No Te Impliques

By SoniaLopezSouto

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Kathleen es una joven volcada en su trabajo. La muerte de sus padres siendo una niña y más tarde la de su abu... More

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En cuanto me quedo sola, siento la necesidad urgente de salir de aquí, porque mi antiguo yo me está gritando que huya, que me esconda donde Alec no pueda encontrarme nunca. Me dice que he cometido el mayor error de mi vida y que pagaré las consecuencias de ello tarde o temprano. Que si no quiero salir herida, me vaya ahora mismo y no mire atrás. Sin embargo, una parte de mí que no sabía ni que existía y que al parecer Alec ha despertado, me insta a darle una oportunidad a lo que estoy sintiendo por él. Porque él es muy distinto a todos los demás. Me lo ha demostrado día a día.

No sé como lo consigue, pero Alec siempre sabe qué hacer o decir en todo momento para desarmarme completamente. No puedo luchar contra lo que remueve en mi interior. No puedo mantenerme lejos de él por más que quiera. Y desde que lo besé por primera vez, me resulta imposible tenerlo al lado y no desear hacerlo de nuevo. Y eso me asusta. Muchísimo. Porque nunca antes había sentido nada tan intenso por nadie. Mucho menos por alguien a quien acabo de conocer. Porque hay muchas cosas que todavía no sé de Alec y sin embargo, me encanta tenerlo cerca.

Tengo miedo a salir lastimada o a verme obligada a hacer algo que no quiera por conservarlo a mi lado. Porque en mis anteriores relaciones siempre he sentido que me daban más de lo que yo entregaba y eso me forzaba a ceder o a alejarme. Y por supuesto, terminaba haciendo lo segundo. Pero con Alec creo que mi primera opción será siempre darle más. Así ha sido desde que nos conocimos. Cedí en verlo fuera del hospital aunque sabía que no debía, en hablarle en Neonatos a pesar de la prohibición de Adelaide, en ayudarle con Faith sabiendo que eso me implicaría más con ellos, en confesarle la verdadera historia del accidente de mis padres incluso cuando el alcohol ya no me hacía tanto efecto y pude haberme decidido por la versión oficial que doy a todos.

Alec me hace tener esperanza y todavía no sé si eso es bueno o malo. No sé qué va a pasar a partir de ahora. No sé si esto saldrá bien. No sé si tenemos futuro como pareja. No sé cómo podré comportarme con naturalidad cuando Alec vaya a ver a Faith en mi turno. No sé si podré dejarle entrar en mi vida de manera plena. Pero por primera vez en mi vida, quiero acallar mis dudas e intentarlo. No va a ser fácil, pero Alec merece la pena. Eso lo he descubierto en cada encuentro que hemos tenido, en cada silencio que ha respetado, en cada momento de debilidad que ha sabido comprender, en cada confesión que hemos compartido. Alec me da serenidad. A su lado, siento que puedo llegar a ser yo misma algún día.

Mientras intento decidir cómo colocar las plantillas en la pared en que quiero pintar el jardín, mi mente no deja de torturarme con los recuerdos de lo que se inició no hace tanto en la habitación. Y de lo que pasó luego en la ducha. Quise detenerlo con la pésima excusa de la pintura, pero eso sólo lo precipitó. No me arrepiento ahora, aunque hubo un momento en que sí dudé. Cuando la pasión se consumió, sentí que me había equivocado al dejar que aquello sucediese. Pero como siempre, Alec supo tranquilizarme.

Sabe cómo hacer que todo fluya entre nosotros con naturalidad. Y eso está derribando mis barreras de manera fulminante. No hay forma de mantener la distancia con él cuando me mira como si fuese alguien valioso para él, como si lo que le digo sea lo más importante, como si estar a mi lado fuese un privilegio. Así me siento con él y es algo que nunca he tenido. Nadie se ha preocupado por mí desde los diez años. Siempre he sido yo la que ha tenido que hacerlo, por mí y por mi abuela. Dejé de ser una niña y me volví una adulta seria y distante. Alec está logrando que parte de mi pasado se quede en un simple recuerdo. Me da lo que siempre he ansiado y que ni siquiera sabía que quería. Sin apenas esforzarse, ha logrado que le hable de mi pasado más doloroso y sé que cuando quiera darme cuenta, estaré hablándole también de mi vida, de mis temores, de mis preocupaciones, de mis ilusiones, de mis esperanzas. Veo esos intensos ojos azules que tiene, esa dulce sonrisa en sus labios, ese gesto de concentración cuando le hablo y las palabras salen de mi boca sin que pueda detenerlas. Sabe escuchar. Ese es su secreto.

Me paso más de dos horas colocando plantillas sin llegar a sentirme conforme del todo. Mi cabeza está dispersa por más que intento concentrarme. No sé qué me pasa, que no dejo de pensar en Alec y en el momento en que regrese. Estoy ansiosa y expectante. No sé qué haré cuando lo vea, si darle un beso de bienvenida o esconderme bajo la cama. Ambas son buenas opciones teniendo en cuenta como me siento ahora mismo.

En cuanto creo tener el jardín perfecto para Faith en la pared, decido que ha llegado el momento de dejarlo. Esperaré a que lo vea Alec y decida si le gusta o no pues una vez empecemos a pintar, ya no se podrá cambiar. Aunque lo haya dejado en mis manos, él es su padre y debería tener la última palabra en todo. Sonrío al imaginarlo con Faith en brazos, sentado en la mecedora. Es una imagen muy tierna y hace que mi corazón palpite más rápido en mi pecho. No me importaría presenciar ese momento.

No he sabido nada de Alec desde que se fue y tampoco me decido a llamarlo para saber cuando regresará. No es que tenga prisa, pues mañana estoy de tardes en el hospital, pero tampoco sé si deba esperarlo mucho más tiempo. Quedarse hasta la noche puede dar pie a que me pida que no me vaya y no sé si estoy preparada para eso todavía.

La ansiedad me puede y decido intentar cocinar algo. Si me mantengo ocupada, tal vez no salga corriendo. Preparar la cena será todo un reto que aceptaré encantada, aunque me preocupa un poco tener que revolver en su cocina para buscar todo lo que necesito. Supongo que no le molestará que lo haga. Su casa es mi casa, eso ha dicho. Y con eso en mente, me paso al menos otra hora entretenida. Cuando estoy terminando, mi teléfono comienza a sonar. Me cuesta encontrarlo y casi no llego a tiempo para contestar. Ni siquiera miro quien llama, por si cuelgan.

-Hola, Kath - es Alec - Sólo llamaba para decirte que tardaré al menos otra hora en volver. No quería que te preocupases.

-Tal vez sea mejor que me vaya a casa, entonces. Ya será tarde cuando...

-No - me interrumpe - Por favor, espérame. Intentaré llegar antes, si puedo.

-Haz lo que debas, Alec. No te preocupes por mí. Estaré bien.

-¿Me esperarás? - casi puedo ver esa mirada suya que me convence de cualquier cosa y no puedo evitar sonreír. Lo ha vuelto a hacer y sin vernos.

-De acuerdo, te esperaré.

-Gracias, Kath. Prometo ir lo antes posible.

-Sin prisa - digo resignada a esperarlo.

-¿Todo bien?

-Todo bien. Ve a trabajar, Alec. Cuanto antes termines, antes volverás.

-Gracias - repite - Nos vemos pronto.

-Hasta después.

Miro hacia la cena y siento pena porque se vaya a enfriar así que la meto en el horno para que conserve el calor cuanto pueda. Después, me siento en el sofá, dispuesta a pasar el rato viendo la tele hasta que llegue. Debería haber insistido en marcharme, pero soy incapaz de negarle nada. Es extraño, porque siempre se me ha dado bien decir que no. Es mi forma de protegerme. Supongo que con Alec me siento a salvo. Y aunque esta no me satisface del todo, no encuentro otra explicación para lo que me sucede con él.

No hay nada interesante en la tele y empiezo a aburrirme. Poco a poco, el cansancio se apodera de mí y me cuesta mantener los ojos abiertos. Entre la resaca del día anterior, las pocas horas de sueño y el día tan intenso que he tenido, mi cuerpo se está rindiendo ya. Aunque lo intento, no consigo permanecer despierta mucho más tiempo. Ni siquiera soy consciente de cuando me duermo ni por cuanto tiempo, pero sí de los dedos que recorren con suavidad mi mejilla. Abro mis ojos y me encuentro con los de Alec, que me observan con ese brillo que me hace sentir especial.

-Buenas noches, bella durmiente - me dice, con una bonita sonrisa bailando en sus labios.

-¿Cuándo has llegado? - me incorporo y peino como puedo mi pelo con los dedos. Debe estar totalmente desordenado.

-Ahora mismo.

Sujeta mi rostro con sus manos, deteniendo mis movimientos, y me besa con suavidad en los labios. Siento un cosquilleo en mi estómago y apoyo mis manos en sus hombros. Como si eso fuese una invitación, Alec profundiza el beso. Me pierdo en la sensación de ingravidez que me provoca y me apoyo en él cuando mis piernas quieren ceder. Los recuerdos de lo que hemos hecho antes regresan a mí y mi respiración se acelera incluso más de lo que ya está. Cuando las manos de Alec acarician mi espalda, se me escapa un jadeo y sé que es el momento de pararlo antes de que llegue a más.

-La cena se enfría - le digo cuando consigo separar nuestros labios - Me he pasado una hora cocinando para que ahora se eche a perder.

-¿Has cocinado para mí? - sonríe - Pues comamos.

Caminamos hacia la cocina con nuestras manos unidas. Se nota extraño pero familiar al mismo tiempo. Me obliga a sentarme, sin dejarme opción a que le ayude a servir la cena. Parece emocionado y no deja de sonreír, pero noto cierta rigidez en sus movimientos que me dice que algo malo está pasando. Cuando cree que no lo veo, su expresión cambia por segundos y veo la preocupación reflejada en él.

-¿Estás bien? - me atrevo a preguntar cuando se sienta junto a mí.

-Perfectamente - sonríe, pero de nuevo sus ojos no lo reflejan.

-No lo parece - se me hace raro insistir, no suelo ser así. Alec está cambiando eso también.

-Son cosas del trabajo - suspira. La máscara cae y ahora veo que es realmente malo lo que está pasando.

-No tienes que decirme nada sino quieres.

-No es que no quiera - me mira - Es que no es agradable.

-¿Has tenido que revisar el recto de algún hombre grande y fuerte? - intento bromear con él y sonrío al ver su cara de asombro - También puedo ser divertida sin alcohol de por medio.

-Eres increíble - me dice, llevándose mi mano a los labios - Siempre logras sorprenderme.

-Gracias, supongo - libero mi mano y continuamos comiendo.

-Estamos colaborando con la policía en un caso - dice después de unos minutos en silencio - Hay ciertas cosas en él que me afectan bastante. No sólo ya por lo de que se trata, sino por Faith.

-¿Por Faith? - lo miro nerviosa - ¿Qué tiene que ver ella con tu trabajo?

-Nada - toma mi mano de nuevo - Pero desde que forma parte de mi vida, hay temas que me resultan más difíciles de soportar. Se me está haciendo cuesta arriba seguir con este caso. Quisiera terminar con él cuanto antes, pero me temo que tenemos mucho trabajo por delante todavía. He estado más de tres horas tratando de localizar el servidor desde el que opera el cabrón que lleva las páginas web, porque Rory sospecha que puede estar en Edimburgo, pero es muy escurridizo. Sabe cómo ocultar su rastro. Es frustrante.

-¿Páginas web? - frunzo el ceño - ¿No eres agente de Aduanas?

-Lo soy - me mira - Pero también soy informático.

-¡Oh, Dios! - llevo mis manos a la boca en cuanto creo comprender lo que está sucediendo - No me digas que estáis detrás de un pederasta.

-Es más complicado que eso - ahora es él quien frunce su ceño. Sus siguientes palabras suenan vacilantes - No sé si deba... Las páginas son... como un medio para contactar con posibles clientes... Se les muestra la mercancía y... bueno... se les proporciona un código con el que pueden contratar los servicios. Todavía no hemos logrado descifrarlo, pero estamos en ello... Lo necesitamos...

-¿Qué clase de servicios? - lo interrumpo, mi corazón late a mil por hora - ¿Qué ofrecen?

-Sexo con mujeres - veo la duda en sus ojos pero continúa - y con niños.

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