Hermosa Ante Mis Ojos

By MarlyyGrey

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ยฟQuรฉ pasa cuando encuentras a esa persona que tanto tiempo has esperado? "ร‰l" Un multimillonario exitoso. A... More

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Epรญlogo
Agradecimientos

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By MarlyyGrey


CHRISTIAN


Corro ejercitando los músculos de mi cuerpo, relajando la tensión que posee y, refrescando mi mente la cual se empeña en agobiarme con el recuerdo de aquella rubia que me impactó, que me hizo preso de su mirada tan azul como el cielo, que me examinó en cuestión de segundos con sus hermosos ojos, que me dio una chispa de paz entre todos aquellos recuerdos que me embargaban puesto que su presencia me hizo estremecer. La sensación de aquella corriente eléctrica fue tan abrumadora, adictiva y deliciosa. Fue como estar frente a algo que te gusta, que fue hecho para ti. Como si te sintieras feliz, extasiado y completo.

Su actitud me desconcertó. Mis ojos recorrieron su figura deleitándome de su cuerpo envuelto en ese hermoso vestido. No posee un cuerpo de modelo pero, sin duda tiene curvas donde tienen que ir. Me impactó, sencillamente se veía hermosa, aún con la profundidad de la tristeza que mostraban sus ojos su presencia me impresionó. Todo en ella grita ternura y dulzura. Su rostro tiene esa capa de ingenuidad que la hace presa de cualquier imbécil, que te provoca cuidar y resguardar en un templo donde nadie pueda verla ni hacerle daño.

El contacto con su piel fue algo extraño, podía sentir como nuestras manos vibraban, como mi cuerpo absorbía de ella un calor abrazador, una mezcla de emociones que me dejaron impresionado y confundido en ambas cantidades, su piel blanca como porcelana desprendía un olor exquisito que no he podido sacar de mis fosas nasales, se ha clavado en mi mente con el recuerdo de su hermoso rostro.

Sacudo la cabeza intentando cambiar el rumbo de mis pensamientos. Al fondo diviso aquel parque que se ha convertido en mi guarida cada vez que salgo a correr. El verde del lugar lo hace relajante. El aire que se respira es suave, te hace sentir vivo, en paz contigo mismo centrándote en la naturaleza que te rodea. 

Acelero un poco hasta correr por las estrechas aceras. Al llegar me detengo para estirarme y recorrer el lugar como cada mañana. con el pasar los segundos choco con un cuerpo firme e inmediatamente la atraigo hacia mi para que no termine en el suelo. Su cabeza queda escondida en mi pecho. Fuertes sollozos provocan que su cuerpo tiemble. Observo su piel blanca a la altura de sus brazos descubiertos, su cabello rubio se encuentra enmarañado, paso mis manos por su cabello intentando relajar su cuerpo que irradia tensión, cuando me decido por saber el rostro de la mujer que se encuentra en este estado mi mundo colapsa, aquellos ojos tan azul como el cielo que me han atormentado desde la noche de ayer se encuentran frente a mi, en el fondo de los mismos hay dolor, una tristeza que me paraliza el alma, su rostro se encuentra manchado por las lágrimas y espantosos golpes que me enfurecen de sobre manera.

—¡Rose! —Parpadea rápidamente al escuchar mi voz. Su cuerpo tiembla en mis brazos como si el frió de la mañana la estuviera atormentando, cosa que creo puesto que lleva una pequeña blusa de tiras o mejor dicho pijama. —¿Qué ha pasado, nena? ¿Quién te ha dejado así? —Acaricio su mejilla sintiendo como mi pecho se estruja al ver el rastro de sangre en su labio inferior. Sus ojos que están cristalinos por las infinitas lágrimas que derrama sin poder contener me miran desorientados. ¡Dios, nena, que ha pasado! gruño mentalmente.

—Christian —la escucho susurrar antes de quedar inconsciente en mis brazos. Mi cuerpo colapsa al verla sin sentidos en mis brazos. La aprieto a mi cuerpo con una mano mientras que con la otra le marco a Taylor...


—Señor —contesta.

—Taylor, trae el auto a el parque Westlake —gruño frustrado.

—Enseguida señor. —Cuelga. Guardo mi móvil en el bolsillo de mi buso y la cargo hasta una de las bancas cerca de la calle. A pesar de su contextura gruesa su peso no lo refleja puesto que sin ningún tipo de dificultad la siento en mi regazo.


—¿Quién te ha hecho esto, nena? —susurro para mi mismo mientras contemplo su rostro furioso. 

En cuestión de segundos tengo frente a mi a Taylor, su rostro fruncido me mira en busca de una explicación que estoy muy lejos de darle.

—Le ayudo, señor —Está equivocado si piensa que dejaré que le ponga un dedo encima. 

Niego firme con la cabeza.

—¡No! —digo con decisión. Asiente aún con dudas, En el fondo sé lo que se pregunta, ¿Quién es ella? ¿Qué le ha pasado? Son esas mismas preguntas las que yo me he hecho desde que la vi. Me he preguntado qué la ha llevado hasta aquí en esas condiciones. Sé que suena loco pero algo en ella me inspira confianza, me incita a cuidarla, velar por ella como si fuese parte de mi, una parte que prefiero no pensar que existe y que vive dormida en mi. La recuesto con sumo cuidado en el auto. Al entrar reposo su cabeza entre mis piernas. —Al Escala. —Me mira sin comprender pero rápidamente se recompone y vuelve a su actitud impasible. 

En fracciones de minutos estamos en el Escala. Sin dudar la llevo a mi habitación donde nuevamente la recuesto pero, en ésta ocasión examinando minuciosamente su cuerpo que posee moretones en sus brazos desnudos. Marcas de uñas en su cuello y rasguños en sus rodillas, me dejan claro que ha sido víctima de violencia. 

Mi cuerpo tiembla al pensar que quizás corría de algún novio o esposo que la maltrataba. Me alejo de ella al imaginarla siendo de otro hombre. Sacudo mi cabeza borrando ese pensamiento cuando otro me agobia y con más fuerza, ¿Será que huía de algún secuestro? Está en pijamas, ninguna mujer en su sano juicio correría por las abarrotadas calles de Seattle en pijamas a menos que te retengan a la fuerza. 

Suspiro pesadamente dejando de sacar conjeturas. Lo mejor será que le brinde la ayuda que necesita. 

Tomo el teléfono y llamo a mi madre quien al segundo tono me contesta.


—Cariño. —Su voz me alivia un poco entre todo lo que me mantiene estresado.

—Mamá, necesito que vengas a mi apartamento. —Aquí está mi lado posesivo. 

No permitiré que ningún hombre le ponga una mano encima, aunque sea un jodido medico.

—¿Pasa algo, Christian? —La escucho preocupada.

—No soy yo, Mamá. —La saco de su preocupación rápidamente.

—No entiendo. —Paso mi mano por la frente, mi cabeza amenaza con estallarme.

—Lo sabrás cuando estés aquí, ¿Puedes venir? —No quiero entrar en detalles, ni mucho menos escuchar sus regaños por teléfono.

—Claro que si, hijo, estaré ahí pronto. —Suspiro pesadamente aliviado.

—Gracias, Mamá. —Cuelgo.


Mis ojos no se despegan de su cuerpo. No puedo concebir que una mujer tan tierna tenga tanta tristeza en su alma, que sus preciosos ojos reflejen tanto dolor y que su hermoso rostro se vea manchado por un sin fin de sentimientos negativos privandolo de una bella sonrisa que de seguro tendrá.

—Señor Grey. —Levanto la mirada posandola en mi jefe de seguridad quien parece inquieto.

—¿Qué pasa, Taylor? —Su rostro muestra claramente que esta exasperado, lo que me intriga es saber el motivo aunque me lo imagino.

—La señorita Leyla desea hablar con usted, está en el vestíbulo. —Gruño con exasperación. 

¡Esta mujer está agotando mi paciencia!

Leyla fue mi ex novia. Al inicio de nuestra relación todo estaba bien, se puede decir que llegué a sentir por ella algo que a duras penas puedo llamar cariño. Aunque acepte introducirla en mi vida como algo formal, siempre supe que no podía darle más, puesto que a raíz de mi infancia me he considerado como alguien indigno del amor de nadie, y mucho menos transmitir ese sentimiento puesto que no lo conozco. Pero con el pasar de los meses me di cuenta que nuestra relación era algo sin sentido, que acepté estar con ella por la presión que infringió y que en verdad me sentía vulnerable al aceptar algo en el aniversario de muerte de mi madre biológica.

—Ésta situación me tiene agotado, ¿No ha entendido que no quiero saber de ella? —susurro. Taylor permanece impasible a la espera de una acción contundente por mi parte. 

Lo mejor será ponerle un alto de una manera más eficaz y rotunda.

Salgo de mi habitación y me encamino al vestíbulo, pero para sorpresa mía y de Taylor, Leyla se encuentra sentada en el sillón de mi sala como si fuese la dueña de mi apartamento. En otras circunstancias me hubiera parecido normal —osea durante nuestra relación en donde prácticamente se había adueñado de mi apartamento, además de que se tomó atribuciones que no le conciernen como mover mis pinturas, muebles y adornos que son cosas insignificantes, pero que para mi en lo personal representan una parte de mi y nadie, absolutamente nadie puede mover una pieza de mi casa sin comunicármelo y, más porque saben que mi respuesta será un rotundo ¡No!—, pero ahora el verla aquí con esa actitud altanera y confiada me enfurece. Me enoja que no pueda entender mis señales de que me deje en paz.

—¿Qué haces aquí, Leyla? —gruñó furioso—. ¿No te ha quedado claro que no quiero saber de ti? —Sus labios esbozan una leve sonrisa al verme. 

El cinismo de esta mujer no tiene límites.

—¡Cariño! —Se pone de pies y camina hacia mi. Automáticamente levanto una mano dándole a entender que se detenga. Su engaño y posterior cercanía me nubla los sentidos volviéndome aquel joven agresivo.

—Por tu bien, no te me acerques —siseo. Ella frunce el ceño—. Leyla, te lo diré por última vez. No me busques, aléjate de mi. No me obligues a tomar medidas drásticas, una orden de alejamiento será lo mínimo a lo que recurriré con tal de que salgas por completo de mi vida. —Sus ojos se abren como plato.

—Christian, tu me amas, lo sabes. Sólo estás confundido por... —La interrumpo furioso. 

En aquel momento me sentí triste por su engaño pero, ahora es algo que me enfurece porque me hizo creer que no valía lo suficiente como hombre. Que para lo único que podía existir era para llenar cuentas bancarias y pagar por servicios sexuales que gustosamente por unas tarjetas de crédito ella me ofrecía.

—¡No te amo y nunca lo haré! —Le grito furioso. —Ahora sal de mi jodido apartamento y no vuelvas a joderme la vida porque entonces si me conocerás. —La tomo de los brazos y la arrastró hasta ascensor. La introduzco en él mientras observo su mirada atónita. —Hasta nunca, Leyla. —El ascensor se cierra llevándose con el aquella carga que me ha causado infinidades de dolores de cabeza. Me giro y veo a Taylor con una media sonrisa en el rostro. Arqueo una ceja. —¿Qué te causa gracia? —Su rostro se recompone volviendo al hombre impasible carente de emociones.

—Nada, señor. —Paso mis manos por el cabello. —¿Desea algo más? —Asiento con la cabeza.

—Si —respondo—. Mi madre no tarda en llegar, hazla pasar directamente a mi habitación —digo esto último y me retiro a mi habitación haciendo algo que pocas veces hago, sonreír, lo que no sé es precisamente el motivo, si el bochornoso espectáculo de Leyla o el tener en mi cama a la causante de mi inquietud y desvelo, aquella rubia que ha cambiado mi vida y pensamientos. 

Al entrar la contemplo en la misma posición. Su rostro completamente relajado deja ver lo hermosa que es. Su cabello rubio se esparce por mi cama como si fuese suya, como si perteneciera a ese lugar en específico. Mis manos toman vida propia y lo acarician, puedo sentir la suavidad del mismo, en la raíz deslumbro otra tonalidad lo que me indica que ese no es el color original de su cabello. Frunzo el ceño al no entender porqué lo hace, hay tantas cosas de esta mujer que me intrigan y, de ninguna he tenido respuestas. Aquella corriente eléctrica que se hizo presente al tocarla es una de ellas, su huida repentina ayer en la gala, la tristeza que reflejaban sus ojos, el estado en que la encontré. Son tantas las cosas que mi mente se empeña en querer tener respuestas. 

Delineo con suavidad el contorno de su rostro. Su piel blanca y brillante me incita a seguir acariciándola, es como si una fuerza me obligara a desear su tacto y por ende hacerlo. Mi pulgar recorre sus carnosos labios sintiendo la suavidad de los mismos. Es inexplicable la reacción de mi cuerpo al tocar esa parte tan pequeña y suave. Un calor abrasador me recorre cuestionando la calidez, textura y apariencia de los mismos. La duda de su sabor me embarga frustrando mi intento de pensar en su estado y no en lo suave que son y delicioso que a mi parecer deberían ser probarlos...

Christian. —Sus carnosos labios emiten mi nombre provocando que algo estalle en mi cuerpo. La corriente eléctrica que se me está haciendo familiar despierta mis sentidos haciendo crecer ese deseo por besarlos, por besar esos labios que pronuncian mi nombre con adoración y súplica. Es como un imán, por más que intento ser racional no logro pensar más allá de lo que ella despierta y el deseo repentino y absurdo que ha nacido.

—Aquí estoy, nena —digo suavemente. En mi vida he tenido muchas mujeres hermosas, todas han poseído una belleza física que deslumbra, pero ahora enciende en mi algo mucho más grande ésta mujer que a duras penas conozco su nombre y, que aún sin tener un cuerpo de infarto se puede sentir lo tierna y dulce que es irradiando una belleza que no cualquiera mujer posee. Una belleza interna que no es posible ser arrancada solo con la marca del dolor, y no cualquier dolor, sino el dolor del rechazo y desamor.

—Christian, no me dejes, por favor. —Sus balbuceos me dejan estático. Debe de tener algún tipo de sueño en donde estoy. Sus palabras se quedan grabadas en mi mente como un recordatorio. Su subconsciente suplica que esté en su vida, que sea yo quien cuide de ella, quien la proteja de aquellos que la han dejado en este estado. 

¿Cuánto dolor hay en su alma? 

Esa pregunta llega a mi en este momento en el cual no se como me siento. El que me quiera en su vida me hace sentir... feliz, en cierto modo, pero eso implicaría darle algo que no tengo. Quizás la solución es sencilla pero tendría que buscarla y emplearla.

A los pocos minutos llega mi madre. Le pido que la revise y ya después me haga las preguntas que quiera. Me siento junto a ella tomando su mano la cual está tibia. Al levantar su ramera mi cuerpo se tensa de una manera impresionante. Su abdomen está inundado de hematomas que hacen que mi pecho se estruje...

—¡Dios! —susurra mi madre llevando sus manos a su boca. Una solitaria lágrima desciende por su mejilla provocando que me sienta una mierda por ponerla en esta situación—. ¿Quién fue el monstruo que le hizo esto a esta niña? —Sus ojos se posan en mi en busca de una respuesta que no tengo. 

Niego tragando fuerte.

—Estaba así cuando la encontré en el parque. —Limpia su mejilla mientras su mirada vuelve a el cuerpo de Rose. —No se quien le hizo esto madre, pero te prometo que daré con el culpable. —Puedo sentir sus ojos puestos en mi, mientras que los míos en el cuerpo golpeado de la rubia. La ira que me provoca verla así es superior a mi. Me provoca buscar en cada piedra al culpable y matarlo con mis propias manos lentamente.

—El dolor por los golpes la mantendrá inmóvil, le recetaré unos analgésicos y una crema para los golpes, las mismas le ayudarán a calmar los dolores y a borrar el color morado de los golpes. Te recomiendo que busques a los familiares de esta chica, hijo, no creo... —La interrumpo.

—¡Ni lo pienses, madre! —Me mira con suspicacia—. No se ira de aquí. A partir de ahora Rose estará en esta casa, no permitiré que le vuelvan a hacer daño. —Sus ojos se abren como plato.

—Hijo, no se ve bien que una mujer esté en ésta casa. —Endurezco la mirada. —Además es una desconocida prácticamente, no puedes albergar en tu casa a una mujer que solo tienes una noche de conocer. —Sé que abrirle las puertas de tu casa a un desconocido es algo totalmente irresponsable, pero no puede dejarla a su suerte y más aún con dudas de no saber cómo terminó así.

—Lo sé, Mamá, pero hay algo en ella que no me permite alejarme, es como si la conociera de siempre, mi mente y cuerpo no la reconocen como tal. —Sus ojos se suavizan. Una media sonrisa se asoma en sus labios.

—Estoy feliz de ver que en el fondo te solidarizas con los desamparados. La educación que te dimos ha tenido sus frutos y verdaderamente estoy orgullosa. —Sonrió mirando a Rose. Su cuerpo se retuerce. Sus carnosos labios emiten quejidos producto del dolor que experimenta su cuerpo. Inmediatamente me inclino susurrándole al oído que todo estará bien. Sus manos dan a su cabeza masajeando su frente... —Le entregaré la receta a Taylor para que compre los medicamentos. Me retiro, tengo que volver a la casa, tu padre tiene una reunión de negocios y me pidió le hiciera compañía. Si me necesitas sabes donde localizarme. —Asiento mirándola de reojo mientras sostengo la pequeña mano de Rose. —Te amo, cariño. —Me da un beso en la mejilla mientras le susurro un "Igual"

—Pequeña. —Su cuerpo se tensa al escuchar mi voz. Aquel acto me indica que se encuentra despierta y consciente. Quizás ha escuchado toda la conversación. —Nena —susurro cerca del lóbulo de su oreja. Aspiro su aroma que es una mezcla de fresas y vainilla, un aroma dulce que se cala en tus fosas nasales y no sale.

—¿Dónde estoy? —Sus ojos permanecen cerrados. Su voz es baja, dulce, suave como si tuviera miedo de hablar.

—En mi casa. —Le aclaro. Una pequeña lágrima sale de sus ojos, sin poder evitarlo la limpio con mis dedos e inmediatamente su cuerpo se estremece, ese gesto provoca que mi respiración se corte. Abre sus ojos e inmediatamente me pierdo en ellos. El brillo que hay en ellos al conectarse con los míos es abrumador.

—Debo irme. —Hace un intento por levantarse, pero el dolor que posee su cuerpo la obliga a tumbarse nuevamente. —¡Joder!. —Se queja en voz alta. Las compuertas que intenta retener se abren dando paso a un sin fin de lágrimas y sollozos fuertes que me estrujan el corazón. —Debería morir. —Mis ojos se abren como plato mientras que mi corazón retumba con fuerza ante el impacto de sus palabras. —Es la única manera de no sufrir más. —Lleva sus manos a su rostro el cual tapa con ambas manos.

¡Dios!

¿Qué han hecho con esta mujer?

Le tomo sus brazos y la obligo a mirarme.

—Mírame, Rose. —Niega con los ojos cerrados llorando como si su vida se le fuese en ello- Mis ojos se cristalizan al ver lo rota que está, lo débil y destrozada que han dejado a una mujer que con solo ver puedes admirar su dulzura. Que en sus ojos puedes ver lo noble y tierna que es. —Mírame —le gruño mas fuerte. Mi voz es ronca producto de el nudo que tengo en la garganta. Abre lentamente sus ojos conectándolo con los míos—. Escúchame muy bien, nena. No estás sola, a partir de hoy me tienes a mi. No permitiré que nadie vuelva a hacerte daño, ¿Me escuchas? —Asiente con decisión llorando sin poder parar.

—No me dejes sola, por favor. —Ahí está nuevamente esa frase que ahora me hace sentir seguro y feliz.

—No lo haré, nena —susurro limpiando sus lágrimas—, nunca más estarás sola —digo con decisión.

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Marly Castro

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