¡Aparta, imbécil!

By ComandantePrim

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Marc Siles es un joven independiente. Con sus flamantes ojos verdes y su reputación arraigada en una confusió... More

Prólogo.
Capítulo 1. Segunda vez.
Capítulo 2. Rey León.
Capítulo 3. Baño de pollo.
Capítulo 4. Coincidencias.
Capítulo 5.
Capítulo 6. Normas
Capítulo 7.
CAPÍTULO 8, El chico ideal.
CAPÍTULO 9,Ventanas.
CAPÍTULO 10.
CAPÍTULO 11, Peter Parker.
CAPÍTULO 12.
CAPÍTULO 13.
CAPÍTULO 14.
CAPÍTULO 15.
CAPÍTULO 16.
CAPÍTULO 17.
CAPÍTULO 18.
CAPÍTULO 19.
CAPÍTULO 20.
CAPÍTULO 21.
CAPÍTULO 22.
CAPÍTULO 23.
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25.
CAPÍTULO 26.
CAPÍTULO 27.
CAPÍTULO 28.
CAPÍTULO 29.
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31.
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33.
CAPÍTULO 35.
CAPÍTULO 36.
CAPÍTULO 37.
CAPÍTULO 38.
CAPÍTULO 39
Nota de la autora.
CAPÍTULO 40.
CAPÍTULO 41.
CAPÍTULO 42.
CAPÍTULO 43.
No es un capítulo. #StopBullying
CAPÍTULO 44.
CAPÍTULO 45(Parte 1)
CAPÍTULO 45 (Parte 2)
¡Maldito Karma!

CAPÍTULO 34.

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By ComandantePrim

CAPÍTULO 34.

Narra Mackenzie.

Me puse en pie de forma torpe sin poder enfocar del todo al chico que se encontraba justo enfrente. El mismo que me había roto las gafas.

Arrugué los labios molesta.

Ese hecho me conduciría a tener que hablar con mi padre para concretar una nueva cita con el oculista. Y hacía mes y medio que no tenía noticias de él ni de su miserable vida. Le detestaba por ser tan cobarde, pero, hasta mi mayoría de edad dependía legalmente de él.

El coxis me dolía increíblemente.

Todo genial, lo único positivo de ese asunto parecía ser la noticia de que mi compañero de piso había roto con su novia.

Alcé la cabeza bruscamente cuando desentrañé la magnitud de sus palabras. Tardé una milésima de segundo en poner en funcionamiento de nuevo todo mi sistema operativo. Un tiempo que fue aprovechado por el chico para aferrarme la mano y tirar de mi cuerpo contra el suyo.

Las alarmas desbordaron los pensamientos que de nuevo comenzaban a ordenarse en mi cabeza. Me obligué a estirar el cuyo para mirarle.

Mirarle sin verle.

Lo que me facilitó las cosas el doble, que también quede dicho.

—¿Qué? — Interpelé organizando finalmente con coherencia mi mente. —¿Cómo que has roto con Alicia?

Marc ladeó la cabeza de un lado a otro. Parecía divertido, o al menos gratamente satisfecho por alguna razón desconocida.

Había roto con su novia, no tendría que estar, al menos ¿un poco triste?

Enroscó los dedos en mi cabellera rubia mientras con la otra mano me sostuvo el rostro. La palma de su mano correspondía prácticamente con mi mejilla, la cual quedó cubierta en su totalidad por la cálida piel del chico.

Entrecerré los ojos, luchando con mis problemas visuales para enfocarle del todo.

—He roto con Alicia, eso es exactamente lo que he hecho. Y la forma... digamos que destapé algunas cosas.

Yo me había perdido algo, ¿verdad?

Comencé a negar reiteradas veces con la cabeza sin hacerme cargo de la solución.

¡Marc había roto con Alicia!

Y aquello significaba, aquello significaba... ¿qué significaba?

Tropecé hacia atrás cuando Marc se movió para juntarnos a la pared. Me sostuve en su hombro clavando la yema de mis dedos en sus hombros. La cabeza comenzaba a darme vueltas de forma preocupante. Tragué saliva contemplando como las chiribitas me invadían la vista ya de por si incompetente.

Marc me sostuvo por los codos evitando que me cayese. Recargué la cabeza contra una taquilla y suspiré profundamente.

—¿Qué te ocurre?

Apreté con fuerza las párpados siguiendo con el espectáculo de luces que embotaron mis sentidos.

—Las gafas, es por las gafas, me mareo si intento concentrar la vista sin ellas... —murmuré con pesar. — Y tú me las has roto cuando me has atropellado por tercera vez desde que nos conocemos.

Sentí a Marc moverse fuere de mi alcance durante un par de segundos, los suficientes para que la falta de su presencia lograra desorientarme más. Porque por una estúpida razón me sentía menos indefensa con él cerca.

Cuando regresó de dónde quiera que se había ido enrosqué mis manos en su cintura, usándolo a él en vez de a la pared como punto de apoyo. Marc me recogió el cabello con una mano y bajó el rostro hasta mi oreja.

A pesar de las circunstancias no pude evitar los diminutos escalofríos que reptaron por mis labios con cada roce de sus labios con el lóbulo de mi oreja.

—¿Tienes una goma? —Susurró.

Sin comprender del todo su intención elevé mi muñeca izquierda donde al menos solía llevar cinco gomas. Sentí como una de ellas me era arrebatada.

—Tranquila, mi hermana se marea constantemente, estarás bien. Te cuidaré Mackenzie.

Sonreí ante aquello.

—Técnicamente ha sido culpa tuya.

Una nueva oleada de electricidad se repartió por mi sistema nervioso cuando la risa del chico resonó en mi nuca.

—No  nos cortes el rollo.

Narra Marc.

Por quinta vez Mackenzie se tropezó con el escalón que subía a secretaria. Me separé un poco de ella para evaluar los daños.

Seguía mortalmente pálida y tenía los labios completamente secos. Además intentaba mantener los ojos lo más cerrados posibles, porque yo me había encargado de romper sus gafas.

—¿Por qué no desayunaste más?

Ella bufó por enésima vez ante la enésima repetición de mi pregunta.

—Fui irresponsable con eso, ¡lo entiendo! ¡Pero no me imaginé con que un imbécil me rompiese las gafas!

Puse los ojos en blanco, pero sin evitar que mis comisuras se doblegaran en una sonrisa.

—¿Y si te llevo en brazos?

Mack giró la cabeza tan deprisa que desencadenó dos cosas:

La primera, al encontrarse tan cerca de mí golpearme de lleno con su cabello rubio en los ojos.

La segunda y la más grave lograr que el mareo que intentábamos controlar se incrementase y la chica tuviera que sujetarse en mí para no caerse.

De todas formas esto logró acercarla más, facilitándome gratamente la tarea de pasar un brazo por debajo de sus rodillas y el otro por su espalda, alzándola sobre ellos.

Tan cansada se encontraba que ni se molestó en protestar.

Apoyó la cabeza en mi pecho y la movió hasta que sus labios rozaron levemente la piel descubierta del cuello. Involuntariamente procuré acercarla más contra mí, aunque aquello en dicha situación no fuese posible.

—¿Estás bien? —Murmuré.

Mackenzie asintió lentamente.

—Gracias, Marc.

Una idea perversa comenzó a tomar cuerpo en mi mente. Bajé el rostro hasta que apenas un par de centímetros me separaban de la chica. La chica alzó los ojos, de tal forma sus rizadas pestañas rozasen la piel de su párpado. Tenía las pupilas dilatadas engullendo el azul grisáceo que tanto me gustaba.

—No me las des... todavía.

Arqueó las cejas, escéptica.

—¿Perdona?

No contesté y deposité un pequeño beso cerca de la comisura de sus labios, pude sentir la respiración de la chica agitarse ante aquello disparando mi testosterona.

—Ya verás.

La chica alejó el rostro y cerró los ojos con fuerza.

Decidí posponer aquello y una vez que alcanzamos el umbral de la secretaria la deposité con cuidado en una de las viejas sillas. La secretaria, un lugar cubierto de papel gris y con una sala de espera que destilaba sudor, lágrimas y miedo.

Le acaricié el pelo que se deslizaba suavemente entre mis dedos.

—Iré a buscar a la enfermera.

Ella asintió y me dedicó una sonrisa que provocó que sintiese algo similar a las náuseas, pero de una forma agradable. Como si un petardo petase en mi interior y el hormigueo se extendiese por todos mis miembros. Lamentablemente todos.

Y sí, soy una mierda con los símiles. 

•••••

¡Hey! ¡Hey! ¿Cómo estáis? A los que vivís en España como yo ¿os han dado las notas? ¿Qué tal han ido?

¿Y con mi historia? ¿Os gusta?

Amo a esta parejita.

+Comentarios.

+Votos.

=Todos ganamos.

Como no tengo nada que hacer o decir que os aporte algo me iré...

¡Bye! Prim ♥

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