Hermosa Ante Mis Ojos

By MarlyyGrey

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¿Qué pasa cuando encuentras a esa persona que tanto tiempo has esperado? "Él" Un multimillonario exitoso. A... More

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Epílogo
Agradecimientos

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By MarlyyGrey



Camino por las transitadas calles de Seattle. Aspiro aire profundamente recordando el motivo de mi caminar sin destino. Las múltiples discusiones con mi madre y, su continuo ataque de histeria por el abandono de mi padre. A pesar de los años aún el sentimiento de impotencia por no haber intentado retenerlo me atormenta. La situación económica en la cual nos dejó sumergidas ha hecho de aquella madre cariñosa y amorosa una mujer fría, llena de amargura y odio hacia el mundo. Me culpa de no ser útil ni siquiera par retener a mi padre.

Muchas veces he tenido el valor de decirle que los hijos no amarran a los hombres. Que cuando no eres prioridad para un hombre entonces estás en una relación vacía. Luchando contra el destino de que ese hombre te abandone por cualquier motivo, más aún cuando no le eres útil y le restas tiempo y provecho en este caso nosotras.

Para mi padre el quedar en la ruina fue el detonante para no seguir soportando los ataques de celos de mi madre. Sus gritos y reclamos lo llevaron a huir de este infierno llamado casa.

—Espero que traigas dinero. —Como siempre lo único importante para ella son los dólares que pueda traer, los cuales terminan en sus tratamientos de belleza, sus salidas nocturnas o simplemente en pagarle a los múltiples hombres que entran a nuestra casa, la cual parece un hotel de paso en donde mi amada madre brinda sus servicios. 

El simple hecho de pensarlo me repugna.

—Si, mamá. —Mi voz sale baja. El miedo a desatar su ira, me reprime de hacer algún comentario que ella catalogue como inapropiado. 

Le entrego lo poco que me pagaron por la revisión de un manuscrito. A pesar de todo mi esfuerzo por culminar mi carrera no he podido, a lo mucho sólo llegué a segundo año de universidad. Al agotarse mis ahorros me vi forzada a dejar mi carrera la cual me hacía gran ilusión terminar. Mi sueño siempre ha sido convertirme en una gran editora pero el paso para hacer realidad mi sueño sutilmente siempre se ve lejano o inexistente.

—¡¿Sólo eso?! —Su gruñido me saca de mis pensamientos. Asiento sin decir una sola palabra. Mi vista se concentra en el suelo. Un escalofrío recorre mi cuerpo. Mis manos tiemblan e inmediatamente las escondo en mi espalda para que no vea cuán débil me vuelve su estado de ánimo. —Eres igual a tu padre, una inútil. No sirves para nada. —Su mirada cargada de desprecio acompañada de sus palabras perforan cada fibra de mi cuerpo. Mi corazón se estruja al ver los únicos sentimientos que causó en el ser más importante de mi vida. —Ni para sacarle provecho a tu figura. —Una mueca de asco se instala en su rostro. —Con ese cuerpo grasiento ningún hombre en su sano juicio pagaría ni un centavo por ti. —He ahí el motivo de mi baja autoestima. Durante años he sido la burla y el hazme reír de todos, los cuales ven mi cuerpo como una bola de grasa. Alguien que no merece la mirada ni respeto de nadie. Que provoca asco por el simple hecho de tener unas libras de más o, como dirían mis ex-compañeros de estudios, una gorda. —Ya que no sirves para darme lo que necesito, te advierto que mires donde dormir hoy. —Levanto mi rostro para mirarla con asombro. —Tengo visita y no quiero que la desagrades con tu asquerosa presencia. —Asiento con el corazón rompiéndose en miles de pedazos. Vivo para darle lo que pide y, a cambio recibo odio y desprecio.

Sin decir una sola palabra más me retiro hacia mi habitación. Aquel lugar frió y sin vida que se ha convertido desde siempre en mi refugio. Un lugar privado donde la mala vibra de mi madre no es capaz de traspasar la entrada o paredes.

Una cama sencilla con sábanas de algodón me dan nuevamente la bienvenida. Miro a mi alrededor conteniendo las lágrimas. Soportando el dolor por no ser lo que los demás esperan. Por permitir que las burlas y palabras hirientes me afecten. Por ver mis sueños perdidos. Mis metas inexistentes y sentir en el fondo pena por mi misma.

Una solitaria lágrima hace su recorrido por mi rostro. Por más que intento que todo esto no me afecte, es imposible. Cada palabra que sale de los labios de mi madre me estruja el pecho. Provoca que mi mundo sea vacío. Sin sentido. Que me vea pequeña, insignificante, absolutamente una sumisa ante la vida. Su falta de cariño y comprensión me ha llevado a ser débil, vulnerable, alguien que provoca pena en los demás, que vive una vida triste donde no hay esperanzas de nada, ni siquiera de conocer aquello que le llaman Amor.

... ]


Luego de lo que parecen horas despierto agitada. Una pesadilla me obliga a volver a la realidad. Una realidad que no es nada agradable. Una realidad donde el temor es algo tan insignificante en comparación con el dolor que experimenta mi corazón y alma al ser rechazada por mi madre. Aquella mujer que independientemente de todo debería brindarte amor, cariño, ser tu amiga, confidente, ser tu guía, ejemplo a seguir. Pero no, es todo lo contrario a lo que me gustaría que fuera.

Me resigno una vez más ante mi presente. Observo mi reloj de mano que da las seis de la tarde. Recuerdo la amenaza de mi madre sobre irme a dormir a la calle. No puedo evitar que el miedo haga mella en mí, nunca había ido a los extremos de prácticamente echarme de mi propia casa. Suspiro con resignación y me encamino al baño. Me desvisto y tomo una ducha que me relaja automáticamente. Enjabono todo mi cuerpo, adorando cada parte de mí, sintiéndome segura de que aún siendo de talla grande, soy hermosa, solo es cuestión de ignorar cualquier comentario y mantenerme al margen, tomar valor y enfrentar todo con optimismo.

Termino y salgo envuelta en una toalla. Entro a mi pequeño armario y tomo un suéter polo, jeans azules y mis converse. Me decido por un juego blanco de ropa interior, no es de diseñador pero me hace sentir cómoda y eso es lo que importa. Para mi desgracia así como mi baño me relaja y me eleva significativamente la autoestima, mi madre me la baja sin ningún tipo de piedad...

—Estás peor de lo que se te ve por encima de esos trapos que usas. —Puedo ver en su rostro el asco y repugnancia que le provoco. Tomo la toalla rápidamente y me cubro. —En fin. —Hace un gesto de poca importancia con las manos pero su rostro descompuesto por mi apariencia está ahí, intacto. —He venido a exigirte que te vayas, dentro de poco llegará mi visita y no quiero que te vea aquí. —Asiento con un nudo en la garganta. Las lágrimas pican por salir haciendo que mi vista se vuelva borrosa. 

Parpadeo para que se evaporen aquellas sensación.

Me visto rápidamente. Una vez más me observo en el espejo y me entristece ver lo que encuentro. Mis ojos están apagados y mi cabello rubio está sin brillo. Aún recuerdo que decidí teñirlo por las comparativas con aquel hombre que para mi desgracia Dios decidió que fuese mi padre. Mi cuerpo permanece igual. De contextura gruesa pero con curvas en los lugares que deben estar y mi piel pálida le hace contraste a mis ojos azules. 

Decido irme antes que mi madre se torne nuevamente agresiva y decida golpearme como la última vez. Introduzco en una pequeña mochila mis documentos, una muda de ropa y mi cofre con los pocos ahorros que tengo a escondidas de mi madre. Espero que Kate me pueda recibir en su casa. No me imagino durmiendo debajo de un puente.

Al bajar veo a mi madre con un hombre, no puedo distinguir quién es puesto que está de espalda comiéndose la boca con ella. Una sensación de asco mezclado con náuseas se instala en mi. Sacudo la cabeza para eliminar aquella imagen. 

Al salir la brisa fría golpea mi cuerpo provocando que mi piel se erice. Froto mis manos mientras sonrió al ver el cielo despejado y la luna instalarse en lo más alto. Respiro profundamente y camino en dirección a casa de mi única y verdadera amiga.

—¿Ana? —Su rostro muestra sorpresa. 

La observó minuciosamente y me encanta lo que veo. Su perfecto y delgado cuerpo se encuentra envuelto en un fino y hermoso vestido color menta. Su figura completa a la perfección cada centímetro de él. Su hermoso cabello rubio-rojizo se esparce por sus hombros en ondas que le dan un aire de reina. Su maquillaje resalta sus hermosos ojos verdes... —¿Qué haces aquí a esta hora? —Bajo mi cabeza con pesar.

—Mi... —Es denigrante como mi madre me humilla de esta manera. —Mi madre me ha sacado de casa esta noche. —Mis palabras salen en un susurro casi inaudible.

—Qué hizo, ¡¿qué?! —Su grito me obliga a cerrar los ojos con fuerza. Nuevamente se instala en mi el miedo. Odio ser débil. Odio ser presa de esta sensación tan asfixiante pero es algo que no puedo controlar. —Perdóname amiga pero, tu madre es una hija de puta. —Debería defenderla de aquellas palabras pero, sé que es cierto. Aunque no vea muy bien la realidad, es así. —No te quedes ahí, entra. —Se hace a un lado para que pase pero, claramente veo que va de salida y lo que menos quiero es incomodarla o arruinarle su salida.

—No, Kate. —Ella frunce el ceño. —No quiero molestar, además ya vas de salida, yo pue... —No me deja terminar cuando me ha tomado de la mano y me introduce en su apartamento.

—Ni una palabra más. Te quedarás aquí y no quiero peros. —Sonrió levemente. Es reconfortante poder ser tu misma con alguien. Kate me conoce perfectamente. Ha intentado que cambie mi actitud sumisa pero, es imposible cuando gran parte de tus días la adoptas como algo indispensable. —Además no pretendo dejarte sola... —Abro los ojos como plato y la interrumpo antes de que siga.

—Kate, no quiero que te quedes por mi culpa, yo podría... Podría... —Pienso rápidamente en una solución para que ella no cancele su salida por mi. Sonríe ampliamente mientras entrecierra los ojos. La miro con el ceño fruncido. —¿Por qué me miras así? —digo con suspicacia.

—Se me acaba de ocurrir una grandiosa idea. —Me mira de arriba hacia abajo. La veo meditar algo mientras mide mi cuerpo. —¡Perfecto! —Su chillido me hace brincar levemente. Camina hacia el comedor y regresa con su celular en mano. La observó teclear de manera desenfrenada, levanta por un segundo la vista, me observa arqueado una ceja, sonríe con ternura y vuelve a seguir escribiendo. ¿Qué le pasará? ¿Se habrá vuelto loca? No creo, kate es tan centrada...—, iras conmigo. —Abro los ojos como plato. Ella no puede estar hablando en serio. —Si, Anastasia. —Adquiere aquella postura que te indica que su decisión es irrevocable.

—¡Te has vuelto loca, Kate! —Ella niega con una media sonrisa en los labios. —No puedo ir contigo. —Camina hasta estar frente a mi.

—De verdad lamento que tantas personas hagan hecho de ti lo que mis ojos ven. —Un nudo lo bastante grande se instala en mi garganta. —Eres una mujer hermosa, Anastasia. Eres dulce, tierna y cariñosa. Cualquier persona que tenga sentido común se sentiría feliz de tener a su lado a una persona como tú. —Bajo la mirada al sentir mis ojos cristalizarse. —Esta noche iré a una fiesta donde vendrás conmigo. No acepto replicas, Anastasia. A partir de hoy mientras estés conmigo disfrutaras de la vida. De tu juventud. Serás tú realmente, no la mojigata que se esconde del mundo bajo esos trapos que usas que te hacen lucir gorda y espantosa. Bajo ese tinte rubio escondiendo tu hermoso cabello castaño. Serás la Anastasia que conocí por accidente a la salida de un restaurante. La tierna y adorable mujer que me ha sabido escuchar y brindar su apoyo incondicional. Quiero que dejes de reprimirte, de sentirte inferior a los demás, de soportar burlas y humillaciones, que te abras a conocer el mundo realmente y aceptes que aunque cien te digan gorda e infinidades de insultos ofensivos, siempre hay uno quien ve quien eres y lo valiosa que puedes llegar a ser. 

Mis mejillas están mojadas producto de las infinidades de lágrimas que salen de mis ojos. Cada palabra ha hecho mella en mi mente. Es cierto que prácticamente yo he permitido que todos esos demonios dominen mi cuerpo, el miedo, la pena, la inseguridad, la tristeza. Cada uno de ellos ha hecho de mi lo que soy hoy, una mujer que vive atormentada por cada insulto u ofensa.

—Está bien. —Mi voz sale baja y las palabras entrecortadas. Ella sonríe con ternura, sus hermosos ojos verdes brillan producto de las lágrimas que salen.

—Hablé con una amiga de mamá que es diseñadora y le pedí que me enviara unos vestidos a ver cual te queda mejor. —Asiento insegura. —Esta noche serás tu misma, Anastasia. Quiero que no bajes la cabeza, que le demuestres al mundo quien eres y que brilles con esa luz interna que irradia ternura y amor. —Aún pienso que esta es una locura. ¿Qué sé yo de fiestas? No sabré como comportarme. No conoceré a nadie. ¡joder! ¿Cómo permito que esta mujer me manipule? 

"Como lo hace tu madre y el mundo" se burla mi subconsciente. 

Ignoro esa necia voz, porque si de algo estoy segura es de que si le llevo la contraria a esta mujer, me atara de manos y me llevara a rastras.

Kate toma el control de mi cuerpo, me envía a tomar una ducha mientras ella prepara todo. Al salir la encuentro con una sonrisa inmensa en los labios y un vestido largo color negro escotado. La miro con una ceja arqueada, mientras ella bufa restándole importancia a mi mirada. Me pongo un conjunto de ropa interior nueva y por lo que veo excesivamente caro. La miro reprobatoriamente pero ella ignora mi mirada.

Al finalizar no puedo evitar sonreír y mirarme con asombro frente al espejo. Toco suavemente con mis manos el vestido y la piel se me eriza al sentir la suavidad de la tela. Mis pies reposan sobre unas hermosas sandalias color negro con detalle de perlas, mi cabello rubio se esparce por mi espalda con pequeñas ondas que le dan un aire salvaje, mis ojos azules resaltan ante un maquillaje sencillo. Realmente me veo hermosa. Me giro a mirar a kate quien sonríe satisfecha.

—Gracias, Kate. —Niega con una pequeña sonrisa.

—Nada de gracias. Eres mi amiga y esto es lo que las amigas hacen. —Asiento aún con la duda de imaginar no agradar a los demás.

Luego de media hora nos encontramos en su auto. Un hermoso audi A7 en color rojo. Mis nervios están a flor de piel. Cada kilómetro que intuyo nos acercamos a esa famosa fiesta mi respiración se vuelve aún más rápida. Los latidos de mi corazón están frenéticos.

¿Por qué acepté esto? 

Mierda, Ana, debes tomar el control de tu vida. Cada uno hace de ti lo que le da la gana.

—Relájate, Ana, todo saldrá bien. —Asiento mirando todo a mi alrededor.

Pasamos a una mesa asignada para nosotras. Todo a mi alrededor desprende lujo y dinero. Varias personas se acercan para saludar a kate, obviamente el ser periodista e hija de un empresario la hacen reconocida. 

Toda la noche me concentro en admirar el lugar. En mi vida imaginé estar en un lugar así, rodeada de personas exitosas e importantes. Aún cuando papá vivió con nosotras nunca asistimos con él a sus fiestas o reuniones, siempre fuimos la obediente familia que se mantiene en el anonimato. 

De un momento a otro siento una extraña sensación en mi. Como si alguien me mirara. Con una fingida tranquilidad busco el causante y para mi desgracia mi vista se centra en un hombre que recuerdo claramente. Nunca olvido un rostro y estoy más que segura que el de él no sería la excepción...

—¡Kate! —susurro. Ella me observa con atención—. ¿Quién es aquel hombre de cabello rubio y traje negro? —Sus ojos buscan mi punto de atención, pero parece no encontrarla entre tantos invitados. —En la mesa de fondo. El que está con la señora de traje blanco. —Posa su vista en el sujeto y sonríe.

—Es el padre de mi novio. —Abro los ojos como plato. —Que no te sorprenda, nena. Tu deberías tener lo mismo pero, te reprimes gracias a la infeliz de tu madre. —Bajo la cabeza. —¡En fin! Es el señor Carrick. Padre de Mía, Elliot, el cual es mi novio y, Christian quien por alguna razón no veo por aquí. —Asiento. —Además que es esposo de Grace, una excelente pediatra y mujer, sin duda tiene un corazón que vale oro. —"pero su infeliz marido no" Ese hombre que ahí se muestra respetable y amoroso es uno de los múltiples amantes de mi madre. Lo he logrado ver muchas veces en mi casa. ¿Cómo puede hacerle eso a su esposa? Él que tiene la oportunidad de ser feliz la desaprovecha. —¿Por qué? ¿Lo conoces, Ana? —Me mira de manera inquisitiva. Niego rápidamente. 

No seré yo quien descubra un secreto como ese. Además mi madre es capaz de matarme a palos si digo algo.

—¡Claro que no! —Miento—, sólo que su esposa parece un ángel con ese vestido y, su hermosa sonrisa. Se nota que son un matrimonio muy feliz. —Kate me mira con una ceja arqueada.

—Fingiré que te creo. —Le sonrió levemente. —Te ves exhausta, ¿Quieres regresar a casa? —Así es como me siento. 

—La verdad, sí, pero no quiero que interrumpas tu noche por mi. —Rápidamente buscan en su bolso, me entrega las llaves de su coche y el apartamento.

—En ese caso vuelve a casa, yo esperaré a mi novio y disfrutaré un poco más de la noche. —Asiento frenéticamente.

—Antes iré al baño. —Me sonríe con ternura. —Nos vemos en casa y, gracias amiga. —Le digo y me despido con un cálido abrazo

—Tranquila, ve y relájate. —Me besa la mejilla.

Entro al baño y respiro profundamente. La presencia de ese hombre me ha inquietado.

¿Cómo puede mi madre hacer esto? 

La tristeza se instala en mi. Desearía que mi madre fuese completamente distinta. Que no me hiciera pasar por la vergüenza de ser hija de una mujer sin escrúpulos, libertina, una mujer que vive por el dinero y sus gustos. 

Al salir me sorprendo al ver el causante de mi inquietud dirigirse hacia mi. Mi corazón se acelera de una manera descomunal...

—Podría jurar que te conozco. —Su voz es gruesa y firme. Sus ojos claros me miran con malicia.

—Lo... —carraspeo para aclarar mi voz—, lo dudo señor. —Entrecierra los ojos. 

Mis manos sudan y mis pies se vuelven de gelatina por el miedo a ser reconocida.

—Nunca olvido un rostro señorita... —¡Joder! Si le digo mi nombre podría saber con exactitud quién soy.

—Rose. —Frunce el ceño. —Rose Jensen. —Su mirada se mantiene fija en mí, como si buscara algún indicio de que miento, el cual es el caso.

—¡Carrick, amor! —Una voz dulce se escucha a mi espalda. Giro y veo a la esposa de Carrick. Su sonrisa hace resplandecer su rostro. —Christian acaba de llegar. —Miro a la persona que está junto a ella. 

Mi respiración se corta al estar frente al hombre más hermoso que he podido ver. 

Sus hermosos ojos grises se posan en mi provocando que los vellos de mi piel se erice. Por mi cuerpo pasan infinidades de sensaciones que desconozco y me hacen sentir débil, aún más vulnerable de lo que soy. Su mirada que hasta entonces me dejaba ver cuán triste es, recorre mi cuerpo sin ningún tipo de pudor provocando que mis mejillas arden al sentir pena y tristeza imaginando lo que su mente pensara de mi cuerpo.

—Disculpen. —Todos posaron su mirada en mi. —Me retiro, con permiso. —Paso por su lado sintiendo su perfume que inmediatamente me embriaga, pero nada resulta ser como se planea ya que una mano toma mi brazo deteniéndome al instante.

—Fue un placer tenerla aquí señorita... —Mis ojos viajan hacia su agarre. Puedo sentir las chispas que desprenden nuestros cuerpos al sentir el tacto de cada uno. Es una extraña pero deliciosa corriente eléctrica que me obliga a retener el impulso involuntario de mi cuerpo por jadear. 

Una alerta se instala en mi mente. Aquella señal de que no debo confiar en nadie. Todos lo que una vez conozco me causan daño y, este hombre hermoso podría jurar que no será la excepción.

—Rose —lo miro por ultima vez directo a los ojos—. Rose Jensen. —Con aquellas palabras me retiro sintiéndome presa de el mar de emociones que aquel desconocido despertó en mí. Sensaciones que me bloquean. Me provocan pánico por no querer sufrir puesto que mi alma no soportaría un dolor más y, ese hombre que a simple vista parecía un príncipe presagia dolor, un dolor que difícilmente se supera. Un dolor que yo en lo personal no soportaría y moriría en el intento por superar.

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Marly Castro

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