Para gran desánimo de Lauren, el domingo llegó. Así que se encontró sentada en un atestado auditorio, viendo un puñado de idiotas ineptos destrozar lo que debería haber sido una obra maravillosa. Su querida hermana estaba entre ellos. Interpretando a Julieta, nada menos.
"Oh, Romeo, Romeo..."
Mátame. Mátame ahora, suplicó Lauren silenciosamente. Su cuaderno de poesía yacía abierto en su regazo y estaba garrapateando líneas sueltas de poesía en la oscuridad. Tan sólo deseaba haber pensado en traerse su portátil. Podría haber encontrado a alguien para chatear y ayudar a pasar el tiempo.
Si Dios fuera de hecho misericordioso, se apiadaría de ella ahora y acabaría con ella. Lanzó sus ojos al cielo, esperando que algo pasase.
Nada pasó.
Estoy en el Infierno. Echó un vistazo al escenario. Y mi hermana es el Diablo. Al fin, una eternidad después, la cortina bajó y las luces se encendieron. El reparto salió a saludar a escena y Lauren aplaudió con el resto del entusiasmado público. Cuando el gentío se dispersó, Lauren se hizo paso al frente del auditorio para encontrarse con el resto de su familia.
La gente la reconocía cuando pasaba al lado y se obligó a sonreírles, esperando que ninguno viniese a hablar con ella. Sólo por si acaso alguno lo estaba considerándolo, se aseguró de adoptar su aspecto más inaccesible. Afortunadamente, funcionó.
"Oh, apareciste," notó Taylor, aún en el escenario para poder mirarles desde arriba. Lauren miró a su hermana. "Lo prometí." Besó la mejilla de su madre y después la de su padre.
"Mamá, papá," saludó casualmente.
"¿No estuvo maravillosa?" preguntó Clara Jauregui, sonriéndole orgullosamente a su hija más joven. "Uno de estos días va a hacerte gran competencia."
Lauren intentó no reírse de la idea. "Vivo aterrorizada," contestó secamente. Taylor miró al cielo. "Estás celosa, Lolo. Porque incluso si eres una actriz de altos vuelos, nunca serás tan hermosa como yo."
"Tay, contrólate," dijo Mike Jauregui, hablando por primera vez. "Ve a cambiarte. Tenemos reserva para las nueve."
Taylor se dirigió hacia el vestidor para cambiarse, dejando a Lauren combatir contra demonios menores.
"¿Qué llevas puesto?" preguntó Clara con obvio disgusto.
Lauren se miró. Sólo para molestar a su madre, se decidió por una camisa de algodón con las mangas enrolladas. Un chaleco de cuero negro, vaqueros negros y botas negras. "¿No te gusta?" preguntó inocentemente.
Clara soltó una larga expiración. "Pareces uno de esos poetas beatnik."
"Vaya, gracias, madre," respondió Lauren con una brillante sonrisa. "Es el mayor cumplido que me has hecho nunca."
Mike se aclaró la garganta. "Bueno, Lauren, ¿cómo va la película?"
"Bastante bien, papá," contestó Lauren. "El presupuesto para la película es mucho mayor que para la serie de TV, así que tenemos efectos especiales bastante buenos. La director, Cece Frey, es excelente. Realmente me encantan las diversas dimensiones que le ha sacado al personaje de Emma."
"¿Cuánto cobraste?" preguntó Clara.
Lauren le suspiró a su madre. ¿Por qué todo se reducía a dinero con ella? "Cuatro millones," contestó.
Clara frunció el ceño. "¿Eso es todo?"
"¿Qué quieres decir con eso es todo?" preguntó Lauren, intentando no gritar. "¿Cuánto ganas tú?"
"Lauren," advirtió Mike.
Lauren se mordió su lengua para estallarle a su madre. Los tres estuvieron allí en silencio hasta que Taylor regresó del vestidor. "Todo resuelto," anunció, saltando del escenario. "¿Dónde vamos a cenar?"
"A algún sitio barato," contestó Lauren. "Porque al parecer, soy pobre." Empezó a caminar hacia las puertas de salida, dejando a su familia detrás. Necesitaba alejarse de ellos unos minutos, tan siquiera para calmarse. No había forma de que fuera a sobrevivir a la cena sin perder el temperamento. No si su madre seguía probando así su paciencia.
En el aparcamiento, se apoyó contra su Rav4. Se concentró en respirar. Necesitaba tranquilizarse. Su padre fue el que se acercó finalmente. "Encuéntranos en Ramone's," le instruyó. "¿Necesitas la dirección?"
"No," respondió. "Nos vemos allí." Se metió en el coche y aceleró, ansiosa por poner distancia entre ellos.
El restaurante era de alto nivel. El padre de Lauren ganaba mucho dinero y su madre no temía gastarlo. Ramone's era conocido por servir a las estrellas de Hollywood. Todo el que era alguien se aseguraba de hacer una aparición en un momento dado.
Lauren sabía que la única razón por la que había sido invitada a esta aventura por la disfuncional senda familiar era porque su madre esperaba que, si Lauren estaba allí, entonces cualquier reportero perdido apuntaría la cámara en su dirección. No la decepcionaron. Un reportero sacó unas fotos de ellos entrando en el restaurante. Clara y Taylor disfrutaban la atención, o más bien, disfrutaban fingiendo que no. La gente del restaurante miraba en dirección de Lauren mientras pasaba, apuntando y murmurando. Lauren ignoró a todos. Meramente siguió al maître a lo que él llamaba "la mejor mesa de la casa" y tomó asiento. Mientras su familia se le unía, desapareció tras el enorme menú. Con suerte, se olvidarían que estaba allí.
"Me honra servirle de nuevo, Srta. Jauregui," dijo el camarero, con una leve inclinación. "Si puedo recomendarle algo, hágamelo saber. Esta noche el menú es extraordinario."
Lauren asintió. "Tomaré lo de siempre, gracias," le dijo.
Él asintió y apuntó la orden, entonces tomó el menú de Lauren. El resto de la familia pidió un momento para decidir.
"¿Vienes aquí a menudo?" preguntó Taylor, mirando a su hermana.
"No," contestó Lauren.
Clara tomó un sorbo de la copa de agua delante de ella. "Ciertamente estás de humor esta noche. ¿Qué te pasa? Pareces un poco agotada."
"Estoy absolutamente bien, madre," contestó Lauren.
Clara escogió ignorar el comentario. "Bueno, ¿cómo le va a Keaton? Deberías haberle invitado esta noche."
"¿Es cierto que estan juntos ahora?" añadió Taylor.
Lauren contempló a sus dos mujeres menos favoritas en el mundo. "Keaton está en San Francisco, trabajando en una nueva película. Y sí, estamos más que juntos." Debería haberlo negado, por supuesto, pero la mirada de desilusión en la cara de su hermana hizo que valiese la pena. Lauren sabía que Taylor llevaba enamorada de Keaton.
La dieciséisañera suspiró. "Algún día será mío."
"Ya." Fue todo lo que Lauren podía hacer para no reírse de la idea.
Clara sonrió. "Ésa sería toda una hermosa boda," meditó. "Engendrarían niños guapísimos, sin duda."
Taylor hizo una mueca. "Ahí se va mi apetito."
También el mío, concordó Lauren. Tener sexo con Keaton sería... "Puag," murmuró, estremeciéndose ante el pensamiento.
Todos la miraron.
Lauren se paralizó. "Um, creo que vi un pelo en mi copa," mintió. "Pero era sólo el reflejo de la luz."
"¿Dónde crees que te gustaría casarte?" preguntó Clara, todavía con el tema.
"No nos casaremos," dijo Lauren. "Tengo micarrera. Keaton la suya. Sólo estamos..."
"¿Teniendo sexo?" adivinó Clara, con una sacudida de la cabeza.
"Que asco," masculló Taylor.
"No estamos teniendo sexo," replicó Lauren, sintiéndose increíblemente avergonzada por ninguna buena razón.
Taylor la miró con sorpresa. "¿En serio?"
Mátame. Mátame ahora. Por favor. Alguien. Cualquiera. Socorro. "No voy a discutir esto," dijo Lauren tan insolentemente como era posible.
Taylor se sentó atrás en su silla y soltó una breve carcajada. "¡Pero es tan sexy! ¿Estás loca? Yo me echaría encima de él como una..."
"¡Taylor!" Clara y Mike dijeron a coro.
Lauren se hundió en su silla, cubriéndose la cara con una mano. Ésta iba a ser una cena muy larga.
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Tres horas después, Lauren se desplomó en su cama. Había sido el día más largo de toda su vida. Entre su madre y su hermana, iba a necesitar unas cuantas horas más de terapia a la semana. Era buena cosa que Keaton le saliese barato o ya estaría arruinada.
Centrándose, se levantó y preparó para la cama. Se metió en un par de boxers de Garfield y un top blanco, entonces agarró su portátil y se metió en la cama. "Ah, divino," suspiró. Enganchó la línea telefónica al ordenador y lo puso en marcha.
Primero lo primero, decidió, estirándose sobre el borde de la cama para agarrar su cuaderno de poesía. Era hora de subir los poemas del día a su super hiper secreto website. No sabía si realmente los leía alguien, pero le gustaba tenerlos ahí fuera, de todas formas. Entre actuar y escribir poesía, Lauren se sentía realizada.
Bueno, más de lo que se sentiría de otra forma, al menos. Quizá realizada era una mala elección de palabra.
Tecleó el último poema, complacida con lo que había escrito. Con el clic de un botón, se convertía en propiedad pública. Cualquiera que lo quisiese, podía cogerlo. Realmente no le importaba un bledo.
Yendo a otra cosa, abrió su buzón. Un mensaje.