Beckendorf

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(Por: Emmeline)


Tenía sueño. Mucho. Solo quería llegar a Beckendorf y caer sobre una mullida cama. Descansar en el tren había ayudado, pero aún me tambaleaba al caminar. Cuidadosamente, me encogí más en mi abrigo y aspiré con lentitud. Mi piel todavía guardaba un rastro del olor a hierbas curativas de Kyle.

Cuando Beckendorf apareció, se instaló como un peso en el fondo de mi estómago. Estaba prácticamente en ruinas. Solo le faltaba una cuadrilla de murciélagos que salieran volando desde lo alto de una torre para completar la imagen del castillo de Drácula. Sin intención de ofender al señor de los vampiros, por supuesto.

Decidí poner en práctica el viejo dicho de "no juzgues un libro por su portada" y darle una oportunidad a Beckendorf......hasta el segundo en que los gingec atravesaron un puente construido sobre los pantanos que rodeaban la academia y, en medio de una bocanada de aire, me tragué un mosquito. Es interesante cómo algo tan pequeño puede hacerte sentir tan miserable.

Los pantanos estaban medio congelados debido a la época pero eso no impedían que me parecieran deprimentes. Además, Kyle me había contado que también había arenas movedizas y cientos de insectos por allí. No tenía nada contra las arenas movedizas porque Estudio de zonas me había enseñado que la versión de las películas en las que te tragan hasta morir era completamente inverosímil. Podías quedarte atrapado si te desesperabas, y morir de hambre, calor, agotamiento, hipotermia, por la subida de una marea o, como le oí contar a mi padre una vez, atacado por un enjambre de avispas; pero bastaba un simple hechizo para impulsarte fuera. Y, de todos modos, siempre podía nadar de espaldas. Sin embargo, un batallón de insectos listos para atacar hacía que necesitara un hechizo repelente que me agotaría si tenía que mantenerlo por mucho tiempo.

Un segundo juego de puertas apareció ante nuestros ojos, para acceder a lo que debía ser el campus principal. Si bien los pantanos eran parte de la academia, solo estaban en el círculo externo. El área común tenía prados descoloridos, un montón de setos y una salida al bosque. Atravesamos el camino hasta donde empezaban los setos, que fue cuando el carruaje se detuvo. Nuestro guía se apeó rápidamente y nos hizo bajar.

—Avancen recto hasta la fuente. Los veré allí —gruñó antes de volver a subir al carruaje y dirigirlo hacia el ala izquierda del castillo. Se perdió entre la bruma casi al instante.

Con muy pocos ánimos para protestar o iniciar una huida desesperada, nos dirigimos en la dirección indicada.

Nina se colocó a mi lado y me tomó del brazo, ajustándome a su ritmo. Iba más lento de lo que esperaba.

—Va a ser horrible, ¿cierto? —le dije mientras le lanzaba una mirada abatida a la hiedra que trepaba por el borde del camino.

—Ya lo es —me aseguró ella.

Suspiré profundamente y casi me derrumbé contra ella. Nina sonrió.

—James y yo hemos discutido algunas hipótesis sobre lo que pasó...

—Pensé que en medio de sus gritos solo les había dado tiempo de probar quién es el mejor.

—Todos sabemos que yo lo soy —dijo ella con sorna—. Pero tal vez...

—Eh chicas, tenemos compañía —gritó de repente James.

Irina se tensó.

La señal del vampiro (Igereth #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora