¡Aparta, imbécil!

By ComandantePrim

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Marc Siles es un joven independiente. Con sus flamantes ojos verdes y su reputación arraigada en una confusió... More

Prólogo.
Capítulo 1. Segunda vez.
Capítulo 2. Rey León.
Capítulo 3. Baño de pollo.
Capítulo 4. Coincidencias.
Capítulo 5.
Capítulo 6. Normas
Capítulo 7.
CAPÍTULO 8, El chico ideal.
CAPÍTULO 9,Ventanas.
CAPÍTULO 10.
CAPÍTULO 11, Peter Parker.
CAPÍTULO 12.
CAPÍTULO 13.
CAPÍTULO 14.
CAPÍTULO 15.
CAPÍTULO 16.
CAPÍTULO 17.
CAPÍTULO 18.
CAPÍTULO 19.
CAPÍTULO 20.
CAPÍTULO 21.
CAPÍTULO 22.
CAPÍTULO 23.
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25.
CAPÍTULO 26.
CAPÍTULO 27.
CAPÍTULO 28.
CAPÍTULO 29.
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31.
CAPÍTULO 33.
CAPÍTULO 34.
CAPÍTULO 35.
CAPÍTULO 36.
CAPÍTULO 37.
CAPÍTULO 38.
CAPÍTULO 39
Nota de la autora.
CAPÍTULO 40.
CAPÍTULO 41.
CAPÍTULO 42.
CAPÍTULO 43.
No es un capítulo. #StopBullying
CAPÍTULO 44.
CAPÍTULO 45(Parte 1)
CAPÍTULO 45 (Parte 2)
¡Maldito Karma!

CAPÍTULO 32

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By ComandantePrim

CAPÍTULO 32.

Narra Marc.

Puede que el método que usó Sofía contra Hugo no fuese del todo ortodoxo, pero sin embargo, fue altamente efectivo.

Mi amigo retrocedió un paso sorprendido, llevándose la mano a la zona afectada y observando a la chica como si se hubiese vuelto rematadamente loca.

—¡Eres un pervertido! ¿De qué coño estás hablando? ¡Ni tan siquiera sabía tú nombre, cerdo!

Uau, eso era pasarse.

La amistad y solidaridad que sentía hacia mi amigo me empujó a colocarme en medio de la discusión tapando al sorprendido y dolido Hugo que comenzaba a ser más que consciente de su garrafal error.

—Sofía, creo que ya se ha enterado. — Intervine mirándola fijamente.

La chica que aún convulsionaba de la ira fue lentamente reduciendo su nivel de intensidad. Finalmente dejó caer las manos a ambos lados del tronco y enarcó las cejas.

—Creo que deberías controlar más a tu amigo, Siles.

Y eso es lo que pensaba hacer.

Agarré de los hombros al chico que seguía paralizado con los ojos perdidos en un lejano punto, buscando sentido a lo que acaba de ocurrir. Lo sostuve fuertemente y comencé a arrastralo donde su verdadera admiradora secreta lloraba a moco tendido por su gilipollez.

Pero justo cuando nos encontrábamos a un par de metros del baño de las chicas un hombre enfundado en un plumas verdes prácticamente nos arrolla del camino.

Resultó ser el conserje con las llaves que abrirían el centro.

Maldije entre dientes la oportunidad de aquel hombre y me vi obligado a seguir la marea de adolescentes que como zombies sonámbulos comenzaron a internar en el edificio.

Como Hugo permanecía mudo y la marca roja que aún palpitaba en su mejilla comenzaba a definirse decidí cambiar mi actitud.

—¿Estás bien? — Pregunté pasándole un brazo por los hombros.

—No lo entiendo. —Murmuró él. — Tenía que ser ella. Debe ser todo una puta broma.

Puse los ojos en blanco y le conduje a su taquilla.

—Por supuesto que no tío, te equivocaste, no era Sofía, era Irene López.

Hugo escapó de mi agarre como si de repente le abrasase. Tambaleando se echó hacia atrás para mirarme. La perplejidad era la dueña de sus facciones en aquellos instantes.

—¿Será coña?

Negué sonriendo.

—No, se ha pasado desde esta mañana llorando en los baños por ti, cabrón.

Supongo que conociendo la personalidad de mi inestable amigo su siguiente acción no debió sorprenderme.

De hecho no lo hizo.

Por lo que me hice a un lado cuando comenzó a correr contra la corriente de estudiantes. Repartiendo codazos y empujones para hacerse un hueco por el que seguir avanzando.

Sacudí la cabeza y, organizando el peso de los libros sobre mi espalda, me apresuré a la segunda hora, que no tenía nada en espacial salvo que coincidía con mi compañera de piso.

Aquella que me había empujado cuando traté de besarla hace minutos.

Algo de lo que no podía culparla, porque seguía siendo lo suficientemente cobarde como para no poder romper con Alicia a la que me sentía encadenado.

Debía solucionar aquel asunto.

Urgentemente.

Frené mi avance provocando que un chico que camina tras mío se golpease contra mi espalda. Me miró airado antes de continuar su camino sosteniendo entre las manos una carpeta a punto de estallar.

Ladeé la cabeza meditando. Debía romper con ella, o hacer que ella rompiese conmigo, tenía dos opciones.

La primera: romper con ella, y confiar que fuese lo suficientemente mala arpía (que lo era) para acabar con la reputación que tenía labrada desde los quince años en aquel instituto.

La segunda: permitir que consiguiese lo que con tanto esfuerzo llevaba buscando desde el primer instante en el que se fijó en mí y perder, por consiguiente, una parte importante de mi esencia.

Estaba claro lo que debía hacer.

Narra Mackenzie.

—Tranquila, seguro que Marc lo arreglará.

Irene alzó los ojos hacia mí, aún se apreciaban en ellos los vestigios del llanto anterior. Arrugó la nariz sorbiendo los cristalinos mocos que acompañaban al frío y a la tristeza.

—¿Segura?

Me mordí el interior de la mejilla, pasando las lengua por las heridas que acostumbraba a abrirme en aquella zona. No podía explicar el porqué pero confiaba que el chico pudiese arreglarlo todo.

—Completamente.

Una pequeña sonrisa le arrugó la comisura de los labios. Aparté la vista de ella justo a tiempo para ver la conmoción que ocurría un par de alumnos más hacia delante. Achiné los ojos en dicha dirección. Un nudo de brazos y piernas avanzaba a trompicones.

No tuve tiempo de desentrañar su personalidad antes de que saliese despedido hacia delante. Sus ojos recorrían ansiosos la multitud y el pecho denotaba su acelerada respiración.

Fui a hablar cuando localizó a la chica que ajena al barullo buscaba un pañuelo de papel en su bolsillo, aunque apenas comencé su nombre cuando retomó la carrera y agarró a Irene.

Mi amiga soltó una extraña exclamación de sorpresa cuando sus pies dejaron de rozar el suelo. No tuve tiempo de ver sus reacciones por más tiempo ya que Hugo se la llevó por el pasillo.

Perpleja continué con los labios abiertas como una completa estúpida por un par de segundos más que son los que tardó mi mente en asimilar los hechos.

Bueno, parecía que Marc había cumplido con la parte de su labor.

Aferré las correas de la mochila que me sometía los hombros y con una pequeña sonrisa avancé por los pasillos.

********

No volví a ver a Irene, Hugo, Marc o Mateo por el resto de la mañana. Por lo que cuando el timbre que anunciaba el lapso de tiempo de almuerzo no pude evitar pensar qué había ocurrido con todos ellos.

Como no sentía especial entusiasmo por comer sola, comencé a guardar con una pasmosa tranquilidad los libros de nuevo en la mochila que comenzaba a resquebrajarse por las costuras. Me recoloqué las gafas sobre el puente de la nariz al tiempo que me incorporaba.

Como al aparecer tendría que consumir mi almuerzo en soledad, rescaté el libro que siempre me acompañaba para estos casos.

Pasé las manos por sus tapas desgastadas y lo abrí por la página marcada.

Con los dedos prendidos en el libro y la mente flotando entre las letras me aislé momentáneamente del mundo. Y aunque seguía percibiendo el mundo de mi alrededor este parecía desdibujado e impreciso comparado con el que me ofrecían cada una de las palabras esbozadas en las páginas.

Culpo a mi abstracción del mundo por todo lo que sucedió después.

Apenas tuve tiempo de entender lo que pasaba antes de ser arrollada por una mole de carne y hueso. Trastabillé hacia atrás moviendo los brazos en una maniobra tan ridícula como poca efectiva al tiempo que la gravedad me vencía.

La mochila paró el golpe lo suficiente como para evitar que me rompiese la nuca contra el suelo, aunque mi rabadilla no tuvo tanta suerte, llevándose la peor parte del golpe.

Tanto el libro como mis gafas me fueron arrebatadas por la caída, volando lejos de mi alcance y estas últimas haciéndose pedazos contra el suelo en un desagradable sonido de cristales rotos.

Por no contar el cabezazo que me endiñó la persona que cayó sobre mí, que por suerte poseía de los suficientes reflejos como para interponer las manos evitando aplastarme por completo.

Gemí dolorida y sorprendida por todo aquello y entrecerré los ojos, viendo a mi alrededor borroso por la falta de los cristales que reparaban mis problemas visuales.

Oh, conque ahí estaba.

—¿Otra vez, en serio?

El chico rió sin apartarse ni un centímetro, por lo que no hace falta decir la poca coherencia que la perturbación de mi espacio vital me producía.

—Es el destino princesa, te buscaba.

Alcé las cejas.

—¿Podrías quitarte de encima? ¿Y para qué me buscabas con tanta urgencia?

Marc ladeó la cabeza y esbozó una media sonrisa.

—No y... he roto con Alicia. 

••••••••••

¡Hola! Otra capítulo y para que sepáis... Me habéis decepcionando, ¡tres días en alcanzar votos 200! Yo que ya tenía el capítulo preparado...

Bueno, ya sabéis ¡motivadme! Hahaha

Si  realmente yo es os quiero mucho, de verás.

+Votos.

+Comentarios.

=Todos felices :)

La amoprecio

Prim ♥♥

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