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—¿Dos? —pregunto en un hilo de voz.

Siento el apretón de mano de mi nena, pero mi vista está centrada en el rostro de la doctora quien sonríe serena.

—Exactamente. —Mi corazón intensifica su latir. El aire ha abandonado por completo mi sistema.

—Christian. —Desvío la mirada hacia Anastasia al escuchar su voz baja y temblorosa.

Sus lágrimas no se han hecho esperar y me inclino hacia ella para besar sus labios con afán. Cada centímetro de mi cuerpo es recorrido por una sensación de felicidad inexplicable. Las palabras no abarcan lo que me hace sentir saber que son dos los frutos de este amor, que aún con obstáculos, ha salido vencedor.

—Dos, nena —susurro sobre sus labios agitado por privar a mis pulmones del aire que exigían—. Son dos, amor. Dos. —Mi voz se quiebra por la intensidad y sobrecarga de los sentimientos que me cubren. Recargo mi frente con la suya intentando controlar las ganas de llorar, pero de felicidad. —Dos —susurro nuevamente.

Me separo para ver sus ojos. Limpio sus lágrimas dejando besos en ambas mejillas.

—Puedes volver a vestirte. —La voz de la doctora nos interrumpe. Me incorporo y la miro. Me sonríe con ternura. —El amor salta a la vista en ustedes y es excelente ya que se los transmiten a esos bebés los cuales estoy segura esperan con mucha ansiedad. Felicidades, serán unos excelentes padres. —Me hincho de orgullo al escucharla.

Asiento sin poder hablar. Sale dejándonos completamente solos. Ayudo a mi nena y sin darle tiempo vuelvo a tomar sus labios en un beso fuerte y desenfrenado. No es el tipo de ansiedad sexual que ella despierta siempre. Es felicidad absoluta que busco controlar a través de sus labios.

—No lo puedo creer —susurra sobre mis labios. Acaricia mis mejillas con sus suaves manos las cuales incrementan mis sensaciones erizando cada vello de mi piel. Copio su gesto limpiando al paso el rastro de lágrimas que no dejan de caer.

—¿Y todavía te preguntas porque te amo? —La miro directo a los ojos. —Me estás haciendo el hombre más feliz del mundo en estos momentos y lo quiero para toda la vida, nena. —Enreda sus manos en mi cuello en un abrazo. Cierro los ojos disfrutando del mismo. —Te amo, nena. Maldita sea, te amo y no te imaginas cuanto, Anastasia.

—Lo sé, porque es lo mismo que siento por ti. —Limpia sus lágrimas.

—Termina de vestirte. Te espero afuera con la doctora. —Asiente.

Beso sus labios antes de salir. La doctora me informa que todo está bien y me entrega dos recetas explicando que son vitaminas y fórmula de hierro. Le pregunto sobre los cuidados a tener en cada aspecto, sobre todo en el sexo, ya que aún conservo la inquietud por haberla golpeado durante el acto.

Mi nena regresa perfectamente vestida y salimos dando por terminada la cita. No se ha borrado por ningún motivo la sonrisa que mantienen mis labios y no es para menos. Ser padre de un bebé me llenaba de alegría y satisfacción. Me confirmaba que la familia que deseaba construir estaba cerca, pero ahora con dos me asegura por completo lo real que será y que sólo debo tener paciencia.

Pasamos a un restaurante a almorzar en donde acordamos reunirnos con Elliot y Kate.

—¿Me puedes sacar de dudas en porque estás tan feliz? —pregunta mi hermano.

Miro a mi nena sonrojada e igual de feliz.

—¿Tu o yo? —Se encoge de hombros bajando la mirada a su plato a medio comer.

—Tú —susurra volviendo la mirada a su amiga que la mira con una ceja arqueada.

Tomo su mano por encima de la mesa.

Hermosa Ante Mis OjosWhere stories live. Discover now