El portal

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(Por: Kyle)

—¿Qué ha pasado? —Gritó alguien.

—¿Dónde está el vampiro?

No comprendía qué pasaba pero activé un escudo al instante. La magia fluyó con rapidez.

Irina nos había liberado de forma tan sorpresiva que podía ver a la rubia todavía atravesada por el shock. Lo siguiente que supe es que me ardían terriblemente los ojos. Tardé unos instantes en comprender que alguien había lanzado una maldición contra la barrera que nos protegía y esta había reaccionado llenando de humo el lugar.

Una fuerza me jaló y estuve a punto de lanzar un hechizo paralizante cuando oí gritar a James que lo siguiera.

—He lanzado un conjuro de humo, las cosas se van a poner locas. Empieza a desmayar gente para que podamos salir. Y cuidado con lo que dices, ese otro vampiro sigue por aquí, puede escucharnos.

Desapareció en el humo y por primera vez en mucho tiempo, me sentí solo. James parecía saber exactamente lo que hacía, pero yo tenía miedo, sin poder ver más allá de medio metro.

Mi educación del tiempo en el que mi mayor aspiración era ser un miembro de la Cofradía tomó el control y en cuanto el primer encapuchado se cruzó por mi camino, le lancé un conjuro adormecedor. Cayó con tanta fuerza que me asustó. Sin embargo, no podía pasarme así todo el rato.

Me obligué a seguir los ejercicios de respiración de James y por fin pude pensar con claridad. Lancé otro conjuro de humo y activé cualquier hechizo que hubiera aprendido en Zoología mágica (y antes de eso en Curación Avanzada) para poder rastrear el área del castillo, sin éxito. La sala en la que nos encontrábamos era pequeña y estaba completamente sellada. Probablemente fuera de aquí ni siquiera podían oír los gritos, y eso explicaba que el humo estuviera tardando tanto en disiparse.

Me moví completamente consciente de cada persona en la habitación y cómo todos se encontraban desorientados. Algunos claramente eran más rápidos que otros en encontrar soluciones y pude distinguir a unos diez que se movían con seguridad a través del humo. Me alejé de ellos y, siguiendo el consejo de James, empecé a atacar a los encapuchados que se me cruzaban.

A diferencia del primero, no fue nada fácil. Podían estar ciegos, pero cuando empezaba a atacarlos, todos ellos eran rápidos reaccionando. Tuve que huir de varias peleas y solo conseguí noquear a un encapuchado más.

¿Dónde estaban los demás?

Acababa de hacerme esa pregunta cuando algo brilló sobre mi cabeza. El humo se había disipado lo suficiente para que pudiera ver a Irina girando rápidamente sobre la tarima, dibujando un portal.

La mujer rubia estaba pegada a su espalda, evitando a toda costa que lograra activarlo. Intenté dar un paso en su dirección cuando un encapuchado me salió al encuentro y me di cuenta de por qué el humo se estaba yendo.

El tipo había tenido la simple pero brillante idea de crear cápsulas dimensionales para librarse de todo.

Usé un hechizo de velocidad para llegar a la tarima pero tuve que darme por vencido. La hermandad se había vuelto una locura mientras intentaban detener a Irina de hacer su portal.

El humo era cosa del pasado y me di cuenta de la cantidad de magos que se necesitaron para crear todas las esferas dimensionales que ahora estaban ascendiendo hacia el techo. Estaban trabajando como un equipo y eso no pintaba bien.

A mi izquierda, un área despejada llamó mi atención. James estaba luchando contra Nizeq, el vampiro, y ambos estaban tan enzarzados en su pelea que no les importaba si chocaban con alguien más. Muchos terminaron dando contra las paredes por interponerse en su camino.
Usé un hechizo para impulsarme hacia la tarima y ayudar a Irina. La adrenalina me quemaba las venas cuando me lancé sobre Melida y tuve la oportunidad de poner en práctica la maniobra hijuka de la clase de Ataque y Defensa Avanzado.

Nada funcionaba. La rubia huía de mis ataques como una bailarina y soltaba una carcajada cada vez que fallaba. No me detuve: aunque inútiles, mis ataques ayudaban a crear la distracción que Irina necesitaba.

En un golpe de suerte, uno de mis rayos hizo que cayera de la tarima y se perdiera en el mar de capuchas en el nivel inferior.

—Ella volverá —gritó Nina—. Los demás no pueden entrar aquí. Creo que solo quienes ya han estado dentro de esto pueden volver. Encuéntrala abajo y manténla allí.

No lo discutí. Bajé las escaleras como un borrón y empecé a buscar a Melida. La encontré luchando con Emmeline. Estaba corriendo hacia ellas cuando un ruido llamó mi atención: James seguía luchando con el vampiro sin descanso. Nizeq lo atrapó en el aire y este se debatió con furia pero no había nada que pudiera hacer.

Todo colapsó en ese instante. Melida lanzó un conjuro que Emmeline rebotó hacia el techo e hizo que grandes trozos de roca descendieran. Venido de ninguna parte, un hechizo me lanzó contra la pared y vi que James había caído muy cerca de mí, con una expresión de dolor. Al menos no estaba muerto.

¿Cómo me había olvidado que otros cuarenta encapuchados todavía seguían en la habitación?

James empezó a ponerse de pie. Sin embargo, al instante siguiente, Nizeq lo atrapó por el abrigo y supe lo que iba a hacer: le destrozaría todos los huesos del abdomen con un abrazo mortal.

Mi grito de pánico no llegó a salir.

Irina apareció de la nada y tiró de la cabeza de Nizeq hacia atrás, casi arrancándosela. El agarre del vampiro se aflojó y dejó caer a James como un peso muerto.

Irina le gruñó de forma tan salvaje que me sorprendí de que hubiera dejado de temerle. Todo mi cuerpo vibraba con aprobación y estaba a punto de ayudarla hasta que alguien me detuvo.

—Kyle —la voz de Emmeline sonó junto a mi oído y me estremecí al sentir su aliento sobre mi cuello.

—¿Qué...?

Pero ella negó con la cabeza y me señaló a James. Entre los dos lo alzamos con dificultad.

Los trozos del techo seguían cayendo y la pelea entre Irina y Nizeq estaba destrozando gente con más rapidez que cualquier otra cosa. Incluso vi a Melida caer desmayada cuando Nizeq dio un giro brusco para evitar a Nina.

Emmeline no se detuvo a admirarla luchar, sino que se dirigió al portal con seguridad.

—Emmeline.

Ella volvió a darme esa mirada de "Cállate o lo arruinarás todo" así que me abandoné. Saltamos hacia la tarima, potenciados con el mismo conjuro y ella empezó a pasar sus manos por el portal hasta que este brilló con la luz característica de los de su clase.

Lo cruzó sin dudar y yo la seguí, sosteniendo a James con cuidado. Acababa de cruzar, cuando sentí un tirón del cuello. Me moví bruscamente pero estaba atrapado en una nueva espiral. ¿Qué estaba pasando?
Caí de bruces sobre el suelo y perdí mi agarre sobre James, que también se estrelló a mi lado.

Cuando recuperé la respiración, Irina apareció junto a nosotros.

—Rápido —me urgió tomando a James en sus brazos como si no pesara.

—¿Qué diablos ha pasado?

—Nos lo dijeron muchas veces —dijo ella alzando un collar azul—. Sin este collar, volveríamos a Beckendorf. Ahora estamos en los límites y si ellos cruzan el portal, estarán en un bosque de Capitela. Se darán cuenta pronto. Avancemos.

Me entregó un collar azul y lo coloqué sobre mi cuello.
—¿Hacia dónde?

Irina me respondió y estuve totalmente de acuerdo.

—Vamos a desaparecernos a la cuenta de tres. Uno...dos...
Solo había desaparecido cuatro veces en mi vida y aunque todas esas veces fue en un ambiente seguro, y estaba lleno de energía por gastar, no me importó arriesgarme en esta ocasión. Me lancé a la espiral de alteración del espacio y la física como si lo hiciera todos los días.

Desaparecimos todos de vuelta a un lugar que conocíamos bien. Un lugar que se sentía como casa. Nunca estuve tan feliz de ver el bosque de Diringher.

La señal del vampiro (Igereth #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora