. Él sonríe. —Sus ojos tenían esa ternura propia de los niños. Noah suele ser completamente expresivo con sus ojos, y algo como ello sería lo primero que podría detectar. No tienes por qué preocuparte. —Pongo el informe sobre el escritorio.

—Cuando se trata de la calle, siempre he pensado lo peor. —Hace un gesto con los labios.

—Lo importante ahora es que Noah ha salido de su dominio, pero eso no quita que intente buscarlo. Ese hombre no me da buena espina y creo conveniente mantenerlo vigilado. —Asiento.

—Encárgate de ello. Realmente desde que lo vi no me fio de él. —Asiente sacando su teléfono en donde teclea con calma. —¿Está todo listo para partir? —Posa sus ojos en mí.

—Sí. Andrea se encargó de hacer las reservaciones, y me sigo preguntando porque no escogiste un hotel cercano al aeropuerto. —Sonrío.

—Porque quiero por primera vez en la vida ser normal. Disfrutar del lugar como cualquier turista. —Pone los ojos en blanco.

—Contraté cuatro agentes. Serán totalmente discretos, y antes que lo preguntes vienen recomendados por Welch. —Arqueo una ceja. —El hotel cuenta con buena seguridad, pero aún así nos mantendremos alerta. El lugar es inmenso y me jode que no escojas alguna villa o algo menos aglomerado. —Me carcajeo.

—Relájate. Lo hago por Anastasia. Odia sentirse diferente, y realmente busca convivir con la vida, no excluirse de ella. —Resopla.

Se pone de pie.

—Me encargaré de solucionar lo del idiota de Steiner. No quiero fallos. —Asiento. —Mañana a las ocho. —Sale dejándome nuevamente solo.

Suspiro profundamente satisfecho por todo. Cada cosa ha encajado en su lugar. Desde que salí de Seattle he visto desvanecerse esa nube gris de complicaciones. Disfruto de momentos ajenos a problemas, e inclusive se puede decir que alejarme por unos días de la empresa me representa un alivio.

Cierro mi Mac y me pongo de pie. Vuelvo a la habitación sorprendiéndome de no encontrar a mi nena. La puerta corrediza que da al balcón está abierta, y sin darme tiempo a pensar me apresuro a buscarla.

Me detengo en el marco metálico observando su cuerpo encogido en el sofá, mientras sus ojos miran hacia la nada. Las luces iluminan cada estructura sin llamar su atención. Está sumida en sus pensamientos sin notar mi presencia a su lado.

—¿Por qué la vida es complicada? —Error. Sabía que estaba aquí.

Adquiero la misma posición y centro mi vista en la ciudad y el cielo estrellado.

—Debe serlo. —Siento su mirada sobre mí. —Es un ciclo. El ser humano debe conocer las complicaciones para adquirir fuerzas. Si la vida fuese simple no tendría sentido.

—¿Qué sentido tiene ver sufrir a los demás? —Cierro los ojos entendiendo a dónde van sus palabras y pensamientos.

—¿Qué sentido tuvo tu sufrimiento? ¿A dónde te llevó? —La miro.

—A conocerte. —Tomo sus manos en las cuales dejo un tierno beso.

—De eso se trata la vida y sus complicaciones. Cada obstáculo trae recompensas. Satisfacción. Emoción. Es como un videojuego. Atraviesan miles de obstáculos, para al final ver el triunfo. Tu y yo juntos somos el resultado de cada complicación y obstáculo. —Me inclino y dejo un casto beso en sus labios.

—¿Lo vas a extrañar? —pregunta recargando su cabeza sobre mi hombro, mientras atraigo su cuerpo hacía el mío.

—Puede ser. Es imposible predecir el mañana. —La siento suspirar profundamente.

—Lo voy a extrañar. —Su voz es baja.

—Lo sé. —Y centro por completo mi mente en este momento silencioso, relajante, pero sin duda único. Recordando que la vida me ha llevado a esta increíble mujer y futura madre de mis hijos.

¿Qué más le puedo pedir a la vida?

Nada.

Con ella lo tengo todo.


[ ... ]


Despierto sobresaltado por una espantosa pesadilla.

Noah.

Él era el protagonista de la misma. Su pequeño cuerpo sobre el pavimento sin vida producto de los golpes que le daba ese hijo de puta de Steiner.

Salgo de entre los brazos de mi nena, mirando el reloj de pared que a duras penas deja ver las cinco de la mañana por la oscuridad que aún se esparce por la habitación.

Beso su frente e inmediatamente entro a la ducha buscando borrar el escalofrío que me cubre al recrear una y otra vez esa jodida escena. Mi pecho se ha plagado de un vacío que me inquieta, ya que mi corazón late desaforado. Una delgada capa de miedo y dolor se ha cernido sobre mí y no entiendo por qué duele.

Mi piel se estremece al sentir el frío del agua, el cual me trae a la realidad y me distrae de pensar en aquello. Salgo y como es costumbre me visto con un traje gris oscuro.

Salgo a la pequeña sala en el momento justo que entra Taylor con dos recipientes con café.

—¿Te caíste de la cama? —pregunta entregándome un café.

Sorbo un poco del mismo y disfruto de su temperatura y sabor.

—Pesadillas. —Puedo sentir mi ceño fruncido copiando su gesto.

Niego con la cabeza a su interrogatorio.

—Si que te tienen mal. —Ladea la cabeza de manera imperceptible.

Tomo asiento y cierro los ojos.

—Creo que le he dado mucha importancia. —Se sienta frente a mí. —Veía a Noah... muerto. Ese infeliz lo había golpeado hasta matarlo. —Recordar hace florecer esas sensaciones insanas en mi cuerpo.

Cada vello de mi piel se eriza al punto de causar un leve dolor.

—Seguramente te conmocionó el informe. —Asiento poco convencido. —Noah está en buenas manos. A ese infeliz lo tenemos vigilado, y la casa hogar mantiene seguridad. No le va a pasar nada. —Tomo de mi café. —Le prometiste a tu mujer relajarte a partir de hoy, así que cumple. —Observa su reloj de mano. —Es mejor salir ya. Los espero abajo. —Se detiene a escasos centímetros de la puerta. —Andrea se comunicó conmigo ya que tu teléfono está apagado. Al parecer tus abuelos llamaron confirmando que estarán en Seattle para el aniversario de la empresa. —Sonrío ampliamente.

—Gracias, Taylor. Bajaremos en una hora. —Sale dejándome con una agradable sensación ante la llegada de mis abuelos.

Recordarlos me hace sonreír. Son una pareja peculiar con un sentido de humor pésimo y asumo que de ellos heredó Elliot esa mierda de sus chistes. Joviales, vivaces, espontáneos y alegres. No hay un solo adjetivo negativo que los caracterice. Aún con los momentos incómodos que suelen ocasionar, son importantes para todos, sobre todo para mamá. Su relación siempre fue excepcional y después de conocer su pasado entiendo el porqué.

El recuerdo de los últimos acontecimientos en la familia me lleva a pensar sobre su reacción al conocerlas. Han estado tanto tiempo lejos de casa, y por razones obvias, su edad, decidimos aislarlos de los problemas.

Puedo imaginar la reacción del abuelo al saber de las mierdas que ocasionó Carrick. Las lágrimas y angustias de la abuela al saber que mamá llegó a un límite de atentar contra su propia vida. Los imagino felices por saber que, aún en medio del dolor, hemos encontrado a esa persona que nos hace feliz.

Sobre todo, mamá. Ella que fue víctima de muchos años de sufrimientos y ahora, por fin, ha encontrado el amor.

Terminando de beber mi café entro a la habitación despertando a mi nena. Entre quejidos y gruñidos por su parte, se adentra al baño donde toma una ducha rápida.

—Podrás dormir en el Jet. —Hace un tierno puchero.

Me inclino y beso sus labios, ignorando que vamos con seis personas más en el ascensor.

—Para entonces ya no tendré sueño. —La envuelvo entre mis brazos y beso su frente sonriendo.

—Lo harás. —Vuelvo a inclinarme, pero esta vez posando mis labios cerca de su oído. —Puedo ayudarte, si quieres —susurro seductor. Lleva la mirada hacia la mujer de cabello oscuro igual a sus ojos que nos mira fijamente.

Mi nena se sonroja.

—Compórtate, por favor —susurra avergonzada.

Bufo para luego sonreír.

Encontramos a mi hermano en el lobby del hotel, junto a una Kate de semblante sombrío. Él le acaricia la mejilla, mientras ella simplemente asiente sin emoción alguna.

Besa sus labios pausadamente, para luego centrar su atención en nosotros.

—Creo que no te gustará leer esto. —Me entrega el papel que sostienen sus manos. Lo miro e inmediatamente abro los ojos como platos. —Eres el encabezado del Detroit Free Press.

¡Joder!

Una foto mía se muestra por completo en la portada, y a su derecha diminutas imágenes en donde Elliot me detiene para no volver a golpear al idiota Steiner.


"El conocido multimillonario y dueño de una cadena de empresas, entre ellas Grey Enterprise Holding Inc., se vio el día de ayer envuelto en una riña pública, la cual tuvo que ser detenida por las autoridades policiales.

Fuentes informaron que el magnate Christian Grey, fue víctima de un intento de robo que ocasionó la ira del mismo el cual tomó la justicia por sus propias manos..."


Miro a mi hermano perplejo.

—¿Intento de robo? ¿Las autoridades me detuvieron? ¿Cómo mierda puede hacer público esto sin ser cierto? —Se encoge de hombros.

—Pienso que es lo mejor, a saber la causa real. ¿No crees? —dice Elliot. 

Cuando pretendo contestarle mi teléfono nos interrumpe.


—Grey —contesto.

—¿Estás bien? —Raymond, y suena claramente preocupado.

—Bien. Imagino que ya relaciones públicas te paso la nota. —Lo escucho bufar.

—Tienes personal eficiente, no te quejes. ¿Qué sucedió?

—Nada grave. —Evado hablarle de Noah. —Un idiota que se quiso pasar de listo.

—No puedes irte a golpe con medio mundo, Christian. Si tu madre se entera de esto... —Lo interrumpo.

—No se va a enterar, y tú no le dirás.

Resopla.

No voy a guardarle secretos.

—Esconder y omitir no es lo mismo. Fue algo sin importancia que ya resolví. Nada grave. De paso esos ineptos exageraron la nota.

—¿Te sorprende? Siempre tergiversan información.

Taylor apunta a su reloj, indicando que vamos contra el tiempo.

—Tengo que irme. Pasare en unas horas a la empresa.

Cuelgo luego de escuchar su afirmación.

—El video está en las redes sociales, y preguntan quién es el niño que sostiene tu novia —musita Kate levantando la mirada de su teléfono.

¡Joder!

Lo que me faltaba.

Me encargo de hablar con Mike de relaciones públicas, el cual me sorprende al decir que Raymond les ordenó eliminar el jodido video de internet. Por primera vez todos toman control en acciones importantes de mi vida, y no me desagrada. Controlar mi entorno es un plan vital de vida, y que otros lo hagan ahora me genera una leve porción de alivio.

Nos despedimos de mi hermano, y camino al aeropuerto se instala un silencio realmente incómodo. Anastasia y Kate centran su atención en la vista desde el aire, mientras que la mía se empeña en recordar esa jodida pesadilla y las sensaciones que experimento.

¿Por qué?

Apenas lleva horas en aquel lugar, y me he preguntado cómo estará.

La escala se hace corta. Pasamos dejando a Kate en su apartamento, para luego volver a la empresa.

Raymond recibe a su hija envolviéndola en un profundo abrazo que me conmueve. Mi nena sonríe, toma la mano que le tienden y entran a la empresa sin importar que estoy junto a ellos.

Niego divertido.

Soy detenido por ejecutivos, mientras mi nena toma el ascensor privado con Raymond. Me deshago de ellos, para luego tomar el siguiente. Al salir mi nena sonríe por algún comentario de... ¿Ross?, la cual acaricia su vientre poco visible.

—No ha perdido el tiempo —dice Ross con diversión—. Este pequeño será muy consentido.

Niego sonriendo.

—¿Qué haces aquí? Creí que estabas en Sudán. —Se encoge de hombros. 

—Solucioné todo a tiempo. —Vuelve la mirada a mi nena. —Y mira que tuve suerte para encontrarme a tu novia. 

—Me pondré celoso. —Los tres posan sus ojos en mí. —¿Primero mi hijo y ahora Anastasia?

—Tienes porqué —replica Ross—. Aunque tu hijo te ha quitado el puesto. —Enarca una ceja.

Entrecierro los ojos.

—Te pago para trabajar. —Pone los ojos en blanco.

—Tu mujer y yo trabajaremos con la lengua. —Toma la mano de Anastasia y prácticamente la arrastra hacia su oficina.

—Mujer difícil —dice Raymond sonriendo.

—Ni que lo digas. Me toca soportarla por ser muy eficiente. —Finjo exasperarme, a lo que él ríe.

Entramos a mi oficina.

—¿Entrada y salida? —pregunta entregándome los documentos del presupuesto para el aniversario de la empresa.

—En unas horas. El jet pasará a revisión. —Asiente.

Firmo el documento y se lo entrego.

—¿Qué fue lo que sucedió en Detroit? —Lo miro fijamente.

No está en mis planes contarle la verdad. No sé cuál sería su percepción ante lo sucedido y no estoy para sus cuestionamientos.

—Un incidente sin importancia. ¿Has sabido algo de Camila? —Evado el tema.

Inhala profundamente.

—Están en España. Por tu bien espero que tu destino a visitar no sea ese país. —Niego frenéticamente.

—No. Europa no será nuestros planes. O por lo menos los míos.

—¿Cuánto tiempo estarás fuera? —Arqueo una ceja.

—¿No he salido y ya quieres que vuelva? —Curva la comisura de sus labios.

—Lo digo por la fiesta de aniversario. Tus abuelos llamaron para avisar de su llegada. Al parecer pasarán lo que resta del año en Bellevue. —Eso es raro, pero no lo discuto.

Me encanta la idea de tenerlos cerca.

—Los días no los tengo claro. ¿Estás preocupado por tus suegros? —Ladea la cabeza y bufa.

—Para nada. ¿Desde cuándo te volviste así de sarcástico? —Me carcajeo. —Se nota que mi hija te ha hecho bien.

—No solamente tu hija, también mi hijo. —Nuevamente omito la presencia de un segundo bebé.

En minutos nos ponemos a trabajar. Me entrega el contrato del cual Elena me comentó y lo debatimos. Concordamos en algunos puntos, pero hay otros que a mi criterio no le encuentro razón alguna para aceptarlo.

Me sorprende ver la forma serena, pero eficiente y ordenada en la que trabaja. Su visión de negocios fue lo que siempre me llamó la atención llevando a darle mi confianza en acuerdos que nos beneficiaban, hasta que sucedió la jodida estafa.

Entre verificación de documentos, se pasa gran parte de la mañana. Llegando el mediodía nos despedimos de Raymond y Ross, quienes nos desean unas felices vacaciones.

Estoy seguro que lo serán. El lugar al que vamos es increíble e imposible no disfrutarlo de todas las maneras posibles.

—¿Me dirás a dónde vamos? —Niego tendiéndole la mano para que baje del auto.

—Quiero sorprenderte. Que lo veas y entonces sabrás. —Aprieta sus dedos en mi mano.

—Estás extraño. —Mira hacia el Jet y frunce el ceño. —No he visto a Taylor desde que llegamos. ¿Viajará con nosotros? —Asiento.

Intento responderle, pero Stephan me detiene confirmando la seguridad de nuestro vuelo. El trayecto es largo, por lo tanto, me obligo a tomar todas las precauciones necesarias. Ella y ahora mis hijos son lo más importante que tengo y planeo cuidarlos en gran mayoría.

—¿Quieres algo? —pregunto al terminar de abrochar su cinturón.

Niega.

—No. No entiendo por qué no llevamos maletas. —Sonrío

—Porque me encargue de comprar lo necesario dónde vamos. —Frunce el ceño de esa manera adorable que me encanta.

—¿Cómo que ordenaste comprarme ropa? ¿Alguien escogió mis bragas? —chilla alarmada.

Me carcajeo. Tomo su mano en donde dejo un tierno beso.

—No le encargue bragas, nena. —Me inclino hacia ella rozando sus labios. —No las vas a necesitar —susurro mordiendo suavemente su labio.

Un pequeño gemido escapa de sus labios despertando mi miembro.

—Buenas... —Somos interrumpidos por Nathalie, la asistente de vuelo—, disculpen. Ya vamos a despegar. —Fija sus ojos en mí más de la cuenta, a lo que endurezco la mirada provocando que se retire avergonzada.

Resoplo volviendo la mirada hacia mi nena, la cual mira en la dirección que salió Nathalie con una sombra en los ojos que no sabría identificar.

—Esa no es la misma chica que nos acompañó a Detroit. —Su tono es seco.

¿Celosa?

—Nathalie estaba de vacaciones. Así que regresó a el velo que se le asigna. —Ladea la cabeza.

—¿Tiene mucho trabajando para ti? —Me inclino hacia ella un poco.

—Tiene mucho, pero eso no tiene importancia. Te amo, Anastasia. Nunca lo olvides. —Beso sus labios suavemente antes que el Jet comience su ascenso.

Una vez en el aire mi nena admira la vista aérea completamente sumida en sus pensamientos. No hace falta ser adivino para saber que los mismos están puestos en Noah.

Nuevamente el recuerdo de esa pesadilla aparece y con ella, las sensaciones que hacen estremecer mi cuerpo. ¿Me va atormentar siempre? Que se haga realidad me llena de una sensación de ira y dolor muy conocido. Es esa sensación la que he sentido por mi pasado. Dolor a perder algo que te importa y es cuando por fin entiendo de qué va todo.

Por más que me niegue a ocultarlo está ahí. La ira es la impotencia que se planta al saber que puedo detenerlo y no lo hice. Todo choca con mi pasado, llevándome a las palabras de mi madre...

¿Hay alguna sensación que una vez en el futuro puedas recordarla y pensar en él?

Recuerdo mi respuesta claramente. Me apego a ello para no equivocarme con algo que podría distraerme de lo que busco en este viaje. Prometí dejar de lado cualquier cosa que me pudiese absorber e impedir llevarle días increíbles a mi nena, pero se me está haciendo imposible. Desde que conocí a Noah está tan presente que me asusta realmente. Es alguien pequeño que ha llegado dejando un impacto profundo en las emociones y sentimientos de miembros de mi familia, pero sobre todo de ella.

Después de unas interminables horas llegamos a nuestro destino.

—¿Me dirás dónde estamos? —Niego divertido tomando su mano en dirección a la puerta.

Al salir el impacto cálido del aire deja una sensación diferente, pero agradable. Es algo totalmente diferente a lo acostumbrado y es por ello que mi nena sonríe abiertamente.

Le indico que baje y lo hace con cuidado. Diviso a Taylor al final el cual le sonríe por algo que le dice mi nena, para luego negar, posando sus ojos en mi divertido.

—Muy ansiosa —Llego junto a ella retirando mi saco de vestir. Paso mi mano por su cintura pegando su cuerpo hacia mí. —Dentro de unos minutos lo sabrás.

Arquea una ceja, pero no discute. Dejo un casto beso en sus labios y la guío hacia el auto.

Sus ojos admiran el recorrido fascinada. La emoción es palpable. La sonrisa inmensa que muestran sus labios, me transmite parte de su alegría por disfrutar de esto juntos. Recorrer un lugar nuevo tomados de la mano. 

En minutos nos detenemos en la entrada del hotel...

—¿Hard Rock? —pregunta intrigada.

Sonrío ampliamente.

—Bienvenida a Punta Cana, nena —susurro tomando su mano. 

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Marly Castro

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