CAPÍTULO 23.
Narra Marc.
La mañana se alargó como un chicle en el cual compruebas su resistencia, veía que pronto se rompería ante la tensión ejercida en los últimos minutos de la lección de matemáticas.
No había vuelto a ver a Mack salvo en la cafetería donde parecía muy concentrada en evitar mi mirada intencionadamente puesta en ella.
A la que sí que no había visto era a Alicia, cosa altamente extraña ya que solía estar unida a mí como una lapa a cualquier crustáceo. Probablemente estuviese enferma, la verdad no me extrañaba, ya era extraño que no pillara cualquier cosa.
Molesto garabajeteé el último dígito de la operación cuando el timbre resonó con fuerza por las paredes del edificio. Si había algo que no podía controlar era el flujo de tiempo que marcaba la hora de aquella bendita campana que se alejaba de mi alcance.
Barrí con el brazo los libros que cayeron desordenadamente en la mochila y me la eché sobre un hombro. Hugo un par de mesas a mi izquierda seguía luchando por acabar la ecuación ya que había consumido parte de la clase en meditar sobre su admiradora secreta.
Ese tema parecía estar crispando los nervios de mi amigo e induciéndolo en una locura obsesiva, pero no era nadie para quitarle la ilusión de desvelar el misterio.
Además de que no tenía ni puta idea de quien podía ser.
Hundí los dedos en el bolsillo delantero de los vaqueros y avancé hacia él. Tiré de la capucha de la sudadera que llevaba apartándole de la operación.
—Vayámonos, anda.
Él bufó pero no me discutió y comenzó a guardar los libros con parsimonia.
—Vamos, me estoy volviendo loco.
Sonreí abiertamente.
—¿No me digas?
Hugo profirió una especie de suspiro y sacudiendo la cabeza comenzó a caminar junto al resto de estudiantes que lentamente iban abandonando el aula.
Caminamos por los pasillos en completo silencio, cada uno sumido en sus propios quebraderos mentales que terminarían minando nuestra cordura. Me preguntaba como mis padres habían conseguido consolidar su relación desde la adolescencia con lo efervescente que era uno. Tal vez debería pedir consejo a mi padre.
Como era habitual los pasillos del área norte se drenaron rápidamente dejándonos únicamente a los dos caminando por ellos.
—¿Y si es una broma?
Me mordí los labios antes de contestar con voz calmada y segura.
—Por supuesto que no, ¿quién coño tiene tanto tiempo libre como para hacer esto? Además, parece lista y no creo que uno de los gilipollas de turno logre parecerlo.
Hugo sonrió.
—Gracias.
Le golpeé amistosamente en el hombro.
—De nada tío.
Nada más salir al exterior un fuerte olor a gasolina inundó el ambiente. Al parecer un colgado quemando rueda en los aparcamientos. No sería la primera vez que esto pasaba.
Desprendí el monopatín de los enganches que mi tío me había dispuesto en la mochila y lo hice rodar por el suelo.
—Nos vemos luego, tengo que ir al curro.
Hugo asintió al tiempo que guardaba la nota arrugado en el bolsillo de su sudadera y se encaminaba donde su madre solía esperarle. Sacudí la cabeza con una sonrisa y tomé el primer impulso haciendo que las ruedas besaran el asfalto y comenzasen a cargar con mi peso.
La ligera inclinación de la calle me permitía poder descender sin esfuerzo alguno por lo que flexioné las rodillas y me quedé levemente agachado sobre la tabla escaneando el pobre flujo de alumnos que terminaban de salir del instituto que parecía vomitarles al aparcamiento.
Había varias melenas rubias perdidas entre el resto de cabezas pero ninguna era la que buscaba.
Negué contrariado y me incliné hacia un lado dejando que la inercia hiciese su trabajo tragándome calle abajo donde no vería a Mackenzie en horas.
Narra Mackenzie.
—¡Espera!
Terminé de ajustar las correas de la mochila correctamente sobre mis hombros y salí en pos de mi amigo que parecía aquejado de una nueva prisa. Troté detrás suyo sin saber muy bien a que se debía aquello.
—¡Mateo! — Mascullé sujetándole por los hombros. —Al menos espera a Irene.
Él bufó asintiendo y los dos nos quedamos estáticos en el pasillo en espera. Unos apresurados pasos en el corredor izquierdo anunciaron la llegada de la chica. Irene frenó con las mejillas cubiertas de cierto rubor debido, seguramente a la carrera y el abrigo colgando de su cabeza como veía en los niños de primaria.
—¿Vamos? —Inquirió.
Mateo gruñó unas palabras inteligibles y comenzó a caminar a zancada larga.
—¿Qué le pasa? —Me interrogó la chica.
—Ni idea.
Apoyé mi contestación con un sincero encogimiento de hombros y ella puso los ojos en blanco.
—Y pensar que somo nosotras la que tenemos la regla.
Reí y la indiqué que comenzásemos a andar. Ella asintió y las dos salimos tras el chico que nos aventajaba bastantes metros.
—¿Qué hacías?
Observé de reojo como se mordía los labios antes de contestar:
—Nada en especial.
No insistí. Comprendía lo que era guardarse un cuarto de la información para uso propio. De hecho opinaba que la restricción de datos que una persona otorgaba de su persona debería regirse por la norma de que al menos un cuarto de ella quedase completamente privada.
—Puede ser por su hermana.
—¿Hermana?
No sabía que el chico tuviese una hermana y mucho menos una capaz de provocar semejante trastorno.
—Ajá, ¿conoces a sus padres? Son un matrimonio homosexual que en primer lugar optaron por adoptar a una niña... creo que Lily es de Vietnam, pero que luego quisieron tener un niño suyo ¿entiendes?
Asentí en silencio.
—Al parecer sus tíos abuelos habían probados con buenos resultados y ¡voilà! Nació nuestro Mateo que según me cuenta su padre Samuel es idéntico a su otro padre cuando era adolescente. Creo que es el mejor amigo de la madre de Marc.
Al escuchar ese nombre mi organismo sufrió una leve descarga que provocó un extraño cosquilleo en las puntas de mis dedos. Lo arrastré lejos y comencé a digerir la información.
—¿Y qué problema hay con su hermana?
Irene se encogió de hombros.
—No lo sé.
—¡Que es una puta de mucho cuidado!
Alcé la cabeza asustada encontrándome a un chico bastante enfadado que movía nerviosamente las correas de su mochila, volcando la frustración sobre ellas, apaciguando unos probables deseos de estrangular a alguien cuan Peeta secuestrado.
—¿Por qué? —Preguntamos las dos a la vez.
El chico tomó aire.
—Si venís a casa, lo comprobaréis.
Vaya, al parecer iba a conocer a los famosos Sam y Juan.
♥♥♥♥
¡Hola! ¿Qué tal vais lectores míos? Sinceramente espero que bien.
Bien, bien, primero:
Nombre de pareja de Mackeznie y Marc parece disputarse entre M&M y Marckenzie, a ver, los dos me gustan y he leído las objeciones que ponéis porque el primero es usado en otra novela. ¿Cómo explicaros? No conozco esa novela, si alguien me la dice bien, pero no le veo demasiado peso a ese inconveniente, al fin y al cabo la mía es una historia completamente mía, por lo que... no plagio a nadie, ¿no?
Segundo:
Vamos desvelando el secreto de Mateo, ¿cómo será Suam en esta realidad
Tercero:
Hugo, tu admiradora secreta es ....
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=Actualización más rauda de estos deditos.
PD: Me quiero cortar el pelo, hasta los hombros que serían como una vez y media mi mano... pero mi hermana dice que me quedaría y mi madre en su función de madre me ha dicho que me quedaría genial porque como soy guapa(bulas maternas) me resaltaría la cara.
PD2: David, mi muñeco meón no tiene pantalones y se le ve el Pikachu xDD
Aio ;)