Año Nuevo

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(Por: Kyle)
No quiero que nadie que haya acudido a Beckendorf se sienta mal por esto pero si tienen que elegir entre la fiesta de fin de año y cualquier otra cosa, elijan esto último.
Año nuevo era una fiesta para divertirse y celebrar, pero era evidente que esos conceptos todavía no habían llegado hasta este lado de la civilización. La sala estaba prácticamente vacía. Solo había una chica que miraba hacia la ventana, viendo la nieve caer y un profesor que no conocía roncando en un sillón.

—Esta es la peor fiesta en la que he estado....y he estado en bastante malas fiestas —dijo James.

—Incluso las tonterías como el día del maestro son mejor celebradas en Diringher —acotó Irina, jugando con un hilo suelto en su blusa. Desde mi abrigo y mis cuatro capas de ropa bajo él, la envidiaba terriblemente con su short corto, sus medias de diseño y sus botines. Para Irina, era mediados de primavera mientras yo me sentía en medio del polo norte.

—Diría que incluso en el día de la zanahoria hay más emoción —susurró Emmeline, también enfundada en un abrigo. Era adorable cómo parecía volverse más pequeña con él.

Ni siquiera había música, como en navidad. Era tan evidente que no pensaban celebrar que parecían haber diseñado el lugar a propósito para echarte de allí.

James e Irina comenzaron un juego de geiks rúnicos solo por diversión. Yo me excluí debido a que se me daban fatal y Emmeline porque James se quejó de que nunca podría ganar si estaba involucrada.

Ella y yo terminamos haciendo viajes a la mesa de comida para tener algo que hacer mientras jugaban.

—No pruebes las tiras verdes —me advirtió en una ocasión—. Saben como a barro congelado.

Devolví las que había tomado y me sonrió. Era hermosa la forma en que se le formaban arrugas en el borde de los ojos cuando lo hacía y me quedé embobado unos segundos hasta que me di cuenta que era de mala educación quedarse mirando fijamente a alguien.

—¿Los bollos rojos?

—Creo que son fresas —dijo Emmeline torciendo la boca—. Probablemente las que desecharon de todos los mercados cuando se pudrieron.

Mi cara de asco debió ser tan mala que ella se echó a reír.

—Perdona, es broma. No son tan malas. Pero estas son mucho mejores —me puso en la mano una pequeña bolita marrón—. Beckendorf queda cerquísima de Fenlite.

—¿La tierra del chocolate?

No sé si llegó a responderme. En cuanto introduje la esfera en mi boca, de repente estaba en el cielo. Se deshizo en una estampida de felicidad que se deslizó hacia mi estómago en medio de un coro de ángeles.

—...no estaba segura al principio, pero papá me compra chocolates fenlitianos por mi cumpleaños y saben justo como estos —estaba diciendo Emmeline cuando logré descender del paraíso.

—Si me disculpas, creo que iré por una caja para llevármelos todos.

—Hay otros bollos allí que los tienen como relleno, pero solos están geniales, ¿verdad?

—No entiendo cómo aún no han desatado la tercera guerra mundial.

Ella volvió a reírse y yo me derrumbé sobre el sillón con las manos llenas de chocolates.

—¿De qué hablamos? —Preguntó Emmeline mientras James le quitaba cinco puntos a Nina y ella le gruñía. Era genial cómo sabía cuándo era bueno hablar y cuándo el silencio no debía ser interrumpido.

La señal del vampiro (Igereth #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora