La señal del vampiro (Igereth...

By ValeGarbo

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Él: La sigue persiguiendo. Ella: Lo sigue evitando....creo. Sus amigos: Están planteándose seriamente fingir... More

La larga espera y su próximo fin
Prólogo
Viaje a las estrellas (pero de la delincuencia)
Tren de la ansiedad
La bella durmiente
Beckendorf
La comitiva de bienvenida
La señorita Cobatt
Fauna beckenorfiana
La mejor amiga
Mejores alumnos
Temario
Ilusionismo
Mareos
Vendetta
El recordatorio
La cita
El juego de geiks
El secreto de James
Un regalo de navidad
La carta de lágrimas
Un dolor de cabeza
Visitas
Salvación
Sorpresa
La estrella de Belén
Navidad
Vida en biblioteca
Misión en los pantanos
Enfermedades de chicas hermosas
Mordedura
Posibilidades en contra
Año Nuevo
Búsqueda infructuosa
Ofrecimiento
Órdenes
Limpio y sin rastros
Envenenamiento
Problemas
El despacho de la directora
Conclusiones
Control
Stop
Un bonito paisaje
Golpe de suerte
Ataques en ruso
Mordeduras podridas
Recién convertido
El asesino
La llamada de fuego
Refutaciones
El libro de cuentos
Cuentos y misterios
Anthenom III
La coincidencia más extraña
El cumpleaños de James
Silencio
Plan suicida
Perseguidos
El vampiro
Lazo de sangre
El ritual de los pilares
El portal
Conjuro de efecto retardado
Aprobación

El castillo

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By ValeGarbo


(Por: Emmeline)


El olor de tierra fresca inundó mi nariz, a pesar de que de repente el mundo era completamente negro.

Mi cabeza, aún adolorida, tardó algunos segundos en comprender que tenía una tela cubriéndola.

Alguien me puso de pie de forma brusca y me dio un empujón para caminar. Esto me hizo notar que mis manos estaban atadas detrás de mi espalda.

Con una sacudida, recordé el collar y a los encapuchados, pero por mucho que intenté realizar un hechizo, no conseguí notar algo diferente.

La sensación de estar al aire libre, pronto desapareció bajo el olor de polvo y el resonar de nuestros pasos sobre un suelo de piedra.

¿Dónde estábamos? ¿En Beckendorf? ¿En otro castillo?

El silencio era abrumador y solo hacía que mi incertidumbre se fuera por los cielos.

Mucha gente nos rodeaba, podía adivinarlo por el eco de los pasos y los susurros que llenaban el lugar.

Pasamos al menos diez puertas diferentes, probablemente custodiadas por guardias, ya que podías oír el movimiento de los cerrojos antes de que llegáramos y cómo volvían a cerrarlas cuando habíamos pasado.

Esperaba que los chicos siguieran conmigo, porque con tanto movimiento, era incapaz de saber dónde estaban todos, aunque sospechaba que si intentaban separarnos, Irina lo detectaría y nos advertiría. ¿O lo había hecho cuando estaba desmayada?

Después de la duodécima puerta, nos detuvimos. De alguna forma, supe que habíamos llegado a un lugar importante. La iluminación era diferente, había más murmullos, tuve que subir escaleras y cuando me dejaron, mi cuerpo tuvo el impulso de quedarse quieto.

Hubo unos segundos de murmullos hasta que, de repente, todos se quedaron en silencio.

—Terrible castillo —la voz de Nina se hizo eco en medio de la extraña quietud.

Alguien dio unos pasos a mi derecha.

—¿Cómo puedes saber qué pasa si no puedes ver? —dijo una voz rasposa. Un hombre. Definitivamente no un vampiro, todos ellos tenían voces finas y seductoras, como una trampa a tus sentidos.

—¿Cómo puedes estar vivo sin tener cerebro?—rebatió ella—. Solo tengo excelentes sentidos y una gran imaginación.

El hombre se rio fríamente y la capucha que me cubría la cabeza salió volando.

Parpadeé unos segundos mientras me acostumbraba a la luz. Nos encontrábamos en una sala cuadrada y gigantesca. La puerta por la que entramos debía estar detrás de nosotros, dado que no podía verla, el techo se elevaba varios metros por encima de todo y solo había dos minúsculas ventanas en lo alto. Lo demás era piedra.

La sala estaba claramente dividida en dos espacios. Nosotros nos encontrábamos en una especie de tarima que se elevaba sobre los demás por lo menos dos metros. La rodeada una muralla que hacía que todo se ondulara como si estuviéramos metidos en un tubo de agua.

Entendí que eso era lo que silenciaba la sala dado que podía ver a la gente aún hablando allí fuera, aunque era difícil afirmarlo pues todos llevaban capuchas.

—¿Dónde estamos? —Se me escapó.

Eso hizo que el hombre frente a nosotros volviera a reírse. Tenía ojillos pequeños como un roedor y una barba horrible.
—Aquí —fue todo lo que dijo.

A mi izquierda, Nina cayó al suelo. Fue tan rápido que estuve segura de que ella había intentado usar su velocidad vampírica y como alertadas por esto, habían surgido cadenas del suelo.

El sonoro click cuando apresaron sus muñecas hizo que un escalofrío me recorriera la espalda, aunque ella se puso de pie al instante. El hombre dio una palmada y más cadenas aparecieron para esposarnos también a nosotros. Tragué saliva. No pintaba bien.

Como si quisiera confirmarlo, Irina soltó un aullido terrible y se tambaleó. Eso hizo que las cadenas se tensaran para mantenerla quieta. Su siseo me hizo saber que estaba luchando por no volver a gritar.

—No creo que ninguno de ustedes quiera huir en verdad. Los superamos en número ampliamente y cada puerta está custodiada. Y bueno, están encadenados sin magia.

—Irina—susurró James.

Ella seguía siseando y me di cuenta al instante de cuál era el problema. Hierro, que le quemaba la piel lenta y dolorosamente.

Sin embargo, no parecía normal. Había visto las lesiones que le causaban a Nina los objetos de hierro, incluso con Driggers. Esto parecía mil veces peor. Su piel estaba llena de ampollas negras, supurando un líquido que goteaba y carcomía el tablado.

El hombre se regodeó mientras Irina se sacudía.

James empezó a tensar sus cadenas también y a gritar su nombre.

Era frustrante estar allí, con el asfixiante silencio, sabiendo que estábamos en una tarima con decenas de ojos clavados en nosotros.

Intenté librarme de mis cadenas también, sin éxito. Era irónico tener el collar azul de Beckendorf que nos permitía hacer magia y volver a tenerla bloqueada por las cadenas. Muy al estilo Driggers.

De repente, hubo una vibración en la muralla y todos nos quedamos quietos. Una mujer rubia acababa de entrar, con una cuidadosa sonrisa que ni siquiera se dignó a reconocer nuestra presencia.

—El Maestro ha dado la orden. Estará muy complacido, ¿estás listo?

—Sí, en un minuto, ella necesita calmarse.

La mujer le dio a Nina una mirada despectiva y paseo la vista entre nosotros.

—¿Necesitas que se calme para matarla? Puedo calmarla.

Alzó una mano y James gritó.

—Cuidado —gruñó el hombre—. Ya tiene suficiente daño. Podría desmayarse.

La mujer se acercó con cuidado, como si Nina fuera una exhibición en un zoológico.

—Nunca he visto nada como ella —susurró con los ojos brillantes—. Los híbridos siempre son tan difíciles de encontrar. No creo que se desmaye, su lado vampírico ha tomado el control suficiente.

Movió la mano y las cadenas que sujetaban a Nina retrocedieron, haciéndola caer. Ella gritó y sentí la ansiedad crecer en mi pecho: la estaba torturando.

—Este es el verdadero dolor que el hierro inflige a los vampiros, Irina Britt.

¿El verdadero dolor? No entendía nada y eso era lo que más me frustraba.

—Déjala —dijo James— es a mí a quien quieres.

¿Pero es que se había vuelto loco?

Entonces recordé el beso, y la vez que se ofreció voluntario con Driggers. Maldito príncipe encantador.

La rubia le sonrió seductoramente.

—James Sandler, volvemos a encontrarnos.

¿Ellos se conocían? Irina al parecer pensó lo mismo, pues su cabeza se alzó tan rápido que si hubiera sido humana, se hubiera dislocado el cuello.

Pero James lucía tan confundido como todos nosotros.

—¿La conozco?

La mujer se rio groseramente y lo palmeó en la cabeza como si fuera un niño pequeño.

Irina volvió a gritar y James se sacudió en sus ataduras.

—Ponle otras cadenas —su voz sonaba febril—. Es a mí a quien necesitas, ella todavía no ha sido incluida. Déjala en paz.

—¿De qué hablas? —Logró preguntar Irina.

James se quedó en silencio, como si sólo pudiera mirar a nuestros captores, pero ninguno de ellos le hizo caso.

Los dos miraban a Irina con curiosidad.

—¿Cuánto más va a resistir? —Preguntó la rubia como si se tratara del estado del tiempo.

—No lo sé. Pero está luchando y eso no la ayuda.

—¡Déjenla! —Volvió a gritar James. Iba a decir algo más pero la mujer chasqueó los dedos y sentí que me ahogaba. Un hechizo de silenciamiento.

Solo Irina parecía ser capaz de hablar.

—¿Qué es esto? —Preguntó mirando sus cadenas y la forma en que su piel empezaba a cuartearse.

—Es hierro, querida.

—Mentira —gruñó ella—. El hierro no...duele así.

—Es que el hierro nunca te ha dolido así —aclaró el hombre—. No lo has notado, Irina, pero el hecho de que Beckendorf limite la magia te deja indefensa. Tu sangre mágica siempre combatió tu sangre de vampiro. Pero ahora...¿qué te queda?

—¿Qué?

—Deja de hablar —insistió la rubia—. Falta media hora para tener listo el contacto en Fandelia pero podemos librarnos de sus amigos mientras tanto.

—¿Quién está dirigiendo esto, Melida?

La rubia se mordió el labio.

—Tú —respondió de mala gana—. Pero es en serio, no converses con tus prisioneros. Da mala suerte.

—Oh, pero quiero verla entender esto. ¿Le negarás eso a un hombre moribundo?

Melida se apartó de nosotros y se cruzó se brazos con furia. El tipo se volvió hacia Nina.

—Deja de luchar, Irina Britt, tu lado híbrido no ayudará esta vez. ¿Sabes que no eres un vampiro completo, verdad? La magia en ti no está extinta, todavía tienes algo de humano luchando por sobrevivir en armonía con estar maldita. Ahora que Beckendorf te quitó la magia...todo está cambiando. El sol te quema cada vez más, incluso con el colgante. La usas en clases y carga su energía en ese momento pero no es suficiente; si no hay magia en ti, nada puede mantenerse. Por fin estás sintiendo qué es ser un vampiro real. Tu sed se ha vuelto insaciable, ¿verdad? ¿Por qué será?

Su sonrisa era repulsiva y a pesar de que la solución al misterio de las últimas semanas parecía estarse aclarando mientras hablaba, quería matarlo.

—Prácticamente eres una neonata, y ya probaste la sangre de un hechicero una vez. E incluso aunque fuera un mago negro, de ese idiota de Driggers, has sentido que es lo que necesitas en las venas...¿qué será de ti? El olor de tus amigos es cada vez más atractivo. Si te encierro con ellos en una celda que comprima tu magia...me pregunto a quién matarás primero...¿harías eso por mí, Melida?

¿Qué? Tenía que estar bromeando. ¿Eso era lo que le había pasado a Irina todo este tiempo?

La sonrisa de la rubia me dijo lo que necesitaba.

Hubo un segundo tenso de silencio mientras Nina alzaba la mirada y sus ojos se clavaban en mí.

"¿En qué nos hemos metido?"

"Está bien" articulé con los labios.

Pero ni siquiera yo me lo creía.

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