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Ya que habíamos sobrevivido a una semana más de más ocio que de estudios, Rikki y yo, resolvimos ir al Cibercafé a pasar un buen rato. Digo, nos lo merecíamos después de haber estudiado tanto para pasar nuestros exámenes.
Nos sentamos en una de las tantísimas mesas del café y un par de minutos después, una chica, morena de sonrisa amable y vistiendo el uniforme del local, se acercó a nosotras.
—Hola, bienvenidas, ¿puedo tomar su orden? —consulté distraídamente el menú y dije, tras pensarlo un momento:
—Un licuado de banana y mango para mí. —ella asintió y miró a Rikki.
—Lo mismo.
—Bien, en un minuto se los traigo. —asintió la chica, tras tomar nota del pedido. Dio media vuelta y se adentró a la barra.
— ¿Qué tanto hace Cleo? —se quejó Rikki, mirando su reloj.
—En el Parque Marino, de seguro, pero ya vendrá. —me encogí de hombros. A Cleo le había estado yendo muy bien en su trabajo y de vez en cuando hacía dobles turnos voluntariamente.
—Solo tiene que darle de comer a peces viscosos —arguyó Rikki, con aburrimiento—. No es gran cosa.
—Para Cleo lo es —repliqué. Ella bufó—. Solo relájate, ¿sí?
—Bien, bien —asintió, encogiéndose de hombros—, pero, ¿por qué Emma tuvo que ir de nuevo a Mako? —La miré como si no fuera demasiado obvio—, digo, ¿cuál es el punto de regresar, si la primera vez no encontraron nada útil?
—Ella y Lewis están en Mako —expliqué, por quinta vez, sin perder la paciencia—. Porque Lewis quiere examinar el estanque y averiguar —entonces bajé precavidamente el tono de mi voz y Rikki me miró divertida—, ya sabes, por qué tenemos colas.
—Sí, adelante —asintió, sin borrar la sonrisa y en un tono puramente irónico—. Porque la teoría sobre el medallón pintó excelente.
—Oye, oye —dije, divertida y alzando las manos—, aun no averiguo del todo sobre él, pero es especial —me lanzó su mejor expresión de "¿es en serio?" —. Es un presentimiento.
— ¡Oh un presentimiento! —se burló.
Luego de que nos entregaran nuestras bebidas, me aproximé a la barra, donde se encontraban las computadoras. Lewis y Rikki podrían decir que era una locura querer averiguar sobre el medallón; pero algo más fuerte que yo misma me decía que ese collar representaba algo más... qué, no tenía idea pero estaba dispuesta a averiguarlo.
Una vez me senté en la silla, tuve el ordenador perfectamente frente a mí, comencé a teclear. En el buscador describí el medallón, a ver si por suerte encontraba alguno similar. Luego me aparecieron imágenes de muchos relicarios y collares que parecían antiguos pero ninguno se asemejaba al que yo describía.
A través de la pantalla del monitor distinguí a Cleo, sentándose junto a Rikki.
Regresé la mirada a la pantalla y continué revisando imagen tras imagen. Tras unos infructuosos intentos por hallar algo, lo que fuese, al menos de casualidad, me di por vencida. Era evidente que allí no iba a encontrar nada, ¿entonces dónde? Esa reliquia no pudo haber aparecido así como así.
Volteé un segundo y miré a Rikki. Ella me miraba con una ceja arqueada. Negué con la cabeza. Ella sonrió, con autosuficiencia, cabe añadir.
*.*.*
A la mañana siguiente, me enteré por Rikki que Cleo se había inscrito en el Reina del Mar, y que el mismo se llevaría a cabo mañana mismo.
A mi rubia amiga le indignaba que hicieran un concurso que a su parecer era tan sexista que le provocaba salir huyendo de la ciudad. No pude evitar reír ante su comentario.
Atravesamos las cortinas del café, y nos adentrábamos al interior. Aun conversando el tema, nos situamos en los reservados.
Hace poco había recibido una llamada de Emma, diciendo que teníamos que encontrarnos en el café. Asunto urgente, de acuerdo a sus exactas palabras.
—Bien —dijo Rikki, una vez Cleo y Emma se sentaron frente a nosotras—, ¿qué pasa?
—Sí, ¿qué era tan urgente? —cuestioné.
Emm miró a Cleo y ella bajó la mirada, incómoda. Se inclinó hacia nosotras y dijo en tono cauto:
—No quise hablar de esto en mi casa porque mi hermano me ha estado espiando —alcé una ceja mientras Emma hacía una pausa, demasiado larga y sus ojos iban de Rikki hacía mí, maximizando el efecto dramático—. Cleo escribió un diario que nos pone en peligro a todas. —soltó al fin.
—Un diario pequeño. —especificó Cleo, y Emma la miró duramente.
—Un diario —repetí—, ¿y cómo nos afecta...?
— ¡Kayla, esto es realmente serio! —Me interrumpió Emma, irritada a más no poder—, ¡ese diario explica detalladamente que somos sirenas!
— ¿Qué? —exclamé.
—Espera, ¿qué? —Dijo Rikki casi al mismo tiempo. Abrió los ojos como platos y automáticamente miramos a Cleo— ¿Cómo que explica que somos sirenas? —Entonces la miró con el inicio de enfado e incredulidad— ¡¿Escribiste un diario... sobre nosotras?!
—Cleo, ¿por qué no nos contaste? —inquirí, preocupada. Cualquiera podría encontrarlo y... miré a Cleo y dije: —. Nadie lo ha visto, ¿cierto?
—Jamás se lo mostraría a nadie. —se apresuró a decir.
—Su hermanita lo encontró, lo leyó. —intervino Emma, empalideciendo al instante.
— ¿Y qué estamos esperando? —espetó Rikki.
—Tenemos que recuperarlo lo antes posible. —añadí.
—No se preocupen, lo recuperé —intervino Cleo—. Lo encontré debajo de la almohada de Kim. Está a salvo.
— ¿Y ella lo leyó... —Rikki adquirió una expresión de espanto y a mí me dio un vuelco al corazón— sabe... sobre nosotras?, ¿sobre ser sirenas?
—Sí —asintió Emma, soltando un suspiro— Y se lo contó a Elliott —creo que los ojos se me iban a salir de las cuencas de tanto que los abrí—. Ellos... saben o al menos tienen la sospecha de que somos sirenas.
—Esto es malo —murmuré—. Realmente malo.
—Calma, solo tenemos qué...
—Miren quien está aquí. —Kim y Elliott, ingresaron al café. En ningún momento dejaron de mirarnos, con el ceño fruncido. Ni siquiera cuando se sentaron en una mesa, de tantas, la más cercana a nosotras.
—Voy a castigarla. —Cleo intentó ponerse de pie, pero Emma se lo impidió.
—Solo ignóralos. —aconsejó.
— ¿Y si ellos... tratan de hacer algo? —indagué.
—Solo actúen con normalidad. —insistió, y no me quedó de otra que asentir.
Pero, justo en ese momento, como una poco beneficiosa contradicción de la vida, el hermanito de Emma, sacó del interior de su mochila algo que distinguí como una pistola de agua.
—Eso, no funcionará.
Me sentí de repente tensa y preocupada. ¿Acaso pretendían exponernos, aquí, frente a todos?
— ¡No se dan por vencidos! —espetó Emma.
—Entonces tenemos que hacer algo. —manifestó Rikki. De reojo reparé en que el hermanito de Emm, comenzaba a ponerse de pie.
—Ohm... ¡Lewis! —por suerte, nuestro rubio amigo, estaba cerca en el momento adecuado. El volteó al instante y le hice una seña para que se acercase.
Lewis obedeció y se acercó a nuestra mesa, ocupando un asiento al lado de Cleo, dejándola entre él y Emma. Rápidamente procedimos a contarle toda la situación y a medida que Lewis comprendía la situación, yo me ponía cada vez más nerviosa con la mirada insistente que nos dirigían los chicos y lo que fuese que estuviesen murmurando sobre nosotras.
— ¿Qué tanto saben? —quiso saber Lewis, tras echarle una mirada a la pareja.
—Saben casi todo. —dijo Rikki.
—El agua, los poderes... —expliqué.
—Al principio creímos que si los ignorábamos lo olvidarían, pero... —Emm dejó la frase en el aire.
—Lo mejor es darles una pista falsa —comenzó a decir Lewis. Parecía tener la estrategia lista—, que crean que el diario es sobre otra persona.
— ¿Cómo quién? —instintivamente miramos alrededor y casualmente, Miriam y Tiffany se encontraban sentadas en una mesa, justo frente a la nuestra. Lewis sonrió.
—Síganme —susurró, e instantáneamente se puso de pie. Comprendiendo un poco a lo que quería llegar, Emma, Cleo, Rikki y yo, obedecimos—. ¡Hola, Miriam! —saludó, una vez estuvo frente a la rubia y le dedicó una sonrisa torcida.
Miriam frunció el ceño, con desconfianza; mientras que nos deteníamos y formábamos un pequeño círculo alrededor de ella.
— ¿Por qué me están hablando? —Cuestionó, arrugando el entrecejo—. Ustedes nunca me hablan.
Sip, Miriam podría ser la persona más malvada del mundo pero si tenía que hablarle un poco para que no descubrieran nuestro secreto, lo haría.
—Eso no es cierto, Miriam —Cleo, negó enérgicamente con una sonrisa amigable y hasta podría decirse que genuina—. Tú nos agradas.
—Algo así —dije, con sonrisa que ni yo me creía. Honestamente, me era difícil fingir. Miré a las demás, sin saber que más decir—. Ohm...
—Nos enteramos que vas a participar en el concurso —intervino Emm—. Buena suerte.
—No la necesito, no tengo competencia. —entonces fijó sus ojos en Cleo, y prácticamente cada palabra que salió de su boca traía mensajes subliminales de: yo soy mucho mejor que tú, supéralo. Se cruzó de brazos y entrecerró los ojos—. No creas que no sé qué te inscribiste en el concurso —dijo. Estuve a punto de rodar los ojos—. Yo lo sé todo. — Wow, increíble.
— ¿Ah, sí? —Emm sonrió—. Oh, está bien. Adiós.
Y nos alejamos de allí, gracias a dios.
Salimos del café con toda la normalidad del mundo, pero una vez estuvimos fuera, rápidamente nos escondimos en una esquina del establecimiento y esperamos.
— ¿Y ahora qué? —preguntó Cleo, en un susurro.
—Esperamos —dijo Emm—. Cuando Miriam salga, también lo harán los chicos.
—Y les haremos creer que ella es la sirena. —añadió Rikki.
— ¿Cómo? —quise saber.
En ese preciso momento, Lewis salió del café y Emma le hizo señas para que se acercara.
— ¿Dio resultado? —inquirió, una vez Lewis estuvo frente a nosotras.
—Como lo esperaba. Dejé una trampa en el ordenador. Creerán que es de Miriam y así ustedes saldrán del radar de los caza-sirenas.
— ¡Ahí viene! —exclamó Cleo.
Miriam salió por la puerta, junto a Tiffany y casi tres segundos después, Kim y Elliott también lo hicieron, siguiéndolas a corta distancia. O lo más discretamente que podían hacerlo dos espías no oficiales.
—Vamos.