Hermosa Ante Mis Ojos

By MarlyyGrey

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¿Qué pasa cuando encuentras a esa persona que tanto tiempo has esperado? "Él" Un multimillonario exitoso. A... More

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Epílogo
Agradecimientos

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By MarlyyGrey




—¡Oh, vamos, Christian! Otro, no seas un puto marica —Observo todo a mi alrededor como luces navideñas distorsionadas.

El alcohol ha hecho estragos en mi cuerpo. 

Tomo el pequeño vaso de tequila con torpeza. Lo llevo a mis labios y bebo de él sin dificultad. Es extraño como al inicio quemaba, y ahora no. 

—¡Ese es mi hermano! —grita Elliot completamente borracho. 

—¿Desean algo más? —giro para ver junto a mi a la misma mesera. Esa que me mira con hambre y su labio aprisionado por sus dientes.

Ese gesto sólo es atractivo en mi nena. Nadie más que ella puede despertar mi deseo con ese simple y común gesto.

—Cuatro botellas de agua —dice Marck arrastrando las palabras. 

Bufo. 

—¡Ni mierda, Marica! —gruñe Elliot—. Preciosa, otra botella de Tequila. —La chica anota en una pequeña hoja, o lo que sea.

Ya no logro ver bien. 

—Y las botellas de agua. —Posa sus ojos en mí más del tiempo estipulado. 

—Vamos, apúrate. Y ni lo mires, que ese está por casarse. —Le grita Elliot en medio de la música que sube su volumen.

La chica se va, mientras Elliot y Marck le miran el culo. Tomo un hielo y lo llevo a mi boca. He bebido de más, y mi nena llega mañana. 

¿O ahora?  

No quiero pensar en el mañana. Quiero disfrutar al cien por ciento de la felicidad que me brinda Anastasia. De que dentro de poco será completamente mía. 

La noche continua y en un momento siento mi cuerpo perder el sentido, pero rápidamente lo recupero. Abro los ojos con dificultad buscando a Elliot, el cual al parecer está con otra mujer. Miro a Marck dormido en la silla, mientras su mano sostiene su trago de Whisky. Intento pararme pero me tambaleo de un lado a otro. Maldigo la hora en que le dieron el día libre a Taylor. Le indico levemente a Elliot que me voy, pero el simplemente me ignora. Con torpeza llego a la entrada...

—Christian —Fijo la mirada en aquella voz. Mis ojos observan todo completamente borroso. —Estás muy borracho. Vamos, te llevo a casa. —Siento sus manos sostenerme cuando siento que mis piernas han perdido fuerzas. Mi estómago se revuelve, pero justo en ese tiempo pierdo el sentido. 

Abro los ojos de golpe ante un grito que hace eco con una fuerza sobrenatural en mi cabeza. Me incorporo con dificultad buscando el sonido, pero mis ojos ven a mi nena en la puerta. 

Mi pecho suelta ese nudo que se formó en mi pecho al permanecer cinco largos e interminables días sin verla. Su mirada es vacía. Su rostro está totalmente pálido, como si hubiese visto un fantasma. Tallo mis ojos para verla bien, pero encuentro el roce de una pierna junto a la mía. Dirijo la mirada a la cama para ver a Nicole completamente desnuda despertando. 

Mi corazón da un latido tan fuerte, que en otro momento me causaría dolor, pero ahora el shock o pánico que ha experimentado mi cuerpo me lo impide. 

—Buenos días, Cariño...

Despierto de golpe completamente aterrado. Mi respiración es errática haciendo que mi pecho suba y baje sin control. El pánico recorre mi cuerpo en una descarga que eriza cada bello de mi piel. El dolor en mi pecho se intensifica llegando con una fuerza que me rebasa. El nudo en mi garganta se crea trayendo consigo una sensación de asfixia que me desespera. Me pongo de pie rápidamente sintiendo que el aire me falta.

Dos días. 

Dos malditos días en que perdí a la única persona que le da sentido a mi vida. El dolor se ha adherido a mi cuerpo como una segunda piel. Ese momento exacto se ha vuelto una maldita pesadillas la cual intensifica todas estas malditas sensaciones desesperantes en mi cuerpo. Las lágrimas se han vuelto mi más fieles compañeras y un recordatorio del dolor tan fuerte que aqueja mi corazón. 

 Entro al baño y observo mi reflejo en el espejo. Es deprimente mi apariencia. Su ausencia se nota mucho más en mis ojos rojos e hinchados. Cierro los mismos queriendo borrar la desesperación que mantiene mi alma, pero es imposible. Ahí está. Castigándome por ser un completo imbécil y permitir que se fuera. Que rompiera todo lazo que nos unía. Dejando mi corazón completamente destrozado, y es que asumo que el suyo está peor. La imagen de Nicole en mi cama es tan impactante para mi mismo. No entiendo en qué momento caí en sus manos. En qué momento me permití flaquear para que montara todo este teatro.

Tomo una ducha rápida queriendo huir de su recuerdo. En las veces que la hice mía en ese reducido espacio. Bajo al salón en donde el olor a café me da la bienvenida. Una sensación extraña se crea en mi estómago ante dicho olor. 

—¿Le sirvo café, señor? —Observo a Gail con la cafetera en la mano. Miro la misma con el ceño fruncido al sentir que me provoca nauseas. 

—No. —Trago el exceso de saliva. —Sólo un vaso de jugo. —Me mira de la misma manera. 

Y no es para menos. Hasta a mi me extraña ver que mi suplemento favorito me provoca nauseas. Me entrega el vaso y camino a la sala. Bebo del mismo admirando la increíble vista de la ciudad. El día está completamente nublado, reflejando la tormenta que hay en mi interior. Los recuerdos llegan incrementando esa sensación de añoranza. La presión que impone estar en un lugar donde los recuerdos son constantes, es agonizante. Intensifica todas las sensaciones. Incrementa el dolor, lo vuelve insoportable.

El sonido del ascensor llegar capta mi atención. Mi corazón late desbocado al pensar que pueda ser ella. Camino al vestíbulo con los pies temblorosos. Observo como por el mismo aparece mamá, seguida por Taylor. 

En sus ojos se puede ver la preocupación. He querido mantenerme aislado del mundo, pero mi familia lo impide. El día de ayer fue completamente difícil frente a mis hermanos. Sentía que una vez la vi salir por el ascensor mi mundo caía literalmente. El dolor fue algo que jamás había sentido. Ni siquiera la última vez que la perdí me había sentido que el aire me faltaba. Que las paredes se cerraban y no podía encontrar una salida. Mi cuerpo y mente entró en un estado de shock que sólo la inconsciencia me pudo sacar. 

Despertar fue mi propio infierno. Los recuerdos a los hechos me llegaron, y aunque sencillamente pude buscarla y decirle la verdad, entendí que sus palabras fueron contundentes. Que necesitaba tiempo. Que lo que ella presenció es algo que difícilmente podrá superar, y mucho menos dudar, puesto que hasta el último minuto en que torture a Nicole apretando su cuello afirmaba que estaba conmigo.

Los brazos de mamá se enredan en mi cintura. Sus sollozos me arrastran nuevamente a ese estado decaído en el que las lágrimas no cesan. La arrastro hacia el sofá en donde en pequeños balbuceos le explico todo lo que sucedió.  

—No puedo creer que Nicole haya llegado a tanto —susurra afligida. 

—Lo hizo. Siempre me pareció extraño que se mantuviera fácilmente al margen. Inclusive en el cumpleaños de Anastasia la vi completamente diferente. No hizo ninguno de sus dramas al haber presenciado la propuesta de matrimonio. —Suspiro pesadamente. —Era obvio que estaba como un cazador acechando a su presa para cazarlo en el momento indicado.

Sus ojos me miran fijamente. 

—¿Qué has pensado hacer? —Niego bajando la cabeza. 

—Nada —Busco sus ojos. —He perdido la capacidad de pensar. Mi mente está totalmente en blanco, y es que mi corazón late simplemente por inercia. —Mi vista se vuelve borrosa nuevamente. —La extraño, mamá. La necesito de una manera totalmente obsesiva. El respirar duele, dormir me aterra, mis ojos queman. La siento en cada rincón y es peor, ya que incrementa el dolor que recorre mi cuerpo.

Se sienta junto a mi. 

—Necesitas descansar. Ven, yo velaré tu sueño. —Palmea sus piernas para que me acueste. 

—La necesito a ella, mamá. Siento que si pasa un día mas sin verla, sin tenerla junto a mí, moriré. —Limpia una pequeña lágrima que desciende por mi mejilla. 

—Quiero que te recargues y descanses. No has dormido lo suficiente y así jamás podrás pensar en cómo recuperarla. —Hago lo que me pide. 

Dejo que sus manos acaricien una y otra vez mi cabello. Cierro los ojos intentando retener las lágrimas que salen, y parecen nunca acabar. Cada gota quebranta mi alma. Cada una es firme en su función: hacerme notar las consecuencias de mi estupidez. Cada una me recalca que ella es mi vida. La única que puede darle un sentido real. La única que puede sacarme de este dolor tan fuerte que me está destrozando lentamente.

Abro los ojos de golpe desorientado. Tallo mis ojos descubriendo que estoy en el sofá. Mamá no está. Pequeños susurros se escuchan en el vestíbulo, e inmediatamente me pongo de pie. Al asomarme veo a Mamá hablando con un muy exaltado Raymond. Mi corazón se acelera al imaginar que su presencia se deba al cumplir su amenaza. El hombre en estos momentos parece una máscara de tensión y músculos que no me causa miedo, simplemente quiero abstenerme de devolverle el golpe a ese ser que mi nena en estos momentos considera su único pilar.

Por Elliot el día de ayer supe que mi nena está con él en su antigua casa. Pensé que estaría desecha ante lo sucedido, pero no es así. Está asistiendo a la universidad. Quise correr hacia ella y explicarle lo sucedido al verla, pero su padre fue por ella. Pude ver sus ojos a lo lejos, y me sentí fatal al ver que el brillo que siempre la acompañó ya no está. En su lugar se ha instalado una máscara de tristeza que atormenta mi alma.

Mía me rogó mantener la distancia hasta que pudiera solucionar todo, pero no pude. Mi desesperación pudo más. Mi necesidad por verla me arrastró hacia ese lugar esperando verla y calmar una leve parte de ese dolor que me está ahogando. Del abismo que se ha abierto en mis pies. De la sensación de impotencia y tristeza. 

—No me puedes pedir eso —espeta Raymond. La observa fijamente con el ceño fruncido. 

—Sabes que se aman. Tu lo has visto. Has visto cómo se desvive por ella. No puedes venir y dudar de algo que a simple vista se ve. —Niega con una sonrisa completamente falsa. 

—He visto solamente lo que él ha mostrado —espeta ofuscado.

—Yo fui la primera en negarse a esa relación por ser tu hija. —Borra el gesto de su ceño ante sus palabras. —Christian antepuso su amor por tu hija, a el mío. Jamás hubo una discusión en mi familia. Jamás se había enemistado con su padre, y todo lo hizo por tu hija. La defendió a ella y su amor. Lo dio todo por ella. —Pasa ambas manos por su espeso cabello una y otra vez. 

—La ha destrozado. Y ahora con su... —se detiene abruptamente. —Lo quiero lejos de mi hija. —Sus palabras me obligan a tomar partido en su conversación. 

—Eso no se va poder. —Dirige su mirada hacia mi.

—¡Tú, maldito...! —Intenta acercarse a mi, pero mi madre se interpone. 

—¡Raymond, no! —le grita. Me mira con odio—. Por el amor de Dios, tomen asiento y hablen como adultos. 

—No la dejaré ir. —Endurece su mirada. —La amo. La amo como a nada, y no la alejará de mi. —Intenta pasar por encima de mamá.

—Te acercas a mi hija y... —es interrumpido por mamá.

Quiero pensar que se está absteniendo de ser rudo con ella, por ese amor que en su momento he notado. Un hombre con su contextura muy fácilmente podría a hacerla a un lado cual pluma, pero no lo hace. Las manos de mamá lo retienen como si ella fuese un bálsamo, su calmante.  

—Cariño, es mejor que le expliques cómo sucedieron las cosas. —Niego con firmeza. 

—No es a él a quien le tengo que dar explicaciones. —Aprieta su mandíbula. 

—Y tampoco las quiero. —Se aleja de mamá. —Por tu madre no te doy lo que con intereses te mereces. —Estaba en lo cierto. 

Aún con su momento de ira su corazón le dictaba controlarse ante la mujer que ama. Dentro de todo su actuar me da un ejemplo a seguir. Jamás debo poner mi ira por encima de esa persona que llena tu vida de esperanzas con el simple hecho de amar, aunque no te corresponda. 

—Pues lo harán —dice mamá visiblemente enojada. Mira a Raymond. —Soy testigo del amor que siente mi hijo por Anastasia. Y también del odio que su relación ha despertado en Nicole. Estoy segura que no ha pasado nada, pero se aprovechó del estado emocional de Anastasia para preparar todo esto, porque sencillamente está enamorada de mi hijo y él no le corresponde. —Raymond frunce el ceño.

—Nunca estuve con ella. Tu más que nadie siendo hombre sabrías cuando tu cuerpo ha sido descargado y el mío no lo está. —Frunce sus labios. 

—Nicole les ha tendido una trampa, y han caído todos. Porque sembró la duda en todos. —Juro que de volver a tenerla frente a mi, no saldrá ilesa. 

—Mi deber es apoyar a mi hija. Es la única que se ha visto mucho más perjudicada. —Algo en sus palabras me inquieta. 

—¿Está enferma? —sonríe con ironía. 

—Si a eso se le puede llamar enfermedad. —Bufa. Frunzo el ceño. —Olvídalo —gruñe—. Anastasia dijo que Nicole la odiaba, y que en un momento la amenazó diciendo que serías de ella. —Y bien que lo recuerdo. Asiento. —Eso me hace dudar un mínimo porcentaje de tu culpabilidad. Quiero saber todo lo que sucedió. 

Asiento.

—Pasa. —Le indico con la mano el salón. 

Lo hace a regañadientes. Mamá se acerca y asiente reprimiendo una tenue sonrisa.                    

—Te escucho —espeta colocándose detrás del sofá de tres plazas.  

Suspiro profundamente. 

Le explico sin omitir detalles todo o lo poco que recuerdo. Mamá permanece expectante a las reacciones de Raymond. El hombre se muestra atento y por momentos alterado, al escuchar todo lo que Nicole ha causado en nuestra relación.

En un momento el hilo de la relación se pierde, y ambos se embarcan en un diálogo del pasado. Raymond hace énfasis en una frase que me deja confundido, y mamá simplemente asiente. 

"La historia parece repetirse"

No hago preguntas. El momento no me lo permite puesto que ahora su pasado tiene un mínimo porcentaje de interés en mi.

[ ... ]  

—Hasta que te dignas en aparecer. —Ignoro los reproches de Ross. 

Siete malditos días han pasado desde que perdí a mi nena. Siete días en que mi alma no ha tenido paz. Siete días de dolor y sufrir por los propios errores de mi pasado. 

—No estoy de humor, Ross. —Abro mi MAC. 

—¿Qué sucede? —Suspiro profundamente. 

Creo que ese gesto se ha adoptado muy bien en los últimos días. Recargo mi cuerpo en el respaldar de la silla observando su rostro con el ceño fruncido.

—Perdí a Anastasia. —Sus ojos se abren como platos. 

—¿Qué? —pregunta perpleja—. Pero si se van a casar. Todo el mundo lo sabe. La prensa se ha encargado de eso. —Cierro los ojos deseando que todo sea un sueño, pero no es así. Todo es tan real y duele ver que nada puedo hacer ante su miedo y duda.

—No sé en qué punto estamos. Lo que puedo asegurar es que no me daré por vencido sin luchar. —Y es cierto. 

No puedo simplemente dejarla ir. Me estoy apegando a que esto es un reto más de nuestro amor. El más difícil de todos, ya que ante el engaño y la traición la lucha es más fuerte. La confianza se pone a prueba en un límite inimaginable. Intentar creer teniendo como prueba una visión, es casi imposible.

—Siempre has sido así. —Sus ojos me miran con admiración. —Eres el prototipo de hombre que puedo asegurar nunca ha existido. El ser romántico para ti es una tarea tan simple, puesto que te entregas en una relación siendo lo que el mundo sin escrúpulos llama, cursi. Son pocos los que te conocemos como eres realmente. El mundo conoce tu pasado. Conoce al hombre que sufrió la pérdida de su madre y que en un punto de su adolescencia se aventuró a borrar ese trecho amargo en mujeres que ven por sí mismas. Modelos que buscaban en ti la fama que tú mismo creaste, el hombre que se abrió paso en el mundo empresarial y creó un imperio con la mitad de la edad que lo haría cualquiera. Ese hombre que ellas deseaban para ser el que hablar al haber estado con uno de los hombres más importantes del país y el mundo. . —Sonríe melancólica. —Llegaste hasta aquí con obstáculo, y los mismos no te los impuso la vida. —Niega con la cabeza. —Lo hizo tu corazón. Eres un hombre que se rige por los sentimientos. Que refuerza su personalidad con el trato a los demás. Un hombre que valora a las personas por lo que son, sin importar su estatus social. Un hombre que en algún punto de la vida creyó enamorarse y sufrió, pero ahora comprendió que nada de eso era amor. —Me mira directo a los ojos. —Anastasia rompe tus esquemas, y tu también rompes los suyos. En ella encuentras esa alma gemela a tu ideal de amor. Esa mujer que sepa valorar a ese ser completamente romántico que a cada segundo le dice que la ama. En cambio ella encontró quizás al único hombre sobre la faz de la tierra que ve en ella sus sentimientos. Un hombre que le reitera a cada segundo que la ama sin importar los prejuicios. Un ser perfecto que la llena de detalle y momentos completamente únicos, digno de libros. —Parpadea para borrar la capa cristalina de sus ojos. —El mundo podrá criticarte por lo que sea, pero jamás lo podrá hacer por ser romántico y amar. Eso es algo que la sociedad necesita, y quizás así no conocerían la infidelidad. —Se pone de pie dejando sobre mi escritorio la carpeta que traía. —No has caído, Grey. Las batallas se ganan peleando, y cuando el amor es verdadero e intenso, no hay nada en esta vida y las venideras, que lo logren separar. —La miro fijamente. 

—Cree que le fui infiel. —Niega con la cabeza. 

—Si te ama lo suficiente creerá sólo en tus palabras. El amor se refleja en los ojos. Son las puertas del alma. Todo sentimiento es mostrado ahí sin necesidad de palabras. —Hace un gesto de labios. —Cuando se ama es imposible tocar otro cuerpo, sólo se desea a esa persona. Y es algo que tu debes hacerle comprender. —Ahora soy yo quien niega. 

—No sé cómo. Se me acabaron las idea. Mi mente está totalmente en blanco. —Vuelve a tomar asiento. 

—¿La amas? —pongo los ojos en blanco. 

—Es una pregunta tonta, Ross. —Me fulmina con la mirada. —La amo más que a mí mismo —respondo sin titubear.

Sonríe.

—Debo aceptar que no creí escucharte decir eso en el pasado. Esas plásticas no eran alentadoras. —sonrío por primera vez desde que mi nena se fue. —Bien. Te ayudare a pensar que hacer, pero lo primero es que hables con ella. —Niego poniéndome de pie. 

—No —digo con firmeza.

—Además de tonto, cobarde. —La fulmino con la mirada antes de caminar hacia el amplio ventanal. —No puedes hacer nada sin saber hasta qué punto le afectó lo que imagino vio. Puede que el amor que siente por ti le haya hecho comprender que las oportunidades se hicieron para darlas. Acepto que la infidelidad por mi parte es un tema a no perdonar, o por el contrario si perdono, no vuelvo con... —Se detiene abruptamente. 

—Ahí está tu respuesta. —Suelto el peso de mi cuerpo en la silla. 

—Explícame bien que sucedió, para poder comprender. —Asiento suspirando resignado. 

Paso las últimas horas explicándole lo sucedido. Escuchar el punto de vista femenino ante una infidelidad es terrorífico. Jamás imaginé que la cabeza de una mujer se volviera un campo de guerra por ese hecho. Pensamientos criminales en medio del dolor, que sinceramente me provocan pánico.

Andrea me hace entrega de un documento. Al abrirlo mi pecho se oprime al ver que son las escrituras de la casa con vista al Sound que escogí para ambos. Los ingreso en mi caja fuerte para continuar con el trabajo bajo las recomendaciones de Ross. 

No sé cuánto tiempo ha pasado, pero al ver mi reloj de mano descubro que mi nena está por terminar su jornada de estudio. Cierro la misma y salgo a paso apresurado con el cuerpo envuelto en una maraña de nervios.  Analizo los pro y contras de buscarla, descubriendo que ya no puedo perder más de lo que hasta ahora siento completamente perdido.

Camino a la universidad me doy cuenta de lo fuerte que me estoy manteniendo. Haber pasado por el dolor de una separación anteriormente me hace ver que con llorar o beber no resolveré absolutamente nada. Creo que este último está vetado en mi vida. He excluido el alcohol de mi conocimiento al haber permitido despertar después de ingerirlo, un dolor como nunca he sentido. Algo pegado al alma que hace doler todo, absolutamente todo en tu cuerpo. 

Las palabras de mis hermanos han servido de mucho. Al inicio fue difícil puesto que la duda surcó su mente y me lo hicieron notar, pero al haberles explicado hasta donde tengo conocimiento los hizo ver que Nicole había manipulado todo. Esperó el momento justo para llevar a cabo algo que ella sabía terminaría por romper nuestra relación que ya se había fortalecido.

Mamá sí se mostró más fiel a mis palabras. Creo que todo ese proceso de dolor que experimentó la hizo ver que realmente mi amor hacia Anastasia es real. Imponerme al mundo le dio una lección de vida que ella misma no se puede creer. Cuando se ama de verdad se piensa en el amor, más que en el mundo mismo. Las palabras van y vienen, pero el amor es algo que sólo pocos lo sienten y expresan. 

He hablado con Elena, y aunque nuevamente me mandó a la mierda, pude explicarle por gracia de Mamá todo, y me alivió saber que Marck también lo había hecho. Ella acepta la culpabilidad de su hija, pero de la misma manera se siente temerosa, ya que mi actuar hacia su hija en medio del pánico y dolor puede traer grandes consecuencias. Me informó sobre el estado alterado de Lincoln por las marcas en el cuello y rostro de su hija. Y es que yo mismo no me reconocí. Estaba completamente cegado por el miedo consciente de que su actuar concretamente había roto nuestra relación. Lo sabía, y mi liberación fue descargarla con la culpable de todo.

Me toca esperar su visita, que hoy a siete días no se ha presentado. Ahora comprendo mucho más a Elena. Es Lincoln quien ha hecho de Nicole la mujer que hoy es. Su crianza y sobreprotección le dan el poder de caminar por el mundo sin limites a nada. Ha creado una mujer caprichosa que no entiende la palabra No. Una niña en el cuerpo de una mujer que piensa que su actuar corresponde a una etapa infantil. A un juego de adolescentes hormonales, siendo consciente, muy en el fondo, que no es así. 

—¿Sawyer ha dado noticias? —Taylor niega. 

Enfoca su mirada a través del espejo retrovisor. 

—Ha hecho una nueva amiga. Compañera de curso. Welch se está encargando de su informe. —Asiento. 

—¿Y el otro? —gruño. 

No esconde su sonrisa. 

—El señor Williams se ha mantenido al margen. El señor Steele se ha encargado de pasar por ella. Le aseguro que nada ha cambiado. —Suspiro aliviado. 

—Es indispensable que no detecte la seguridad en su casa, y la universidad. —Vuelve su atención por completo a la carretera. 

Me alivia saber que ya empieza a hacer amigas. Lo intrigante es saber si la sinceridad es su fuerte. No quiero que se acerquen a ella por algún beneficio propio. Mi nena no resistiría un engaño más.

El camino termina en la entrada principal de la universidad. Mis nervios adquieren un punto intolerable. La ansiedad es tan palpable que en un momento Taylor pide permiso para esperar afuera, ya que el aura de tensión es totalmente transferible. No le presto atención. Mi vista está fija en la entrada principal por donde ella debe salir pero no lo hace. Observo mi reloj de mano a cada segundo impaciente. 

¿Dónde estás, pequeña? 

Un auto se acerca y aparca junto al mío. De él observo a Raymond bajar y acercarse a mi ventana. Da dos toques y a través del cristal oscuro pide con el dedo salir. 

Lo hago.

—Pensé que aún cabía la prudencia en ti. —Vuelvo la mirada a la entrada. 

—Necesito hablarle. Es la única manera de avanzar. —Hace ese jodido gesto de labios.

—Pude hablar con ella. —Sus palabras aceleran mucho más mi corazón. —No entiende razón. Sabe que Nicole pudo haberlo planificado, pero afirma que eso no borra el que aún borracho te hayas acostado con ella. —Paso la mano por mi cabello desesperado. 

—Te dije que no lo hice. Conozco mi cuerpo. Mi jodido miembro no se levanta con más nadie que tu hija. —Endurece su mirada. 

—Guarda tu intimidad con mi hija sólo para ustedes —gruñe molesto. Bajo la mirada avergonzado. La desesperación me está afectando—. En cuanto a lo otro, eso es algo que debes explicárselo, pero siento que todo aún está recién. —Niego. 

—Han pasado siete días, Raymond. Siete malditos días, y si no me he vuelto loco es por la compañía y ánimos que me da mamá. Así que no... —Las palabras quedan atascadas en mis labios al ver a mi nena salir. 

Junto a ella viene Williams sosteniendo su bolso como si fuese su... Trago saliva con dificultad. 

No puede ser.

Anastasia conecta sus ojos fugazmente con los míos.  

Ambos intercambian palabras mientras él toma su mano y deja un tierno y muy prolongado beso. Anastasia le sonríe con timidez, para luego envolver sus manos en su cuello, y posterior el infeliz coloca sus manos en su cintura. 

Algo caliente recorre mi cuerpo tan rápido que no me da tiempo a procesarlo. Mi corazón bombea sangre con rapidez. El aire se ha perdido en algún punto, siendo sustituido por un vacío atroz en el estómago, y sintiendo ese mismo dolor subir a mi pecho.

No sé en qué momento todo sucedió. Solamente soy consciente de mi mano impactando una y otra vez el rostro de Williams. En un momento flaqueo dejando que sus golpes toquen mi rostro. Cada uno es un recordatorio de cómo esas mismas manos acariciaban su cuerpo y ella lo permitía. Me inflo de ira y vuelvo a tomar su cuerpo y golpearlo mientras unas manos forcejean para que los suelte.

Los gritos no cesan. Las maldiciones son tan comunes y débiles que las ignoro. El llamado una y otra vez de mi nombre es inexistente para mi mente. Sigo golpeando su cuerpo hasta que soy tomado por la cintura y alejado de él. 

Intenta levantarse, pero algo se lo impide. Su rostro manchado de sangre llena una leve porción a la bestia interna que me posee y pide más. 

—¡Eres un idiota! —grita Anastasia, pero la ignoro. Estoy tan jodidamente furioso con ella, con el imbécil, con los estúpidos seguridad, con todos. 

Me remuevo para que me suelten y lo hacen. 

—Esto no se quedará así, Grey —gruñe Williams. Su ojo se está tornando de un tono rosado con tonalidades morado. Su nariz, ceja y boca dejan ver hilos de sangre y no me preocupa. 

—Lo volveré a hacer una y otra vez, hasta que entiendas que no debes tocar a mi mujer. —Eleva con dolor la comisura de sus labios. 

—Ella ya no te pertenece. —Entrecierro la mirada y la vuelvo hacia Anastasia. 

Ella se acerca lentamente. Mi cuerpo se relaja después de siete malditos días al tenerla frente a mi. Su mirada es firme. El temor está en lo profundo, mientras que la ira es tan visible en cada uno de sus gestos. En un segundo soy sorprendido al sentir el impacto de su mano con extrema fuerza en mi mejilla.

—No soy tu mujer. No eres nadie para meterte en mi vida. ¡Déjame en paz! —grita eso ultimo para luego caminar hacia el auto de su padre. 

Quedo completamente estático. Ningún músculo de mi cuerpo cobra movilidad. El aire se extingue y con él toda la esperanza que albergaba mi alma de recuperarla. 

La he perdido por completo. 

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Marly Castro

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