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ANASTASIA

Miro el cielo cubierto por una densa capa de nubes. Está tan gris y oscuro como mi animo. Han pasado cinco días desde que desperté de aquel hecho. He estado sumergida en una burbuja de tristeza que me ha retenido presa a la cama. A duras penas pruebo bocado y eso por insistencia de la señora Elena.

A Christian no lo he vuelto a ver, y la verdad es mejor así. Recordar todo lo que le dije me obliga a mantenerlo alejado. La vergüenza me supera a tal punto de querer volver a Seattle. Aún no sé lo que haré, pero prefiero la simple y llana soledad, a tener que verlo a los ojos y medir el tamaño del daño que causaron en el mis palabras.

El recuerdo de su mirada cargada de dolor ha sido mi calvario cada noche. Mis sombras han jugado conmigo de una manera que me hace sentir vacía, miserable. Ver sus ojos inundados de lagrima y dolor fue demasiado para mi. Ver como su cuerpo se quebró al escucharme decir cuanto lo odiaba en ese momento, me oprime el pecho, crea un dolor aún más punzando que el físico. Su amor es parte de mi y seguramente por eso aún mi pecho duele por su ausencia.

—¿Cómo te sientes? —La voz tierna y dulce de Elena me hace desviar la mirada. La observo sentada frente al inmenso ventanal. En ese sofá que hasta hace unas horas atrás me encontraba buscando un rumbo para mi vida. Buscando en lo más profundo de mi la fuerza que necesito para seguir sin él. Seguir sintiendo que cada partícula de mi cuerpo le pertenece. Que lo amo por encima de mi misma, pero una vez más mi pasado y temores me demuestran que pueden más que mi corazón. Que he puesto mi vida en riesgo intentando escapar de el dolor de aquellas palabras, de la intriga y odio de una mujer que claramente me odia, me odia por quitarle a el hombre que considera suyo.

—Bien —susurro. Sus penetrantes y cálidos ojos verdes me miran con cariño. Con Elena se ha creado un tipo de vinculo que no logro comprender. Es un tipo de cariño que deduzco es maternal.

—No lo parece. —Desvío la mirada hacia el cielo gris.

Estoy todo menos bien. Por un segundo me siento desnuda frente a ella. La manera en que me mira es tan profunda que parece conocerme. Cada emoción o sensación es percibida por sus esferas verde.

—Quiero volver a Seattle. —Es una realidad. El cuento de hadas llegó a su fin.

Quiero alejarme de todo lo que me cause dolor, más que todo de Christian. Su madre y Nicole tienen razón. No puedo dañar una relación madre-hijo tan hermosa. No soy nadie junto a él, más que la hija de un delincuente.

—No es bueno tomar decisiones precipitadas. —Se pone de pie y se sienta junto a mi en la cama. Me incorporo hasta sentarme. Mi cabello enmarañado se esparce por mis hombros. —¿Qué pasará con ustedes? —Me mira con interés—. No puedes creer las palabras de mi hija, Anastasia. Christian te ama, y está sufriendo igual o más que tú. —Sus palabras son como un golpe en mi estomago. Un perfecto golpe que me saca por completo el aire y debilita mi cuerpo.

—Yo... —Las palabras quedan atascadas en mi boca. Pequeñas lagrimas descienden por mi mejilla. La sola idea de saber que sufre por mi me parte el alma. Me vuelve más culpable de lo que ya me siento—. No soy indicada para el. —Niega con una pequeña sonrisa.

—Eres perfecta. —Sus ojos verdes me miran con ternura. Acaricia mi mejilla limpiando las gotas de lagrimas que no dejan de descender. —Conozco a Christian desde que Ella su madre, murió. He permanecido junto a él en cada etapa de su vida. Aún cuando Grace lo adoptó para darle la familia que necesitaba, nunca pudo tener una conexión con él como la tengo yo. Le brindé la confianza de poder expresarse sin reservas. A cada error le brindé ayuda. Fui, soy y seguiré siendo una verdadera amiga. Esa que toma experiencias de la vida y se las muestra para que no caiga. Esa que muchas veces le dijo que el amor existía aún cuando el no lo creía. La que un día no tan lejano le dijo que llegaría la mujer que lo haría sentir feliz, completo, y que ese día entregaría el alma y viviría solo para verla feliz. ¿Y sabes qué? —Niego tragando el nudo que se ha instalado en mi garganta. Las lagrimas no han dejado de salir. —Esa mujer ha llegado. —Sin poder evitarlo un sollozo escapa de mi. —Te conoció y ahí descubrió que cada palabra era cierta. Que el amor existe, y que una vez lo experimentas no lo quieres dejar ir. Es como una droga a la que te vuelve adicto y en éste caso eres tú. —Limpia una lagrima que desciende de sus ojos. —Ha dejado atrás mujeres que en tu posición considerarías increíblemente hermosas. Te ve tal cual eres. Conoce tu pasado y aún así se desvive por ti. Todo a su alrededor pierde interés solo por tenerte a cada segundo en su cabeza. Le has dado metas. Le has otorgado la oportunidad de plantearse un futuro y todo eso es gracias a ti. Christian te ama más que a el mismo. Su vida no es nada si tu no estás a su lado, y créeme, Anastasia, que todas envidiamos un amor como el que siente por ti. Infinito en cantidad y limite de tiempo. —No sé que decir. Cada palabra se vuelve a reproducir centrándose en solo una simple pero significativa frase, Te ama más que a si mismo. —Piensa mucho si alejarte del único hombre que es capaz de dar su vida por ti y aceptarte como eres, es lo que quieres. La vida es una, Anastasia. El verdadero amor solo llega una vez, y quien te ame como lo hace él no se encuentra a la vuelta de la esquina. —Deja un cálido beso en mi frente para luego salir.

Hermosa Ante Mis OjosWhere stories live. Discover now