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CHRISTIAN


—¿Cómo va? —le pregunto a John sobre el estado de mi madre. 

—Muy buen. Es una mujer que simplemente cayó en un momento de su vida. No es alguien que viva con problemas. —Asiento un poco satisfecho con esa información. 

Desde que Elena me contó sobre su pasado, no he podido dejar de cuestionarme sobre ello. Me inquietaba que acumular tanto dolor fuese un detonante en su vida para intentar nuevamente quitarse la vida. 

—¿Hay alguna posibilidad de que lo intente nuevamente? —Se queda pensativo analizando mi pregunta. 

—A éste tiempo lo dudo. Están más cerca de ella, así que se siente de alguna manera como un niño. Consentida y atendida. Ella sola irá dejando esa idea y centrará su vida en cosas nuevas. Algo parecido a Anastasia. —Arqueo una ceja. 

—¿En qué sentido? —Lleva la mano a su barbilla.

—En ti encontró esa fuerza para liberarse del temor. No cedió nuevamente a los impulsos ocasionados por el dolor. —Sonrío por ese hecho. 

He sido su pilar en ese proceso. 

—Esa es mi misión de vida. Evitarle el dolor y regalarle innumerables momentos de felicidad. —Sonríe a medias. —En parte a eso se debe mi visita. —Arquea una ceja. 

Sonrío.

—Lo imagino. —Y no lo dudo. 

Suspiro profundamente. 

—Quiero que estés presente en la reunión que daré para su cumpleaños. —Sonríe levemente como suele hacerlo. 

—Creeme que será un placer. —Muerdo la cara interna de mis mejillas preparandome para su negativa al decirle el lugar. 

—Será en casa de Elena. —Borra el gesto agradable de su rostro. —Anastasia ha adquirido un tipo de cariño maternal por ella, y como verás, es recíproco, por lo tanto me ofreció su casa para eso. —Me mira fijamente. 

Quien no lo conoce podría jurar que está centrado admirando las facciones de mi rostro, pero no es así. Su mirada fija deja ver un destello de oscuridad en sus ojos color marrón claro que me hace pensar en una negativa a mi invitación.

—Sé dónde es. —Su voz ha bajado un poco. Finge buscar algo en su escritorio evadiendo mi mirada.

—Para ser Psicólogo, muchas veces no escondes tus emociones. —Levanta la mirada abruptamente. —¿Estarás bien? —Asiente, dejando ver por primera vez desde que lo conozco un destello de inseguridad. —No te sientas presionado por nuestra amistad. Si... —Me interrumpe abruptamente. 

—Es superado, Christian. Recuerda que ambos lo quisimos así. —Lo miro si ningún gesto.

—Por más que sueltes palabras cargadas de tu Psicología, no me engañas. No comprendo cómo pueden vivir así. Amándose y permitiendo que el jodido orgullo les gane —espeto irritado por su actitud—. Parecen adolescente obstinados.

Se pone de pie. Camina hacia la puerta y la abre. Lo imito deteniéndome frente a él.

—Enviame el día y hora por correo. Tengo pacientes que atender. —Alterno la mitad de un ojo al otro. 

—No será necesario el correo. Es el siguiente domingo, a las cuatro de la tarde. —Estrecho la mano que me tiende, y antes de salir me giro hacia él para verlo con la mirada fija en la pared y su mano en el pomo de la puerta. —El verdadero amor sólo llega una vez. Buscalo, vivelo, atrápalo y muere con él. —Vuelvo la mirada al frente y sigo mi camino hacia donde Taylor me espera con la puerta abierta. 

Hermosa Ante Mis OjosWhere stories live. Discover now