Dedicado a todos mis lectores.
Ocho días después del incidente con Steven, Herón retomó su trabajo en el supermercado con la intención de cuidar a su amigo de las posibles malas intenciones de sus enemigos, en especial de Adam.
Pero ese día en particular, Herón despertó con un tremendo malhumor que aumentó cuando ciertos niños le aventaron harina en la ropa justo cuando estaba de camino al supermercado.
Cada once de marzo se llevaba a cabo el carnaval en la ciudad de Grigor. No era una actividad que Adam disfrutara mucho cuando dejó de ser un estudiante de nivel básico, pero ese día sí que gozó más que nadie. Tomar a personas desprevenidas para aventarles pica pica, huevos o harina en el rostro resultaba divertido, las víctimas desafortunadas terminaban sucias debido a ese dinamismo, era una broma de mal gusto. No se podía hacer nada, era el carnaval después de todo.
—Agradece que no fue huevo podrido. —Adam no pudo evitar sonreír ante ese incidente.
—Cállate —bramó Herón entre dientes, no quería llamar la atención del gentío que pasaba a su alrededor.
Ante la reprimenda, Adam se sintió cohibido. No entendía el tipo de poder que Herón ejercía sobre él, pues terminaba obedeciéndolo sin siquiera tener el derecho a protestar o a negarse.
Tampoco le tenía permitido cuestionar las acciones de Herón, solo se limitaba a observar y a aceptar lo que estaba preparado para él. ¡Estaba cansado! Sentía la fatiga mental ejercer fuerza y el cansancio que se sumía día a día no parecía tener final.
Ambos caminaban por las aceras de la 12 avenida. Transitarían unos cuantos metros más para llegar hacia la cuadra donde se situaban varios restaurantes y puestos de comida rápida. El supermercado estaba cerca de allí. Recuerdos nostálgicos abrumaron la mente de Adam al transitar esas calles. ¿Cuántas veces asistió con su familia a esos lugares? ¿Cuántas veces invitó a Alicia a ir al cine o a comer algo en los puestos de comida que estaban cerca de la avenida?
Aunque había pasado una infinidad de veces allí junto a Herón antes, pasar de nuevo con un cuerpo visible era diferente. Sentía que poseía la libertad de hacer lo que quisiera, de mostrarse ante Alicia y decirle que había una posibilidad para hacer florecer su relación de nuevo. Se sentía con el poder de hacer muchas cosas, pero, al mismo tiempo, sin el derecho de hacer nada.
Los dos siguieron el resto de camino en silencio hasta ver el estacionamiento de Walmart.
—Entretente con algo. —Herón miró a Adam por encima de sus hombros, su expresión era inescrutable como era de costumbre.
Adam no respondió, detuvo sus pasos para observar cómo Herón paseaba entre los autos, mientras sacudía el cabello y los hombros para librarse de la harina que le fue arrojada sin previo aviso. Adam miró el banco que se situaba al otro lado de la calle, luego, revisó sus bolsillos vacíos. Con un suspiro, se alejó y, sin que se diera cuenta, avanzó rumbo al centro comercial que estaba junto al supermercado.
Caminó hacia el interior, resignado. Podría mirar algunos artículos en los diferentes locales o simplemente pasear y ver a las personas, Adam no tenía muchas opciones para pasar el rato. Recordó entonces que, al fondo del primer nivel, había un sector con juegos mecánicos.
Inconsciente, Adam revisó los bolsillos de su pantalón para revisar cuánto traía de dinero. Se sintió como un tonto al recordar que, hasta ese momento, jamás había sentido la necesidad de utilizarlo. Cabizbajo, inició una caminata entre la gente que paseaba por el lugar. Era ya el mediodía de un día miércoles y llevaba varios días mostrándose a la gente. Durante tres meses habían estado escondidos, intentando pasar inadvertidos entre los vivos mientras esparcían cadáveres como un asqueroso pasatiempo.
Adam se sentó en una de las bancas de metal, apoyó sus manos a cada lado de sus piernas y miró los adornos que colgaban del techo. Cambió la posición de su cuerpo, bajó la cabeza y, para su sorpresa, se encontró con un par de ojos pardos que lo observaban con estupefacción.
Adam abrió la boca y los ojos por la impresión. Si hubiera estado vivo y ese cuerpo fuera suyo, seguramente sus latidos cardíacos se habrían acelerado ante la imagen que tenía enfrente. Inhaló aire, dispuesto a salir corriendo.
Se puso de pie, pensó hacerse el desentendido y fingir no conocer a la persona, pero sabía que eso no funcionaria. ¿Qué demonios le diría a su hermano y a su exnovia? ¡Estaban a pocos pasos de él!
Se rascó la cabeza.
—A-A-dam —balbuceó Alicia en un tartamudeo, lo miraba desde una silla de ruedas.
Él negó con la cabeza.
—Eres tú. —Alex insistió, su semblante vacilaba entre la sorpresa y la confusión. De una u otra forma, Adam notó que su hermano parecía comprender algo—. En verdad eres tú —repitió.
—Se... se equivocan —dijo él. No sabía qué hacer ni qué decir.
—Estás vivo.
Adam negó con la cabeza, observó a Alicia que comenzaba a llorar. La reacción que tuvo la muchacha fue la razón que empujó a Adam a salir corriendo hacia la entrada contraria, empujando a varias personas en su camino. Cuando se volteó, notó que su hermano también lo seguía muy de cerca.
—¡Adam! —vociferó.
Él no se detuvo. ¿Qué iba a decirle? ¿Que había pactado con un demonio por y para su bienestar? ¿Que era el causante del horror que azotaba Grigor? ¿Qué iba a decirle si se detenía a hablar con él?
Iba bajando las gradas que lo guiaría hacia el estacionamiento trasero del centro comercial cuando algo se abalanzó contra su cuerpo, haciendo que cayera contra el suelo y le impidiera levantarse para seguir huyendo.
Varias personas se habían detenido a observar la escena sin comprender, muchos se quejaron por el desastre que se armó durante la persecución. Alex fue el primero en recobrar la compostura; arrastró a Adam fuera del centro comercial hasta guiarlo a una parte alejada. Enfrente de una casa de tres niveles, Alex golpeó a Adam contra una pared para inmovilizarlo.
—¿Dónde está? —preguntó Alex.
Adam no entendió.
—¿Quién?
—Ese monstruo. —El rostro enfurecido del mayor de los Foster era algo que Adam raras veces había visto.
—No sé de quién hablas.
—No lo ocultes, Adam, sé que ese demonio está detrás de esto.
La sorpresa que se llevó ante la declaración fue demasiada, se preguntó cómo sabía de la existencia de Herón.
—¿Cómo lo sabes? —Logró preguntar, mas no hubo respuesta—. ¿Él te lo dijo?
Alex asintió.
—¿Cuándo?
—¿No lo recuerdas?
—¿Qué? —preguntó Adam.
Alex soltó un suspiro y aflojó el agarre que tenía alrededor del cuello de la camisa de su hermano. Le hizo un breve resumen de lo sucedido con el niño que Alicia halló en las afueras de una colonia meses atrás.
—¿En verdad no lo recuerdas?
Adam volvió a negar con la cabeza.
—Recuerdo que dejó mi alma en el cuerpo de un niño. Cuando volví, había pasado una semana más o menos. No soy consiente qué pasó durante ese tiempo —contó, pensativo.
—¿Le preguntaste alguna vez?
—Solo me dijo que había seguido mis pies. Nunca me dice nada.
El hermano mayor se dejó caer en el suelo.
—¿Reencarnaste? —cuestionó él, sin siquiera verlo—. Él me habló de eso.
—No sé qué te haya contado Herón, pero lo único que hace es contener mi alma en un cadáver y después darme mi verdadera apariencia —comenzó a explicar—, al principio, él esperaba que el cuerpo se pudriera para poder abandonarlo; pero ahora, solo lo uso un día.
—¿Cadáveres?
—Sí.
Alex observó con detenimiento el rostro apenado de su hermano, y pudo darse cuenta de la gravedad de la situación antes de recibir una explicación.
—No me digas que...
Adam asintió, agachando la cabeza al suelo.
—¿Con qué fin?
—No lo sé —admitió—. Habla de buscar la salvación y hacer pudrir el alma de los humanos en el proceso.
—Lo mataré. —Alex formó ambas manos en puños—. No importa cómo, pero juro que lo haré.
—No tiene caso, Alex. —Adam dejó escapar una sonrisa melancólica—. Un día me contó que, de todos los demonios, él era el único al que no se le podía asesinar.
—¿Y eso por qué?
—Puedo estar todo el tiempo a su lado, pero no me revela nada sobre su vida. Al menos, me he dado cuenta de que tiene un punto débil, pero ni siquiera yo puedo acercarme a él. Y me parece que sería algo injusto también.
—Dime.
—Es un chico que vive con él. Me sorprende a veces lo gentil que puede llegar a ser a su lado; más de una vez quise acercarme para hacerle daño y, en todas, Herón se interpuso bajo la amenaza de hacerles daño a ustedes.
Alex soltó un suspiro hondo.
—¿Hay alguna forma de liberarte?
—Debo esperar a que él se canse de mí o buscar a un humano que esté dispuesto a hacer un intercambio de almas —dijo Adam.
—¿Intercambio de almas? —Alex sintió un escalofrío—. ¿Eso cómo funciona?
Adam le contó lo que Herón le había dicho aquella noche. No se guardó nada y, tras unos instantes de silencio, apenado, Adam preguntó sobre Alicia.
—Ella se está recuperando; estará en silla de ruedas hasta que pueda dar a luz. Mamá ha estado un poco fuera de sí desde que... —Alex sacudió la cabeza, incapaz de pronunciar las palabras finales sin caer en lo absurdo, teniendo en cuenta que su hermano se hallaba a su lado, como si nunca hubiese muerto—. ¿Qué harás ahora? —preguntó.
—Él me dijo que buscara algo con lo que entretenerme.
—¿Te parece si vamos a comer algo?
—Alicia está contigo, no creo que sea conveniente. No me gustaría causarle más dolor. Además, debes ir con ella, la dejaste sola cuando saliste detrás de mí.
Hubo un momento de silencio entre ambos hermanos, cada uno sumido en sus pensamientos y en los sentimientos que albergaban y que no sabían cómo decir. Podían estar a escasa distancia, pero un muro invisible se erguía en medio de ellos para impedir cualquier intención de convivio. Existían muchas cosas que los dos ansiaban decirse, pero la mirada de despedida que se dirigieron bastó para dejar en claro todo. Ya no pertenecían al mismo mundo, el destino se empeñó en llevarse a uno y arrebatarle la libertad.
Adam se alejó tan pronto como pudo para no hacer más dolorosa la situación. Buscó un sitio donde podría estar seguro de no ser visto otra vez. Encontrar a Alex y a Alicia solo había traído recuerdos tristes. Adam vagó entre los autos y, en más de una ocasión, alguno se quejaba con la bocina cuando él cruzaba las calles de forma apresurada.
De pronto, cierta sensación comenzó a embargarlo. Observó a los lados, sentía que alguien lo miraba, escrutando sus pasos y emociones. ¿Herón lo había descubierto? No veía más que autos y personas desconocidas a su alrededor. Estaba tan concentrado revisando hacia atrás y hacia los lados, que no se percató de la presencia de una joven que caminaba en su dirección.
Al girar la cabeza, sus ojos mieles quedaron atrapados en la mirada de un par de ojos completamente negros. Adam jadeó.
—¿Quién eres? —preguntó él, impresionado.
No obtuvo una respuesta, pero la persona seguía viéndole a los ojos, sin inmutarse o parpadear. Adam intentó apartarse, salir de su camino, pero la mano de la desconocida lo detuvo, empujándolo por el pecho. Adam sintió el tacto cálido. Sin tener control de sus movimientos, sus párpados comenzaron a cerrarse y su cuerpo a desvanecerse.
La sensación de mareo lo sofocó y, sin previo aviso, colapsó.