Hermosa Ante Mis Ojos

By MarlyyGrey

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¿Qué pasa cuando encuentras a esa persona que tanto tiempo has esperado? "Él" Un multimillonario exitoso. A... More

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By MarlyyGrey


ANASTASIA


Mis manos tiemblan sin control al ver frente a mi a uno de los múltiples amantes de mi madre. A nada menos que el padre de Christian. Ese mismo hombre que frente a su familia es el padre ejemplar. El abogado intachable e increíble ser social que consagró su labor de vida a defender los derechos de los inocentes. 

Sus ojos me miran fijamente mostrando una profunda advertencia que hace temblar mi cuerpo. El inminente aviso sobre mi relación con su hijo y su desaprobación. 

—¿Estás bien, nena? —Desvío la mirada hacia Christian sintiendo que mi mundo se viene abajo. 

Él es su padre. Por más que quiera decirle la verdad no puedo. Junto a su padre soy la hija de una prostituta y un delincuente que intentó robarle.

Soy cobarde. 

No puedo.

Asiento frenéticamente.

Mi mente me dicta salir corriendo. Huir del dolor que presagia toda ésta situación. Correr sin detenerme al imaginar que toda la felicidad que estoy viviendo junto a Christian se derrumbe.

—¿Por la hija de un delincuente es que sacas a tu madre de tu vida? —Contengo el aliento ante el peso de la verdad en sus palabras. 

Es lo que me he cuestionado. Separar a una familia que siempre fue unida. 

No tengo derecho de arrebatarle el cariño de su madre. No puedo ni siquiera imaginar separarlo de su padre. Simplemente no puedo, puesto que es lo mismo que he anhelado todo éste tiempo. Que mi familia volviese a ser la misma que siempre me dio amor y tranquilidad.

—Es la mujer que amo, y si tu tampoco eres capaz de entenderlo, te pido que salgas de mi apartamento. —Miro a Christian con los ojos abiertos como platos. 

Su mirada intimidante está puesta en aquel hombre que decidió velar por él desde pequeño. 

Esto es una catástrofe.

Mi pasado le está arrebatando todo lo que quiere. Aunque me diga mil veces que no, puedo ver en sus ojos cuanto dolor expresan, por que no aceptan a la mujer que él ha escogido para compartir su vida. 

—Christian... —Me interrumpe bajo aquella mirada gélida que congela mi sangre. 

Sé está jugando todo por mi. Le está cediendo el control completo de su vida a un amor que ha arrasado con todo. Ha llegado como un huracán, derribando muros, destruyendo relaciones y creando abismos de dolor bajo una fractura familiar. 

Esto no es lo que quiero. No quiero que se aleje de las personas que lo aman.

—¿Es en serio, Christian? —El rostro de Carrick muestra desconcierto. —No conoces a ésta mujer. No sabes la clase de mujer que son ella y su madre. —Lo miro fijamente. 

¿Con qué cara la nombra? 

¿Con qué cara me juzga cuando él es su amante?

—Sé perfectamente quien es Anastasia. —Ha adquirido esa postura desafiante que he visto sólo una vez. Frente a Jack. —Sé lo que tengo que saber sobre la mujer que amo, Papá. —El ardor de la quemadura empieza a escocer, pero lo ignoro intentando tomar un respiro en ésta disputa de opiniones y decisiones. 

—Christian, es mejor que hables con tu padre a solas. —Tomo su mano bajo la atenta mirada de su padre. 

Su cuerpo está tenso. Me acerco con cautela intentando apaciguar como siempre su enfado. Llevo la mano a su mejilla obligando su cuerpo a desistir de esa ira que lo acarrea. Conecta sus oscuros ojos conmigo. 

—Eres sensata. No deberías estar aquí —espeta su padre con amargura. 

Ignoro sus palabras concentrando mi mirada en Christian. Sólo en el hombre que intenta enemistarse con el mundo por mi. 

—Estaré en nuestra habitación. —Beso sus labios con suavidad. Es un beso que le transmite mi apoyo, y a la vez pide una tregua. Un momento de tranquilidad donde ambos puedan buscar una opinión estable, aunque sé que la misma no llegará. Sus padres no me aceptan y ese es un hecho que él no podrá cambiar.

Asiente cuan sumiso ante mi actitud. Camino hacia nuestra habitación mirando por ultima vez los ojos claros de su padre cargados de odio y algo más que no logro describir.

Entro directo a la ducha donde el agua caliente hace su trabajo de relajarme. Mi mente intenta confundirme pero no le doy pie. El miedo quiere hacer acto de presencia sobrecargando mi cuerpo, pero no se lo permito. Quiero ser fuerte. Quiero creer en las palabras de Christian. Quiero creer que nuestro amor estará por encima de cualquier obstáculo o verdad. 

Cierro los ojos sintiendo el estremecimiento de mi cuerpo, al recordar a mi madre con el padre de Christian. Esto lo destronará. Quisiera ser ajena a esa verdad y no sentir el peso que está imponiendo mi consciencia, pero es imposible. El miedo a perderle está ahí. Lo que hemos vivido me lleva en un espiral de ascenso en emociones y sentimientos donde cada uno pesa más que el otro. Cada uno me priva de un sentido al confesar esto e imaginar un adiós.

"Odio tanto las mentiras, al igual que me oculte las cosas"

Sus palabras fueron claras, en ese tiempo. 

Nunca había odiado tanto mi vida. Nunca me había sentido tan aterrada por mentir. Por ocultar una verdad que quizás cambie la vida de la persona que amo.

Me coloco mi camisón de satén para luego acostarme en la cama. Una y otra vez intento buscar las fuerzas para hacerlo, pero es imposible. Pequeñas gotas de lagrimas descienden sin que lo pueda controlar. El miedo ya está. El temor a que su padre le diga la verdad eriza cada vello de mi piel. El pánico a perderle me obliga a cerrar los ojos e intentar imaginar que todo será diferente. A imaginar que aún estamos en aquel campo donde me sentí tan tranquila y relajada. Soñando que al despertar nada cambiará. Que seguiremos estando unidos, y felices como hasta ahora.

 

[...]


Lo observo anudar su corbata. Es ésta mi rutina diaria. Admirar su atractivo al desvestirse y vestirse.

Han pasado cuatro días desde la visita de su padre. El miedo ha menguado, pero un leve porcentaje se afloja. He recurrido a un mantra para mi estabilidad emocional. He intentado dejar atrás ese hecho y vivir el presente. Pensando en que no puedo ser culpable de los errores de los demás. No puedo sentirme culpable y vivir con el temor por algo que es totalmente ajeno a mi.

—Se me ha olvidado comentarte, que dentro de dos días asistiremos a una gala. —Sus palabras me sacan de mis pensamientos. 

Lo miro con el ceño fruncido. 

—¿Una gala? —pregunto confundida—. ¿Y me lo dices hoy, Christian? ¡Dos días y no tengo ni vestido, ni zapatos...! —Me interrumpe sonriendo. 

Se acerca y enreda sus manos en mi cintura. El contacto con su piel quema. Una ola de calor se apodera de mi cuerpo al sentir su aliento golpear mi cuello. 

El deseo reprimido estos días empieza a afectar mi cuerpo. 

—Ya tienes tu tarjeta, y aún tienes tiempo. —Me pega a su cuerpo en el momento justo que muerde el lóbulo de mi oreja. Un gemido de placer escapa de mi al sentir el deseo recorrer mi vientre y descender a mi sexo. Es una sensación tan deliciosa que me introduce en una burbuja de placer y ansiedad. —Úsala sin limites. —Su voz ha cambiado por una ronca y firme, totalmente adictiva y agradable al deseo que me recorre. Sus manos aprietan mis nalgas obligándome a sentir el roce de sus caderas y posterior erección en mi vientre. —Te deseo, pequeña. —Me toma de la cintura en un ágil movimiento y me pega a la pared. Mis piernas se enredan a cada lado de sus caderas sosteniendo mi cuerpo. —¿Sé ha ido? —Asiento frenéticamente deseosa de sentirlo. Sus labios buscan los míos en un beso voraz. Un beso que me roba por completo el aliento...

—Christian —gimo al sentir su mano abrirse paso en mi sexo.

Balanceo mis caderas buscando el rápido contacto. 

—¡Mierda, Anastasia! —gruñe fuerte al sentir mi mano acariciar su erección por encima del pantalón. 

—Te necesito —susurro desesperada. Me he vuelto completamente adicta a él. De sus muestras de afecto. De su deseo sexual explosivo.

Vuelve a besarme pero ésta vez de manera diferente. Es un beso suave y delicado que lleva eso que ambos conocemos a la perfección. Amor. 

—También te necesito. Te deseo como un loco, pero tengo una junta importante en media hora, pequeña. —Deja pequeños besos por todo mi rostro. Sus dedos toman mi clítoris contradiciendo sus palabras. —Estás tan húmeda. —Pasa sus dedos ahora húmedos por mis pliegues humedeciendo mi sexo. Muevo mis caderas queriendo más. Mi respiración se ha vuelto completamente inestable al igual que mi desbocado corazón. 

—Christian, por favor. —Muerde mi labio inferior encendiendo aún más mi cuerpo. 

—Sé lo que quieres, pequeña. —Introduce sus dedos dentro de mi de una manera lenta e inquietante. Gimo extasiada al sentir esa leve invasión.— Sé lo que quieres, y me jode no tener tiempo. —Acelera las penetraciones con su mano. Sus labios toman los míos con desesperación. —Será rápido, nena —susurra jadeante. Uno de sus dedos estimula mi clítoris mientras los otros me penetran acercándome a cada segundo a un orgasmo que presagia ser devastador. Mis piernas se tensan enviando una ola de calor que recorre las paredes de mi sexo. 

—Christian —gimo fuerte sintiendo esa ya común sensación en mi vientre. Sus labios esparcen besos por mi cuello que está completamente expuesto para él. Mis manos aprietan su espalda. 

—Córrete, pequeña —demanda con dulzura. Acelera sus penetraciones—. Córrete para mi —Su anhelante deseo me catapulta al Clímax. 

Un orgasmo que arrasa con mis pensamientos. Que borra mis miedos y dudas. Que me demuestra una y otra vez que estoy entre sus brazos y es lo único que me debería importar.

—Te amo —susurro sintiendo que mi corazón late acelerado, más que por el momento, es por la magnitud y tamaño de mis sentimientos—. Recuerda siempre que te amo, Christian. Te amo más que a mi misma. —Sus ojos me miran con ternura. Ahí está esa mirada de lujuria que me fascina, pero la que hace resplandecer su rostro es el brillo del amor que me profesa. 

—Debo confesarte que me encanta ver como te corres, preciosa. —Besa mis labios con ternura. —Pero me encanta mucho más ver lo que tus ojos me muestran. —Acaricia mi mejilla. —También te amo, pequeña. —Sus labios me vuelven a besar y yo me deleito en disfrutar éste corto momento de su compañía. 

Lentamente se separa permitiendo que pueda colocar mis pies en el suelo. 

—Tomaré una ducha. —Sonríe con picardía.

Salgo del vestidor y entro a el baño. Me sigue. lavando apresurada mente sus manos.  

—Debo irme, pequeña. Recuerda la gala. —Deja un casto beso en mis labios. —Hasta luego, nena. —Sale dejando en el aire su aroma a menta, gel de baño, y su colonia que es de un aroma tan varonil. 

Termino mi ducha y bajo a tomar el desayuno. El resto de la mañana me la paso verificando mi correo en la computadora que Christian me regaló. 

Estoy sumida en la pagina de la editorial SIP. La misma editorial que Christian está negociando su compra. La misma en la que trabaja el hombre que en algún momento aseguró quererme para luego destruirme física y emocionalmente.

El sonido de mi teléfono me interrumpe. Leo el mensaje con un deje de tristeza al ver que Christian no vendrá a almorzar. Le confirmo que saldré a comprar el atuendo de la gala. Por un segundo me pregunto si Elena estará disponible para esto. Mis gustos son neutros. No entiendo nada de vestidos y moda, en cambio Elena podría asesorarme en esto.

Le marco a Elena, quien me confirma su compañía. Me coloco un vestido holgado color azul marino y zapatos bajos. Tomo un bolso en donde introduzco mi móvil y billetera. Permanezco en el salón a espera de Elena. Le envío un mensaje a Christian avisando que estoy por salir, pero el mismo no me contesta. 

—¡Llegué! —Levanto la cabeza para ver a Elena tan radiante como siempre. —Hola, querida. —Me mira de pies a cabeza, para luego dejar un beso en cada mejilla. —Hoy compraremos todo, así que vamos, el tiempo es oro. —No puedo evitar sonreír.

—Sawyer nos llevará. —Frunce el ceño sin comprender. Observo a Sawyer salir del cuarto de seguridad. 

—¿Lista, señorita Steele? —Asiento ofreciéndole una pequeña sonrisa que no corresponde. 

¡Ni al caso con su actitud impasible!

—¿Quien es éste...? —La interrumpo antes que diga algún comentario inapropiado. 

Me causa risa que pocas veces su actitud es tan... tan... No sé ni como expresarlo.

—El es Sawyer, mi guardaespaldas. —Me mira con una ceja arqueada.

—¿Vigilar? —pregunta suspicaz. 

Me encojo de hombros. 

—Quiero pensar que prevenir. —Asiente insegura. 

Es lo mismo que he pensado. Llegar a los limites de contratar a un guardaespaldas es demasiado. 

Camino al centro comercial no he podido parar de reír. Pequeñas gotas de lagrimas salen de mis ojos ante las ocurrencias y chistes de Elena. Ahora entiendo a Christian. Elena tiene la facilidad de ganarte sin esfuerzos. Sus ojos aunque penetrante contradicen su personalidad. Su actitud pocas veces de adolescente vivaz es tan refrescante que estar junto a ella borra cualquier mal pensamiento. 

Al bajar del auto estallo en una carcajada al ver a Sawyer contener las ganas de sonreír. Entramos al centro comercial en donde todos se quedan observando a Elena. Su atuendo es normal, mas su porte y seguridad atrae la mirada de todos. Su aire de superioridad me intimida. Ha adquirido una postura de firmeza que me deja asombrada y sintiendo una leve sensación de envidia. No en el mal sentido, sino queriendo poseer esa seguridad ante el mundo. Poder caminar sin miedo, temores o vergüenza.

—Entremos aquí. —Observo el nombre de la tienda. 

Louis Vuitton.

Esto es excesivamente costoso.

—Elena —Le llamo, pero me ignora. Ella se detiene en el momento justo que una joven se detiene a su lado. 

—Buenas tardes, Señora Lincoln. ¿En que podemos ayudarla? —Le sonríe con ternura a la chica que al verla podría tener mi edad. 

—De compras querida. —Sé gira hacia mi. —Entra Anastasia —pide irritada. Lo hago sin rechistar—. Ella es mi sobrina. Anastasia. —Abro los ojos como platos. —Busco un vestido que haga resaltar aún más su belleza. —Camina dejándome frente a la chica que la escucha atentamente. Ambas pensamos igual, ya que la seguimos.

—Elena —le insisto. Se gira para posar sus ojos verdes en mi. —Esto será muy costoso. —Siento mis mejillas arder por la sonrisa radiante que se expande en su rostro. Observo de soslayo a la chica que también sonríe. 

—Cariño, si Christian te ha dado su Amex Gold, créeme, que no debes preocuparte. —¿Amex? 

Frunzo el ceño. 

—No me ha dado nada suyo. —Ahora quien frunce el ceño es ella. Su sonrisa desaparece para adquirir una mirada de desconcierto. 

—¿No te envió él de compras? —Asiento. 

—Sí. Pero me entrego una tarjeta a mi nombre. —Saco mi billetera y se la muestro. Arquea una ceja volviendo a sonreír. —No quiero abusar de su dinero. Había pensado... —Me interrumpe. 

—No quieres abusar de su dinero, pero si de su cuerpo. —Juro por Dios que mis mejillas pican. Una sensación de vergüenza me atraviesa al ser testigo de su lengua sin filtro. Puedo ver que intenta no carcajearse a mi costa —Es lo mismo, querida. Con esa Amex puedes comprar cincuenta vestidos y no lo notarias. Estoy segura que esa es la función de que la tengas. —Vuelve a buscar entre los vestidos que se muestran. 

Selecciona algunos que se los pasa a la chica que nos recibió. 

—¿Me acompaña al vestidor? —Asiento. 

La sigo mientras Elena se sienta en un cómodo sofá frente a los vestidores. Me pruebo cada vestido recibiendo su desaprobación. Sonrío al pensar en que parezco modelo. Vestirme y modelar frente a una exponente del estilo, belleza y glamour, me hace sentir alguien importante por breves segundo. 

Me coloco un vestido color piel. Me observo fijamente frente al espejo absorbiendo la visión del mismo en mi cuerpo. Es hermoso. En la parte frontal deja ver mis piernas en todo su esplendor. En la parte trasera hay una corta cola que me encanta. Su escote es pronunciado y mi espalda queda al descubierto, con pequeñas tiras cruzadas. Me miro por ultima vez antes de salir. La duda sobre el mismo es latente ya que mi cuerpo no es el de las mujeres a las que está acostumbrada a vestir.

Salgo levantando la cola del mismo ya que mi baja estatura permite que el mismo se arrastre. 

—¿Qué tal? —Sus ojos brillan de emoción. Poco a poco he ido conociendo a ésta mujer. Su aprobación ante algo, en la mayoría de los casos hace brillar su mirada.

—Es hermoso —susurra la dependienta. Le sonrío en agradecimiento, aunque la duda está latente. 

—Vuelta. —Lo hago sin rechistar. Al volver a estar frente a ella tiene una sonrisa radiante. —Es perfecto. —Sus ojos me miran fijamente. —¿No te gusta? —pregunta intrigada. 

—Sí. Es hermoso, solo que no sé si mi cuerpo... —Me detengo al ver que pone los ojos en blancos. No es un gesto muy común en ella. 

—Estás ciega a la realidad. Eres hermosa, Anastasia. Posees un cuerpo mucho mejor que muchas modelos a las que común mente veo. Puedes decirte que estás gorda, y no te contradiré, porque es la opinión que tienes de ti misma y nadie, sólo tú lo cambiaras; pero las curvas están prolongadas dándote una forma impactante. —Bajo la cabeza avergonzada. —No dejes que el físico te afecte. Posees un arma letal y atrayente que está resplandeciente en tus ojos. La inocencia, ternura y dulzura son virtudes con las que se nace, y atraen, Anastasia. Siéntete bien contigo misma al ser perfectamente natural y hermosa. —Le sonrío en agradecimiento. —Ahora a cambiarte. Nos esperan muchas tiendas que visitar. 

Entro al vestidor y me cambio. Pienso una y otra vez en las palabras de Elena, pero por más que lo intento siempre veo algo que me hace dudar. El recuerdo de las burlas y ofensas me hacen creer que no soy agradable a la vista de los demás. Sacudo la cabeza impidiendo volver al pasado. Pienso en las palabras de John que siempre me han alentado. Confianza. Tengo que confiar en mi. Tengo que ser agradable para mi, sin importar en los demás. 

Salgo de la tienda escuchando un tutorial sobre marcas por parte de Elena. 

—Pienso que todas son lo mismo. —Entramos a otra tienda.          

—Quizás, pero no es así. —Pasamos a la sección de zapatos. Como se me está haciendo de conocimiento, todas las dependientas la conocen, y no es para menos. Elena posee una de las agencias de modelos más reconocidas a nivel internacional. Además, que posee acciones en diferentes empresas comerciales, obviamente que Christian le brinda asesoría. —Louis Vuitton es Elegancia —continua. Hace un gesto de gusto con las manos. Observa un par de zapatos en color plata. Su diseño es impresionante—. Gucci es Glamour. Míralo por ti misma. Son espectaculares. —Y le doy la razón. Sin dudar serian un excelente complemento para el vestido que escogí. —Nos llevaremos estos, Alicia. —La chica asiente y se retira a buscar un par de mi talla. Permanece observando todo. Entramos a la sección de bolsos en donde ninguno le es agradable. —Iremos a Prada por tu bolso. —Asiento observando mi teléfono en busca de una respuesta de Christian, pero no hay nada. —Prada es sutileza, estilo y estatus. Tenlo siempre presente. —La escucho atentamente. —Una vez entres a esa gala, a la cual también estoy invitada —La miro asombrada—, Encontraras a mujeres con los mejores vestidos de la temporada. Ninguna llevará un vestido de medio precio en Walmart. —Percibo su sarcasmo. —Los medios se vendrán contra ti, al ser la cita y novia de uno de los empresarios más importantes del país. Como tal buscarán en catálogos tu atuendo, y sin duda lo que destacará será la selección Trinity de Cartier que llevarás. —Abro los ojos sorprendida, por ver que sabe sobre los obsequios que representan nuestro noviazgo, pero es seguro que siendo la mejor amiga de Christian, lo sabría. —Serás la atención del país, nena. —Sus palabras imponen un peso sobre mi.

Nunca he querido ser el centro de atención. Nunca he querido vivir entre cámaras y personas que te privan de la paz que muchas veces necesitas. Todo esto será un cambio drástico que me costará. Me costará asimilar que mi privacidad será invadida. Que no podré salir a la calle como ahora. Sin nadie que me persiga con preguntas. 

Seguimos comprando mientras mi mente permanece con esa inquietud. Salir a la palestra publica será sacar mi vida haciendo que lo nervios me ahoguen. El recuerdo de mi padre en la cárcel y mamá siendo una prostituta me impide pensar con claridad. Estoy segura que invadirán la vida de mis padres, sacando a flote la relación de mamá con Carrick. 

Tomo asiento en la pequeña cafetería que ha escogido Elena. Sus ojos me miran con tal profundidad que me hace sentir nerviosa. 

—¿Qué pasa? —pregunto bebiendo un poco de Té. 

—Desde que fui por ti he notado que algo te atormenta. —Bajo la mirada a mi tasa. —Ahora está más firme esa inquietud. ¿Qué sucede, Anastasia? —Mis manos sueltan la tasa ya que los nervios han vuelto mi cuerpo tembloroso. 

Ésta es una de sus más brillantes facetas. Poder leerte como si fuese un libro completamente abierto. 

—No es nada. —Miento. 

El vinculo de confianza que se ha creado en ambas es igual de firme que con Kate. A diferencia de Kate las palabras de Elena tienen un toque maternal. Son cálidas de una manera tan confortante que te sientes completamente a gusto. Te dejas llevar en un espiral de familiaridad y sinceridad que me inquieta. Me inquieta darme cuenta que en ella estoy encontrando ese cariño de madre que no he obtenido de la mía. 

—No sabes mentir, Anastasia. Imagino que ya Christian debe habértelo dicho. —Levanto la mirada. —Entiende algo. Quiero ser tu amiga. Esa persona en la que puedas confiar abiertamente. La misma que te será sincera y podrá escucharte sin juzgarte. —Una pequeña lagrima desciende por mi mejilla al sentir que el miedo me vence. Todo el peso de mi pasado me cae como rocas gigantes ahogándome. El miedo a perder a Christian por los actos de mi madre me consume. 

—No sé que hacer, Elena —Miro sus ojos que me miran con preocupación y tristeza. 

—¿Por qué, Cariño? ¿Qué pasa? —su tono es el de una madre que anhela poder evitar el sufrimiento en su hija. 

—Le he ocultado la verdad a Christian. —Frunce el ceño sin comprender. Bajo la cabeza avergonzada limpiando mis lagrimas. —Mi madre es prácticamente una prostituta. —Levanto la mirada para ver sus ojos cargados de una compasión abrumadora. —Lo peor es que su padre... es uno de sus múltiples amantes. —Sus ojos se abren a más no poder. —Te juro que he intentado... —Me interrumpe levantando su mano. Llevo la mano a mis labios conteniendo un sollozo. Mi corazón late desbocado al imaginar que no me crea. Que piense que soy igual que ella. 

—Esto es malo —Traga saliva con dificultad. —Muy malo. —Contengo mis lagrimas al ver que estamos en un lugar publico. 

Observo a Sawyer a lo lejos el cual mira a todos lados cuidándome seguramente del viento.

—Deja que te explique, por favor. —Asiente frenéticamente. 

—Créeme que lo harás, pero no deberías. —La miro sin comprender. —Su amante es tu madre, no tú. —Suelto el aire que no sabia estaba reteniendo. 

—Eso lo resume todo, pero sé que Christian no lo pensará así. —Pasa su mano por su cabello. —Después de la visita de Carrick anoche, no sé hasta que punto deba aventurarme a decirle todo. Es su padre. Estoy segura que no me creerá. —Niega con seguridad. 

—Christian te ama, Anastasia. Estoy segura que su amor por ti será más fuerte. El lo va a entender, pero es mejor que lo escuche por ti, a que otra persona le siembre dudas. —Asiento frenéticamente. 

—Lo haré. —Me mira fijamente. 

—Hoy, Anastasia. No puedes esperar más. Sé que será doloroso para él, pero estarás ahí para sostenerlo. —¡Dios! Nunca imagine que esto me costaría. —Además, esto será más doloroso para Grace. Su amor por él es inmenso, y ésta verdad la destrozará. —Un vacío de tristeza me cubre. 

La vergüenza puede mucho más conmigo. Desearía con todas mis fuerzas dejar de ser quien soy. Liberarme del peso que impone ser la hija de seres que solo nacieron para hacer daño. Cambiar mi destino sin afectar haber conocido al hombre que amo más que a mi propia vida.

—Lo haré —aseguro. 

Me pide que le explique todo con lujos de detalles. El tiempo se hace eterno entre detalles de mi vida desde que todo cambió. 

El regreso es más liviano dejando en aquella cafetería mi angustia. 

—¿Y si Christian no lo aprueba? Mi espalda queda al descubierto. —Hace un vago gesto de manos restandole importancia. 

—No dirá nada, porque lo mandaré a la mierda. —Intento no sonreír ante sus palabras que han sonado chistosas. —Tienes muy buenas curvas, y una piel hermosa que es digna de mostrar, y eso harás. —Sonreímos saliendo del ascensor.

Ambas entramos al salón para encontrar a Christian admirando la vista nocturna de la ciudad. No fui consciente en que momento las horas se fueron del día a la noche.

—¡Christian! —El mismo se gira abruptamente acelerando los latidos de mi corazón al tenerlo frente a mi.

Es tan delicioso sentir que altera mi cuerpo con su sola presencia. Que le brinda esa serenidad que necesita mi alma con sólo estar junto a él. Todo el día sin verlo ha sido un calvario. No saber de él me mantenía ansiosa.

Elena se acerca y le da un beso en la mejilla que él no le corresponde. Sus ojos están puestos en mi de una manera que me inquieta. Cualquier rastro de emoción ha abandonado su mirada. Su cuerpo está siendo cubierto por una capa pesada de tensión que me hace permanecer estática.

—¿Creías que nunca lo descubriría? —Mi cuerpo es recorrido por un escalofrío que debilita mis piernas pero me obligo a mantenerme firme.

Quiero pensar que no es lo que mi mente dicta, pero su postura intimidante y voz baja y tenebrosa me lo afirman, provocandome temor. 

—No... no entiendo —tartamudeo. Sus pupilas se agrandan. Observo como lucha contra la ira que recorre su cuerpo. 

—¡No te hagas la inocente! —grita fuera de si provocando que de un respingo de pánico. Un sollozo escapa de mis labios sin que lo pueda controlar—. ¡Eres una maldita mentirosa! ¡La misma mierda que tu padre y tu madre! —Sollozo sin poder evitarlo. 

Lo sabe.

Esto es lo que temía. 

Que me odiara por los actos de mi madre. 

—Christian, no le grites —Le exige Elena en un tono bastante calmado. 

Se gira abruptamente hacia ella. 

—No te metas, Elena. Esto no es tu problema —Vuelve a girarse hacia mi. —¿Qué querías? ¿Mi dinero? —Niego con la cabeza sin poder hablar. El llanto que cubre mi cuerpo me lo impide.

—Déjala que hable, ¡Joder! —Le grita. 

—¡¿Qué mierda me va a Explicar?! —Le grita aún más fuerte. Retrocedo al ver como cuadra sus hombros. —¿Qué me enamoró como un imbécil para poder quedarse con mi dinero? ¿Que se metió en mi jodida cama como una prostituta para hacer más efectivo su plan? ¿Que ha seguido el camino de sus padres y ahora pretende arruinarme a mi? ¿Qué mierda les ha hecho mi familia? —Retrocedo aún más por instintos al ver su postura agresiva.

Cada una de sus palabras rasgan ese muro de concreto que resguardaba nuestro amor. Le cedí lo más importante que tengo y él simplemente duda de mi. Le pedí entender siempre que lo amaba con mi vida y a el primer obstáculo lo envía todo por la borda. 

Mi pecho se encoje. El dolor y decepción me han privado de todos mis sentidos.

—Definitivamente eres un imbécil —espeta Elena acercándose a mi pero nuevamente por instinto retrocedo. 

Las palabras de todos los que me han ofendido se reproducen sin que lo pueda controlar. 

—Sí. Soy un imbécil. Un imbécil por creer en las palabras de una jodida p... —Elena lo interrumpe con un grito ensordecedor. 

—¡No te atrevas! —Lo mira fijamente. —No te atrevas, Christian, porque te arrepentirás —Se coloca junto a mi. —Espero que cuando recapacites no la busques. Porque si de verdad la amaras, le habrías dado la oportunidad de hablar, y explicarte que ella no tiene la culpa de las acciones de su madre y mucho menos que Carrick sienta tan poco amor por tu madre, como para engañarla. —Enrolla sus brazos a mi alrededor. Observo con dolor los ojos de Christian que me miran sin emoción alguna. Se ha esfumado esa mirada tierna y resplandeciente que me transmitía confianza. —Vamos, pequeña. —Ese apelativo en estos momentos duele. Duele ver que nuestra burbuja de amor fue rota y de la peor manera. Duele ver que me cree una interesada y mucho más que me compare con mi madre. 

Me detengo frente a el ascensor. Observo el bolso que sujeto como si mi vida dependiese de ello. Con manos temblorosas lo dejo en la mesa del vestíbulo. Tomo el colgante y el anillo símbolo de nuestra relación y los retiro sintiendo que mi alma se viene al suelo. Sintiendo que en cualquier momento mi corazón dejará de latir ante la magnitud del dolor que me está consumiendo. Ambos son colocados junto al bolso. Todo le pertenece. Todo lo que tengo puesto es de él. 

Hasta mi corazón le pertenece. 

Elena llama al ascensor mientras mis piernas flaquean. Mi cuerpo se encuentra débil y sin fuerza. Cada lagrima es un detonante a mi estado depresivo. 

El ruido de cosas romperse me hace encogerme. El ascensor llega y de el sale un Taylor visiblemente nervioso, con nuestras bolsas en las manos. 

Ya lo sabe. 

Sus ojos se posan en mi mostrando lo que despierto en todos. Compasión.

—Cuídalo, por favor —Le suplico. Es lo único que el nudo tan grande que tengo en la garganta deja salir. Son las única palabra que puedo augurar para él, aunque en estos momentos me odie con su vida.

Le entrega las bolsas a Elena antes que el ascensor cierre. Mi mirada va más allá donde observo por ultima ves al hombre que aseguró amarme, mirarme con el dolor más asfixiante que he podido percibir. 

_________________________________


Gracias por sus comentarios y votos. 

Las adoro, nenas. 

Nos vemos pronto. 


Marly Castro

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