Hermosa Ante Mis Ojos

By MarlyyGrey

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¿Qué pasa cuando encuentras a esa persona que tanto tiempo has esperado? "Él" Un multimillonario exitoso. A... More

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Epílogo
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By MarlyyGrey


ANASTASIA


Sus ojos me miran fijamente. Mi boca está seca mientras que mi corazón late descontrolado. Cada centímetro de mi piel vibra de esa manera en que solamente él lo crea.

—¿Estás embarazada? —Ignoro la voz amarga de Williams.

Todo mi ser ha entrado en ese estado hipnótico que me impide apartar la mirada y desviar la atención de sus hermosos ojos grises. Esos ojos que he extrañado ver durante interminables horas. Los mismos ojos que en los últimos días me han mirado, las pocas veces, con tristeza dejando ver una súplica agonizante.

—¿Cómo...? —Mi voz se pierde ante el estado nervioso que sus palabras han sometido a mi cuerpo.

—Entonces es cierto. —Christian desvía la mirada hacia Williams e instintivamente también lo hago. —Esperas un... bebé de él. —Frunzo el ceño al ver su rostro mostrando desagrado.

No comprendo en lo absoluto su actitud. Fue él quien ofreció una amistad limitada, quien con sus insinuaciones impuso barreras para ese voto de confianza que implicaba decirle algo que se había convertido en mi vida, y mucho mas entendiendo y escuchando a mi corazón de que fuese Christian el primero en saber la verdad. Se trataban de derechos que quería hacer valer una vez pudiera tener valor, evitando el dolor, para hablar con él, pero al parecer alguien me ganó la partida.

—Si. —Un pensamiento vago llega a mi mente sobre sus palabras. Se lo que implica esto para él y en parte me hace sentir bien que sea así. Es un límite que se debió trazar y ahora comprendo cuanta razón tenia Christian.

Me mira fijamente como si no pudiese creer mi respuesta. Todo mi cuerpo se encuentra sumido en sensaciones contradictorias. Su mirada no hace más que inquietarme y acrecentar las mismas. 

Niega repetidas veces volviendo la mirada a Christian. Este se la sostiene con mayor firmeza.

—Te dije que era mía y siempre lo será. —Sus palabras hacen saltar mi latir, con mayor fuerza de ser necesario, en mi pecho. Ese revoloteo desaforado de mariposas se crea en mi estomago provocando que me remueva con dificultad. —Ahora lárgate y déjame a solas con mi mujer o de lo contrario te sacaré a patadas. —Su voz firme y ronca eriza mi piel, aun con una amenaza implícita para Williams.

—Lo haré cuando ella lo dicte. —Christian aprieta su mandíbula furioso e intenta replicar, pero me apresuro a detenerlos.

—Williams hablaremos después. —Me mira.

Sus ojos dejan a ver decepción y me pregunto: ¿Por qué?

Sale enojado sin decir una palabra mas. Quisiera concentrarme en su actitud al irse, pero es imposible teniendo frente a mí a ese hombre que mueve por completo mi vida.

Christian permanece en el mismo lugar mirándome y cerrando mi mente a la posibilidad de leer sus emociones a través de sus ojos. Es inquietante verlo y no saber lo que su mente piensa. No poder intuir algún vago pensamiento. Buscar palabras para romper ese silencio que agobia y la conexión temerosa que deja su penetrante mirada.

—¿Ibas a permitir que te besara? —¡Mierda!

¿Es posible que el corazón pueda salirse del pecho? Su repicar desaforado resuena en mis oídos volviendo mi cuerpo flácido.

Las palabras se han evaporado. En estos momentos soy como un niño carente de conocimiento, salvo que el hombre que se acerca a paso lento, despierta un sentimiento que me domina, pero el dolor por una posible traición es más fuerte librando una batalla con mi mente.

Se detiene frente a mi. Su mirada pasa a la venda que cubre mi hombro descubierto. Me recorre lentamente hasta llegar a mi vientre. El gris de sus ojos se vuelve turbio, totalmente oscuro. Regresa su mirada y la conecta con la mía para luego inclinarse por completo tomándome por sorpresa ante esa repentina acción. Mi respiración se estanca cuando siento su aliento a menta golpear mi rostro y mi piel hormiguea dejando cada vello de punta.

Siento la yema de sus dedos acariciar mi mejilla con una suavidad que poco a poco me enloquece. Me indigna como mi cuerpo cede por completo a él y su presencia. Es humillante como mi mente se vuelca en desear su toque más que al maldito aire que le estoy negando a mis pulmones. Es degradante como mi corazón se enloquece queriendo escuchar aquellas palabras que lo llenan de vida.

¿Cómo llegué a esto?

Depender en vida emocional, física y mentalmente de un hombre que por más y quiero creer me ha fallado, no lo siento o simplemente es mi corazón quien me hace dudar puesto que él lo abarca por completo. Dicen que el amor te vuelve ciega, sorda, muda y relativamente estúpida. No quiero limitarme a ese hecho. Quiero ser firme en decisiones que no me hagan bien. No quiero sufrir toda la vida mil engaños por amar a un hombre que simplemente me supera en todo. Amar implica hacerlo también por ti y no puedes pretender entregar todo a un hombre y que el mismo te pisotee mil veces y a cada una lo perdones u hagas de cuenta que nunca ha sucedido nada.

Une su frente con la mía dejando que mi cuerpo abrace ese calor que irradia el suyo. Mis fuerzas se esfuman. Estoy a merced de él y lo que despierta. El tiempo que hemos estado separados ha intensificado todo, haciendo que cada milímetro de mi piel se cubra de una sensación de añoranza que internamente duele y crea un nudo agudo en mi garganta.

—Chris... —Las palabras no salen. Son interrumpidas por ese dedo que es colado sobre mis temblorosos y deseosos labios.

—Respira, nena. —Lo hago. Inhalo profundamente liberando mi garganta y pecho de la presión que implica tenerlo frente a mí después de tanto tiempo, y a la misma vez ese mar de lágrimas que no sabía ya caían. —Te he extrañado como un maldito demente. —Un ardor se esparce por cada lugar que su piel me roza. —Se acabó el juego, nena. —Lleva sus manos a mi cuello. Sus dedos masajean esa área volviéndome débil y provocando que un gemido escape de mis labios. —Vuelves a mi y esta vez para siempre —demanda antes de tomar mis labios en un beso que me roba mi propia identidad.

El dulce de sus labios me da la bienvenida como nunca lo hizo. La suavidad de sus labios despierta un ardiente frenesí. Su lengua juega con la mía tomando sin oposición todo de mi. Esto es lo que soy frente a él. Una dependiente y sumisa al amor que sin medida creció y me ha dejado sin opción para volver atrás. Mi mente se vuelca a su recuerdo, repite una y otra vez su nombre provocando que a cada repique se marque en mi pecho como el más hermoso de los tatuajes.

Mis manos toman vida propia y serpentean en su cabello sedoso. A cada segundo el aire empieza a escasear, pero ambos nos negamos a romper el beso. Su sabor me embriaga. Las caricias que me proporcionan sus dedos en mi cuello me retienen en esa burbuja de placer y amor totalmente irrompible.

Se separa con la respiración agitada. Recarga nuevamente su frente con la mía mientras nivela su respiración. En ese momento me permito aclarar mi mente y tomar distancia, coloco mi mano en su pecho para alejarlo, pero su mano me la retiene.

—Christian. —Carraspeo por lo ronca que ha sonado mi voz.

Me ignora.

Lleva mi mano a sus labios dejando un tierno beso que alborota nuevamente esas mariposas en mi estomago. Conecta su mirada con la mía antes de llevar nuestras manos unidas a mi vientre.

Contengo el aliento al ver en sus deliciosos labios una sonrisa totalmente nueva, hermosa, radiante y única. Mira mi vientre cubierto por la bata color verde agua.

Suspira profundamente.

—Todavía no lo puedo creer —susurra absorto—. Me he visto con tanto dolor en los últimos días y simplemente ahora... tu llegas y lo evaporas. —Le habla a mi vientre siendo un gesto tan tierno que estruja mi pecho. —Siento un sueño que estés ahí. Un muy reconfortante sueño que anhele hacer realidad toda mi vida. —Deja de lado mi mano. El calor de su piel traspasa la bata evaporando el frío que me consumía. —¡Dios! —exclama con voz temblorosa. Vuelve la mirada a mis ojos, mientras su mano acaricia mi vientre lentamente. —No me alejes de él, por favor. —Su voz se quiebra. Mis lagrimas salen sin que las pueda contener y el nudo en mi garganta amenaza con ahogarme. Es tan difícil ver a un hombre tan imponente totalmente derrotado y suplicante. —Nena, te amo. Los amo. No permitas que una mentira nos separe por completo. No resisto un maldito día mas sin ti. —Bajo la mirada a mis manos.

—Es difícil —susurro conteniendo un sollozo.

No quiero llorar ni verme débil, pero es imposible.

—Amor mírame. —levanta mi barbilla con sus dedos. —No bajes nunca la cabeza ante mi, te lo dije cuando nos conocimos. —Es imposible no recordarlo y ver hasta dónde hemos llegado.

En aquel entonces no imaginé amarlo como lo hago. Perderme a mi misma por depender en cada inhalación de aire de él. Volcar mis sombras en la compañía de un hombre que todos juran ha cambiado y se ha moldeado a mi necesidad.

Inhalo profundamente buscando esas palabras que he practicado en la soledad que me permite la ducha y frente al espejo. Elena ha insistido en su inocencia luego de maldecirlo una y otra vez, haciendo que mis dudas flaqueen. Más me ha sorprendido papá, ya que afirma su inocencia y eso me confirma mucho mas que todo se basa en una mentira.

—¿Cómo puedo verte y olvidar lo que vi? —Le dejo ver mi temor. 

Alterna su mirada a cada uno de mis ojos. 

—Enfrentando la verdad —susurra—. Dándome la oportunidad para demostrarte que no es cierto, que la envidia y el rencor se aliaron para separarnos. Porque si de algo estoy seguro y consciente, es que te amo, Anastasia. Eres mi vida, nena. Llevo dieciocho malditos días en que dudo de mi realidad. Duermo y sueño que estas junto a mi, y luego despierto para ver que estoy en el infierno y deseo volver nuevamente a ese sueño. —Se sienta en la cama sin apartar su mano de mi vientre. —No quiero hablar, nena, quiero que escuches cada detalle de lo que sucedió ese día... —Lo interrumpo.

—¿Cómo que escuchar? No estabas consciente y solo estaban tu y... —Entrecierro los ojos sintiendo como mi cuerpo se cubre de una ola de celos. —¿La has estado viendo? —Mi voz es ronca.

Sonríe tenue.

—Fui a poner la denuncia y hable con ella. —Hace un gesto con los labios. —Acepto decirte todo. Sin trampas, sin mentiras, sin engaños. Simplemente la verdad. —Niego con la cabeza.

—Eso es imposible. Elena dijo que su hija... —Me interrumpe.

—Elena no siempre está al tanto de todo. —El silencio se hace entre los dos.

Su mirada juega a leer mi mente, mientras que su mano no deja de acariciar mi vientre.

Si algo tengo claro es que Nicole me odia. Ella jamás aceptaría decir la verdad a menos que...

Lo miro fijamente.

—¿Qué te pidió a cambio? —Desvía la mirada hacia mi vientre. Eso me confirma que la muy... le ofreció un intercambio. —Christian —increpo sintiéndome enojada. 

Está claro que su hablar debe haber tenido un precio muy alto para que Christian lo permitiera.

¿Como le hago comprender que ya no se trata de la verdad?

Bufa.

—Anastasia, no importa cuanto cueste la verdad, lo único que me importa es que tengas seguridad. Que puedas conocer el porqué y cómo, no solo por confianza, sino por conocimiento para que entiendas hasta donde llega el odio y la venganza de los que nos rodean. —Niego con la cabeza ya que no parce comprender.

—Ya no se trata de confianza y creer, Christian, porque estoy consciente que mintió, todos me lo han hecho comprender. El problema es la imagen que no se va de mi cabeza. Verte acostado con ella, acariciando su vientre, absorbiendo el olor de su cabello. —Se pone repentinamente de pie frustrado. —Es una imagen que no se va y aunque llegaste ahí inconsciente, es real lo que vi y deja una desagradable sensación en mi cada vez que el recuerdo se instala. —Camina de un lugar a otro con la mirada puesta en cada paso que da. Se pasea en silencio con sus engranajes trabajando al mil por ciento.

Y es cierto. Es eso lo que no me deja avanzar. Ese recuerdo llega por fracciones de segundo creando una amarga sensación en mi garganta. Acelerando mi corazón mientras el dolor lo puya. Imaginando que en un pasado ambos estuvieron en esa posición después de disfrutar de sus cuerpos.

—¿Recuerdas el día que te conocí? —Ladeo la cabeza al no entender su pregunta.

Me mira esperando respuesta.

—Fue en casa de tus padres. —Niega sonriendo tenue.

—Ese día vi a Rose Jensen. —Sonrío débilmente avergonzada de esa mentira. —¿Dónde te conocí de verdad? —pregunta nuevamente.

Cierro mis ojos cuando mi mente me lleva a ese tierno y a la misma vez doloroso momento.

—En el baño de tu ático. —Asiente mientras mi mente le da vida a ese recuerdo.

—Nuestro ático. ¿Recuerdas lo que hablamos? —Me sumerjo en el.

El momento fue completamente único. Mi cuerpo presentaba múltiples golpes que me mantenían con un dolor agonizante. Sentía que mi vida había acabado al ver como la que creí hasta hace poco era mi madre, me había maltratado. El estuvo ahí. Sosteniendo mi cuerpo adolorido y limpiando mis lagrimas de dolor e impotencia. Me alentaba a seguir en un silencio que decía más que cualquier palabra.

—Me preguntaste mi nombre y en ese momento de debilidad te lo dije. —Asiente acercándose y tomando nuevamente asiento junto a mi. —Me susurrabas que todo estaría bien. Desee mirar tus ojos para ver si despertaba lo mismo que en todos, asco, pero lo que encontré fue más que eso. —Sonríe.

—Te mire y sentí como me atrapaste. Tus ojos me hechizaron y estuve ante una belleza que hasta hoy puedo asegurar es única. —Acaricia mi mejilla con la yema de sus dedos. —En ese momento nos dimos nuestro primer beso, y créeme pequeña, lo disfrute como nada. —Mi piel se eriza ante ese recuerdo.

Fue un momento sumamente tierno que borro el dolor que me cubría.

—No entiendo a donde quieres llegar. —Suspira.

—Los recuerdos son simplemente eso, recuerdos. Como dueños de los mismos somos nosotros quienes decidimos cuales tienen prioridad. Has recordado el dolor por el cual nos encontramos en ese momento, pero lo desechaste por eso que hizo brillar tus ojos de felicidad. —Toma una de mis manos. —No lo podrás olvidar, nena, pero esta en ti no recordarlo. Has eliminado el dolor y el temor que por años te privó de ser quien siempre debiste ser. Desechaste todo lo que pudiese afectar el futuro que ambos deseábamos formar. Estamos aquí, luchando contra una sombra creada para separarnos mientras el destino se empeña una y otra vez en hacernos ver que ambos debemos estar juntos. —Entrelaza nuestros dedos. —He comprendido y aceptado que eres mi destino. He renunciado a toda mi monótona vida por ti. He dejado atrás mis prioridades y empleado una meta de vida donde tú y mi hijo son el resultado. Los quiero conmigo completos, y no una porción de ambos. —Mi corazón late desbocado ante la firmeza que le da a esas palabras. No puedo evitar sentirme feliz al ver que nuestro hijo está de por medio en todo.

—¿Por qué dices hijo? podría ser niña. —Esa sonrisa que me deslumbró al tocar mi vientre resplandece nuevamente en sus labios.

—Es niño. Llámalo intuición de padre —musita arrogante. 

Me arrastra a su sonrisa.

—¿Y si es una niña? —Enarco una ceja divertida. 

Su sonrisa de borra de golpe y queda pensativo.

Frunce el ceño de esa manera que lo hace ver adorable.

—Tendría un grave problema con los chicos. —Sin poderlo evitar me carcajeo y el me acompaña. —Sería igual de hermosa que tu. —Se inclina y deja un casto beso en mis labios. Es algo leve que me deja deseando mas, mucho mas. —Debes descansar —susurra bajo. Niego con la cabeza y los ojos cerrados. Su olor me tiene completamente absorta—. Lo harás.

Se pone de pie.

¿Se va?

—No hemos resuelto nada —susurro rápidamente. 

Mi pecho se encoge ante la idea que se vaya.

—No lo haremos aquí, Anastasia. Te necesito estable, por ti y por nuestro hijo. —Suspiro profundamente. —Te dije que vuelves a mi, pequeña, y esta vez para siempre, aunque tenga que pasar por encima de ti misma. Acéptalo —Intento replicar al ver su mirada oscura, pero sus labios me silencian dejando más que claro la firmeza de sus palabras.


[ ... ]


—¿Cómo te sientes? —pregunta papá tomando asiento en la sofá reclinable que se encuentra junto a mi cama.

—Quiero irme a casa. No soporto un día más aquí. —Sonríe.

—No te desesperes, princesa. El doctor afirma que para mañana podrás ir a casa. —Sonrío emocionada. —Tus ojos han tomado nuevamente brillo. —Bajo la mirada sintiéndome tímida. —¿Solucionaste todo con Christian? —Vuelvo la mirada a sus ojos. 

—No. —Me mira de esa manera en que puede leer mis emociones y pensamientos. 

—Te contaré una historia. —Recarga su cuerpo en el respaldar del sofá. Se toma su tiempo antes de iniciar. —Fui novio de tu madre en la escuela. En aquellos tiempo las relaciones se debían al formalismo, pero como adolescentes rebeldes nuestro noviazgo fue completamente a escondidas. Se trataba en mi de algo pasajero, ya que tu madre era en ese tiempo la popular, además de una joven sumamente hermosa que ya tenía un pasado con muchos de los chicos de la escuela. Todo iba perfecto hasta que llegó la nueva. Su belleza me deslumbró, sus ojos color miel eran tan hipnotizantes que borró por completo de mi sistema el interés que adquirí por tu madre y lo volcó por completo en ella. Todos tenían que ver con la nueva y obviamente los entendía ya que era lo novedoso, pero lo que saltaba a la vista era su belleza, sin igual.

»Durante los siguientes días nos hicimos amigos. A medida que la conocía descubría quién era esa mujer de aspecto tierno y sonrisa deslumbrante. Su voz, su mirada, su actitud y su noble corazón me fascinaban. Me enamore en silencio y eso me hacia sentir vergüenza ya que el tiempo que llevaba de conocerla era relativamente corto. Seguí siendo novio de tu madre, hasta que un día entendí que no podía seguir con alguien a quien no amaba. Me sentía mal al tenerla cerca o besar sus labios. Es una sensación desagradable estar con alguien y amar a otra.

»Cuando le conté de mi ruptura, a quien en ese momento llenaba mi vida y era mi amiga, ella intentó alentarme diciendo que encontraría a alguien mejor, y me reí, porque mi corazón había decidido que ella era lo mejor que había encontrado. Me controlé para no decirle ya que sentí temor de perder su amistad, si ella no sentía lo mismo. Pasaron los días y salíamos a caminar. Esa era nuestra rutina. Encontrábamos eso que nos complemento en momentos simples, hasta que un día tomé valor y le confesé mi sentir. Mis amigos me decían que no era normal que ella estuviera tan unida a mi sin haber sentimientos de por medio, y no se equivocaron. El sentimiento era mutuo.

Sonríe melancólico. 

»Nos hicimos novios y en contra de su decisión hable con sus padres. Les fui sincero al decir que la amaba más que a nada y que mi único deseo era estar junto a ella. Mis compañeros decían que estaba loco, y créeme hija que lo estaba, pero por ella. Me gradué y entre a la universidad, pero aun así pasaba por ella al colegio todos los días. Eramos inseparables. Recuerdo que mis amigos me llamaban empalagoso, porque nuestras muestras de cariño eran constantes y casi nunca pasaba tiempo con ellos. 

Baja la cabeza con tristeza. Algo me dice que no todo fue felicidad.

»Antes de fin de año tu abuelo presentó problemas en una de sus empresas. Tuvimos que viajar a Europa, aunque me opuse por ella, papa me obligo afirmando que era nuestro patrimonio el que estaba en peligro. Lo que pensé sería un problema de días, se llevó más tiempo del establecido. Pasadas las fiestas de fin de año mi madre me alentó a escribirle. Le envié una carta explicando el porqué de mi viaje repentino, le deje claro que la amaba y que esperaba que ella también lo hiciera, le detalle rápidamente lo que sucedía y la fecha de mi posible regreso. 

»Al volver me encontraba ansioso. Amar a alguien te vuelve inestable en emociones. Todo en ti tiene un sentido real si esa persona está junto a ti, por lo tanto al llegar compre un ramo de rosas y fui en busca de ella. Fue exactamente antes de su cumpleaños. Los días siguientes fueron memorables, pero descubrí cosas desagradables y fue el hecho de que en mi ausencia había encontrado un nuevo amigo. Me llene de ira, puesto que el hombre lo conocía muy bien y en un tiempo fuimos buenos amigos, era el hermano de tu madre. Intentó romper nuestra relación mientras estuve de viaje, pero me alegro saber que ella siempre me tuvo en su mente. 

»Luchamos con esa sombra. Ella insistía en que era su amigo y lo acepte como tal por complacerla. No había nada que no hiciera por ella; Había llegado el día de su cumpleaños y en compañía de tu abuela le compre un regalo. Nunca se me había dado bien eso de regalar algo y me agradaba saber que ella era mi primera vez en muchos aspectos. Sus padres le organizaron una fiesta de diecisiete que disfruto muchísimo. Cuando creí que todo terminaría bien, aparece tu madre sin ser invitada.

Se detiene perdido en sus pensamientos. 

—¿Qué sucedió, papa? —Mira el suelo sin hacer movimiento alguno. 

—Tu madre apareció con un pequeño bulto en su vientre. —Levanta la mirada y la posa en mis ojos. Jadeo silenciosa al ver el dolor surcar sus ojos de una manera como nunca lo había visto. —Eras tu. —Abro los ojos como platos. —Quede completamente mudo y en shock. No supe qué hacer o decir, pero ella sí, y rompió nuestra relación sin pensar en mis sentimientos. Solo pensó en que ese bebé necesitaba estar con sus padres. —Se pone de pie. —Pasó por encima de mi sin darme pie a réplica. Creyó en los prejuicios antes que en nuestro amor. Pensó que alejándome de ella dejaría de amarla, sin saber que cuando se ama con el alma, ese amor nunca muere. —Se detiene a un costado del ventanal. —¿Ahora entiendes a donde quiero llegar? ¿Has entendido la moraleja de mi pasado? —Permanece de espaldas a mi. 

—¿Dónde está ella? —mi voz es ronca por las lágrimas que no dejan de salir. 

No puedo creer que soy producto de un noviazgo esporádico y como consecuencia rompí un amor tan puro como el que ellos tenían.

—Se casó con su "amigo". —Hace un gesto de comillas con los dedos. —Se casó con ese imbécil que siempre estuvo detrás de ella. Mientras que yo tuve que soportar el peso de amarla y que ella estuviese en brazos de otro. Me sentía impotente. Quería ir y llevarla lejos, pero en nombre del maldito amor que me mantenía vivo por ella tuve que soportar el dolor de verla partir. —Mi pecho se encoge al sentir el rencor y dolor en sus palabras. 

—¿La amas todavía? —Ríe sin gracia. 

Se gira y conecta sus ojos con los míos. 

—Cuando se ama con el alma nunca se deja de hacerlo. Hasta hoy puedo decir que lo único valioso que me dio perderla fuiste tu. Mi vida fue una completa mierda cuando entendí que estaba condenado a vivir el resto de mis días preso de ese sentimiento. Que los celos se convertirían en mi más fiel amigo y que el dolor seria mi almohada, ya que sostenerme en el me hizo pisar firme en un mundo que creí una maldita pesadilla. —Desvía la mirada de mis ojos. —El amar no es como la moda, que pasa y vuelves a ambientarte a la siguiente. Amar no es como un utensilio de cocina, que una vez lo lavas puede ser usado por otro. Amar no es ropa, que te pones hoy y en un mes la desechas. Amar no es un zapato, que una vez roto lo reparas y lo vuelves a usar. —Camina hasta tomar asiento frente a mi. —Amar se resume a la vida. Se vive una sola vez, se siente una sola vez, y se disfruta toda la vida. 

Una solitaria gota de lágrima desciende por su mejilla. Se que se esta conteniendo aparentando ser el hombre fuerte que siempre ha estado frente a mi, pero esa lagrima me dice que el dolor de su pasado lo supera, y es lo que me quiebra totalmente. 

»Tuve el amor y lo deje partir. Permití que tu llegada me alejara de la única mujer que ha estado en mi pecho. Deje de disfrutar del amor por cuidarte, y no es que me queje, ya que mi amor por ti le da valor a ese sacrificio de vida que realice. Son amores totalmente distintos, pero que llenan el mismo lugar, y si hay algo de mi pasado que me pesa, no es tenerte, sino no haber luchado por ella como lo está haciendo Christian por ti. —Toma mis manos. —Tienes a tus pies a un hombre que ha dado su vida por ti. Se ha impuesto por encima de todos por vivir con la intensidad que ha llegado, ese amor que sin verlo se siente. Se ha planteado un futuro junto a ti, sin pensar en su pasado y mucho menos en el tuyo. Está a espera de tu regreso soportando un dolor con el cual me identifico, y créeme, princesa, duele mas cuando lo has experimentado y lo pierdes, y peor aún si esa mujer lleva en su vientre el fruto que ha dado ese amor. —Limpia mis lagrimas. —Hubiese querido ser la mitad de fuerte y valiente de lo que ha sido el. Hubiese mandado a la mierda todo, tus abuelos, tu madre, al imbécil de su amigo, y tomado a mi mujer para vivir ese amor que nació con solo una mirada... —Lo interrumpo. 

—Y yo lo hubiese permitido —susurro con la voz ahogada por el nudo que se ha instalado en mi garganta. Se sorprende—. Era tu hija, papá. Aunque pasaran mil años siempre lo sería. Jamás hubiese permitido que no disfrutaras de tu amor por mi. —Acaricio su mejilla. —Siempre he comprendido que los hijos nacen, crecen y buscan su estabilidad familiar. No debiste permitir que el mundo decidiera por ti. Aunque hubieras partido, como hija siempre estaría ahí para recibirte. —Niega con tristeza. 

—La mente del ser humano es un caos, princesa. Si estando a tu lado y sufriste, no quiero imaginar lo que hubiese sucedido si hubiese partido. —Un escalofrío me atraviesa.

Seguramente no habría nacido. Hubiese sido una más en las estadísticas de abortos o embarazos no deseados. Aunque lo soy. Soy producto de una relación que se basó solo en sexo; Tomo valor y aprovecho el momento para hacer esa pregunta que me he repetido una y otra vez en mi mente. 

—¿Quien es mi madre, papá? —El claro de sus ojos se oscurece. 

Su mirada cambia radicalmente. Su entrecejo se frunce levemente, mientras que sus labios se arrugan en un gesto que voy conociendo sale cuando esta enojado. 

—Vamos. —Ambos nos sobresaltamos ante la voz femenina. Miro hacia la entrada en donde está una mujer de cabello castaño oscuro y ojos tan azules como el cielo. —Dile a tu hija dónde está su madre. 

Frunzo el ceño observando su apariencia. Su mirada atraviesa fuertemente a mi padre. Su cuerpo está cubierto por un impecable uniforme de doctora y una tableta de historial clínico. Su piel blanca sobre sale entre el rosado pálido de sus labios. Es hermosa dentro del rango de su edad adulta, pero hay algo en su apariencia que se me hace conocida y no logro distinguir. 

Desvío la mirada hacia mi padre el cual tiene la mandíbula tensa. 

—Camila —espeta antes de ponerse de pie y girarse hacia ella—. ¿Qué haces aquí?

La voz de papá es extraña. Parece enviarle una advertencia en cada letra, y me intriga no entender qué sucede. 

—¿Quién es ella, papá? —La mujer desvía la mirada hacia mi. 

La suavidad que adquieren sus ojos me deja descolocada. El azul de sus ojos se vuelve oscuro y podría jurar que está luchando con las lágrimas. 

—¡¿Qué mierda haces aquí?! —Abro los ojos como platos al escuchar el grito que envía a la mujer, que ahora sé y se llama Camila. 

—No me grites. Y si estoy aquí es por mi... —La interrumpe rápidamente.

—Por nada. Aquí no hay nada que te interese. —Sonríe escéptica.

—Te equivocas. Me interesa demasiado mi hija. —Mis ojos se abren como platos. El latido errático de mi corazón despierta una extraña corriente de electricidad que recorre mi cuerpo. Mi respiración se ha extinguido por completo mientras que la mujer me mira con ternura, limpiando suavemente sus lágrimas. 

Mi mente no reacciona. una y otra vez se reproducen sus palabras y en un momento efímero de lucidez capto lo que sucede. 

—¿Ella...? —Mi mente no logra ordenar las palabras.

Camila me mira con tristeza.   

—Soy tu madre, Anastasia.

______________________________________


Marly Castro.




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